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jueves, 21 de junio de 2018

Sibelius, ¿sinestésico?

"Sinestesia" es un término que ha quedado muy unido a las artes. Existe como figura retórica en la literatura: unir bajo un mismo concepto palabras que describen sensaciones diferentes. Pero más allá, la idea de la sinestesia tiene una amplitud mucho mayor ya que, además de un uso voluntario, intencional, como sucede en la figura poética, existe un fenómeno psicológico en algunas personas, que experimentan sensaciones reales donde se combinan colores, sonidos, olores, sabores...  que otras mentes no relacionan a priori. 

Según la definición de la RAE, la sinestesia es: “imagen o sensación subjetiva, propia de un sentido, determinada por otra sensación que afecta a un sentido diferente. Si nos vamos a una definición algo más técnica, propia de la psicología, las personas que experimentan algún tipo de sinestesia perciben que “la estimulación de un sentido (por ejemplo, el oído) conlleva una percepción en otra modalidad sensorial añadida (por ejemplo, la vista). En algunos casos, la experiencia sinestética implica la "transducción" de una categoría semántica aprendida (grafemas, números, caras humanas, días de la semana) en una experiencia sensorial (por ejemplo, la percepción de un color "fantasma")”; (tomado de la tesina de Matej Hochel, Universidad de Granada, 2006).

Esto es, existen mentes que en su percepción del mundo convierten involuntariamente un estímulo en una respuesta con un sentido diferente al que conectan habitualmente la mayoría de las personas. No se puede considerar de por sí una enfermedad, un síndrome... ni siquiera se conocen muy bien las causas (existen de hecho diversas teorías en el campo de la neurofisiología). Las personas sinestésicas - hay cálculos que afirman que su número puede alcanzar el 1% de la población mundial, nada menos - pueden sufrirlo como un problema, ser indiferentes a ello o incluso aprovechar la posibilidad de "ver el mundo de otra forma". Siempre dependerá de la intensidad de esa percepción sinestésica, de lo que afecte a su vida cotidiana, de la situación concreta...


"The In-Between". Óleo de la artista sinestésica Melissa S. McCracken, que plasma en sus creaciones sus propias percepciones músico-visuales

Sibelius y la sinestesia

Sin entrar en terrenos que no dominamos como son la psicología o la neurología, ni indagar en el fenómeno en sí, por muy fascinante que en verdad nos resulte, traemos a colación este tema porque entre los artistas a los que se les atribuye el hecho de ser sinestésicos, condición a la que se puede atribuir una influencia (muy grande en ocasiones) sobre su arte, está el protagonista de nuestro blog, Jean Sibelius. Así es: el genio finlandés se uniría a una lista de músicos que conectaban sus sensaciones musicales con el sentido de la vista, y la que pertenecen nombres tan ilustres como Franz Liszt, Olivier Messiaen o Nikolai Rimsky-Korsakov. La "condición" de Sibelius como sinestésico está bastante difundida (ver por ejemplo la lista de la wikipedia), encontrándose citado en alguna publicación científica incluso.

La fuente primordial para atribuir sinestesia a Sibelius es el libro biográfico (1938) de Karl Ekman, que nos remite a su vez a dos citas, reproducidas en su totalidad a continuación. La primera es de su amigo Adolf Paul, y proviene de su primera novela, "Un libro acerca de un hombre" ("En bok om en människa", publicada en Estocolmo, 1891). Este relato, a pesar de ser ficción, es en gran parte autobiográfico, y Paul no solo se refleja en el protagonista central, sino que gran parte de sus personajes se basan muy directamente en personas reales de su entorno. Así, el literato describe cierta curiosidad sobre "Sillén", trasunto de Jean Sibelius, con los siguientes términos:
“Para él existía una extraña y misteriosa conexión entre sonido y color, entre las más secretas percepciones de vista y oído. Todo lo que veía producía en él la correspondiente impresión en el oído — cada impresión sonora se transfería y fijaba como color en la retina de su ojo y de ahí a su memoria. Y esto lo tomaba como natural, con tan buen motivo que aquellos que no poseían esta facultad lo consideraban un loco o afectadamente original. Por esta razón solo hablaba de ello en la más estricta confianza y bajo una promesa de silencio. 'Pues de lo contrario, ¡se burlarían de mí!' ”

"Un libro sobre un hombre" de Adolf Paul. (Puede consultarse directamente una copia digitalizada del libro original, el pasaje está en la página 151 del tomo)

En la misma época que refleja Paul en su libro, Sibelius conoció a Karl Flodin, que se convertiría en uno de los más importantes críticos musicales de la prensa finlandesa, y testigo de muchos estrenos sibelianos. También les unió una gran amistad, sobre todo en esos primeros años de juventud. De nuevo es Ekman quien acogerá la narración de ese encuentro, cuando conoció al compositor en un café de Helsinki, en un relato lleno de poesía y hasta cierta mística:
“Antes de saber dónde estábamos, Sibelius hacía malabares con colores y sonidos como si fueran brillantes esferas de cristal, hechas de colores que resonaban y de sonidos que resplandecían, de modo que el La Mayor se hacía azul y el Do Mayor rojo, el Fa Mayor verde, y el Re Mayor amarillo, o algo así, y todo en el unido tenía su distintivo melodioso, cada aspecto de la naturaleza su motivo ya acuñado, cada sensación su acorde primigenio, como si pudieras preservar los sonidos físicos en pequeñas cajas y extraerlos para su uso cuando se requirieran. Poco sospechábamos entonces de que una fuerza creadora respiraba ya entre esta juventud, que el lienzo para el retrato de un nuevo mundo estaba naciendo ya de estas visiones y fantasías.”
Con estos datos en sí es bastante fácil concluir que sí, que a priori Sibelius presentaba todos los síntomas de una sinestesia neurofisiológica con la que sus percepciones musicales se convertían en visuales, proyectando las notas en colores, un tipo de sinestesia llamada propiamente "cromestesia". Estos testimonios han dado validez pues a considerar a Jean Sibelius como un sinestésico, incluso entre especialistas.

Ahora bien, ¿está todo tan claro? Aunque el diagnóstico médico y científico sea positivo, y como hemos comentado no ha sido puesto en duda por especialistas (excepto quizá en el hecho de contar con más testimonios que avalaran que su sinestesia se repetía en otros momentos de su vida), sí podemos cuestionar la raíz del asunto. No podemos realizar ningún análisis médico, puesto que se sale y mucho de nuestra capacidad, pero sí nos atreveremos a hacer un análisis respecto a lo que nos toca: la verosimilitud de los testimonios que hacen de Sibelius un sinestésico a través de nuestro conocimiento de la biografía y la personalidad del músico.

