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miércoles, 5 de febrero de 2020

"Arioso" opus 3 (1911), canción sobre versos de Runeberg

Todos los 5 de febrero se celebra en Finlandia Día Runeberg, evento que conmemora el nacimiento del poeta nacional Johan Ludvig Runeberg y con ello una festividad de la literatura finlandesa, en especial la redactada en lengua sueca (frente al Día del Kalevala, el 28 de este mismo febrero, que representa la tradición y las letras finoparlantes). 

Como en otras ocasiones, la efeméride nos servirá para presentar una de las muchas y magníficas composiciones (un gran número de sången - canciones -, incluyendo ciclos, y también algunos coros y cantatas) en las que Jean Sibelius musicó versos del poeta, engrandeciendo aún más su poesía con magníficas y sentidas partituras. 

Para esta jornada en particular, proponemos una canción escrita en 1911 por compositor finlandés: el "Arioso" opus 3. Antes de hablar de la música, presentamos el breve poema de Runeberg (que Sibelius musica sin cambios del texto, aunque cambia ligeramente la estructura), y una traducción a nuestro idioma:

Rosa escarchada. Tomada de este blog.

    Flickan gick en vintermorgon 
    i den rimbeströdda lunden,
    såg en vissnad ros och talte: 
    ”Sörj ej, sörj ej arma blomma, 
    att din sköna tid förflutit! 
    Du har levat, du har njutit, 
    du har ägt din vår och glädje, 
    innan vinterns köld dig nådde. 

    Värre öde har mitt hjärta, 
    har på en gång vår och vinter: 
    gossens öga är dess vårdag 
    och min moders är dess vinter. ” 

    ”Sörj ej, arma blomma, 
    att din sköna tid förflutit!”

        --------

    La muchacha salió una mañana de invierno
    a la arboleda cubierta de escarcha,
    vio una rosa marchita y dijo:
    “no te lamentes, no te lamentes, pobre flor,
    ¡tu hermoso tiempo ha pasado!
    Has vivido, has disfrutado,
    has poseído ya la primavera y el gozo,
    antes de que el frío del invierno te alcanzara.

    Un destino peor halló mi corazón,
    tener al tiempo primavera e invierno:
    los ojos de mi muchacho son su día de primavera,
    y los de mi madre son su invierno.”

    “No te lamentes, pobre flor,
    ¡tu hermoso tiempo ha pasado!”
_____________

El poema fue publicado en la segunda parte de sus "Lyriska dikter" ("Poemas líricos", 1833), sección XXXIII: como número 3 de los Idyll och epigram (Idilios y epigramas), y con el título de  "Flickans årstider" ("Las estaciones de la muchacha"). La poesía toca en poca límeas muchos de los temas queridos al compositor: el tono popular, el punto de vista femenino, la identificación del sentimiento con el cambio en la naturaleza y, sobre todo, la pérdida de la inocencia. Lo que en Heine - una clarísima influencia en su estilo - sería ironía en el poeta nórdico se transforma en un pesimismo trágico, en un drama inconmensurable para la joven. Poemas semejantes los encontramos con frecuencia en Runeberg, y del mismo modo Sibelius lo ha considerado más de una vez para sus canciones. Sin ir más lejos una de sus sången más populares, "Flickan kom ifrån sin älsklings möte" ("La chica retornó del encuentro con su amante") opus 37 nº5, presenta un retrato muy semejante.

La composición no debió de ser muy dificultosa para nuestro autor. Anota estar trabajando en su diario en la obra el 15 de octubre de ese 1911, unos meses después del estreno de la Cuarta sinfonía, y mientras daba vueltas a proyectos de revisión o reconversión de antiguos trabajos, como Rakastava opus 14. La canción se completó el día 17, y al día siguiente se la envió al editor local (y director de orquesta) Alexei Apostol. Precisamente la elección de este editor explica una de las peculiaridades de la pieza, su primerizo número de opus, nada menos que la "tercera" de sus obras publicadas. Mientras, otros trabajos del momento tenían la numeración correspondiente mucho más alta, como el coro "Män från slätten och havet", con el número de opus 65a. El embrollo de esta numeración se debe a un pequeño engaño por parte del autor, que tenía un contrato bastante comprometido con Breitkopf & Härtel, que le obligaba a destinar sus obras nuevas a la prestigiosa firma. Eludiendo al editor alemán podía sacar un rédito más rápido y directo con obras pequeñas. Y en verdad el hecho no les pasó desapercibido: “¿esta atañe quizá a una antigua composición? De otro modo por supuesto tendría que habérnoslo revelado a nosotros directamente, como ciertamente usted solía hacer, para placer nuestro, durante tanto tiempo”. 

