jueves, 25 de julio de 2013

Cuarteto de cuerda en re menor opus 56 "Voces intimae" (1909): 5. IV. Allegro (ma pesante) (análisis)

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El cuarto movimiento del Cuarteto "Voces intimae" se despliega como un segundo scherzo de la pieza, igualmente breve. Sin embargo, al contrario que el caso del primero (el segundo tiempo), que sí tenía carácter propio de scherzo - en el sentido más mendelssohniano del término - este segundo nos lleva más bien a a la dimensión de la danza, a un minueto de corte clásico. Aunque sólo formalmente, ya su atmósfera será plenamente moderna, oscura, una especie de danza mefistofélica. Con este cuarto movimiento se logra una perfecta simetría entre los cinco movimientos del cuarteto, produciéndose una necesaria transición anímica entre el trascendental tercer movimiento y el agitado final. 

El tema principal se presenta directamente, sin preparación, ofreciendo así toda su rotundidad:
En el re menor básico del cuarteto, tiene un claro sabor a menuetto, con su acentuación característica y su rítmica aristocrática. Básicamente es una melodía con acompañamiento puramente acórdico, que casi encajaría como una pieza para violín y piano como las de su juventud, o las que escribiría los años siguientes. Su principal rasgo son las apoyaturas que se producen en la parte fuerte del compás, así como su rápida expansión a la menor, lo que le da un colorido marcadamente dórico, nada raro a lo largo del cuarteto.

El tema es repetido, como se demanda en una danza clásica, pero será sumergido en su final bajo síncopas y dobles cuerdas (en el primer violín). De repente la firmeza del minueto se ahoga, retorcida por un breve motivo cromático, seguido de una corriente ascendente de tresillos de corcheas:
Tenemos aquí una cadena de dos motivos que junto con el tema principal constituirá el material fundamental del tiempo. Como decíamos consta de un breve pero definitorio motivo cromático, de carácter trágico, seguido por una informe masa de corcheas, que corresponde con lo que hemos llamado "aura" a la perfección, un retazo armónico y rítmico que en principio podría parece un material acompañante o de transición, pero que más bien es el verdadero protagonista de la música.

La danza vuelve brevemente, más turbia, pero el motivo cromático y el aura de tresillos se adueñan del discurso musical, pasando al tono de sol menor, con esa cuarta aumentada del motivo que le da su singularidad. Esta lucha será constante a lo largo del movimiento. El motivo cromático se presenta en diálogo entre el primer violín y el cello (a veces con un unísono), lo que nos lleva a la conversación "íntima" con la que se inauguraba el cuarteto, transformada aquí en discusión sin resolución posible. 

La danza se recupera, pero ahora es mucho más apasionada, y en verdad pasamos del aristocrático minué hacia un ritmo próximo al vals (primer violín):

Estos sones de vals se desarrollan libremente, frenéticamente mezclados con recuerdos del tema principal. Retorna después el motivo cromático y las olas de corcheas, con su diálogo entre violín y cello, ahora con mayor nerviosismo, hasta fusionarse apasionadamente en un poderoso unísono. Con la vuelta del vals, se recupera también el aura de tresillos, unido ahora al frenesí total, que parece llevarnos a una coda que nunca llega realmente.

Más bien se produce un significativo cambio en el discurso musical. Se llega al tono de Re Mayor / si menor y la textura se adelgaza con fragmentos motívicos, en una sección que en principio haría las veces de trío:
Se nos presenta un simple motivo de quintas descendentes (que nos lleva a materiales de los movimientos anteriores), pasando de un instrumento a otro, alternando con la cabeza del tema principal (Ej. IVa). La atmósfera es más etérea, en principio tranquila, hasta que las síncopas de la viola acrecientan poco a poco la tensión. 

Sin embargo todo parece quedar en suspenso (indicación de poco ritardando), apagándose en pianissimo. Llega el turno de la reexposición del tema principal, tras este elíptico trío, que por su duración casi no merecía llamarse así, aunque anímicamente sí que parece tener esa función. El minueto se retoma primero en fragmentos, hasta cantarlo el primer violín con una melancolía otoñal, más callada.

En el motivo cromático tendrá una presencia más significativa de la subsiguiente aura, aunque bajo una dinámica en general más suave, hasta desembocar en el vals, recuperando toda la fuerza y la tensión. Tras él reaparece el motivo cromático en un impactante unísono entre los dos protagonistas instrumentales.