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Cuando el laboratorio y la biblioteca chocan

Y es que aquí vemos un problema de fondo que afecta a las interacciones producidas entre disciplinas científicas y las de humanidades (el eterno "ciencias contra letras, letras contra ciencias"), que en el mundo tecnificado en el que vivimos, donde las especialidades del saber tienden a convertirse en compartimentos estancos. Y, cuando se produce una más que necesaria y enriquecedora transversalidad, muchas veces se ve entorpecida por errores de base, por el simple desconocimiento de los fundamentos de la otra parte. 

Cuando un médico, por ejemplo, analiza la causa de la muerte de un pintor del siglo XVII del que no se conoce la tumba, no puede tratar el caso como si el de un paciente al que ha tratado, una persona que haya dejado un historial, o del que simplemente permanezcan unos restos a los que tratar de manera forense. Debe contar con las descripciones de la época. Descripciones que en el mejor de los casos responderán a la embrionaria medicina de aquella época, que más frecuentemente corresponderán al universo mental de aquella época (el "desequilibrio de los humores" u otras supersticiones, por ejemplo), o que simplemente pueden ser imprecisiones, medias verdades o incluso fantasías, o invenciones de aquella época. 

Esto es, un científico puede aproximarse con su magnífica batería de conocimientos y su mejor intención, pero debería ser consciente de poder contar con que los datos que le suministran para su estudio sean o no los precisos, los justos y necesarios que requeriría una investigación normativa. Si un paciente acude a una consulta de un médico describiendo una sintomatología, con su descripción puede hacer un diagnóstico, pero deberá realizar comprobaciones con el debido protocolo y los medios oportunos. Si la descripción del paciente y los datos no se ajustan (como sería en el caso extremo de un hipocondriaco), obviamente el especialista solo tendrá en cuenta los datos científicos y no los testimoniales, que se dejará como simples impresiones subjetivas de su paciente, no válidas para el diagnóstico puramente físico.

Si decimos todo esto es porque sí que encontramos más de un estudio donde ha fallado, como en el juego del "teléfono estropeado", la comunicación entre disciplinas científicas y las históricas, principalmente estudios médicos sobre las enfermedades, trastornos de personalidad, y causas de defunción de célebres personajes históricos investigados. Comúnmente encontramos en la prensa generalista o divulgativa sesudas investigaciones, que cuentan con avales científicos más que sobrados (aunque no siempre, muchas veces por la simple razón de que la materia no interesa a otros expertos), que fracasan no porque sus conclusiones carezcan de soporte científico... sino porque sencillamente han partido de datos erróneos. La causa de estos errores de base se remite al hecho de que aquellos científicos no han llegado a filtrar los datos originales, porque tal tarea se sale de su especialidad, hasta el punto que a veces ni se tiene en cuenta que es necesario tal filtro previo. Mientras que un historiador en principio debe poner en cuestión las fuentes y testimonios históricos, hacer una labor crítica y hermenéutica de los textos escritos (la principal fuente cuando no la única de un historiador), el científico se ha podido a enfrentar a ellos sin la necesaria criba, cosa que ciertamente sucede con exasperante frecuencia.


"La ciencia te dice cómo clonar a un Tyrannosaurus Rex... 
Las humanidades te dicen por qué esto puede ser una mala idea"

Incluso se da el caso de que los datos de partida no solo no estén depurados, sino que el especialista parta de un sesgo desinformado, de una imagen estereotipada, vulgarizada, incorrecta o falsa del personaje célebre. Podríamos poner unos cuantos ejemplos, pero baste remitirnos a los diagnósticos aplicados al músico quizá más célebre de la historia occidental (dejando aparte la música popular urbana), Wolfgang Amadeus Mozart. Si no han sido pocos los estudios sobre la causa de su muerte y la exploración de sus diversas enfermedades del músico "magnus, corpore parvus", aún más llamativos han sido los análisis que atribuyen al genio de Salzburgo trastornos tales como el síndrome de Asperger o el de Tourette, hasta el punto que existen asociaciones de sensibilización hacia estas enfermedades que lo tiene en sus listas de personajes conocidos que han sufrido o sufren dichos síndromes. 

Fuera ya del máximo respeto que debe existir hacia los pacientes y personas de su entorno que se enfrentan a la enfermedad, que se hacen merecedoras del reconocimiento y atención por parte del conjunto de la sociedad, lo cierto es que con un conocimiento mínimo de los datos históricos hacer tales diagnósticos no solo es una temeridad, sino que no soportan en último término el más mínimo análisis crítico. Esto es: el estudio médico puede ser impecable, pero es resultado de aquello que decíamos del "teléfono estropeado". Ese Mozart estereotipado, ausente, insociable, sin autocontrol, brusco, obsceno hasta el frenesí, etc. al que aplicar el padecer de Asperger o Tourette sencillamente es una imagen falsa, alimentada más por una imagen popular, y la iconografía del cine (el Mozart del "Amadeus" de Milos Forman, película tan genial cinematográfica y artísticamente como desinformada en lo biográfico e historiográfico, o rematadamente falsa en algunos puntos) o el chascarrillo de prensa e informativos generalistas, que por cualquier biografía básica. Sacadas de contexto, algunos de esos datos que le son determinantes a los médicos pueden ser señal en efecto de que el compositor sufría algún trastorno: pero el problema es ese, están sacados de contexto. Determinadas bromas pesadas e insinuaciones sexuales a su prima "Bässle" por ejemplo pueden parecernos enfermizas... si no supiéramos que se ajusta al grueso humor que se permitían y se permiten en ocasiones bávaros y austriacos, y que podemos encontrar en otros amigos, familia... e incluso en propio Leopold, sí, ese mismo padre de Mozart fijado como serio y castrador de la libertad de su hijo, cuyo papel histórico para los desconocedores se limita al cascarrabias que intenta atar en corto al díscolo y libertino hijo. 


El actor Tom Hulce, caracterizado como W.A. Mozart en la magistral película "Amadeus" (1984) del director checo recientemente desaparecido Milos Forman

Cuando esos datos se sacan de contexto y prevalece la simple caricatura a la compleja realidad, se nos aparece un personaje distinto. Queda lejos de esa imagen vulgar el Mozart amoroso y tierno, el que compartía conversaciones con altas autoridades sin que hubiese obscenidades por medio (al menos, imaginamos, que emperadores, arzobispos, y nobles no quisieran superarle en esto), el Mozart que acudía los domingos a casa de Van Swieten a tocar fugas de Bach y Handel, el Mozart que participaba en las severas ceremonias masónicas (¿nos imaginamos al personajillo de la caricatura insultando a sus hermanos en una tenida?), al Mozart trabajador incansable, aficionado a vestir bien, interesado en todo tipo de espectáculos, el Mozart que buscaba componer música que pudieran disfrutar tanto entendidos como el público en general... Sus contemporáneos reflejaron muchas de sus rarezas, pero nadie lo consideró de verdad como alguien sospechoso de sufrir algún trastorno. Sí, puede que nuestro Mozart tuviera sus extravagancias... Pero lo raro sería lo contrario. Si alguien con el genio de Mozart, cuyo patrón Colloredo le relegaba a no ser más importante que un cocinero, que tuvo que competir y pasar hambre en la musicalísima Viena del siglo XVIII, o aquel niño prodigio que viajó por media Europa en su infancia no tuviera alguna, ¡entonces sí sería alguien sospechoso de padecer alguna disfuncionalidad!

