
Es difícil establecer la causa. Es posible que muchos melómanos hayan percibido alguna vez cierta animadversión de la crítica por Ashkenazy como director en general en contra de su faceta como pianista, que deja menos dudas. De alguna manera se ha incidido en el mito (o más bien prejuicio) de que un buen concertista de piano no puede llegar a ser un buen director. Algo que sencillamente cae por su propio peso: tenemos casos como el Barenboim que ha demostrado hace mucho ser aún más genial a la batuta que a las ochenta y ocho teclas.
No creemos que Ashkenazy tenga que demostrarlo tampoco. Algunas de sus interpretaciones de autores rusos del siglo XX como Rakhmaninov o Skryabin son antológicas. No podemos dudar de su valía como director, aunque no sea siempre genial. Quizá, en efecto, uno de sus males puede ser cierta inconstancia, no siempre sus grabaciones mantienen la misma altura.
Ése es precisamente lo que comentaremos en relación a Sibelius: registros de primer orden junto con "otros más del montón".
Vladimir Ashkenazy grabó a comienzos de la década de los 80, en sus comienzos como director una primera integral de las sinfonías de Jean Sibelius, que es de la que vamos a hablar. El registro se hizo con la Orquesta Philharmonia de Londres, y para su sello habitual, Decca. Además de las siete sinfonías, las grabaciones editadas fueron complementadas con otras obras orquestales de entre las más representativas.
El intérprete ruso se une en ese momento al comienzo de la revaloración de nuestro compositor que se estaba produciendo en esa época, lo cual no es casual. Aunque entraremos más en detalle, haremos algunas valoraciones previas. El Sibelius de Ashkenazy sabe conciliar el sentimiento romántico con una gran sensación de modernidad y originalidad en el aspecto puramente técnico: las sonoridades orquestales. No es ajeno tampoco a lo especial del sentimiento nórdico, con establece una especial simbiosis. Al final del presente post comentaremos una entrevista en la que el propio músico ruso señala el por qué de esta vivencia.
La edición original de Decca apareció en 6 discos de no muy extensa duración (una edición pensada todavía para discos de vinilo y microcasette). Esa edición está descatalogada por lo que no detallaremos las referencias completas, aunque es la que nos ha servido a nosotros para escuchar y analizar estas interpretaciones.
La Primera Sinfonía tiene muchos elementos para que a priori Ashkenazy pudiese volcarse en ella. Y así es, en efecto. La sinfonía más influenciada por los rusos (Chaikovsky y Borodin en concreto) se presta a la perfección al temperamento del director eslavo, que ahonda en su sentido trágico, solemne, pesimista... y sobre todo romántico. Romántico por encima de todo, pero sin caer en las sensiblerías ni "bellos sones". Una visión monumental y apasionada, casi "patética" en el sentido que Chaikovsky dio a su última sinfonía. Sin duda uno de los mejores registros de la discografía de la obra. Muy atentos a cierta exploraciones tímbricas, como las de los trombones en el trío de scherzo y el tema lírico del finale, arrebatador. Ashkenazy es sin duda uno de los grandes sibelianos, y lo demuestra desde el primer momento.
La Segunda es clara y lírica, sin excesos. Además el director ruso la dota de un especial sentido del misterio, muy característicamente en el movimiento lento. El final no cae nunca en la grandilocuencia, cosa que hay que agradecer. Si bien no podemos destacar esta grabación por encima de toda la discografía de este trabajo (la competencia incontestablemente es muy dura), sí está entre lo más brillante de la integral.
La Tercera es sana y alegre, dotada de un excelente sentido del ritmo. El director es capaz de hacer magia con los timbres del segundo movimiento.
La Cuarta Sinfonía, sin perder detalles de su especial sonoridad, es la interpretación más floja de la serie. Ashkenazy se queda un poco en la superficie, sin explotar su camerismo ni sus más profundas desolaciones y contradicciones. La Cuarta es una sinfonía demasiado personal y subjetiva, con la que el director no ha sintonizado.
La Quinta es solemne, intensa, dramática. Un absolutamente desolador solo de fagot en el primer tiempo, una buena transición a la reexposición/scherzo. El segundo tiempo es tranquilo y sereno, mientras que en el último se acentúan los pasajes más oscuros, dando como resulta una potente lucha entre luces y sombras, con una victoria quizá no demasiado nítida de la luz. Aunque la interpretación en sí es de altura, como decíamos respecto a su toma de la Segunda, la comparación con otros directores sí rebaja su valoración.
En la Sexta, sin entrar en su acervo ancestral ni en profundidad en las posibilidades de sus sonoridades mágicas, Ashkenazy nos brinda una excelente versión, ahondando en sus misterios, en su carácter críptico y elusivo. El final resulta apasionante en este sentido, sin perder un ápice de su dramatismo y heroísmo. Una de las joyas de la integral, doblemente valorable por ser precisamente, junto con la Tercera, la sinfonía que más se les "escapa" a los directores no finlandeses.
Portada de la edición original
La Séptima es vibrante, emocional, con un excelente sentido de los timbres sibelianos. Es especialmente llamativo como Ashkenazy maneja los bloques sonoros contrastantes, con un efecto casi puntillista del color orquestal. El director ruso sin darle transcendentalidad a la partitura sí la dota de una gran solemnidad y emocionada profundidad. Lo dicho en la Segunda y en la Quinta es válido para esta: las comparaciones son odiosas, y de nuevo este registro pierde ante otros.
