jueves, 25 de junio de 2009

Biografía (8): el año de estudios en Berlín (1889-1890)

Becado por la región de Nylund (a la que pertenece Helsinki) y junto con alguna aportación privada, Jean Sibelius se dirige a la Europa continental para completar sus estudios. Aunque su nivel musical ya era grande sin duda un contacto con la música orquestal europea podía hacer, y de hecho hizo mucho por nuestro autor.

A bordo del vapor Storfursten (El Gran Duque) nuestro músico se dirigió hacia el puerto de Lübeck vía Talinn. En ese mismo viaje pudo disfrutar de ilustre compañía, como la del filólogo el Werner Söderhjelm, que con los años se convertiría en una eminencia, al igual que el musicólogo Ilmari Krohn. Wegelius había encargado a Söderhjelm un poco de vigilancia sobre su alumno, pero lo cierto es que ambos se hicieron amigos de forma espontánea. También iban en el barco personas aún más cercanas, Eero Järnefelt (el gran pintor, hermano de Aino y después gran amigo del compositor) y el novelista Juhani Aho
(quien como Sibelius estuvo enamorado de Aino Järnefelt). Compartieron con él el comienzo del viaje, pero su destino final era París.

Sibelius ardía en deseos de vivir la vida musical berlinesa. Las primeras impresiones, sin embargo, de la capital del II Reich alemán - la primera gran ciudad que visitaba - no fueron muy positivas: sólo pretendía dar una imagen de poderío de claro ascendente prusiano para nuestro autor, burocracia, poder... y ruido.
La Hausvogteiplatz en el Berlín de 1889
 
Su primera inquietud al llegar a Berlín fue intentar entrar contacto con otros artistas nórdicos, y lo logró. Pronto se formó un grupo fundamentalmente de intérpretes musicales daneses y noruegos, a los que se sumaron algunos norteamericanos. Junto a ellos también estaba su amigo de Helsinki Adolf Paul. Unas señoritas rondaban al grupo, más interesadas por los músicos que por la música, en palabras de Erik Tawaststjerna. Y como figura carismática del grupo, debido a su mayor edad, el compositor noruego Christian Sinding, una importante influencia musical para aquel joven Sibelius. 


 El gran compositor noruego Christian Sinding (1856-1941)

Con este grupo pasó mucho tiempo, tocando música de cámara, pero también concurriendo en la vida social de la ciudad alemana. Sus gastos rebasaron pronto sus posibilidades, costumbre que Jean heredó de su padre y que arrastraría toda su vida. Pero no se trata realmente de un malgastador, sino de alguien con poco sentido práctico de lo material. Según sentencia Tawaststjerna "el dinero permaneció siempre como un concepto vago e irreal para él".

Una vez establecido en la ciudad, nuestro músico entró en contacto con el compositor y pedagogo Albert Becker (1834-1899), con una carta de Wegelius bajo el brazo. El viejo maestro le aceptó como alumno sin dudarlo (no era el primero ni sería el último alumno de Helsinki que acogería). Becker tenía una gran fama como estricto contrapuntista, desde su Misa en si bemol menor (1878) se había convertido en un paradigma del antiguo y severo arte alemán, con el beneplácito del mismísimo Emperador. El maestro pareció criticar la modernidad y falta de disciplina de las nuevas obras de Sibelius (como su Cuarteto en la menor, y en seguida le sometió a un intensivo plan de ejercicios de contrapunto y composición de fugas. Primero la técnica, luego la inspiración.

Esto le supuso a nuestro autor el que su creatividad se agotara momentáneamente (hecho con el curiosamente coincidió con Wagner y su maestro Christian Theodor Weinlig). Escribe a su hermano: "Becker no escuchará nada excepto sus fugas. Es insufriblemente tedioso no hacer nada salvo escribir eso; conozco el Salterio Alemán de principio a fin. Me pides que te cuente en qué estoy trabajando y querrías ver mis ejercicios acabados. No puedo imaginarme que lo último tenga mucho interés; ya que todo está prohibido, ¿qué puede escribir uno?". Incluso llega a plantearse si realmente tiene algún talento. Pero a la larga le fue sumamente beneficioso: aunque nunca volvería a componer una fuga, su gran técnica contrapuntística se afianzó desde entonces hasta el fin de sus días.






Placa conmemorativa en Marienstraße nº4, la casa de Berlín donde vivió Sibelius en su estancia en la capital alemana. En la misma calle residieron Glinka, el compositor ruso, en verano de 1856, y la canciller Angela Merkel en los años 1980s (cuando la calle perteneció a Berlín Este). 


De ese tiempo datan numerosas obras y ejercicios, según nos han llegado: numerosos corales (por primera vez nuestro autor aborda la orquesta en dos de estos corales al estilo bachiano) y ensayos de la forma sonata. Independientemente de estos estudios, acepta el encargo de la Sociedad Finesa para la Educación Popular y compone un Allegro para septeto de metal y triángulo JS.25. Esta obra es bastante singular por emplear, caso prácticamente único en nuestro autor, dos melodías populares. Una de esas melodías es el germen del tema central del primer tiempo de "Kullervo" opus 7.