Ni que decir tiene que cuando estas investigaciones no tienen base, y no se corresponden con el conocimiento de biógrafos e historiadores, tampoco tienen eco (excepto en algún que otro prólogo o nota a pie de página) en la disciplina histórica, y acaban por circunscribirse a las publicaciones de donde se originan. Lo negativo, muy negativo a veces, es que los titulares acaban teniendo más impacto que la explicación adecuada,  repicada una y otra vez sin que la justa réplica sea atendida, y la caricatura se acaba alimentando a sí misma. 

Por eso a quienes nos preocupan seriamente estos temas, y creemos que la solución está en romper esas distancias entre análisis científicos y los históricos, creemos también necesario hacer nuestra labor pedagógica y divulgativa por acercar el problema a un público que realmente se merece que le proporcionen conocimientos más exactos, y no anécdotas distorsionadas.

Las disciplinas científicas y las históricas necesitan vasos comunicantes, contactos en ambas direcciones que serán finalmente útiles para todos. Pero cuando se realicen esos caminos no se deberán recorrer como turistas, más preocupados por el haber estado en los lugares típicos y sacando "selfies", sino como viajeros a conocer a las gentes que habitan esos lugares, su modo de pensar, y estar dispuestos a visitar también los lugares menos frecuentados por el turismo. Un médico, por ejemplo, que quiera analizar las enfermedades de un artista del que solo posee fuentes historiográficas como mínimo debe conocerlas directamente, estudiarlas, contrastarlas entre sí y consultar a los respectivos expertos para conocer su opinión sobre los datos más relevantes, verosímiles y que mejor le sirvan en su análisis científico. En incluso ellos mismos puede llegar a formar parte del análisis histórico si profundizan lo suficiente y se sumergen en los criterios y métodos de estudio propios. Pero para ello, insistimos, hacen falta viajeros, no simples turistas.

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Analizando los textos

Vemos pues lo necesario que es realizar un trabajo previo de crítica antes de poder enviar al científico los datos con los que realizar su diagnóstico. Esa es la parte que nos ocupa, filtrar, interpretar, suministrar el grado de verosimilitud a las referencias que contamos, y ponerlas en el contexto adecuado. Volviendo al "paciente" que nos ocupa, ¿cuán fiables son los testimonios en los que se han basado quienes afirman que Sibelius era sinestésico?


Retrato de Jean Sibelius (1904), por Albert Edelfelt

En primer lugar, el texto de Adolf Paul ya nos ofrece una duda ineludible: no se trata de una referencia directa y biográfica, sino de una descripción literaria dentro de una novela. Justamente aquí aplicamos una de las herramientas más decisorias de la crítica textual: el texto tiene que ser puesto en su género literario, y ha de tenerse en cuenta la intención de su autor. El relato de Paul es al fin y al cabo literatura, y su intención es artística, no ofrecer un testimonio jurídico. Como muchos escritores nóveles el autor sueco recurre a elementos autobiográficos ("escribe de lo que conoces", consejo básico para todo novelista), y este libro no es al parecer más que una versión de su propia vida en aquellos días. Pero no es una autografía en sentido estricto. Se juega con sus esperanzas, anhelos, fantasea con las cosas que ocurrieron, que le gustaría que hubieran pasado, o que hubieran sucedido de otra manera... ¿por qué no? Al fin y al cabo es novela.

En "Un libro acerca de un hombre", que de hecho está dedicado al músico (aunque "un hombre" es el propio Paul), existe un personaje basado en Sibelius... pero que por supuesto  no es Sibelius. Ni siquiera lo llama por su nombre, sino que le otorga el apellido, fonéticamente similar, de "Sillén" (de etimología también sueca, como el auténtico). La posición a medias entre el "basado en hechos y personajes reales" y "es una novela", la frontera entre realidad y ficción nos hace como mínimo ser muy cautos de lo que se pueda derivar de aquí. Paul se centró en las correrías y la bohemia de su grupo de amigos, sus excesos etílicos y nocturnos - algo que como es de imaginar no fue del agrado de Aino Sibelius -. Lo cierto es que el compositor dijo reconocerse bien en aquel "Sillén". Sin embargo, tampoco pareció importarle su difusión: después de todo Paul, Sibelius y su círculo próximo sí podía identificarse, pero los eventuales lectores de la novela - no demasiados en todo caso, ya que no tuvo gran repercusión - eran mucho más ajenos a esa clave. La realidad había sido distorsionada al menos lo suficiente para que nadie la tomara a la novela como descripción de la verdad.

Si género e intención del autor ponen quizá en cuarentena los "síntomas" encontrados en el primer texto, ¿qué hay del segundo testimonio? En ese caso sí contamos con un relato basado directamente en la realidad, dado que Flodin habla de su experiencia personal. Y dado que concuerda bastante con la "cromestesia" que manifestaba "Sillén", no haría sino reforzar aquella posibilidad.

Enmarcado en género e intención, el texto nos proporciona mayor verosimilitud, y además la existencia de un texto anterior la asegura. Sin embargo, las palabras de Flodin ofrecen dudas de otro orden. En primer lugar no está muy claro su origen: Ekman no clarifica de dónde obtiene el  testimonio del crítico, que había fallecido años atrás de la redacción de la biografía, por lo que hemos de suponer que se provienen de las memorias publicadas del propio Flodin, que Tawaststjerna cita varias veces. En todo caso, sí podemos observar el tono del pasaje, que aunque hemos dicho que no es literatura, tiene un toque evidentemente poético e idealizado, casi fantasioso incluso. No se está haciendo una fotografía de la situación en la que el crítico conoció al compositor, sino una pintura impresionista que evoca el momento. Flodin era además su amigo, y uno de los primeros profetas en anunciar que Finlandia estaba ante su genio musical nacional, llamando la atención al mundo ante sus primeros estrenos. Es lógico rodear de magia tal primer encuentro. En suma, ¿es el pasaje metafórico? ¿Esta sinestesia podría no ser fisiológica, sino que se está recurriendo a figura literaria que, justamente se llama "sinestesia"? ¿No podría ser también que no el autor, sino el propio Sibelius estuviera fantaseando sobre colores y música sin que ello significar que los "viera" realmente?