Según comunicó Sibelius a B & H, este Arioso es una composición antigua, escrita antes de 1890. Está listada como Op. 3 en mi catálogo opus. Lo cual como vemos no era cierto... Aunque había algo de verdad: sobrevive un esbozo musical, presente en el manuscrito HUL 1186, datado entre 1890 y 1892, de su época de estudios en Berlín y Viena, un boceto en el que Sibelius había comenzado una canción sobre estos mismos versos (apenas una introducción pianística y dos líneas del texto, con una música no demasiado prometedora). El compositor recurrió en muchas ocasiones al poeta en esos años (todo el opus 13 está dedicado en exclusiva a canciones sobre sus versos). Pero en todo caso la temática musical del esbozo no tiene relación musical ninguna con el "Arioso" de dos décadas después.

Aparte de la cuestión del catálogo, la composición presenta otra singularidad: está redactada tanto para voz y piano como para voz y orquesta de cuerda. Sim embargo, frente a otras sången, escritas con el acompañamiento pianístico habitual y orquestadas después - a veces años después -, en este caso ambas versiones se redactaron simultáneamente. Y de este modo ambas partituras son muy idiomáticas en su instrumentación, cambiando por ejemplo los arpegios y pedales del piano por texturas densas, divisi y notas prolongadas en los arcos. Ni que decir tiene que el logro mayor de Sibelius, hombre de orquesta y mago de las cuerdas, está en la versión con acompañamiento orquestal, que permite un rango expresivo mayor y una atmósfera más profunda.


La cantante Ida Ekman (1875 – 1942), que estrenó muchas de las canciones de Jean Sibelius 

La versión con piano tuvo el privilegio del estreno, el 18 de septiembre de 1913, cantada por la soprano Ida Ekman. La partitura con orquesta se estrenaría en marzo 1914 en Turku, cantada también por Ekman junto con otras premières del autor.

Análisis
La partitura no se nombra a partir del contenido del poema, sino por su redacción vocal-musical: en efecto, la voz se mueve en arioso, diluida a veces en el entramado instrumental, fluyendo libremente con valores largos a medio camino entre la cantabilidad y el recitativo, evitando en todo caso la regularidad métrica que se esperaría del tono popular de los versos (que sí emplea en otras canciones, como la citada "Flickan kom ifrån sin älsklings möte"). Esta vocalidad no abarca toda la pieza: hay pasajes más cantabiles - de hecho citados así en la partitura -. Sin embargo este tipo de texturam tampoco es infrecuente en otras canciones del compositor. Quizá el título de "Arioso" se deba a una consideración del autor por la forma abstracta de la pieza - apelando incluso a la música del siglo XVIII en algunos mínimos detalles -. O más bien tenga su razón simplemente en evitar la confusión con el íncipit de la citada sång opus 37 nº5, muy semejante. En todo caso, aunque la música no siga la disposición estrófica y métrica de los versos con la correspondiente melodía de carácter popular, la música está muy profundamente impregnada de su contenido, dando como resultado una de las canciones más emotivas e intensas del autor, aunque de una intensidad tremendamente nórdica. 



Las texturas de la versión con cuerda acentúan aún más ese aspecto melancólico, gélido incluso - en el sentido atmosférico, no sentimental -, con un cromatismo y unas disonancias intensas, pero atenuadas por la polifonía exquisita de los arcos. Este fino cromatismo emparenta la obra con trabajos de Edvard Grieg, visto en estudiosos como Andrew Barnett. Aunque, como hemos comentado más de una ocasión, las comparaciones con la música de Grieg y Chaikovsky que continúan como un prejuicio un tanto superficial - basado en sus respectivos "clásicos populares" -, en el particular sí podríamos trazar analogías con alguna de las obras del inmortal autor noruego, como sus obras para cuerda, y con alguna partitura en particular, como las bellísimas "Våren" ("Primavera") o "Den Særde" ("Corazón herido"), que Grieg redactara en múltiples versiones, especialmente reconocidas como canciones con orquesta, y a su vez versión para orquesta de cuerda de ambas (su opus 34). Si escuchamos alguna de estas últimas dos versiones, podremos sentir ese influjo de Grieg; si bien la obra de Sibelius tiene un tono mucho más dramático, errabundo si se quiere frente al tono más folclórico, pero igualmente hermoso de la obra del noruego.