Hubo posibilidad también de continuar con lecciones violinísticas - en parte porque su beca se lo exigía - con un profesor llamado Fritz Strauss, aunque nuestro autor ya no tenía interés por ser un virtuoso. Pero ni los estudios con Becker ni con su profesor de violín incidieron tanto sobre el joven compositor como los conciertos. En Berlín pudo escuchar el "Don Giovanni" de Mozart, toda un revelación, "Tannhäuser" y "Los maestros cantores" de Wagner, el estreno berlinés (con el compositor entre el público) del Don Juan de Richard Strauss... Asistió también a recitales de Hans von Bülow al piano (y dirigiendo sinfonías de Beethoven, cuyas partituras copió con gran ardor) y de un conjunto dirigido por Joseph Joachim, interpretando los últimos cuartetos de Beethoven, lo que para nuestro músico fue casi un experiencia mística.

Aunque curiosamente uno de los conciertos que más hicieron mella en su personalidad artística fue el estreno en febrero de 1890 de la versión revisada de "Aino", un poema sinfónico con coro final de su compatriota Robert Kajanus. La obra, basada en el Kalevala, abrió los ojos de su propia inspiración respecto al poema épico, que daría sus primeros frutos apenas un año más tarde con su "Kullervo". Sibelius apenas había podido escuchar en Helsinki a Kajanus, debido a su rivalidad con Wegelius, que arrastraba a sus alumnos en su un tanto absurda enemistad.

A pesar de todo esto, el músico finlandés no recordaría este periodo como un gran capítulo de la historia de la música en la capital, ya que se referiría a él como un conjunto de disputas infructuosas entre seguidores Wagner y de Brahms. Aunque es una opinión exagerada, sí que es cierto es que a Berlín aún le faltaban unos años para llegar a ser uno de los mayores centros europeos de la música. No obstante, a pesar de ello, los primeros encuentros con la gran música orquestal y operística dejaron en el joven compositor finlandés una profunda huella.


Las finanzas de nuestro músico pronto se vieron muy deterioradas y se vio obligado a pedir préstamos a su familia. Su situación se agravó con una enfermedad que oculta a sus parientes, y que sólo en los últimos tiempos (ver Andrew Barnett) se ha especificado como un más que posible mal venéreo, fruto de la vida bohemia y muy socializada de aquel estudiante finlandés y sus compañeros.

Un gran acontecimiento fue la visita que Busoni realizó en la navidad de 1889, con oportunidad para reunirse con sus amigos "leskovitas"
Adolf Paul y Jean Sibelius. El gran pianista invitó a ambos a una próxima ejecución del Quinteto para piano y cuarteto de cuerda en mi menor opus 5 de Sinding en Leipzig, viaje que Sibelius consiguió hacer a pesar de que su bolsillo estaba prácticamente vacío. Sin duda que el Quinteto de Sinding le motivó a escribir su propio Quinteto muy pronto.
 
El año 1890 comenzó para nuestro músico con la mala noticia de la muerte de su tío Pehr, muy estimado por él, casi como el padre que nunca llegó a conocer.

Becker, a pesar de los quebraderos de cabeza que le traía a nuestro músico, escribió a Wegelius alabando sus dotes: "Herr J. Sibelius, que ha atendido regularmente a todas sus lecciones, ha completado sus estudios en contrapunto y fuga con éxito y diligencia y ha comenzado a estudiar las otras formas musicales".

A comienzos de esa primavera, sin duda liberado de lo más rígido de la enseñanza de Becker, aborda la composición de su obra más ambiciosa hasta el momento, su Quinteto para piano y cuarteto de cuerda en sol menor JS.159. Una obra en cinco movimientos poderosa, llena de melancolía nórdica y arrebatador sinfonismo, que a pesar de algún exceso o fruto de la inmadurez es una obra ciertamente impactante, llena de originalidad. El primer y tercer tiempos fueron estrenados en Helsinki el 5 de mayo de ese mismo año, con Busoni al piano y Johan Halvorsen (1864-1935) (violinista noruego que se convertiría años más tarde en un importante compositor) al primer violín. El 11 de octubre tuvo de nuevo una oportunidad con Adolf Paul al piano y cuatro de sus cinco tiempos (hasta después de la muerte del autor no se interpretaría al completo). Wegelius alabó el trabajo de su pupilo pero criticó algunos aspectos técnicos, pero a sus amigos y el público les pareció una obra impresionante, lo que le aseguró mayores posibilidades para una nueva beca para un segundo año en el extranjero.



Jean Sibelius. Fotografía efectuada durante su estancia en Berlín

No fue la única obra que Sibelius mandó a su país natal, ya que un coro con texto de Runeberg, el primero escrito con propósitos artísticos fue solicitado por Wegelius para el Instituto de Música: "Vi kysser du fader min fäastmö här" ("¿Por qué te besa, padre, mi dulzura aquí") JS.218. Lo cierto es que en su ausencia se siguieron interpretando obras suyas, como el Cuarteto en la menor del año anterior, lo que deja claro el gran valor que, al menos en ese círculo, tenía ya las obras aún de transición de nuestro compositor.

