lunes, 8 de noviembre de 2010

Segunda Sinfonía en Re Mayor opus 43 (1901-02): (1) historia de la obra

La Segunda Sinfonía de Jean Sibelius es sin duda uno de los trabajos más carismáticos y populares del autor, trascendiendo los círculos habituales de admiradores de su música y llegando a cada orquesta prácticamente del mundo. Como ya hemos comentado en alguna ocasión las dos primeras sinfonías quizá no sean ni las mejores ni la más originales y personales de su ciclo - de por sí magistral -, pero desde luego que se trata de obras maestras de la literatura musical, y como tales forman parte del patrimonio mundial.

Desde el estreno de la Primera Sinfonía, se apoderó de nuestro genio una pasión por el género y por la música pura que llegaría a consumirle en torno a la desaparecida Octava, último gran proyecto que abordó y que no llegó a acabar. A lo largo de de su biografía a partir de ese primer trabajo no hay prácticamente periodo en el que no piense, esboce o trabaje en algunas de sus sinfonías. No es casualidad por tanto que cada una de ellas sea una obra inmortal, y a la vez muy distintas unas de otras.

La historia propiamente dicha de la Segunda Sinfonía comienza en un momento indeterminado del verano de 1901. Pero varios de sus temas tienen una prehistoria en los años inmediatamente anteriores. En realidad la génesis de la obra planteó una transformación harto frecuente de nuestro músico, donde una partitura que parte de una primera inspiración se convierte en otra distinta, tal y como sucedió con "Kullervo" opus 7 (que nació como una Sinfonía sobre motivos fineses), La hija de Pohjola opus 49 (con un proyecto sobre la historia de Luonnotar), o la Sexta Sinfonía (edificada sobre un proyecto en torno a la historia de Kuutar, la doncella de la luna del "Kalevala"). No sucede de un simple reciclado de materiales, sino de un Sibelius "esclavo de sus temas" (como alguna vez se definió él mismo), ideas que evolucionan por sí mismas y en ocasiones se desbordan, siendo necesario conducirlas a un marco diferente al que nacieron.

El tema de la coda del Finale, según el testimonio de familiares de Gallén-Kallela, se originó en una visita a casa del pintor, en junio de 1899, acompañado por Robert Kajanus. La ocasión fue el bautizo del primer retoño del pintor, Kirsti, que se celebró en el interior de la vivienda. Nuestro músico acompañó el canto de la celebración al piano, pero durante el mismo, como le solía ocurrir, comenzó a improvisar. Uno de los temas originados en dicha improvisación quedó grabado en la mente de los asistentes, y fue reconocido fácilmente en los últimos compases de la futura Segunda Sinfonía.

El primer de tema del primer movimiento de la Sinfonía nace en ese mismo año como tema del nº3 de su Pianokompositioner för barn (Composiciones para piano para niños) JS.148, una obra encargo que jamás llegaría a completar, pero para la cual esbozó numerosos temas (que pasarían a otras obras en varios casos, como sucede en éste). Este es el apunte, tal y como lo recoge Andrew Barnett:



El tema, sencillo y divertido, se transplantaría a la Sinfonía sin grandes cambios más allá de la medida (a un 6/4) y el tono (a Re Mayor).

El crítico Karl Fredik Wasenius refiere otra anécdota en torno al origen de este tema y buena parte del primer movimiento de la Sinfonía, aunque la historia se ha puesto muy en cuestión: la hija de "Bis" (la firma de Wasenius), de siete años, había compuesto un pequeña pieza para piano, y su padre quiso la opinión del músico. Tras mirar durante un momento la partitura, empezó a improvisar varios motivos de lo que será más tarde ese movimiento sinfónico. "¡Ya tengo lo que he estado esperando durante semanas! ¡Ya viene!" habría exclamado Sibelius. Pero como decimos la anécdota puede no se real, síntoma de la popularidad de la obra. En cualquier caso, vuelve a conectar este tema con el mundo infantil.

Si en estos dos primeros casos se tomaron simplemente motivos que alcanzarían una dimensión distinta dentro de la Sinfonía, en el caso de los temas principales del segundo movimiento sí hubo una génesis mucho más amplia y un trasvase más directo. Nuestro genio realiza en 1901 un viaje a Italia, viaje que planeó su amigo Axel Carpelan, con quien mantiene una constante correspondencia, y que le sirve como fecunda fuente de inspiración de muchos proyectos musicales.

