miércoles, 28 de enero de 2009

Kullervo (11): valoración global de la obra

Concluimos nuestros comentarios sobre el "Kullervo" opus 7 con una serie de consideraciones generales sobre el valor que tiene esta magnífica obra. Como ya hemos visto, el éxito inicial de la obra se sintió fundamentalmente como una expresión del espíritu nacional. Una obra nacionalista, como podían ser las de Grieg, Mussorgsky, Dvořák... El público asistió emocionado a una música que, sin citar temas folclóricos, se reconocía como propia. Pero a decir verdad Sibelius no quería convertirse en un compositor nacionalista. Desde el primer momento ambicionó una carrera internacional. Había estado en Berlín y en Viena antes del éxito de "Kullervo", y había conocido la música de muchos de los grandes compositores de Europa. Sin duda sentían que el tenía mucho que decir no sólo en su patria, sino a todo aquel que quisiera escucharlo. En ese momento los compositores buscan más que nunca un estilo propio, nuevos elementos musicales que permiten dar a sus obras una nueva forma de entender la música, una innovación que les defina. Es la época inicial de Debussy (cuyo "Preludio a la siesta de un fauno" comienza a escribir en ese mismo año), de Mahler (que escribía entonces su Segunda Sinfonía), y de otros muchos músicos "modernistas" (que no "vanguardistas"). Sibelius también busca su propia voz. Pero lo hace asumiendo la herencia ancestral de su pueblo. Su propia identidad parte de la identidad nacional, sin duda, y de ahí extrae la propia. Su propio sistema, sus melodías, sus armonías, sus ritmos... parten de aquello que se puede llamar nativo. Pero ya desde "Kullervo" no pretende emular, colorear, recrear el folclore, esa identidad. Pretende "ser a partir de", construir un estilo que parta de las melodías modales kalevalianas, que no van a ser su música, sino que más bien van a tener consecuencias en el nacimiento de su propia música. Otros músicos como Bartók harán esto mismo, partir de su folclore para elaborar un sistema propio. Quizá Sibelius no llegue tan lejos como para construir un "sistema". Pero sin duda sí que logra un estilo propio y plenamente original, que parte de la singularidad finesa que ha creado en "Kullervo", pero que se irá abstrayendo para fundamentar nuevas obras. Sibelius y la sociedad que ha celebrado este triunfo saben que se ha creado algo nuevo, pero que también tiene que llegar más allá. No basta con ser un compositor nacionalista, del gusto patriótico local, sino un compositor finés de talla internacional. La voz de Finlandia. 

 El crítico Karl Flodin, que escribe con el pseudónimo de "Bis", y que con el tiempo será un firme opositor al modernismo de Sibelius, percibe plenamente y en ese momento la dimensión de la obra: "Jean Sibelius tiene una música propia, es un don originado de sus grandes habilidades, y cuando él escribe su propia música, también escribe nuestra propia música". Bis ha reconocido el idioma basado en la música popular de "Kullervo". Pero también ve que este no es el final del camino, sino el principio: "si Sibelius quisiera escribir un nuevo poema sinfónico, por ejemplo un retrato de Lemminkäinen, debería encontrar una perspectiva completamente nueva para no repetir lo que ya ha dicho en Kullervo" (ciertamente visionario: cuatro años después terminaba la primera redacción de su "Lemminkäinen" opus 22). Flodin es aquí un perfecto profeta: Sibelius jamás escribirá algo como "Kullervo". Jamás. Ni en su forma, ni en sus dimensiones (es la obra más extensa que haya escrito nunca, incluso su tercer tiempo es el más largo, con excepción de la música escénica "Scaramouche" opus 71). Jamás escribirá "éxtasis" como los del tercer tiempo, y la brutalidad que a veces se desprende. Jamás su orquestación será tan masiva: los contundentes acordes del final de la Quinta Sinfonía empalidecen al lado de los del lamento. Jamás Sibelius será tan ambicioso, tan exaltado, tan impetuoso, tan tremendista, tan temerario.