En mayo Becker escribe de nuevo a Wegelius alabando a su alumno, pero señalando que aún tenía que proseguir aprendiendo antes de lanzarse a cultivar su propio estilo (que ya estaba formándose en realidad): "es un placer señalar que Herr Sibelius, quien hasta ahora ha sido capaz sólo de mostrar su diligencia como pupilo [sic], tiene un talento original que cuando madure como resultado de posteriores estudios, suscite grandes espectativas."


En junio nuestro autor enferma de nuevo, y la familia le envía dinero. Pero con el dinero también llegan excelentes noticias: la beca le ha sido concedida. Cuando estuvo lo suficientemente bien para viajar, emprende el viaje de vuelta a Finlandia, esta vez pasando por Estocolmo (donde no pudo resistirse a dejar sus últimas monedas en unos excelentes cigarros).

El 12 de junio el Imperio Ruso suprime el servicio postal autónomo que tenía Finlandia. Aunque el hecho en concreto, que fue el comienzo de la represión zarista, no tuvo un efecto directo en nuestro músico, si hay que señalar la sincronía entre el comienzo de esta represión con el nacimiento de Sibelius como autor.

Aquel verano fue especialmente movido, con numerosos encuentros importantes. Lo comenzó reposando aún de su enfermedad en Loviisa. Después visitó a su familia materna que estaba en Tampere. También se procuró un encuentro con el gran autor Zacharias Topelius. Por desgracia, el encuentro con el genial escritor no fue muy afortunado: Sibelius tocó para él, pero quiso alejar a unas señoritas que habían acudido al sonido del violín, hecho que no fue del agrado del literato, que parecía complacido más que el músico por la compañía. Tampoco fue muy afortunado el entusiasmo que mostró Sibelius por August Strindberg y "La habitación roja", demasiado realista y avanzada para el autor romántico.

De ese verano parece datar composiciones muy importantes: el Romance en si menor para violín y piano (que se revisaría como opus 2a en 1911), un Andantino y Minueto para septeto de metal JS.45, un Adagio para cuarteto de cuerda en re menor JS.12, de una asombrosa profundidad y desolación, y el Cuarteto de cuerda en Si bemol Mayor opus 4, auténtica obra maestra de este último periodo de juventud.

Acabado en aquel septiembre de 1890, su redacción había comenzado un año. Y es buena prueba de lo positivos que resultaron los estudios con Becker por su buena estructuración, que para nada restringe la excelente inspiración sibeliana. Y lo cierto es que no hay duda de que sus cuatro tiempos respiran la personalidad de Sibelius por los cuatro costados, tanto por sus melodías y armonías características como por sus texturas, quasi-orquestales. En el trío del tercer tiempo encontramos el primer ejemplo maduro de una atmósfera sonora típica de su madurez: la melodía de la largas notas en el grave y un obstinato o motivo de aura llenando la textura, tal y como será frecuente en un "Kullervo" que está cada vez más cerca. Este mismo tercer tiempo encontró su forma para orquesta de cuerda, en un arreglo de 1893 muy interpretado en la actualidad, traspasando la consideración de "obra de juventud".

Aparte de estas obras, experimentales al tiempo que enormemente sentidas, la principal obsesión de Sibelius fue encontrarse con Aino Järnefelt. Tras más de un año sin entrar en contacto, incluso con pequeños flirteos por parte de él, nuestro músico parece retornar a un amor al que seguramente nunca renunció del todo. Y ella tampoco le olvidó.

Muchos y apasionados debieron ser los encuentros de aquel verano de 1890. Se reencontraron en Vasa, donde estaba la familia Järnefelt. Los hermanos de Aino temieron que aquello no llegara a buen puerto, puesto que sabían que Aino pensaba aún en él, y Sibelius aún no había definido su camino en la vida. Pero parece que su amor explotó y estuvo por encima de todo aquello

El 29 de septiembre, tras un concierto en el Instituto de Música, Jean le pide matrimonio y ella acepta encantada. Sin embargo, decidieron mantener el compromiso en secreto. Sin duda él era aún poco importante para contraer matrimonio con un miembro de la familia Järnefelt. Necesitaba aún un triunfo como compositor para ser recibir el beneplácito del general y de la influyente familia fennoman.

A pesar de aquel secreto, Jean Sibelius no tuvo reparos en demostrar públicamente sus sentimientos, cuando Aino cogió el tren para marchar de Helsinki, llenó su vagón de flores. Unas pocas semanas más tarde él partiría para Viena, la capital de la música, con el recuerdo de su amada abrasando su corazón de la misma forma que su deseo por la estancia en la imperial capital austro-húngara. Pero eso ya lo contaremos en nuestro próximo capítulo.

1 comentario:

  1. Me gusta mucho este tipo de música. El mes que viene voy a estar viajando para presenciar varios conciertos inspirados en este tipo de música. Ya tengo los Pasajes a Chile y contratado el hotel. Espero disfrutar de esos conciertos. Saludos

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