Globalmente podíamos decir que Ashkenazy ha hecho un buen ciclo sinfónico, ha sido capaz de cabalgar por encima de estas partituras, tan magistrales como difíciles de abordar para un no especialista. El punto más bajo está en la Cuarta, seguidas por la Quinta y la Séptima. La Segunda es más interesante, la Tercera y la Sexta son de obligada referencia y la Primera es rotundamente una de las mejores grabaciones de la discografía sibeliana.
A continuación daremos también una reseña crítica de las obras que complementan a las sinfonías en los discos originales.
En saga presume aquí de un solemne y con efectivo espíritu de lo mítico. Una interpretación lírica y apasionada, aunque quizá un poco ausente de dramatismo. Resulta especialmente cuidado el anticlímax de la mitad de la pieza, con sus solos de violas y vientos, al que Ashkenazy dota de una especial (¿y eslava?) melancolía.
La Suite "Karelia" opus 11 es un registro de referencia, con inusitados toques melancólicos y heroicos, delicada sin perder belicosidad. La balada es sin duda una de las mejores de la historia del disco.
Para Finlandia, simplemente repetimos lo expuesto en la discografía recomendada de esta popular obra: "poderosa, dramática y contundente, llena de fervor y fuerza, un excelente equilibrio orquestal que sabe extraer buenos resultados de la instrumentación sibeliana en esta obra (estén atentos a la sonoridad gran caja en la repetición del himno)".
Luonnotar, el singular poema sinfónico con soprano solista, es aquí poderoso, oscuro y dramático, con gran protagonismo de las maderas, que lo hacen más "aéreo". Mientras, las cuerdas se muestran muy ágiles, antes agitadas que ligeras, añadiendo al conjunto un manto ideal. Söderstrom es una firme soprano dramática, que interpreta el poema sinfónico casi como una escena wagneriana. No pierde por ello ninguno de sus significados originales, es desde luego una posibilidad de la partitura (aunque nunca cayendo en la teatralidad absoluta). No obstante a la obra le da mejor brillo una soprano algo más ligera y de timbre más inocente.
Tapiola es sin duda magnífica, posiblemente lo mejor de estos discos y una de las mejores grabaciones de la obra. Mágica, esencialista, dramática, atmosférica y moderna.
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Es hora de dar una valoración global a estos discos, que creemos que en el caso de que exista un interés por ellos, deben adquirirse en su totalidad.
Philharmonia Orchestra
DECCA (1980-85)
Interpretación: 7,5 • Sonido: 7 • Estilo: 8 • Interés: 8 • Comentarios: 6
Portada del primero de los estuches
La integral fue relanzada en dos ocasiones en la propia casa. En 1998, en su serie Double Decker (referencias 455402 y 455405) los seis discos originales se comprimieron en dos estuches de doble CD.
En 2003 Decca lanzó una nueva recopilación en 5 discos en un solo estuche (código: 000121902) con las mismas grabaciones y otras más añadidas a precio bastante económico, anteriores y posteriores a las señaladas: el Concierto para Violín con Boris Belkin como solista, junto con las Serenatas opus 69 y las Dos piezas opus 77 con el mismo protagonista, además de la Romanza opus 42 y el Valse Triste. Como de momento no disponemos de esas grabaciones, no podremos comentar más.
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La "militancia" sibeliana de Ashkenazy no se queda en esas grabaciones. El pasado año una nueva integral apareció dentro del sello Exton en Super Audio CD. En este artículo (en inglés) se nos da cuenta de la dificultad para su adquisición, así como de la calidad (incluso mayor) que la que teníamos en la grabación de Decca. Esperemos que sea posible contar con ella en un futuro.
Pero incluso este interés por el autor por parte de Ashkenazy llegó más lejos del mundo fonográfico al comprometerse también en un documental de Chistopher Nupen para Allegro Films, en el que dirige y toca al piano varios ejemplos y piezas musicales. Dividido en dos partes ("Los primeros años" y "Madurez y silencio"), el trabajo en sí es importante, aunque en su realización original (editada en 1985) aún no habían calado las revisiones musicológicas sobre Sibelius. Si alguien está interesado, está reeditado en DVD (2006), y es posible adquirirlo en diversos lugares de la red, incluyendo la propia página de la compañía. Con todo, hemos de avisar que no está doblado, aunque sí que tiene la opción de subtítulos en español.
No olvidemos tampoco al Ashkenazy pianista, que acompañó a Elisabeth Söderstrom y a Tom Krause en la integral de canciones (publicadas) también para Decca, que ya comentamos en su momento
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Por último, nuestros lectores, siempre y cuando comprendan algo el inglés, pueden escuchar al propio Vladimir Ashkenazy hablando en una entrevista sobre Sibelius. En este video, el director señala sus afinidades con el autor, no sólo por lo circunstancial (su mujer es nórdica, islandesa exactamente) sino por una sintonía personal con su naturaleza. Señala con absoluta razón que es precisamente este fuerte carácter nórdico lo que puede crear esa afinidad con su música o un distanciamiento frente a ella. También menciona su interés por la música de piano del autor. En el final de la entrevista se mencionan otros temas, como su labor de director frente al de pianista.
Durante el breve video podemos oír a Ashkenazy dirigiendo la Séptima Sinfonía y Rakastava.
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Esperemos que con este post hayamos podido llamar la atención sobre este binomio Ashkenazy-Sibelius, una relación un tanto desplazada pero que sin duda ha sido de un primer orden en cuanto a sus resultados artísticos.