La canción se enmarca dentro del periodo oscuro y aunque está lejos de otros ejemplos de la época, como la citada Cuarta sinfonía o las Sonatinas para piano opus 67, muestra algunos rasgos de aquellas obras, como el adelgazamiento de texturas, el uso significativo del silencio o las armonías errabundas. Al tiempo tiene algo del periodo anterior, romántico (quizá por esto pudo hacer pasar la obra como más antigua). Es posible que ese conflicto musical entre dos mundos sea resultado de la inspiración del propio poema: el recuerdo doloroso entre la felicidad de la primavera con el amado y el invierno que ha marchitado la rosa.

La canción se inicia con un preludio instrumental que tiene cierto aire antiguo con sus sucesivas entradas de voces (vemos pues que el título sí apela al viejo género arioso), y hasta gesto dramático. En la versión orquestal las cuerdas están asordinadas, y muy pronto se plantean sus divisi. Esta primera frase estará en do♯ menor, aunque la mayor parte de la pieza estará en fa♯ menor y La Mayor, con notables pasajes en modo dórico, como veremos.

La voz humana comienza con la misma melodía superior del preludio instrumental (los ejemplos son los de la versión con piano del propio Sibelius si no se indica), que repite su marcha polifónica y su tono de lamento:



Cuando los versos mencionan la rosa, la voz entona un bello melisma, respondido por los instrumentos, y la armonía se vuelve hacia el La Mayor, reforzado por una pedal que se mantiene una decena de compases.

Las palabras de la muchacha son dibujadas con una melodía, ahora sí, amplia y plena de lirismo, que no en vano se indica como Cantabile en la partitura:



El acompañamiento refuerza la melodía, pero sigue teniendo mayor presencia que la propia voz. Algo en este melancólico pasaje recuerda a la nostalgia del segundo tiempo de la Primera Sinfonía, aunque podríamos estar tentados de que pudiera ser una evocación de aquel tiempo que "ha pasado", más bien comparte un momento de recuerdo romántico. 

Precisamente esa afirmación del paso del tiempo hace que la melodía finalice con una fórmula cadencial a fa♯ menor, con un motivo de eco (séptimo compás del ejemplo anterior) que se convierte en protagonista de buena parte de la partitura. Una fórmula que, siendo muy sibeliana, con su dibujo en "S" y su intervalo descendente final, tiene también ese aire alla Grieg que comentábamos.

El cantabile deriva finalmente a una proclama exaltada de la vida y el placer en modo dórico, subrayado por un acorde de subdominante (dórica) con novena - esto es, la subdominante dórica con la tónica superpuesta -, que en la versión pianística intenta emular el efecto orquestal de las dobles cuerdas con un arpegio y apoyaturas armónicas. Reproducimos aquí la versión orquestal (en reducción):

La música retorna al La Mayor con su pedal, y los materiales anteriores, evitando la repetición estricta. En esta segunda rotación la frase dórica se ve intensificada por un motivo rápido que comienza por un tresillo, hasta que la mención del invierno en los ojos de la madre ("Vinter"), deja a la voz sola y a un silencio dramático especialmente expresivo.

Tras el dramático clímax, la estrofa se repite (en el original de Runeberg por cierto no existe separación entre estrofas), afectada, con unas texturas más agudas, lo que en la versión orquestal da un aliento más invernal a la música.

El nuevo silencio tras "Vinter" (ahora marcado con el calderón) lleva Sibelius a la coda de la canción, en la que el músico ha elegido reiterar los versos que son desde luego centrales en su visión del poema. Una repetición que no existía en el poeta: ”no te lamentes, no te lamentes, / ¡tu hermoso tiempo ha pasado!”. Sin embargo Sibelius no reitera la música de aquellas líneas, sino que la reformula en recitativo, aunque uno muy particular: con una cadencia - acompañada por pizzicati en la cuerda - que combina armonías tensas pero tradicionales (una sexta napolitana) con otras modales (un quinto grado natural, esto es, acorde menor sin la sensible). La voz no completa la cadencia, sino que es el acompañamiento quien realiza las armonías finales:


El acorde final cuenta con un toque de nuevo barroco: una tercera "de picardía" (que mayoriza solo ese último acorde), algo bastante poco frecuente en Sibelius: casi existen más casos de lo contrario, una tónica minoriza final o una tónica sin armonía para dar cierta ambigüedad.

Este pasaje, un punto medio entre lo tradicional y lo rompedor (muy sibeliano pues), deja una sensación de amargura que representa a la perfección el pesimismo del poema runebergiano, coronando el intenso sentimiento nórdico de poema y música en esta pequeña maravilla de canción.

Discografía


Ofrecemos aquí un recorrido casi completo por las grabaciones de la pieza, como en otras ocasiones no demasiado extensa pero que cuenta con los grandes intérpretes sibelianos.