El vals, protagonizado por un desesperado primer violín en registro agudo, nos conduce poco a poco a una acumulación de nerviosismo, en la tonalidad de la tónica, destinado a explotar en una coda que de nuevo parece no alcanzarse jamás, hasta alcanzar un clímax de unísonos de los cuatro arcos y dobles cuerdas.

Todo es interrumpido por el motivo del "trío", dolce, en el primer violín acompañado por tenues pizzicati del resto del cuarteto, para devenir en una nota solitaria y alargada que frustra (un remedo del acorde de sexta napolitana) el final. Y extrañamente nos lleva a un stretto, constituido por un diseño que nos es de alguna forma familiar (primer violín): 

El dibujo presenta una forma distorsionada del comienzo del tema inicial del cuarteto (Ej. Ia), que además anuncia la variante que será a su vez inicio del movimiento final. En este momento Sibelius no es quizá lo suficientemente sutil, pero asegura ciertamente la unidad del cuarteto. A Erik Tawaststjerna el pasaje le recuerda uno análogo en el Andante de la Segunda sinfonía.

Retornan los unísonos para conducirnos a trazos del tema principal y del aura de tresillos de corchea, amalgamados magistralmente, hasta que el material principal se fragmenta, deshaciéndose finalmente en un pesante y vencido violoncello en solitario. Esta coda es muy semejante a la del primer o la del segundo tiempo (recalcamos la idea de que las pausas entre los movimientos, excepto quizá entre el tercero y el cuarto, deberían ser mínimas), creando expectativa así para la brillante conclusión de la partitura. 
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Proseguimos ilustrando sonoramente el análisis con el registro del Cuarteto Melos:
(enlace)

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miércoles, 10 de julio de 2013

Biografía (33): miniaturas, los 50 años del compositor y el estreno de la Quinta Sinfonía (1915)

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"Estos son mis mejores años", anota nuestro músico el 1 de enero, trabajando en los preliminares de dos sinfonías, lo cual sin duda le entusiasma. Pero los editores, mucho más realistas, no muestran mucho interés en ellas de momento, sino en las pequeñas piezas que alimentarían el día a día de la época de guerra. "La vida se escapa como arena entre los dedos de uno". Aunque al escribir para violín y piano se sentía mucho más animado que al tener que hacerlo para el piano en exclusiva.  El 9 de enero justo daría bautizo a su obra sin duda más exitosa del género, la Romanza en Fa Mayor opus 78 nº2, con un dulce melodía cantabile de inmediato atractivo. "¿Quizás demasiado tradicional?" anotaba el compositor en su diario. Pensó en varios arreglos, pero sólo vino a la luz una versión con cello en lugar de violín, como el resto del opus 78. Dos semanas después llegaría el nº4 de la colección, un Rigaudon con sabor arcaico.  

La guerra trajo consigo rivalidades nacionales, y el genio nórdico vio decrecer las noticias sobre sus obras en Inglaterra y en Alemania. "¿Comenzará de nuevo mi tormento? ¡Y qué entonces! Ser olvidado". Mientras, su prestigio en los países escandinavos y en EE.UU. no dejaba de crecer. Glazunov visitó precisamente Helsinki entonces, siendo bien recibido por Kajanus y la clase culta finesa (a pesar de su nacionalidad, el músico ruso amó Finlandia y usó temas finlandeses en varias de sus obras). Sibelius se sintió excluido entonces, y no acudió a escuchar sus conciertos. A pesar de estos y otros equívocos, ambos admiraban el trabajo del otro. 

El 1 de febrero completaría un nuevo coro para Muntra Musikanter, "På berget" ("En la montaña") opus 84 nº2, sobre versos de Bertel Gripenberg, que como las otras piezas del mismo cuaderno presenta un ambicioso trabajo, en este caso estructurado en el raro compás de 7/4. El día 2 el nuevo concertino de la Orquesta de Helsinki, Richard Burgin, toca el Concierto para violín en presencia de Aino y de su hija Eva, pero el maestro decide no asistir. Los críticos se muestran más abiertos que en interpretaciones anteriores y la mujer de Sibelius entusiasmada. Sin duda una nueva demostración que el problema de la partitura, tan poca estimada después de su estreno antes del "boom" de los años 30, era el de una adecuada interpretación, sobre todo con un solista de altura.