Además un análisis correcto no solo puede contar con esos testimonios, sino que tiene que ponerlos en el contexto de la biografía y de la personalidad del compositor. Por ello no podemos olvidar que el músico hablaba de forma metafórica o fantasiosa en muchas ocasiones a otros, o recogía en su diario expresiones muy alegóricas que solo pueden entenderse si se conoce la materia a la que se refieren: “he forjado el trabajo del metal y modelado sonoridades de plata” (anotación en torno a la composición de la Cuarta sinfonía), “estoy aún atascado, pero ya he capturado un destello de la montaña que tengo que escalar con seguridad... Dios abre su puerta por un momento, y su orquesta está tocando la Quinta sinfonía”. Y si encontramos ese lenguaje sumamente metafórico en su madurez, de forma más intensa lo haremos en sus expresiones de juventud - aunque poseamos menos citas directas -, que parecen estar bañadas de un sabor onírico, una sensibilidad intensamente soñadora, donde Sibelius contempla el mundo a través del prisma de su imaginación.




Detalle de una página de la partitura del juvenil Trío "Korpo" (JS.209), que el compositor ha decorado con un dibujo de un crepúsculo a la orillas de un lago

El propio Flodin se refiere al joven Sibelius en estos términos: complacido en paradojas y símiles: uno nunca podía estar completamente seguro de lo que pretendía ser serio y de lo que era solo una efervescencia, un extraño capricho jugando en su rápido pensamiento”. Por lo tanto es muy difícil precisar en efecto que nuestro músico, al hablar de colores y notas estuviera tan solo imaginando y elucubrando, estableciendo correlaciones simbólicas en su mente, sin viendo colores musicales de manera física.

Un hecho incontestable: no existen más testimonios de una sensibilidad sinestésica en el resto de la larga vida del compositor, lo que la hace esta aún más dudosa si pensamos que mientras que, mientras que de su juventud las fuentes directas no son tan abundantes (y estas, como vemos, plantean a veces severas dudas), de sus últimos 60 años conservamos innumerables relatos de otras personas, cartas y declaraciones del músico, y sobre su propio diario, donde puso por escrito su yo más íntimo. Es difícil creer que en esas redes tan amplias no puedan atraparse más reflejos de esta pretendida sinestesia. Ni el más leve asomo.

Pero al tiempo podemos cerrar el círculo si atendemos al pudor en ocasiones excesivo del genio nórdico, a su tendencia a guardarse sus secretos y vergüenzas personales. El "Sillén" de Paul observa que esas percepciones sinestésicas debían mantenerse ocultas para los demás, para evitar burlas. Hemos de pensar que el fenómeno había sido descrito por el doctor alemán Georg Sachs en 1812, y era visto como una enfermedad, relacionable además con el autismo. Hoy en día existe una percepción más compresiva de esta condición, incluso positiva, como un don, por parte de muchos artistas (de hecho justamente casi parece un talento extraordinario al que tantas figuras históricas, como es la que nos ocupa, son candidatos de verse premiadas). No obstante, en la época justamente podía verse como motivo de vergüenza y marginación (no hace tanto tiempo que hasta los zurdos o los pelirrojos lo eran, por mucho que nos pueda escandalizar ahora). Pero... ¿hasta tal punto pudo avergonzarse de sus extravagancias sensoriales como para ocultarlas para siempre, a su mujer, a sus más íntimos amigos y familiares, incluso a no hablar de ello en sus diarios? Parece bastante poco probable, si pensamos que muchas de sus intimidades, como las obras de juventud que le avergonzaban, quedaron expuestas tras su muerte, y aun de otras, como la ígnea Octava sinfonía, tenemos al menos firmes indicios de su existencia.


"Symposion" o "El problema" (1894), el célebre cuadro de Akseli Gallén-Kallela. Están representados, de izquierda a derecha el propio pintor, el compositor Oskar Merikanto, Robert Kajanus y Jean Sibelius.

Podemos contemplar la posibilidad también de que su sinestesia fuese temporal, limitada quizá a una época corta de su vida, y que no se manifestara después. Al parecer existen casos recogidos de personas no sinestésicas que han sufrido por causas diversas (traumas, trastornos epilépticos, etc.) episodios o fases sinestésicas, que se han desvanecido con el cese de esas causas o el solo paso del tiempo. Esta posibilidad sin embargo debería ser analizada por la ciencia médica, pero al menos biográficamente podría explicar el porqué de la falta de testimonios posteriores.

Y si no existen huellas directas en el Sibelius maduro, quizá las pudiéramos hallar de forma indirecta: en su música. Uno de los aspectos más interesantes de los compositores a los que se atribuye la condición de la sinestesia es justamente el influjo que lo singular de sus percepciones en su música. Si pensamos en los dos autores sinestésicos por excelencia, Franz Liszt o Rimsky-Korsakov (aunque existen otros menos conocidos, como Joachim Raff o la compositora norteamericana Amy Beach), y las sensaciones que transmite su música, no podemos sino concluir que es bastante más que probable que su música esté impregnada de una manera u otra por la mezcla sensorial que producía su mente. 

Aunque en el caso de Liszt tampoco no estamos al 100% seguros del "diagnóstico", podemos percibir que su armonía y el color de su música existe una riqueza y una imaginación completamente original. Aun en el blanco y negro de sus texturas pianísticas (dejando aparte sus composiciones orquestales, criticadas injustamente) podemos descubrir colores que nada tienen que envidiar a las orquestaciones más sublimes: solo piezas como Les jeux d'eaux à la Villa d'EsteSt. François d'Assise (La Prédication aux oiseaux) son indicativo de su capacidad mágica para las sensorialidad de su música. Y qué decir del Rimsky-Korsakov - cuya sinestesia fue descrita por él mismo con gran lujo de detalles - de La gran Pascua Rusa, cuya riqueza tímbrica y armónica llega a ser desbordante, extasiante a más no poder...

"Rimski‑Korsakov" (1898) por el retratista Valentin Serov. Galería Tretiakov, Moscú.

Esos dos autores coinciden con nuestro genio nórdico en esos dos parámetros: lo singular y rico, extravagante y original pero siempre pleno y satisfactorio tanto de su armonía como de su orquestación. Esa armonía que hemos llamado de "tercera vía" por utilizar acordes tradicionales pero de una manera propia, refuncionalizada, y con un resultado muy distinto al convencional. O esa orquestación única, completamente personal, colorida - aunque de tonos fríos, oscuros y serios -, rica y de nuevo muy singular... Cierto es que estas características en parte son explicables por proceder de sus fuentes peculiares  (el influjo de lo popular, combinado con la mezcla de primeros románticos y el postromanticismo de sus días), y su orquestación de un camino personal (el aprendizaje "en bruto" antes que académico, escuchando obras en Berlín, y Viena o Bayreuth, estudiando con pasión partituras, y experimental, nacido de la experiencia de ensayar directamente sonoridades nuevas con las orquestas mientras prepara el estreno de sus propias obras...) Pero nos vemos más que tentamos pensar que el universo sonoro, como decimos singular, personal, propio, de nuestro músico pueda originarse en gran parte de una sensibilidad sensorial como la que podría acompañar algo tan singular como la sinestesia. Pero tampoco esto es una prueba, y podemos plantearla justamente en el sentido inverso: alguien como una sensibilidad musical extraordinaria, pero no sinestésica, es capaz de imaginarse la música de forma que la describa en términos parecidos a como los describiría un sinestésico.