Por cierto, el breve esbozo de HUL 1186 ha sido grabado en la Sibelius Edition (séptimo volumen) de Bis por la mezzo Monica Groop acompañada por Folke Gräsbeck. El fragmento (48 segundos en el registro) tiene poco interés aparte de curiosos o estudiosos.

• Versión para voz y orquesta de cuerdas                  


Soile Isokoski, soprano

Orquesta Filarmónica de Helsinki
Leif Segerstam
- ONDINE (2006)

En este brillante disco con las canciones orquestales del compositor (más algunas instrumentadas por otras manos), la soprano finlandesa ofrece un canto sencillo a la par que emocionado y vibrante, con un acompañamiento exacto, delicado e invernal, que comparte sin embargo el sentimiento quebrado de la cantante. La versión sin duda más recomendable de la canción.

Interpretación: 8  • Estilo: 7,5  • Sonido: 8



Karita Mattila, soprano
Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham
Sakari Oramo
- WARNER CLASSICS (2003)

La belleza del canto de Mattila, que acierta plenamente con el carácter de la pieza, contrasta con el tono algo más rutinario de la orquesta, que quizá se toma su parte como si de una romanza para cuerda se tratara. A pesar de esa diferencia, el resultado es hermoso y de valor.  El disco ofrece un valioso repertorio que mezcla canciones de Grieg con las de Sibelius (incluyendo un fragmento de su pequeña ópera "La doncella en la torre"). Recomendable en todo caso.


Interpretación: 7  • Estilo: 6,5  • Sonido: 7


Kirsten Flagstad, soprano
Orquesta Sinfónica de Londres
Øivin Fjeldstad
- DECCA (1958), varias reediciones

Flagstad, la inmortal intérprete wagneriana, realiza esta otoñal grabación con más de sesenta años, y ciertamente su voz, como también la orquesta suenan como sacadas de otro tiempo, con un tono intensamente romántico, dramático, profundo, y un toque operístico incluso, incluyendo un clímax desgarrado. Sin un duda un gran testimonio artístico, aunque a priori no es la que mejor servicio preste a la partitura.

Interpretación: 7  • Estilo: 6  • Sonido: 6



Mari Anne Häggander, soprano
Orquesta Sinfónica de Gotemburgo
Jorma Panula
- BIS (1984) / también Sibelius Edition

En uno de las primeros discos de la integral Bis (que en gran parte pasó a la Sibelius Edition definitiva) encontramos esta versión modesta, artesanal aunque cumplidora, bajo la dirección del maestro Panula. Quizá su mayor logro está en el tono sosegado y sin teatralidad de Häggander, que solo se permite la exaltación en el momento adecuado de la partitura. Si tienen el estuche definitivo puede ser una buena ilustración, pero por el antiguo disco no merece tanto la pena.

Interpretación: 6  • Estilo: 7,5  • Sonido: 6,5

• Versión para voz y piano                         


Karita Mattila, soprano
Ilmo Ranta, piano
- ONDINE (1995)

Mattila es quizá la cantante perfecta para la canción, con su canto expresivo hace de la partitura una pieza de tristeza desgarradora y de una intensidad única, quizá la más dramática de todas, revelando esta capacidad implícita en la partitura, que muestra una inocencia marchitada y desconsolada. Una joya, como todo este disco maravilloso. 

Interpretación: 8,5  • Estilo: 7,5  • Sonido: 7,5 



Anne Sofie von Otter, mezzosoprano
Bengt Forsberg, piano
- BIS (1989) / también Sibelius Edition

Dentro de la integral BIS se nos ofrecen dos discos de la extraordinaria mezzo sueca. Aquí Otter opta por un canto confidente, susurrado, solo dejando escapar el drama en los momentos justos. El piano también se muestra con una discreción remarcable. Con una dicción perfecta, quizá sea la versión más runebergiana de todas, lo que demuestra la especial sensibilidad de la cantante con el género. Más que recomendable (como todos los registros sibelianos de Anne Sofie von Otter).

Interpretación: 8  • Estilo: 8,5   • Sonido: 7



Tom Krause, barítono
Irwin Gage, piano
- DECCA (1978/1980) 

En verdad la partitura no demanda ningún registro de voz específico, si bien la historia narrada encuentra su registro natural en voces femeninas. No obstante, Krause demuestra aquí que acometer la canción como un relato en tercera persona es posible, sin ninguna concesión a la encarnación dramática y subjetiva. A pesar de este interesante perspectiva, parece obvio que su interpretación no es especialmente comprometida ni brillante. Dicho sea de paso, en cambio el piano de Irwin Cage es sobresaliente de por sí, y es quien lleva aquí la carga de la canción. A tener en cuenta simplemente.