El 11 de febrero está en Rapallo, cerca de Génova, en una hermosa villa costera. En su imaginación compara el lugar con el palacio de Don Juan, rodeado de un jardín mágico, y escribe lo siguiente: "Don Juan. Sentado en el crepúsculo en mi palacio un invitado [el Convidado de Piedra] entra. Pregunto más de una vez quién es. - No hay respuesta. Intento distraerle. Permanece en silencio. Finalmente el extraño comienza a cantar. Entonces Don Juan reconoce quién es: la Muerte" (llama la atención el paralelo con la escena teatral que acompañaba en origen el Valse triste opus 44 nº1). Junto con estas líneas aparece esbozado un tema, que se convertirá en el primer tema principal del segundo movimiento de la Sinfonía.
Casa Garibalda-Rapallo, vivienda de Jean Sibelius en la localidad italiana

Pero en aquel momento no pensaba en una sinfonía, sino en todo un ciclo de cuatro movimientos programáticos (la misma estructura de Lemminkäinen opus 22) sobre el tema del burlador de Sevilla, que titularía "Festival: cuatro poemas sinfónicos para orquesta".
Tal plan no pasaría de esas ideas y el esbozo musical. Como tampoco otro proyecto surgido dos meses después en Florencia - última parada en Italia del viaje - sobre la "Divina Commedia" de Dante, aunque en este caso el plan siguió ocupándole un buen tiempo. En este caso también existe un boceto pautado, un motivo escrito para cuerdas divisi (Andante sostenuto, y en ppp), con el título "Christus". Este motivo se integraría en el segundo movimiento de la Sinfonía también, como segundo tema principal.

Fue en Italia también donde una nueva obra sería esbozada, y el único de los proyectos allí concebidos que llegaría a materializarse: la Segunda Sinfonía.
En el verano, que pasó de visita en la villa que tenían los Järnefelt en Lohja, siguió dando vueltas al poema sinfónico sobre Dante - discutida ampliamente con un Carpelan entusiasmado - mientras empezaba a dar volumen a la Sinfonía. Pronto esta última obra ocupó todo su tiempo, hasta el punto que piensa terminarla antes de acabar el año. A pesar de esa seguridad, en el comienzo de la composición no era todo tan diáfano como aparentaba: su primer plan de la obra incluía una estructura en cinco movimientos, aunque poco después volvería al esquema clásico de cuatro tiempos.

Pronto escribe a Carpelan: "estoy en medio de una amarga batalla con esta sinfonía. Ahora la imagen es más clara y estoy procediendo a toda vela". Al amigo y consejero de nuestro autor le anunciará que el 9 de noviembre estaría terminada.

Pero se impone el Sibelius perfeccionista y el proceso de revisión dilata el estreno de la obra, que primero anuncia para enero del año siguiente, entregando las primeras partes manuscritas al copista, y después para marzo. Pero aun hubo tiempo para componer rápidamente dos obras más que completarían un programa a base de estrenos, la Obertura en la menor JS.144 y el "Impromptu" opus 19 para voces femeninas y orquesta.

El evento tuvo lugar el 8 de marzo en la Sala de la Universidad de Helsinki, con el propio autor dirigiendo. Nunca un el estreno de una obra musical alcanzó tal éxito en Finlandia, según sentencia Erik Tawaststjerna. Tal éxito, como sucedió con muchas obras del periodo, no se debió en exclusiva a la maestría de la composición, sino a la dimensión político-social que inevitablemente comportaba. Robert Kajanus lo tiene muy claro en un artículo que publicará tres días después: "el Andante lo golpea a uno como protesta con el corazón roto contra toda injusticia que amenaza al tiempo presente con privar al sol de su luz y a nuestras flores de su aroma. El Scherzo da la imagen de una preparación frenética. Todos apilan la paja en el almiar, todas las fibras se estiran y cada segundo parece durar una hora. Se siente que la contrastrante sección del trío con el motivo del oboe en Sol bemol Mayor lo que está en juego. El Finale se desarrolla hacia una conclusión triunfal prevista para suscitar en el oyente la imagen más liviana y confiadas perspectivas para el futuro".

Por supuesto, ni que decir tiene que tales ideas no forman parte de la intención del autor, que piensa principalmente en términos puramente musicales. Sería sorprendente relacionar además la visión de Kajanus del segundo tiempo con el origen de sus temas, que hemos referido anteriormente. Inevitablemente la concepción de la obra como símbolo de la resistencia finlandesa continuó durante décadas en sus propios compatriotas, aun hoy es referida en algún otro programa de mano poco informado.