Todo queda pues en suspenso...
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En fin, ¿qué conclusión podríamos sacar de todo esto? En primer lugar que en verdad no podemos extraer ninguna conclusión clara. Los testimonios no son decisivos, sobre todo si los ponemos en contexto, pero de considerarlos de por sí tendríamos altas posibilidades de "diagnosticar" a Sibelius sinestesia sonora-visual. En segundo lugar, que debemos estar muy abiertos a otras posibilidades: alrededor de esos testimonios es posible que haya más metáfora (ya sea por parte de los redactores, ya sea por parte del propio músico) que realidad, o incluso que su sinestesia fuese una condición limitada a un corto periodo de su vida, lejos del sinestésico habitual. En tercer lugar, que existen elementos de su música que pueden ser resultado de su sinestesia, pero sin otras pruebas, no son explicables necesariamente por aquella condición.



Así, quizá todo se limite a que, sin poder contar con el "paciente" directamente, solo podemos especular, quizá como mucho atribuir grados de posibilidad a su sinestesia. En estos momentos, quien les escribe podría lanzar al aire unos números, si bien reconociendo que son eso, una especulación, aunque con las bases expuestas, especulación al fin y al cabo. Propongamos pues que la posibilidad de que Sibelius fuera sinestésico puro sea de un 35%, la de que su don sinestésico no fuese más que una fantasía (propia o ajena) la elevamos a un 55%, y dejamos el 10% restante a otras posibilidades (sinestesia temporal, o el simple y tradicional "no sabe/no contesta"). En cualquier caso, la música de Jean Sibelius es un placer para los sentidos, sean estos los que sean, ¡sin duda!

miércoles, 4 de abril de 2018

El folclore finlandés en la obra de Jean Sibelius: (y II) la influencia del idioma y la canción popular en la melodía sibeliana

Capítulo anterior: el uso de melodías populares
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La melodía típicamente sibeliana nace de la prosodia del finés

Llegados a este punto si, tal y como hemos visto en el post anterior, el uso de material folclórico directo es prácticamente una anécdota en la obra de Sibelius, ¿por qué en la música típicamente sibeliana podemos reconocer giros nítidamente finlandeses? ¿Por qué de hecho la música de Sibelius suena tan profundamente finlandesa?


Desde los años 60 varios estudiosos han dado con la solución: en la raíz de su propio estilo musical está la prosodia, los ritmos y la entonación del idioma finés. La melodía sibeliana nace de la pronunciación del finés, directamente o a través del filtro de su traslación a la música popular. Lo explica a la perfección el gran biógrafo del compositor, Erik Tawaststjerna:


   Sibelius, pareciera, asocia el idioma finés y la música popular, y su propio estilo melódico tiene algunas afinidades con los ritmos hablados y la entonación del idioma. Entre ellos está la ausencia de un tiempo débil, la aparición, generalmente frecuente, de ritmos espondeos [larga - larga] y dactílicos [larga - breve - breve], las quintas descendentes que tienen lugar al final de una frase y el hábito de empezar una idea con una nota largamente sostenida y terminar con un sufijo descendente. Los paralelos son obvios: en el finés el acento cae en la primera sílaba de una palabra, la entonación tiende a caer, y en una frase de extensión normal primero se eleva para caer siempre al final. El modo en el que se construyen las palabras, también, ofrece una analogía: una única sílaba larga es la palabra básica a la que se añaden una variedad de sílabas (terminaciones de casos y sufijos) que la modifican.(Sibelius. Volumen I: 1865-1905, pág. 76)



Poema introductorio del "Abckiria", texto de Mikael Agricola (1543) con el que el reformador y pionero del finés combinaba la enseñanza del idioma escrito con el catecismo luterano. El texto completo puede verse en este enlace.

Nada más se puede añadir a lo dicho por el experto en el músico. Pero hemos de explicar a los no familiarizados con el idioma cada punto, poniéndolos en relación con ejemplos concretos de la música de Sibelius:

- El acento en finés cae, invariablemente en la primera sílaba. Existen sílabas largas y cortas (diferencia de vital importancia, hay palabras que cambian de significado si la vocal es corta o larga). Eso genera determinados ritmos en la palabra hablada. Cojamos los dos primeros versos del Kalevala:

   Mie-le-ni  mi-nun  te-ke-vi,  ai-vo-ni  a-jat-te-le-vi

    ˃       -   -     ˃      -      ˃    -   -      ˃    -    -   ˃    -   -    -   -

Trasladado a música, como observaba Tawaststjerna, tenemos un acento inicial y una alternancia muy marcada entre largas y breves (blancas y negras, negras y corcheas, etc.). En un ejemplo tan tardío como el del último poema sinfónico de Sibelius, Tapiola:


Fragmento temático (podría considerarse la primera variación) de Tapiola opus 112 (1926)


- En el mismo canto del Kalevala leemos esta frase, en la que observamos la diferencia entre largas y breves:
      uu - en   aa - mun   al - ke - hek - si
       ¯      ˘     ¯        ˘      ˘     ˘       ˘      ˘
En música, nos serviría el mismo ejemplo anterior, aunque hay decenas y decenas de ritmos dactílicos, como también espondeos (sobre todo al final de frase), y miles de variaciones de ese esquema. A veces esta rítmica es estricta (recordemos sin ir más lejos los esquemas rítmicos de La hija de Pohjola opus 49, ejemplo 6 de dicho análisis), o más variados, con en la siguiente melodía dórica, de gran belleza, que distribuye estos ritmos de manera hipnótica:


El gran tema modal de la segunda parte de Lemminkäinen en Tuonela opus 22 nº3

- La entonación del finés es en efecto siempre descendente, siendo el final de la frase una caída pronunciada. Esto ocurre incluso en frases interrogativas, exclamativas, etc., ya que tales matices se incorporan a la frase gramaticalmente, en forma de sufijos (p. ej. "sinä puhut espanjaa" / "puhutko sinä espanjaa?": "hablas español" / "¿hablas español?"), por lo que no es necesario una entonación distinta. En esta gráfica, con la frase aliterativa "Laina lainaa Lainalla lainen" ("Laina hace un préstamo a Laina"), lo podemos ver claramente:
Ejemplo tomado de Daniel Hirst: "The analysis by synthesis of speech melody: from data to models" (2011, Journal of Speech Sciences 1(1):55-83)