Interpretación: 6,5  • Estilo: 6  • Sonido: 6,5

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Para ilustrar la pieza ofrecemos aquí la versión orquestal con la soprano Karita Mattila, acompañada por la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, que dirige Sakari Oramo.


(Si disponen de cuenta en el servicio en línea, aquí tienen la misma grabación en spotify).

Para trazar semejanzas y diferencias entre los medios empleados, para la versión con piano proponemos de nuevo a la maravillosa Mattila, acompañada aquí por Ilmo Ranta, en la destacada interpretación del disco de Ondine:


(El mismo registro en spotify)
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jueves, 30 de mayo de 2019

Haltijat: (y 2.) Los espíritus de los árboles y el espíritu de la luna en el Kalevala

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El Kalevala, recopilado y editado por Elias Lönnrot a partir de cantos tradicionales finlandeses, ofrece numerosos ejemplos de los espíritus que habitan el mundo, los haltijat que se prestan a dar voz a los distintos seres de la naturaleza, ya sean plantas, animales, rocas y astros del cielo. Como relatábamos en el capítulo anterior, para que el diálogo entre un hombre y un haltija de la naturaleza sea posible, el ser humano debía ser un chamán, un noita o un tietäjä, y entrar en trance para poder sumergirse en el mundo de los espíritus, convertirse también él mismo, de alguna forma, en haltija

En el poema, como en prácticamente casi toda la tradición recogida en los siglos XVIII al XX, el trance en sí suele estar ausente o muy disfrazado. No hace falta decir que la fe cristiana veía tal rito como una práctica pagana, brujeríl para más señas. Por ello los cantores tradicionales eludieron mentar el trance chamánico, y transformaron el viaje espiritual en una simple conversación, con lo que los árboles, águilas y espadas acaban hablando por sí mismas. Aun con todo ese diálogo en "otra dimensión" está implícito, dado que realmente nunca se explica cómo son capaces de conversar seres distintos que el hombre, y no era tampoco necesario explicar al oyente o lector la naturaleza de tales "conversaciones".

De entre los diversos diálogos entre los héroes de Kalevala y los haltijat de la naturaleza vamos a dar cuenta de algunos pasajes escogidos y dedicados a árboles y también al espíritu de la luna (y de su hermana el sol), referencias que muy probablemente tuvo Sibelius a la hora de abordar algunos de los proyectos que finalmente desembocarían en su Sexta sinfonía.


Los espíritus de los árboles

Los bosques ocupan casi tres cuartas partes de la superficie de la Finlandia actual (de los que depende además un 18% de su industria, siendo el cuarto país del mundo en exportaciones de madera). Si eso sucede en nuestros días, no es difícil imaginar la enorme presencia que tenían los árboles en la historia ancestral del país, en un pasado en el que gran parte del territorio no era siquiera frecuentado por el hombre. Incluso existe en finés una palabra para el bosque no habitado, salvaje y alejado de la presencia humana: korpi.


Bosque de abedules en Finlandia, uno de los árboles de más unidos a la vida en el país

El bosque ancestral era gobernado, según las creencias paganas, por uno de los dioses más importantes, llamado además rey: Tapio. No existía en Finlandia un dios de esa categoría relativo a la propia tierra - como Ahti en el mar o Ukko en los cielos -, lo que nos permite ver con claridad que para el habitante de la antigua Finlandia el bosque era equivalente a la propia tierra. Pero esa "tierra" está poblada por un sinfín de criaturas: el bosque era vida, el bosque estaba en suma vivo, por lo que no es de extrañar que sus haltijat fueran innumerables, aun en la tradición se han conservado decenas y decenas de deidades mayores y menores. 

La diosa Mielikki era la esposa de Tapio, y se encargaba también de los rebaños. Sus hijas eran Tellervo, Annikki y Tuulikki, mientras que a su hijo Nyyrikki se debían encomendar los cazadores. 

La diosa Kati atendía al gobierno de todas los haltijat de los árboles, de los cuales la inmensa mayoría tenían un espíritu propio. Hay que decir que la relación de animales y plantas con sus haltijat era muy especial, después de todo son seres "especialmente" animados. Por ellos los seres vivos tenían un tipo de espíritu que gobernaba cada especie, también llamado emuu. Esta palabra se relaciona con "madre" ("emo"), dado que se les atribuía no solo su protección, sino su creación en particular. 