Una entrada en su diario de 23 de febrero, referida a una visita a su yerno Arvi Paloheimo, contiene la siguiente sorprendente confesión: "fumé con él y bebí una gota de vino tinto. El tabaco me supo excelente. Pero pienso que no debería fumar mucho". Esta caída en los viejos hábitos no se quedó en esta simple anécdota. Veremos que a partir de estas fechas el músico retomará sus viejos vicios, prohibidos por prescripción médica por un cáncer de garganta, extirpado con éxito en 1908, que le hizo sentir la cercanía de la muerte. Durante siete años había conseguido mantener una abstinencia espartana respecto a estos estimulantes, pero ahora el tabaco y el alcohol, junto con un consumo inmoderado de café, volverán a llenar buena parte de su vida, empezando por un constante "el último antes de dejarlo" y los consejos en contra de los médicos. Resulta curioso cómo esta nueva etapa en los hábitos del maestro supone también un cambio en su estilo musical, en cierta forma un regreso, aunque lo más lógico es pensar que se produce un cambio de mentalidad que le hace regresar al tabaco y al alcohol y no al revés...

Ciertamente, mientras da los toques finales a la Sonatina para violín y piano en Mi Mayor opus 80, nuestro músico parece sufrir nostalgia de su juventud. "soñé que tenía doce años y era un virtuoso. El cielo de mi niñez está lleno de estrellas demasiadas estrellas". Al contar a su biógrafo Eric Furuhjelm que la sonata "debería ser tocada realmente por una chica de dieciséis años" pudo estar recordando una pieza (el Andante cantabile JS.33) que compuso y dedicó a Ruth Ringbom, una amiga de la familia, que en aquel 1887 tenía justamente 16 años. 

La obra, fuera de aparente modestia, es una pequeña pieza maestra del género, llena de emoción y de limpieza, y aunque sus armonías son austeras, propias del "periodo oscuro" (y la forma semejante a las de las Sonatinas para piano opus 67), mucho de su clima y recursos apunta a un nuevo periodo de nuestro autor, inaugurando justamente la fase que hemos llamado de "serenidad sinfónica" (aunque algunos de sus rasgos ya aparecían en Las oceánidas). No en vano el tema principal del movimiento final estuvo entre los esbozos de lo que acabaría siendo su Sexta sinfonía

El 12 de marzo terminaría esta Sonatina, y dos días más tarde subiría a un tren con destino a Suecia, en uno de los pocos viajes para dirigir sus obras durante la Guerra, justamente el primero tras su exitosa visita a EE.UU. El medio de transporte era el lógico en aquel momento, pues un viaje por mar, que había sido siempre lo común, le supone el riesgo de toparse con el conflicto bélico. El destino era de nuevo Gotemburgo, teniendo que hacer un trayecto de varios días a través de Tornio (en la Laponia finlandesa) y Estocolmo, donde se encontraría con su cuñado Armas Järnefelt

En Gotemburgo su amigo Stenhammar, que llevaba un tiempo insistiendo, fue de nuevo su anfitrión en este viaje, cuyo principal motivo fueron dos conciertos con obras del autor finlandés. Pero Sibelius también pudo disfrutar de la compañía de su viejo camarada Adolf Paul, y de una visita la Galería de Arte de la ciudad, contemplando con admiración las obras del pintor sueco Ernst Josephson (1851-1906). A Josephson, que sufrió en vida constantes desequilibrios mentales a pesar de lo cual llegó a ser un magnífico artista, le había conocido ya como poeta, de hecho en 1909 había escrito un admirable ciclo de canciones, el opus 57, con ocho de sus poemas. 

Ernst Josephson: La ondina (1884)

En los dos conciertos que ofreció en la población sueca, nuestro compositor dispensó sendos programas con piezas asentadas, como el Nocturno de "Rey Cristian II", El retorno de Lemminkäinen al hogar, o la Segunda sinfonía, junto con obras recientes, como Las oceánidas o la Cuarta sinfonía. Aunque ante la sinfonía seguía habiendo reticencias, el aplauso fue general.