El concierto se repitió tres veces durante los días siguientes con creciente ovación, por supuesto debido a la Segunda Sinfonía, que iniciaba entonces un camino triunfal del que nunca se ha apeado.

Antes de su publicación, nuestro autor hizo alguna pequeña modificación en la partitura, no lo suficientemente destacada como para hablar de una "segunda versión" (algo harto frecuente en Sibelius). El manuscrito revisado fue enviado a Breitkopf & Härtel ya en 1903, con dedicatoria a Carpelan, y de ahí pudo tener una distribución inmediata y muy extensa.

Al año siguiente la partitura se pudo escuchar fuera de Finlandia, siempre con éxito. En Hamburgo era estrena por Max Fiedler, en Estocolmo por Armas Järnefelt (desde entonces una obra imprescindible de las orquestas suecas), en Estonia bajo la batuta de Schéevoight, en Riga bajo la dirección del propio autor... Tuvo una acogida más fría en San Petersburgo, siendo dirigida por Kajanus; y también al otro lado del charco, en Chicago y en Boston bajo Theodore Thomas. Olin Downes escribiría años más tarde "en 1904, la Segunda Sinfonía de Sibelius estaba antes de su tiempo". Pero cuando le llegó el momento, el país americano sucumbió para siempre a su maestría.

En 1905 llega a Berlín de la mano de Sibelius, y la crítica, con algunas reticencias, coloca a nuestro músico entre las grandes figuras del momento, destacando su originalidad y su talento creativo único. También ese año llega por medio de Hans Richter a Manchester, afianzando el feudo sibeliano británico. La Sinfonía entonces ya empieza a formar parte del repertorio de las grandes orquestas, y el nombre de nuestro de genio se empieza a escuchar en muchos idiomas.

En 1910 tiene el honor de ser interpretada en el templo de la sinfonía, Viena, con la mítica Orquesta Filarmónica dirigida por el no menos mítico Felix Weingartner. Las críticas fueron positivas, aun cuando sus libertades no pasaron desapercibida a los más formalistas.

Ese éxito se logró con mucho esfuerzo y trabajo, con una recompensa más puramente artística y humana que material: "[...] por ejemplo mi Segunda Sinfonía. Ha traído para mí fama y crédito a Finlandia [escribe en 1912, y ya era en finlandés más conocido fuera de sus fronteras] en numerosas ocasiones. ¡Me ha costado ya más de 18.000 marcos y he ganado de ella 1.500! ¡Mis deudas se acumulan con cada sinfonía!". Nuestro músico siempre careció de un sentido práctico de la economía, pero con esto se hace evidente cómo anteponía su música a cualquier asunto mundano.

No es de extrañar pues que esta sinfonía, junto con la Primera, tuviese el privilegio de protagonizar las pioneras grabaciones absolutas del ciclo sinfónico sibeliano. Fue en mayo de 1930, bajo la dirección privilegiada de Robert Kajanus, que fue elegido por Sibelius para la ocasión, a petición del sello Columbia. La orquesta fue la Orquesta Sinfónica de Londres, que no fue nombrada por razones contractuales. El registro se realizó en la propia capital británica.

Desde entonces han sido incontables las grabaciones. Resulta difícil estimar el número exacto, pero puede aproximarse al centenar. Eso incluye a muchos directores cuya Segunda constituye la única sinfonía sibeliana que han grabado. De igual manera la obra forma parte del repertorio de cualquier orquesta del mundo, aunque sea ocasionalmente el único trabajo que el autor abordó en este género que repose en sus atriles.

La Segunda Sinfonía es una obra llena del apasionamiento propio del periodo "romántico" y de los años exaltados en los que vivía su país. La partitura es la más extensa en este género que escribiera jamás (aunque "Kullervo" opus 7 la supera y sea una "sinfonía", no constituye parte del ciclo; la Octava Sinfonía posiblemente habría sido igual de extensa). Con esta extensión hay oportunidad para los más grandes contrastes, desde la profunda melancolía hasta el triunfo más radical, desde la paz de lo pastoral hasta los sonidos más belicosos, de los juegos despreocupados hasta la más negra tragedia... No debe de extrañar que esta monumental obra haya conquistado tantos corazones, incluso los más fríos a las luces musicales del norte.
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A partir del próximo post abordaremos el análisis de la partitura movimiento por movimiento. Y acabaremos la serie con una amplia discografía, si no completa si lo suficientemente numerosa como para tener que destinar para ella dos o tres posts.
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Capítulo 2: visión global y I. Allegretto

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