Los espíritus de los árboles se adoraban en diferentes rituales anuales, una costumbre que permanece incluso hoy en día, como en algunos juegos infantiles

Sin embargo, la primigenia creación de los árboles en el Kalevala (canto II) se encomendó a un dios joven de la fecundidad llamado Sampa o Pellervoinen, el cual parece que es invocado de alguna manera por un Väinämöinen también joven, desolado por la naturaleza vacía. Pellervoinen siembra el mundo de plantas, aunque necesita de ilmaret (doncellas de los cielos) y del monstruo Tursas para completar la tarea, en especial para el nacimiento del más sagrado de todos los árboles, el roble, en uno de los pasajes más puramente mitológicos del poema.

Para encontrar un momento en el que se cita a diversos espíritus de los árboles hemos de acudir al canto XXXII, en el que el trágico héroe Kullervo es pastor a las órdenes de la hija de Pohjola (entonces casada con Ilmarinen). En el bosque teme por los rebaños, por lo que se encomienda a las deidades protectoras. 

El pasaje cita tanto el nombre de los dioses mayores del bosque como muchos de los espíritus, femeninos por cierto, que rigen los árboles. En la traducción de Ursula Ojanen y de Joaquín Fernández el fragmento está bastante parafraseado, y no reproduce todos los nombres originales, por lo que hemos preferido traducirlo del finés a través  de la versión inglesa de Kirby:

     Muchas son tus doncellas,
     cientos las que están bajo tus órdenes,
     habitando bajo tus cielos
     nobles hijas de la creación;
     Suvetar [espíritu del verano], la mejor de las mujeres,
     Etelätär [espíritu del viento del sur], la antigua,
     Hongatar [espíritu del pino], la noble señora,
     Katajatar [espíritu del enebro], hermosísima doncella
     Pihlajatar [espíritu del serbal], pequeña damisela,
     Tuometar [espíritu del cerezo aliso], de Tapio hija,
     Mielikki, la hijastra del bosque,
     Tellervo, la doncella de Tapio, 
     proteged todas mi ganado.

Algunos espíritus tienen una protección que va más allá del árbol. Hongatar, el espíritu del pino, por ejemplo aparece relacionada también con el oso también en algunas tradiciones.



Tellervo, diosa del bosque y cazadora. Estatua en Helsinki, obra de Yrjö Liipola (1929)

Otro pasaje del texto recogido por Lönnrot donde encontramos a los árboles es la búsqueda de la madre de Lemminkäinen de su hijo, muerto a las puertas de Tuonela (Canto XV, historia que musicaría Sibelius dentro de su ciclo Lemminkäinen opus 22). En el viaje, que es un completo recorrido por la realidad de los seres de naturaleza, son preguntados los árboles, suspirando el pino viejo (Honka), y hablando el roble (Tammi) con la voz de su haltija, que le responde lo siguiente, lamentando el uso que hace el hombre de ellos:

     Bastante penas tengo como
     para ocuparme de tu hijo;
     duro destino el que me espera,
     a días infaustos sometido, 
     aguardando ser convertido
     en leña, en un montón de astillas
     para que el fuego las devore
     o en estacas para hacer trojes
     o para construir artigas.

[De esta en adelante, todas las citas en la versión de Ojanen y Fernández.]

En el canto XVI, Väinämöinen envía a Pellervoinen a por madera para construir su barco, y el dios del crecimiento se dirige a los árboles. Esta escena es indudable una herencia de la vieja idea pagana de que, para hacer uso de la naturaleza y arrebatar la vida a sus seres, el hombre debía pedir permiso previamente a su espíritu. Pero incluso el espíritu podía negarse o justificarse (¡o excusarse!) como poco útil, y así el álamo temblón (haapa) le responde:

     Haré agua por todas partes,
     muy pronto me hundiré hasta el fondo;
     mi tronco está descortezado;
     tres veces durante el verano
     royó la cresa mis entrañas 
     y los gusanos mis raíces.

Prueba entonces con un pino viejo, que tampoco se ve idóneo en absoluto:

     No puede convertirme en barca
     que lleva seis cuadernas curvas;
     ten en cuenta que soy un pino
     plagado de rugosidades:
     tres veces durante el verano
     en mi copa el cuervo gritó,
     y en mi ramaje la corneja.

A la tercera va la vencida, y en este caso el sagrado roble accede a dejarse abatir por el hacha de Sampsa:

     En efecto, soy adecuado
     para la quilla de una barca;
     no estoy abrumado de taras,
     como no soy hueco por dentro;
     tres veces durante el verano,
     en la estación resplandeciente,
     acarició el sol mi contorno,
     la luna relució en mi copa,
     me visitaron los cuclillos,
     cantaron sobre mí los pájaros.