Tras su regreso a Finlandia, su hija Ruth le presentó a Jussi Snellman, actor y director del Teatro Nacional en el que estaba enrolada. Snellman - quien era 15 años mayor que la joven Ruth - y la hija de Sibelius eran obviamente algo más que amigos. Inicialmente el padre se mostró muy descontento con la relación: "pobre Ruth, no puede ver más allá de la punta de su nariz. Él es teósofo, vegetariano y demás... ¡Qué terrible pensamiento!". Pero con el tiempo esta impresión inicial cambiaría completamente.
Ruth Snellman, nacida Sibelius, a comienzos de los años 30

El genio nórdico proseguía elaborando dos grandes proyectos sinfónicos, su Quinta sinfonía y su Fantasia I (que acabaría convirtiéndose en la Sexta sinfonía) simultáneamente, hasta el punto que sus temas fluían de una a otra. El 10 de abril escribía: "la disposición de los temas: con todo su misterio y fascinación, esto es lo importante. Es como si Dios Padre arrojara piezas de un mosaico desde el suelo del cielo y me pidiese reunirlas tal como eran. Quizás es una buena definición de composición". 

La escritura le provocaba las más profundas emociones e ideas trascendentales, acompañadas de visiones poderosas: "justo antes de las once menos diez vi dieciséis cisnes. Una de las más grandes experiencias de mi vida. ¡Oh Dios, qué belleza! Volaron alrededor mío durante largo tiempo. Desaparecieron dentro del brumoso sol como una brillante, plateada cinta. Sus gritos eran del mismo timbre de viento-madera que aquel de las grullas, pero sin ningún trémolo... ¡Misterio de la naturaleza y melancolía vital! El tema del finale de la Quinta sinfonía". En tema en cuestión es la poderosa melodía ternaría del metal, que el propio autor llamará "himno del cisne". Desde la primavera la atención residiría en exclusiva en la Quinta, que acabaría a finales de año.

También ofrecía a Breitkopf & Härtel el proyecto de un nuevo Concierto para violín, titulado "Concerto lirico" en algunos esbozos. Pero muy pronto surgieron las dudas, y los bosquejos fluyeron con toda naturalidad hacia lo que sería la Sexta sinfonía.

El 26 de abril Finlandia vive un magnífico acontecimiento: el 50 aniversario de su pintor más destacado, Akseli Gallén-Kallela. Kajanus interpretó para él Finlandia opus 26 y Eino Leno escribió un poema conmemorativo. Se celebró una gran cena de cumpleaños, a la que estaban invitados Jean Sibelius y su mujer Aino. Nuestro autor y el pintor habían sido grandes amigos al comienzo de sus carreras, en el grupo del "Symposium" al que también pertenecía Kajanus, pero sus caminos hacía tiempo que se habían separado y llevaban años sin verse. El músico le envió una felicitación por carta, pero no recibió una contestación inmediata. Contemplaba con ciertos celos la atención de los medios para con Gallén-Kallela, que llegan a publicar su carta, lo que le provoca además el temor de parecer poco agradecido. Ni nuestro músico ni su mujer acudirán al evento. "Eero y un gran número de mis amigos están descontentos por no ir a la cena de Gallén. Pero mi trabajo en esta sinfonía me lo hace imposible".


Autorretrato de Akseli Gallén-Kallela (1916), en la Galería de los Uffizi

Al día siguiente se estrenaban dos de sus coros (los opus 84 nos. 1 y 2) para Muntra Musikanten, pero apenas tuvieron impacto, lo que frustró las grandes esperanzas que su autor tenía para con estas obras. El fiasco no le desanimó, y el 11 de mayo dos nuevas pequeñas joyas fueron completadas, las canciones "Kyssen" ("El beso) opus 72 nº3 y "Kaiutar" ("La ninfa-eco") opus 74 nº4. Esta última partitura es en muchos sentidos excepcional. Por una parte por el hecho de ser una de las pocas canciones de su autor que emplea el finés en su texto, un poema de Larin Kyösti, quien había solicitado insistentemente colaborar con el músico. Por otra parte se trata de una de las mejores obras de Sibelius en el género, un verdadero poema sinfónico en miniatura para voz y piano, con una bellísima línea vocal, de toques ancestrales, y una atmósfera transparente, impresionista y mágica. 

Gallén-Kallela finalmente contesta las felicitaciones del compositor con una extensa carta mecanografiada, que lejos de poner punto final al desencuentro, parece prolongarlo: "una extraña carta. Habla de mí como su 'igual' cuando establecimos el comienzo de nuestra carrera. ¿Pero después?".