"Kullervon kirous" ("La maldición de Kullervo", 1899), de Akseli Gallén-Kallela

"Kullervo" cierra su época de aprendizaje (1881-1892) - y el subperiodo que llamaremos aquí de "búsqueda de estilo", entre 1889 y 1892 - e inicia la vida de Sibelius como compositor profesional y público, así como el periodo kalevaliano (1892-1898) de su cronología compositiva - de nuevo una periodización propia, que explicaremos en un post próximo -. Esta obra actúa de bisagra entre las dos fases, es tanto su última obra de aprendizaje como la obra que inicia su vida como compositor profesional, tal y como lo recordarían su público y el mismo. A pesar de que no hay duda que el logro artístico a pesar de su inexperiencia es enorme, no querrá repetir algo semejante, y poco a poco se impone el Sibelius más acrítico y reflexivo con su propia música. Nuestro músico ha aprendido las muchas lecciones que le ha proporcionado esta obra. "Kullervo" es el punto de partida, con ella ha demostrado cómo construir nueva música a partir de los viejos modos y los ritmos del habla finesa, y a partir de aquí abre un nuevo estilo al mundo. La posición que ocupa dentro de la obra de Sibelius es única. Nunca repetiría con una obra a gran escala que incluyese un coro. Sus cantatas, incluso las más extensas como Tulen synty opus 32 o Väinön virsi opus 110 no sobrepasarán poco más de diez minutos. Su breve ópera "Jungfru i tornet" JS.101 (1896) será más extensa que el tercer tiempo de Kullervo, pero completa ocupa la mitad o menos que la obra sobre el Kalevala. Tampoco compondrá una sinfonía u obra instrumental extensa con coro. Dicho esto, tenemos que recalcar que se trata de una sinfonía coral, y no de un poema sinfónico. La segunda denominación aparecía en los programas del concierto de estreno, y aún hoy es la más habitual en muchas referencias y grabaciones de la obra. Lo cierto que desde el comienzo de su redacción Sibelius se refirió a la obra como "sinfonía" ("sinfonía finlandesa" en aquellas cartas de primavera de 1891), y así lo hará a lo largo de su vida. Quizá pensó a la hora de presentarlo que la denominación de sinfonía podía confundir al público, que apenas conocía de cuatro años antes la Novena de Beethoven. También es posible que de este modo nuestro autor quisiera mostrar a los asistentes a aquella mítica velada su deuda con el "Aino" de Kajanus. Es posible. En cualquier caso deberemos respetar siempre la denominación del autor, que además hace posicionar la obra en su justo género. El camino de sus posteriores sinfonías será muy diferente, puramente instrumental y sin contenido programático, pero aún así los logros de aquellas nacen sin duda de esta singular sinfonía. La obra le consagra para siempre en el papel de compositor nacional, aunque la propia obra ya no se interprete tras unos pocos conciertos. Sibelius no se siente incómodo en este papel, en el patriotismo bajo el cual su obra será recibida. Pero no se estará obligado a componer "obras nacionales", sino a la superación puramente musical, a ofrecer lo mejor que su creatividad pueda ofrecer a su país. En unos pocos años dará el salto fuera de sus fronteras, siendo "la voz de Finlandia", pero siendo esa voz en todo el mundo. Uno de los efectos más inmediatos fue el reconocimiento del compositor, que le abrió otras puertas más personales: el 10 de junio de ese mismo año Aino y Jean Sibelius se casan en la residencia de verano de los Järnefelt, en Tottesund. Su propio éxito en el mundo de la música no le dará, hasta incluso su retirada, una estabilidad financiera. La razón para esta vacilación económica constante es en parte debida a sus excesos, pero también porque su popularidad no le aseguró ningún ingreso fijo, y vacilará hasta el silencio de Ainola entre momentos de suerte económica y otros no tan positivos. Ya narramos en el post anterior la suerte de esta sinfonía tras su estreno. Cabe ahora profundizar en la idea de su revisión ¿Cómo hubiera sido una revisión de "Kullervo"? Sibelius revisó muchas de sus obras, muchas de las principales además: Una saga, la Quinta sinfonía hasta dos veces, el Concierto para violín, Lemminkäinen... los cambios siempre consistían en poner coto a la inspiración desatada, reorganizando materiales, suprimiendo pasajes que no añadían nada, refinando la orquestación y los motivos... Sin duda la idea más aproximada la podríamos tener en Una saga opus 9, el poema sinfónico comenzado a escribir muy poco después de "Kullervo" y revisado en 1902, y que tiene bastante en común con el mundo que prefigura la sinfonía. La versión original de 1892 fue grabada por Osmo Vänskä (1995, en BIS-CD-800 y BIS-CD-1900/02), comparando ambas redacciones podemos intuir cómo hubiera sido un hipotético "Kullervo" revisado. Como dijimos, Sibelius manifestó en 1910 su propósito más firme en cuanto a la revisión. Inicialmente fijó su mirada crítica en los movimientos segundo (que puede pecar, en efecto, de cierta desorganización y pasajes reiterativos) y cuarto y quinto (escritos con poco tiempo para el estreno). No hay que dudar, sin embargo que hubiera decidido también revisar aunque fuera muy parcialmente los otros dos, en vista de su afán perfeccionista. Pero no lo hizo, por desgracia. Sibelius se alejó de la obra al menos en cuanto a su realidad sonora, la dejó allá en 1892... Y no volvió a ella. No obstante, no podemos dudar que la partitura en su forma original es una obra maestra de dimensiones colosales.

Última página del manuscrito original

Quizá en su aislamiento de Ainola hubiera sido posible la revisión. En este tiempo en el que prácticamente no compuso nada a parte de la octava sinfonía que seguramente acabó entre las brasas de su chimenea, nuestro autor revisó y orquestó muchas piezas de toda su producción. Revisó las dos primeras leyendas de Lemminkäinen opus 22 tras la muerte de Kajanus, que fue quien impulsó su retirada de la circulación, dándonos dos movimientos orquestales absolutamente geniales. ¿Por qué entonces no acometió la revisión de "Kullervo", cuando pudo disponer de mayores posibilidades que hacerlo? De nuevo el hipercrítico Sibelius se impuso, cada vez menos sensible por sus primeras obras, que con el tiempo le avergonzaban (aunque ahora los aficionados las disfruten enormemente). El autor de obras tan acabadas y perfectas como la Séptima Sinfonía no sentía a su "Kullervo" más que como un bello pecado de juventud, no podía renovar su magia inicial en aquel momento de su carrera coronada de laureles. O eso creía. El público lo descubrió finalmente, aunque tuvo que ser tras su muerte, como tantas obras que el maestro sentía que no representaban su calidad. Ahora sabemos que se equivocaba y que Kullervo, con todos sus defectos, es una obra maestra e inmortal, que hace aún más grande el nombre de Sibelius. 

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En el siguiente post terminaremos definitivamente nuestra extensa serie sobre esta obra con una discografía comentada.

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