Trasladada a la música de Sibelius, esta entonación genera diseños melódicos descendentes, normalmente por grados conjuntos y suaves. La cadencia típica es la de iii - ii - i (fa - mi - re, por ejemplo, en modo dórico o eólico), del cual tenemos también numerosísimos ejemplos. Además de la cita anterior de Tapiola, tenemos una forma pura de esta cadencia en el extremo contrario de la carrera de Sibelius, en su primer poema sinfónico puramente orquestal (con doble nota repetida al final, además): 


Final del primer gran tema de Una saga opus 9 (1893, rev. 1902)

La caída pronunciada al final de la entonación finesa también se recoge en la melodía sibeliana con mucha frecuencia, en forma de intervalo de cuarta o más frecuentemente una quinta descendente. Es necesario precisar que este salto final también es harto habitual en la melodía popular, en especial en la canción kalevaliana (como vemos más adelante), pero en todo caso ambas influencias convergen para otorgar un "signo de estilo" típicamente sibeliano: 


Primer tema del Allegro energico de la Primera sinfonía opus 39 (1899, rev. 1900)

Muchos de los temas o motivos que estamos escogiendo reúnen en general no una, sino varias o todas las características derivadas de la prosodia finesa. No es de extrañar también que uno de los motivos más paradigmáticos de la música sibeliana acumule muchas de estas influencias en un espacio inferior al de un compás: 





Motivo inicial del solo de corno inglés en el Cisne de Tuonela opus 22 nº2 (1896, rev. 1897 y 1900)

- El finés es una lengua aglutinante. Esto quiere decir que la construcción de significados no solo se produce sumando palabras, sino también sumando sufijos a una palabra. Y es una lengua flexiva, esto es, la terminación de algunas palabras (fundamentalmente sustantivos), varía de acuerdo a su función gramatical, dando lugar a diferentes "casos". En el ejemplo prototípico que ya hemos mencionado alguna vez:
   Talo = "casa"
   Talossa = "en casa" [caso locativo, inesivo]
   Talossani = "en mi casa"
   Talossanikin = "en mi casa también"

El factor aglutinante y flexivo tiene una traslación en la melodía sibeliana, como apuntaba Tawaststjerna, en forma de una nota larga a la que se añade un grupo de notas como un "apéndice" (este clarísimo ejemplo además añade la quinta descendente a su diseño):


Tema del tercer periodo de la exposición del primer tiempo de la Segunda sinfonía opus 43 (1901-02)

Y recalquemos que la melodía típicamente sibeliana no hace uso accidentalmente de estas características de manera aislada, sino que suele presentar dos o más de ellas a la vez, denotando ese toque genuinamente finés. Su música es una continua recitación finesa, en suma. 

La entonación prototípica del finés, sumada a sus ritmos acentuales, y de sílabas largas y breves crea lo que se ha llamado una "monotonía musical" en la percepción del oyente, una especie de frase melódica que parece la misma, pero se ve alterada por pequeñas diferencias que evitan la reiteración excesiva, creando ese tono hipnótico, casi mágico, que tiene la palabra hablada en finés, máxime en la poesía, que tiene por tanto una cualidad doblemente musical. Cuando el propio Sibelius se refería al Kalevala un "tema con variaciones", no solo apelaba a sus aliteraciones, paralelismos masivos, etc., sino también a la propia recitación de las palabras, a esta entonación tan característica.

Esa musicalidad se traslada a la perfección a la propia música popular, que tiene esos ritmos dactílicos o espondeos, 
su línea descendiente, y su caída final en quinta o cuarta. Recordemos el prototípico de los runot kalevalianos: 

˘ ˘  ˘ ˘  ˘ ˘  ¯  ¯ 

Sibelius parece beber del idioma finés tanto directamente como a través del paso intermedio del folclore. En todo caso la melodía sibeliana habla rotundamente finés. 

El músico y el idioma

Quizá el lector más conocedor se estará cuestionando este punto, porque recordará que la lengua materna de nuestro compositor no fue el finés - lengua de la mayoría del país -, sino el sueco, la segunda lengua. El idioma escandinavo, aunque el dominante en la alta cultura, la economía, la administración, etc., era el minoritario en cuanto a número de hablantes. 

Pero hay que decir que el sueco hablado en Finlandia no equivale totalmente al sueco de Suecia. Resumiendo el asunto de forma sencilla, los sueco-fineses hablan sueco... con acento finlandés. Aunque a nivel literario siempre ha existido unidad lingüística entre ambos lados del Golfo de Botnia, el habla cotidiana y los dialectos de los finlandeses de origen sueco tiene una clarísima influencia del finés (tanto en "acento" como en algo de léxico), hasta el punto que puede confundirse a un sueco-finés, cuya lengua madre es el sueco, con un finlandés que sea buen hablante de sueco (lengua que se estudia habitualmente). Como buen representante de esta comunidad, Sibelius tenía como lengua materna el sueco, pero su "acento" era el finés. Además se da la circunstancia, casi providencial, de que haber estudiado en una de las escuelas pioneras del gran ducado en impartir enseñanza en finés, en su Hämeenlinna natal. 

Lo cierto es que, aunque nunca en su vida llegó a dominar el finés completamente, lo habló con fluidez, y siempre mantuvo el afán por mejorar y emplearlo cuando sus interlocutores manejaban esa lengua. En su casa se expresaba en sueco, pero en las cartas a Aino, por ejemplo, procuraba utilizar en finés (lengua que ella sí dominaba y amaba intensamente), con el propósito consciente de mejorar su conocimiento. Su esfuerzo por el finés le llevó a profundizar en el Kalevala en la lejanía de sus estudios en Viena, muy por delante de las obligadas lecturas escolares, y acudir constantemente a él el resto de su carrera.

El nacimiento de la melodía estilísticamente "sibeliana" 

No por pura coincidencia, en esta época (alrededor de los años 1889-1893), al tiempo que profundiza en el idioma y en el Kalevala, nuestro músico vive una plena búsqueda de su estilo compositivo personal. Además de otras influencias melódicas, armónicas y rítmicas, se deja impregnar por las melodías populares que encuentra en la canción kalevaliana y en otras expresiones de la música tradicional. Ansía entonces, de forma consciente, impregnarse de esos ritmos, contornos melódicos, inflexiones y escalas modales, del verso y la canción popular. Pero esta "vestimenta" no puede contemplarse como algo artificial. Más que coger la paleta de colores de la música folclórica, Sibelius acude a los ingredientes de los colores, elige las combinaciones con las que más cómodo se siente, y con el desarrollo de sus obras finalmente elabora su propia paleta de colores.