El 23 de mayo Jean Sibelius se convierte en abuelo al dar su hija Eva luz a Marjatta, que apenas se llevará cuatro años de edad con la más joven de sus hijas, Heidi. El 12 de junio habrá una nueva celebración familiar, las bodas de plata de su cuñado Eero Järnefelt y Saimi, con la cual los Sibelius habían tenido más de un roce, aunque en aquel momento la situación parecía más feliz. Para el evento nuestro músico escribió un dueto con piano "Tanken" ("El pensamiento") JS.192, con texto de Runeberg, que cantaron Ruth Sibelius y Lena, una de las hijas de Eero y Saimi. Una meliflua partitura muy en estilo de sus obras de juventud. A los pocos días esa paz de nuevo se deshecha con nuevos conflictos con Saimi y sus hijos.

Rosa Newmarch, con su hija y unos amigos, visitó inesperadamente el país - con un viaje a Petrogrado que implicaba ciertas maniobras políticas de buena voluntad -, viajando los Sibelius a Helsinki para encontrarse con ella, visita que a su vez agradeció la melómana inglesa acudiendo a Ainola.  

Otras ocupaciones distrajeron al genio nórdico de su Quinta sinfonía aquel verano, incluyendo más pequeñas composiciones. El 10 de junio terminaba la primera versión Devoción, que se convertiría en la segunda de las Dos piezas serias opus 77. Al contrario que su compañera, la versión original se escribió para violín y piano, redactando la versión orquestal más tarde. El clima es muy semejante al de la primera pieza, sublime y grave. Más ligeras fueron otras piezas para dúo de aquellas jornadas, como el Tempo di Menuetto opus 79 nº2, el Impromptu opus 78 nº1 y el Souvenir opus 79 nº1

La víspera de Juhannus (San Juan) nacía una nueva composición coral para el opus 84, su número 3, "Ett drömackord" ("Un acorde soñado"). Como sus compañeras destaca por su gran densidad, en este caso en torno a su cromatismo. Además de estas piezas, Muntra Musikanter le había solicitado una composición más ambiciosa con orquesta, basada en "Unge Hellener" ("Jóvenes helenos") de Viktor Rydberg, pero nuestro autor no se sintió inspirado para el encargo. Para suplirlo, decidió revisar una antigua composición de 1898 (estrenada en 1900 por los propios Muntra Musikanter), "Sandels" opus 28. Lo cierto es que los cambios en la pieza son mínimos, y en una escucha de ambas versiones pueden pasar desapercibidos, por lo que cabe preguntarse si tal revisión no fue sino una manera de compensar al conjunto coral por el rechazo de su anterior petición. 

A finales de mes el músico se dirige brevemente a su Hämeenlinna natal, donde recuerda con su amigo Walter von Konow sus días de infancia.

Mientras proseguía el trabajo cada vez más intenso en la sinfonía, hay espacio para más miniaturas, que contrastan en su modestia con el magno trabajo orquestal. En los días de agosto se escriben Scherzando y Petite sérénade se unen a las piezas para piano del opus 40 (como nos. 8 y 9), así como una canción en alemán, "Der Wanderer und der Bach" ("El caminante y el arroyo") opus 72 nº5, que casi por su nombre podríamos adivinar su eminente carácter schubertiano. 

Una segunda canción de aquel mes de 1915, "Tre trallande jäntor" ("Tres doncellas trinadoras") JS.204, de carácter humorístico, fue presumiblemente destruida por nuestro autor tras su composición, por considerarla superficial. "Mi espíritu se siente tan decaído que apenas puedo describirlo. Supongo que tengo que dejar de fumar. Veo todo negro otra vez. Tengo en la trastienda de mi mente un gran número de nuevas obras, pero no consigo escribirlas. No puedo conducirme a mí mismo a nada... ¡muy extraño!".

Para rematar ese estado de ánimo, el crítico francés Touchard, de "La revue bleue" realiza en un artículo unos comentarios muy duros contra Sibelius, que lee en esos momentos: "ha vestido la canción popular en una toga. Es simple y sin sofisticación, es como el pueblo." En sus sinfonías parece "un artesano más que un maestro." Y en sus piezas para piano y canciones se muestra mucho mejor para el crítico (sic!), aunque algunas de ellas le parecen "directamente banales, diseñadas para público musicalmente inculto". Como es natural el compositor se sintió muy herido por estas opiniones, más aún cuando varias publicaciones finlandesas lo citaron.
   