Fotografía de un viejo roble de Ritva Kovalainen y Sanni Seppo

El gran momento del Kalevala en el que suena la voz de los árboles se sitúa en el runo XLIV, cuando Väinämöinen da por perdido su kántele, hecho con la mandíbula de un lucio, que se había hundido y perdido para siempre en el mar tras su batalla con Pohjola. En ese momento oye llorar a un abedul (koivu) - según algunas tradiciones, el árbol nace de las lágrimas de una muchacha -. El folclore no nos ha transmitido ninguna Koivutar - aunque Kalevi Aho le dedicó un célebre poema -, pero en este extenso pasaje podemos oír la bella y melancólica voz del espíritu del abedul, toda una proclama del alma de la naturaleza: 

    Muchas personas se imaginan
    que vivo jubilosamente,
    que me desbordo de alegría,
    pero, ay, vivo preocupado,
    las inquietudes son mi júbilo,
    los días paso entre gemidos,
    expresan pena mis canciones,
    me compadezco de mí mismo,
    no formo parte de la vida,
    me quejo de mi soledad,
    me duelo de mi desamparo
    en estos sitios miserables,
    en estas grandes latitudes.
    Los agraciados, los felices,
    con alegría siempre esperan
    la vuelta del brillante estío,
    de los bellos, cálidos días;
    pero mi suerte no es la misma,
    pues sólo espero con temor
    que alguien me arranque la corteza
    que corte mis frondosas ramas.
    A pesar de que soy tan débil,
    ay, muchas veces las criaturas
    de la tan breve primavera
    se aproximan en grupo a mí,
    hunden cinco agudos cuchillos
    en mi tronco lleno de savia;
    malos pastores, en verano
    me cortan la envoltura blanca
    para trenzar vasos o vainas
    o canastillas para bayas.
    Pese a que soy tan débil, muchas,
    muchas veces, pobre de mí, 
    las mozas vienen a mi sombra,
    rodéanme con su jolgorio,
    se llevan mis frondosas ramas
    para hacer haces para el baño.
    Pese a que soy tan débil, muchas,
    muchas veces, pobre de mí,
    me abaten para hacer artigas,
    en largas tablas me recortan;
    tres veces durante el verano,
    durante los soleados días,
    bajo mis ramas unos hombres
    sus grandes hachas afilaron
    para acabar conmigo, para
    que mi alma se desvaneciera.
    Así mi vida es en verano,
    así es mi júbilo en estío;
    pero tampoco me es propicio
    invierno, el tiempo de las nieves.
    Todos los años, muy temprano,
    cambia de pena mi apariencia,
    se inclina triste mi cabeza;
    mi rostro pierde su color
    si pienso en los oscuros días;
    el viento cáusame dolores,
    el hielo duros sufrimientos,
    me roba aquél mi piel verdosa,
    éste mi deslumbrante manto;
    entonces yo; triste abedul,
    desamparado, pobre árbol,
    me quedo sin vestido alguno,
    bajo la helada tiritando,
    llorando, ay de mí, de frío.


El espíritu de la luna (y el del sol)

Los espíritus que rigen los astros pertenecen al mundo de los cielos, que como es de esperar tenía unas connotaciones más mágicas y misteriosas que el mundo de los bosques para los antiguos paganos finlandeses. La preocupación fundamental eran las variaciones climáticas, pero aún más eran los extrañamente regulares movimientos de la bóveda celestial. Agricultura y traslaciones astronómicas parecen íntimamente relacionadas en el mito primordial del Sampo, el tema central del Kalevala.


Luna diurna en Rovaniemi (capital de la Laponia finlandesa)

Las luminarias celestes ocupan algunos de los momentos centrales del poema mitológico y folclórico, como es el de su robo por parte de Louhi, el ama del norte, y el intento del mismo Ukko para restablecer el equilibrio cósmico (relato que musicara también Sibelius en su cantata "Tulen synty" opus 32).

"Kuu" en finés significa "luna", de ahí que su diosa o espíritu protector sea KuutarAunque la palabra habitual para sol en el finés actual es "aurinko", en la tradición, incluyendo en los textos del Kalevala, se emplea con frecuencia "päivä" (que significa fundamentalmente "día") como sinónimo el astro rey. De ahí que sea Päivätär su diosa guardiana. Aunque curiosamente a "päivä" y "kuu" se consideran nombres masculinos - no existe el género propiamente dicho en los sustantivos fineses, si bien hay ciertos nombres a los que se asocia un género -, los haltijat que los guardan son ambos femeninos, como denota el sufijo nominal -tar o -tär. Päivätär y Kuutar son hermanas en las tradiciones, y frente lo que podríamos pensar son invocadas conjuntamente muchas veces, sin que una destaque especialmente frente a la otra. Además, ambas están en multitud de ocasiones acompañadas de otro espíritu celestial, Otavatar, la diosa de Otava (la Osa Mayor), una de las deidades más antiguas y por lo tanto más desconocidas de los antiguos finlandeses.