Esta búsqueda de la propia personalidad artística vino motivada en gran parte por su profesor Martin Wegelius. Había completado los estudios que Helsinki le podía ofrecer en aquel momento. Dominaba la técnica compositiva, es más, ya había escrito obras de altura profesional y sin duda muestra de que algo grande en ciernes se asomaba en sus compases. Pero aún no poseía, más que en pequeños chispazos aquí y allá, un estilo propio que le distanciara de sus compañeros de academia y le diera un nombre distintivo entre la naciente y prometedora generación de compositores finlandeses. En el último de aquellos veranos de esplendor musical reservados a su círculo íntimo de familia y amigos, el de 1889, Sibelius piensa en una Sonata para violín, en parte herencia de sus últimos obras con su influencia de Grieg, Schubert, Beethoven, Mendelssohn,... como de su inspiración programática, que había surcado ya algunas de sus más personales ensayos compositivos, preludiando al futuro autor de poemas sinfónicos. En esta Sonata para violín en Fa Mayor JS.178“el segundo movimiento es, la menor, es finlandés y melancólico; es una auténtica muchacha finlandesa que canta en la cuerda de la, entonces algunos muchachos campesinos interpretan una danza finlandesa e intentan hacerla sonreír, pero no funciona; ella sólo canta con mayor tristeza y melancolía que antes”. La escena campestre, que podría ser una simple sugerencia poética alla Schumann, se vuelve en verdad auténtica cuando la melodía del violín entona una monótona canción en modo dórico, de ritmos dactílicos, incluso la doble nota final... todo ello acompañado por unos acordes de un kántele estilizado. En esta primerísima inspiración folclórica de Sibelius el autor ha volcado de manera plena su propia sensibilidad. Y todo sea dicho: lejos de antojarse ajeno, por representar un "folclorismo" impropio del Sibelius maduro, esta "muchacha finlandesa que canta en la cuerda de la" representa también uno de los primerísimos ejemplos del estilo sibeliano.

Quizá la influencia más palpable de la música folclórica en Sibelius es la canción kalevaliana, porque no solo es en justicia la más atávica y característica de las músicas finesas, sino porque justamente para el pensamiento nacionalista en ella residía la esencia misma del alma musical finlandesa. Escuchemos unos ejemplos:


Una nuestra de la canción kalevaliana sin acompañamiento, en una grabación no tan antigua como de los años 60 del pasado siglo.  El texto es concreto el enfrentamiento de los hechizos cantados entre Väinämöinen y Joukahainen, aunque es una variante del texto del Kalevala publicado. El disco completo está en Spotify.


Una melodía kalevaliana alternativa, aquí tocada al kántele con pequeños apoyos armónicos

La fascinación y el experimentar con este tipo de melodía en 5/4, su ámbito de quinta y su final en la una doble larga con la misma nota, le lleva a incluirla en un contexto inédito: en enero de 1891, durante su año de estudios en Viena, acude al poeta finlandés por excelencia, Runeberg, para poner en música uno de sus breves líricas melancólicas. Pero lejos del texto romántico, del espíritu suecoparlante del poeta y del medio, la sång, Sibelius imprime a los versos en sueco el diseño de una melodía kalevaliana. No es estricto, porque el 5/4 se adapta al metro más normativo del 3/4, pero "Drömmen" ("El sueño"), reproduce extrañamente el aliento de la ancestral melodía finesa:



Tema vocal de Drömmen opus 13 nº5 (1891)

“Pero es nuevo y también finlandés. Creo en el futuro de la música nacional finlandesa, sin embargo los sabelotodo pueden arrugar la nariz. La profunda melancolía e insistencia en un ánimo o frase que está en el corazón de tantas canciones populares finlandesas, aunque pudiera ser un defecto, no es sino una característica”, escribe a Aino sobre esta peculiar elección estilística.

Es en Viena, como recordábamos antes, afectado por la melancolía del exiliado, donde el conjuro de Väinämöinen comienza a ejercer todo su poder: se apasiona por el Kalevala, recuerda la música folclórica... entonces piensa en una obra monumental (hasta el punto de ser ciertamente la más monumental de su producción, un maravilloso exceso de juventud y de músico primerizo), una gran sinfonía coral que será su "Kullervo" opus 7. Ya a la vuelta a Finlandia, y durante el proceso de composición, tiene el aliciente añadido de escuchar melodías kalevalianas a posiblemente la mayor memoria viviente del canto del momento, la cantante Larin Paraske, cuyas inflexiones están sin duda en la sensacional sinfonía vocal. "Kullervo", que constituirá su presentación triunfal ante el público de su país, es una partitura repleta del lenguaje musical folclórico (incluyendo temas kalevalianos en 5/4, algunas expresiones vocales muy propias del canto tradicional, temas de modalidad folclórica absoluta, etc.). A todas luces es una partitura "nacionalista" en el sentido que habitualmente se da a una obra musical de estos componentes. 


Monumento a Larin Paraske, en Helsinki (Parque Hakasalmi), obra del escultor Alpo Sailo (1936)

Al año siguiente, como ya hemos tenido ocasión de recordar, Sibelius se enfrenta a un viaje, intencionalmente iniciático, a la mítica Karelia, donde puede escuchar y anotar cantos folclóricos directamente, emulando el legado del propio Lönnrot décadas antes. El influjo de estos cantos, del toque del kántele y de las danzas populares, se deja oír en las músicas de los años inmediatamente posteriores (no en vano el periodo que hemos llamado "kalevaliano" o "karelianista"), donde la influencia de la música popular, ya sea de manera más o menos directa o en general muy estilizada, se refleja más intensamente que en el Sibelius más maduro. 

Este peso no solo se siente en las obras que podríamos entender como más vinculadas a la mítica karelianista (Una saga opus 9, los coros de inspiración kalevaliana, Lemminkäinen opus 22, etc.), sino que en su entusiasmo llega a inundar a partituras en principio poco vinculables, como el movimiento central de la Sonata para piano opus 12, o los Impromptus para piano opus 5. En este variado cuaderno, cuyos números 1, 5 y 6 reciclan composiciones anteriores, las piezas centrales muestran un colorido inequívocamente kareliano, no solo con sus cantos monótonos y melancólicos, sino incluso con toques de danza, como en esta, donde Tawaststjerna ve un "trepak karelio":


Tema de danza del Impromptu para piano opus 5 nº2 (1893)

Lo cierto es que solo ocasionalmente, y también muy al comienzo de su carrera, Sibelius recurrió a otros elementos del folclore aparte de la derivadas de la prosodia finlandesa. No existen, como ya decíamos y salvo estos raros ejemplos, toques de danzas finlandesas en su música, si acaso de manera muy abstracta podemos descubrir algunos ritmos muy desperdigados, y de manera muy estilizada.