Sin duda que esta visión negativa hacia Touchard y su propia hipersensibilidad provocó un malentendido doloroso con Kajanus. Un artículo sobre el director y compositor, hablaba de sus trabajos, citando "Kullervo" entre ellas. Nuestro músico olvidó que en efecto, Kajanus había escrito una obra basada en el siniestro héroe del "Kalevala" años antes que su propio trabajo, (La muerte de Kullervo, marcha fúnebre para orquesta de 1880), y creyó que su amigo se atribuía la composición de la que fuera su consagración al público nacional. El director de hecho tenía la partitura de Sibelius. Dio la casualidad de que en aquellos momentos Erik Furuhjelm había comenzado la redacción de una biografía sobre el genio nórdico, y al querer consultar la partitura de "Kullervo" opus 7, Kajanus no encontraba el manuscrito (situación que se repetía con "Snöfrid" de 1900), lo que le hizo sentirse especialmente avergonzado, aunque aseguraba que una obra tan voluminosa no podía perderse. Tras una larga búsqueda y muchos dolores de cabeza, Kajanus encontró la obra, que a los pocos meses se depositó con sumo cuidado en la Biblioteca Nacional de Finlandia, donde descansa para mayor gloria de su compositor.

La biografía de Furuhjelm estaba prevista para ser publicada a tiempo para su 50 aniversario, escrita en sueco, mientras que Leevi Madetoja, que había sido (brevemente) su discípulo, escribiría otra en finlandés. Ambos trabajos no llegaron a finalizarse a tiempo, en parte por la dificultad de realizarlos en tan poco tiempo, y en parte por falta de financiación en aquellos días de guerra. El trabajo en sueco se publicaría al año siguiente (Kajanus encontró la partitura en diciembre, y Furuhjelm pudo consultarla), mientras que el escrito de Madetoja no se realizaría tal y como estaba planeado. 

En septiembre nuestro compositor se concentró al máximo en la sinfonía, pero aún hubo hueco para escribir otras dos piezas cortas, un nuevo coro masculino, "Evige Eros" ("Eterno Eros") opus 84 nº4, que no en vano muestra alguna similitud con temas de la Quinta, y otra popular pieza para violín y piano, la salonística Mazurka opus 81 nº1. Burgin volvió a tocar el Concierto, esta vez con Schnéevoigt como director, compartiendo programa con la Cuarta y la Quinta sinfonías de Beethoven, y la asistencia del compositor: "no del todo mal, pero algo lento y el acompañamiento orquestal no estuvo bien preparado".

El músico se había comprometido (e impuesto a sí mismo) el terminar la sinfonía para su quincuagésimo aniversario. Como era de esperar, su sentido autocrítico chocó con el límite temporal, y tenía muchas dudas sobre la forma que estaba tomando su composición. Pero a finales de noviembre ya había mandado la partitura a los copistas.

Las dudas también afectaron a las propias celebraciones, que se iban a centrar en un gran concierto con nuevas obras. Sibelius inicialmente había pretendido el Teatro Nacional para el evento, en parte por sugerencia de su hija Ruth, pero más tarde cambió de parecer en favor de la Sala de la Universidad, desde luego con mejor acústica y con un gran significado para la música finlandesa (la inauguración de la orquesta de Kajanus en 1882 con Beethoven), incluyendo sus propios estrenos (sobre todo su "Kullervo" opus 7.)

El 25 de noviembre Kajanus daba a conocer una de los mejores trabajos surgidos de su pluma, la Sinfonietta en Si bemol Mayor, que miraba hacia el neoclasicismo y la tradición germánica imperante en el continente. El director dedicó con todo afecto la obra a su amigo Sibelius, aunque no pudo asistir al estreno, concentrado en un trabajo que se antoja muy lejano a la obra de Kajanus.

El 6 de diciembre comenzaron las celebraciones con un concierto camerístico, que incluía obras de diferentes periodos, como dos movimientos de su juvenil Cuarteto opus 4, la suite para piano Kyllikki, el Cuarteto "Voces intimae" y el estreno de la Sonatina opus 80, protagonizada con éxito por el joven violista Richard Burgin.

El gran día llegó, y el país finalmente se volcó en su compositor más célebre: artículos en la prensa, retratos en muchas tiendas y mensajes de felicitación de medio mundo. En lugar de la inacabada biografía, Madetoja pudo honrar a su maestro con un magnífico escrito publicado en el Helsingin Sanomat (que compensaba la fallida biografía), en que remarcaba cómo el nacionalismo y el programatismo de sus obras no podían oscurecer las cualidades abstractas de su música. Eino Leno le dedicó un poema. Y Ainola se llenó de regalos, aunque sin duda el que más apreciaría el resto de su vida fue un magnífico y gran piano Steinway, que todavía permanece en la casa del maestro.