Son varios los relatos dentro del Kalevala en los que se habla de Päivätär y de Kuutar, así como una gran cantidad de referencias en el folclore en las que se describe su función. Ambas son hilanderas, y con peine o aparato de costura tejen hilos de plata y de oro (los rayos de luz, evidentemente). Curiosamente, en el relato recogido por Lönnrot plata y oro aparecen respectivamente relacionados con Sol y Luna, y no a la inversa, como sucede con muchas culturas del mundo.


Sol de medianoche en el lago Inari, fotografía de  Rayann Elzein

En el canto IV la madre de Aino consuela e instruye a su hija para su casamiento con el viejo Väinämöinen (la doncella acabará trágicamente sus días por su negativa). En una escena  aparentemente sencillamente folclórica de ajuar - las novias hacían plegarias a los astros antes del matrimonio - la madre describe la cosmología del universo del Kalevala en unos pocos versos:

     Un cofre hay sobre otro cofre,
     hay un arcón al lado de otro;
     abrirás el cofre más rico,
     harás chirriar la tapadera;
     verás seis ceñidores de oro,
     siete hermosos mantos azules:
     están tejidos por la Luna
     y decorados por el Sol [Päivätär].
     Cuando yo era una muchacha,
     cuando era moza todavía,
     cogía frutos en los bosques
     y frambuesas al pie del monte;
     oí cómo tejía la luna, 
     oí del Sol [Päivätär] la lanzadera
     en la linde del bosque azul,
     en la orilla de la floresta.
     Corrí entonces junto a ellos,
     aproximándome despacio,
     determinada a suplicarlos,
     y estas palabras pronuncié:
     ‘Regálame, Luna [Kuutar], tu oro,
     entrega haz, Sol [Päivätär], de tu plata,
     a esta muchacha empobrecida
     a esta pequeña que te ruega’.
     Kuutar me regaló su oro,
     Päivätär me entregó su plata;
     yo coloqué el oro en mis sienes,
     la plata sobre mi cabeza;
     como una flor llegué al hogar, 
     con gozo a casa de mi padre.


Eclipse de luna en Finlandia, imagen de Sami Takarautio

En el canto XLI Väinö toca su mágico kántele por primera vez, y la belleza de la música es tal que una miríada de haltijat se acerca para escuchar. Entre ellas están nada menos que las luminosas hermanas:

     Kuutar y Päivätär,
     divinidades celestiales,
     habilidísimas tejedoras,
     su lanzadera manejaban,
     hacían que silbara el peine
     tejiendo una dorada tela,
     bordando un plateado velo
     al borde de rojiza nube,
     en una larga y curva franja.

En el canto XLVII los astros mismos (ha de entenderse que animados por sus espíritus) descienden para escuchar el canto de Väinämöinen con su nuevo kántele (la búsqueda de cuya madera hemos referido antes). Será el momento que aprovechará Louhi para arrebatar la luz y el fugo a los hombres:

     Llegó el sonido hasta la luna,
     del sol llegó hasta las ventanas, 
     la dulce música del júbilo.
     Salió la luna de su casa
     y se acercó a un curvo abedul;
     el sol, dejando su mansión,
     voló de un pino hasta la copa
     para escuchar bien el kántele,
     para embriagarse de alegría.

En el canto XLIX Ilmarinen intenta forjar un nuevo sol y una nueva luna, sin éxito, pero finalmente Väinämöinen averigua dónde están escondidos los verdaderos astros. Para ello recuperarlos su hermano herrero le forja armas, entonces Louhi, asustada, decide liberar a las luminarias. En ese pasaje sin embargo, los astros no son mencionados por sus diosas, lo que denota que el robo fue ciertamente de manera física.

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Para este post, además de las obras mencionadas en otras ocasiones, hemos utilizado también el siguiente libro, que contiene textos folclóricos publicados por Lönnrot en 1880:
ABERCROMBY, JOHN: The pre-and proto-historic Finns, both Eastern and Western, with the magic songs of the West Finns (1898)
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Finalizamos aquí este díptico sobre los espíritus de la naturaleza, antes de volver de lleno a la Sexta sinfonía de Sibelius.