Y es que con el tiempo, a lo largo de esa década de 1890, Sibelius parece alejarse de este "nacionalismo musical" de los Cinco, Svenden, Smetana o Falla, y no ahonda en ese camino manifestado en este puñado de obras de torno a 1892/1893. De haber continuado por esa senda, nuestro compositor se habría convertido en un "nacionalista" al uso. Pero no fue así. Al tiempo que también parece aspirar a una abstracción respecto a la música programática y emprender ese camino solitario hasta convertirse en la aislada "aparición en los bosques" (según la frase del autor que popularizó Alex Ross en "El ruido eterno"), el folclorismo de Sibelius se diluye en su propio estilo, se abstrae al máximo, y en último término se hace indistinguible de su propio canto.

Pero el recorrido que hay del movimiento lento de la juvenil Sonata para piano (1889) a  Tapiola (1926) muestra que en ese viaje le acompañará siempre la melodía inspirada en el idioma y el folclore de Finlandia.

En sus propias palabras

No es Sibelius un autor intelectual. Sus elecciones estilísticas nunca obedecen a propósitos premeditados, sino que es fruto de su experiencia. Como hemos visto en multitud de obras en este blog, en tantas y tantas ocasiones músicas y obras enteras sibelianas nacieron con un sentido distinto, muy distinto incluso del cual partieron. Sibelius es un artista impulsivo, primario, que piensa en términos poéticos, imaginativos, y que se deja dominar por su propia composición, a la que debe domeñar después de nacer - aunque sin perder nunca su raíz salvaje - para que pueda tener una forma idealizada. 

Cuando habla de sus propias composiciones, el genio nórdico no presenta un gran desarrollo teórico. Más bien representa sus emociones. Al tiempo sus palabras se muestran muy conscientes, de quien muestra bien, aun con timidez, su propio ser. Quizá su sentido crítico hacia sus trabajos sea tantas veces excesivo, pero en ningún caso falaz, ni pretende recrear o justificar una ideología musical detrás de su música.

Adelantamos todo esto porque la relación entre su estilo musical y el folclore finés se verá expresado con tal exactitud en las veces - escasas, eso sí - en que el compositor habla explícitamente de ello, que al desconocedor pudiera parecer que es su "teoría" musical, su presupuesto que ha adoptado fielmente. Nada más lejos de la realidad. Una vez superado ese periodo inicial de exploración, el compositor no siente necesidad de reflejar "lo finés" es su música. Su música ya es finesa. No necesita recurrir a melodías o danzas populares. Su melodía y sus ritmos ya son finlandeses.


Jean Sibelius en una fotografía de 1940

En otoño de 1896, el profesor universitario y crítico Richard Faltin se jubila de su puesto en la Universidad de Helsinki. Aunque muy poco interesado en la docencia e investigación musical, Sibelius encontró que el puesto le podía proporcionar no solo un sueldo fijo, sino una posición y un prestigio que le aseguraría su futuro profesional. Para el puesto presentaron solicitudes Kajanus, el folclorista Ilmari Krohn y nuestro compositor, que tuvieron que complementar con una lectura ante el tribunal. Sibelius escogió como tema precisamente la influencia de la música folclórica sobre la música culta. 

El texto (conservado parcialmente solo a través de algunos apuntes, algunos ilegibles), como en tantas expresiones escritas del autor, habla más de sus consideraciones personales que sobre el tema objetivo, lo que quizá al tribunal le disuadió de otorgarle la silla docente (que pasaría a Kajanus). Pero en todo caso a nosotros nos supone un importantísimo documento para analizar la estética y el pensamiento musical sibeliano de su mano. De hecho, resulta casi una proclama de parte de su propio credo musical: “hablamos de la personal individual del artista y además de la personalidad nacional. El estilo individual es - para expresarlo brevemente por mí mismo - ese sello que impone un artista sobre su propio trabajo: el estilo nacional es, en consecuencia, el sello que un pueblo imprime sobre el compositor. La historia de la música ilustra el importante papel jugado por la música popular en este respecto de una manera notable. Vemos qué fructífera es una influencia de la música popular sobre la formación de un compositor. [...] Un artista que se impregna profundamente de la música popular de su país tiene que tener, naturalmente, una visión diferente de las cosas, hacer hincapié en ciertos puntos, y encontrar su realización de una forma totalmente diferente a los demás. Y en esto reside mucho de su originalidad. En su trabajo, sin embargo, debe liberarse de forma particular, en tanto afecte a sus medios expresivos, de cualquier sugerencia provinciana. Debe lograrlo en proporción a la altura de su personalidad.”

En estas líneas vislumbramos cómo justamente Sibelius se siente vinculado espiritualmente, inspiracionalmente, a la música folclórica, y es esta la que imprime su sello personal en la misma personalidad del músico, asentada en el suelo natal. Sin embargo, un músico, para el genio nórdico, no debe encontrar al partir de ese punto de partida su camino particular, no imitar o seguir, sino crecer a partir de la semilla plantada en el folclore. De esta manera perifrástica, Sibelius está definiendo su propia relación con el folclore y la melodía finesa.

Más en concreto - aunque de nuevo de manera muy vaga -, nuestro compositor habla de los modos antiguos y/o folclóricos como ese punto de partida, a partir de lo que construir una "nueva tonalidad". Es decir, un camino que no siga la inercia del diatonismo o cromatismo de la música romántica, pero que tampoco siga la de los modos del pasado, sino una tercera vía intermedia, que parta de aquellos para construir algo nuevo. Y justamente Sibelius, en su música, utiliza las armonías clásicas y románticas como génesis de su propia armonía, y utiliza los modos folclóricos finlandeses (el dórico, el eólico, y en menor medida el lidio y el mixolidio) como origen de sus propios sellos modales.

Mucho más explícitas son las palabras que concedió años más tarde al periodista italiano Alberto Gasco, en una visita a Roma en 1923“quiero dejar una cosa clara: que mi música no es folclórica. En ninguna ocasión he hecho uso de melodías populares finlandesas [como hemos visto, esto no es del todo cierto]. Tengo que reconocer que he compuesto melodías en un estilo folclorista, pero las notas mismas me han venido siempre de mi propia imaginación, o más bien de corazón, en tanto soy un devoto finlandés. [...] Estoy completamente impregnado de la mitología de Finlandia y he puesto mucho de la primera y encontrado inspiración de la última, en particular del Kalevala, una fuente inagotable de inspiración para cada artista finlandés que se vea infectado por la manía del exotismo”.

De esta forma "la voz de Finlandia" explicaba por qué su música tiene un tono inequívocamente finés: porque proviene de su sentimiento más profundo, que tiene acentos en la ancestral lengua de Suomi.