 Jean Sibelius. Fotografía de 1915

Toda la mañana de aquel 8 de diciembre estuvo ocupado en el ensayo, y apenas pudo gozar de un momento libre en el resto de la jornada. El concierto llegó, con grandes honores, incluyendo la firma de 15 mil ciudadanos.

El programa se basó por completo estrenos para la audiencia de Helsinki, comenzando con Las oceánidas, que fue seguida de un discurso de Kajanus. Richard Burguin protagonizó la parte solista de las dos Serenatas opus 69, que a pesar de que ya tenían varios años nunca habían sido interpretadas antes, y se hizo ahora con notable éxito además (la segunda fue bisada). La Quinta sinfonía protagonizó la segunda parte, consiguiendo el éxito más absoluto.

La gran partitura orquestal en realidad conocía la primera de sus tres versiones, ya que a pesar del triunfo el autor no estará satisfecho con el resultado, sobre todo con sus aspectos formales. Ésta era un trabajo en gran medida opuesto a la Cuarta, aunque a su vez parece su gemelo luminoso. Las texturas son plenas, llenas de momentos de felicidad, paz y hasta de gloriosos apoteosis. Hay sombras y dramas, pero el espíritu optimista triunfa frente a toda adversidad. Y aún en su forma original, quizá algo más sombría que la radiante versión final, constituye una obra maestra, innegablemente una de las mejores partituras de Sibelius. 

La principal diferencia respecto a la versión final (de cuatro años después) será su estructura en cuatro movimientos, mientras que ya en la segunda el compositor unirá los dos primeros, basados en el mismo material pero de diferente carácter. Hay más durezas y asperezas en la versión final, como afectada todavía por el "periodo oscuro".

Tras el concierto, se celebró un banquete en el edificio de la Bolsa, que contó con grandes figuras de la sociedad finlandesa, sobre todo de la cultura. Kajanus se distinguió con un nuevo homenaje en forma de discurso: "de lo que sabemos del pasado de nuestra música finlandesa, difícilmente existía cuando Jean Sibelius golpeó sus primeros y poderosos acordes... Apenas empezamos a cultivar el yermo, cuando un tremendo sonido se alzó desde el desierto. [...] Un gran torrente estalló para sumergir todo la anterior. Jean Sibelius en solitario mostró el camino".

El concierto se repetiría el día 12 (para esta ocasión en el Teatro Nacional) y el día 18 con el aplauso general. Otros de sus colegas también se sumaron a las celebraciones, y el 10 de diciembre los rivales Schnéevoigt y Kajanus unían fuerzas para un concierto que incluyó canciones y sus dos primeras sinfonías. Karl Ekman (padre del biógrafo del mismo nombre) dirigía también en Turku la Primera

La personalidad de nuestro músico tiene sus contradicciones, y se pueden ver claramente en su reacción ante esos honores. A pesar de que, como hemos visto, se sentía infravalorado y sentía celos de la atención que otros artistas recibían, la veneración mostrada en aquel aniversario llegó a hastiarle: "estoy cansado de esta atención. Anhelo trabajar. Eso es lo que da a la vida su dignidad". 

Algunos homenajes incluso le producían malas sensaciones, como el árbol genealógico publicado por Otto Anderson, que era muy parcial, buscando en la línea paterna antepasados suecos - nuestro músico tiene en cambio mucha sangre autóctona por línea materna -, y muy modestos: "es como si ya estuviera muerto". Y el entronque le hacía prever conflictos identitarios a su costa. Y también se quejaría de que todos los honores no resolvían sus deudas: "a pesar de mi reputación no he conseguido pagar suficiente". Hasta el punto de que sus acreedores pensaron en llevarse su maravilloso Steinway...

Pero por suerte para el compositor y sus admiradores el instrumento permaneció en Ainola, que celebró la Navidad y el fin de año con una nueva promesa de felicidad: Jussi Snellman se incorporaba a la familia como prometido de Ruth. La familia se ampliaba mientras una nueva y magistral sinfonía había nacido, aunque aún tendría que crecer antes de salir al mundo.
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Capítulo (34): la revisión de la Quinta Sinfonía y "Jedermann" (1916)