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Sibelius concluye su Primera Sinfonía con un movimiento de carácter análogo al primero, incluyendo una repetición (no estricta) del mismo material de la introducción y la misma forma sonata, aunque aquí tratada más libremente.
¿"Quasi una Fantasia"? Como decimos estamos ante una forma bien entendible como forma de primer movimiento de sonata, aunque no sea estricta, como por otra parte tampoco fue muy estricta en el tempo inicial. Quizá la libertad con la que Sibelius trata no la arquitectura total sino los mismos temas sea la razón del epígrafe. Pero más bien pensamos que el título es anímico antes que formal, la imaginación emancipada antes que la forma, sin que ésta se descuide nunca.
Podemos discutir acerca de tres analogías con respecto a este Finale. En primer lugar la huella chaikovskyana es aquí mayor que en el resto de los movimientos. Se siente en la repetición de la introducción del primer tempo aquí, en el carácter de los temas principales y en diversos detalles de la orquestación.
En segundo lugar tiene mucho en común con la Ballade de "Rey Christian" opus 27, en su carácter tempestuoso y casi agresivo, aunque aquí llevado a un nivel superior, de mayor trascendencia que la música incidental. Dicha ballade fue escrita el año anterior (1898) al de la primera versión de la Sinfonía, y sin duda ha incorporado la experiencia.
El tercero ya lo hemos mencionado: es en cierta forma un da capo de toda la sinfonía al repetir esquemas del primer tiempo, aunque estrictamente su relación melódica se reduzca exclusivamente a la introducción. No obstante son otros muchos detalles los que los conectan, reforzando el carácter cíclico y, sobre todo (lo que Sibelius pretende), la unidad profunda de la obra.
Este Finale comienza como hemos señalado con la melodía de la introducción de la obra (ejemplo Ia). Al contrario que en el tiempo inicial, la orquestación aquí es plena, aunque divida en diferentes grupos (creando un efecto muy similar al de la introducción de Finlandia opus 26). El comienzo de la melodía se trata de manera muy literal, entonada al unísono por la cuerda (efecto muy chaikovskyano) excepto el contrabajo, acompañada por acordes del metal. El fragmento central en cambio apenas está insinuado en trémolos de violas y celli. La repetición del fragmento inicial se produce en las maderas (con gran semejanza de nuevo con Finlandia opus 26), en el tono de re menor (en el tempo inicial estaba en sol menor).
El motivo en S se transforma, llevándonos inexorablemente al Allegro molto y al tema principal del movimiento (clarinetes en notas reales):
Mucho da que hablar de este tema, en realidad un motivo con una tendencia natural a la expansión. Tiene un fuerte carácter de danza, danza rusa si apuramos, por su rítmica irregular (unidades de 3 + 3 compases, mezcladas con otras más regulares de 4 + 4) y sus destacadas síncopas desplazadas por silencios. El toque más finlandés está en la nota repetida del final del motivo (compases 3 a 4 del ejemplo), típico toque musical-lingüístico del folclore, aunque aquí esté roto por ese rítmico silencio. Esta repetición también es la versión de esa "reiteración" sobre la que hablamos en los temas principales de los demás movimientos.
El tema está acompañado inicialmente de una pedal de la dominante (también como voz intermedia y nota contra nota, rasgo típicamente sibeliano), lo que lo deja en suspenso y en tensión constante. El tema evoluciona y da lugar a nuevos motivos siempre en el carácter dionisiaco de una danza, aunque sea una danza ciertamente oscura y primordial. Sus continuas evoluciones se mueven por toda la orquesta, aunque la cuerda sea protagonista.
Una de las derivaciones es el siguiente motivo (violines, violas y celli al unísono):
Este corto motivo ejerce la función de afianzar y destacar la tragedia, apuntalándola, y muestra una gran semejanza con un fragmento del tema principal del primer tiempo (compás 6 del ejemplo Ib). En este movimiento tendrá un protagonismo mayor.
La tensión va creciendo al dar rienda suelta a la derivación a nuevos células rítmico-melódicas (aunque siempre con un recuerdo al tema), lo que justifica en parte, como hemos visto antes, que este tiempo sea llamado "Quasi una Fantasia". A destacar la orquestación en bloques, ciertamente chaikovskyana. Esta semejanza es aún más grande al final de este primer periodo, que recuerda mucho a ciertos pasajes de "Romeo y Julieta" del genio ruso.
Con una transición nada disimulada llegamos al tema B, con un clarísimo contraste: tempo más lento (Andante assai), cambio de compás y una gran mutación hacia el carácter inmensamente lírico del tema, planteado en las cuerdas:
Presentado con un suave manto de cuerdas sincopadas y una nota pedal (elementos muy sibelianos), tiene sin embargo de nuevo una notable sintonía con la música de Chaikovsky, empezando por el acorde que unía a toda la sinfonía (ejemplo 0), y terminando por su característico lirismo pasional mayor-menor y su romanticismo desbocado.
También tiene cierta semejanza con el tema del segundo tiempo, principalmente por moverse melódicamente en torno al tercer grado de sus respectivas escalas, y su comienzo un tanto insistente. El tono es el Do Mayor fundamentalmente, el tono del scherzo.
El tema va creciendo progresivamente hasta el éxtasis, de manera realmente hermosa, sumándose más instrumentos, entre los que destaca un arpa especialmente emocionada.
Al llegar a su final, al tema se le superpone un pequeño motivo rúnico en trompas y trombones, oscureciendo el panorama, llevando la música poco a poco al mundo dionisiaco, primitivo y oscuro del tema inicial. Este breve motivo tendrá un mayor protagonismo en la reexposición (trompas I & II, en notas reales):
Con un breve recuerdo del final de la introducción (de nuevo en las maderas) llegamos canónicamente al desarrollo, planteado como una vuelta a la locura del tema principal y sus incesantes derivaciones. La tensión creada llega al punto de ser agresiva y belicosa, con toda la orquesta luchando (incluso la violenta tuba, como en el movimiento central).
La reexposición llega sin aviso y sin ser literal. Como en el primer tiempo la motívica del desarrollo se convierte en reexposición al fluir una en la otra gracias a una derivación del tema inicial, recuperándose el tono de mi menor con un motivo secundario, no replanteando el motivo inicial en sí (trompetas en notas reales):
En esta ocasión el pedal es de tónica, estableciendo firmemente el tono. En el ejemplo señalamos también el acompañamiento sincopado regular del triángulo, en un toque genuinamente sibeliano, en especial es melodía de marchas. Hay que caer en la cuenta así mismo del último compás del ejemplo, en las trompetas, donde podemos ver las notas del tema principal del scherzo, aunque posiblemente se trate de una simple casualidad, ya que no es un pasaje nada señalado.
En esta ocasión se produce una nueva expansión, con notable carácter fantástico, con elementos formidables como los pizzicati, los trémolos de la cuerda, contramotivos de las trompas... y de nuevo el motivo martilleante (ejemplo IVb). La transición ahora se produce de una manera más característicamente sibeliano, con un "aura" que se acaba por incorporar al segundo tema.
Éste se reexpone en el tono lejano de La bemol Mayor, y en la madera y la trompa, ahora de manera más agitada que en la exposición. El tema crece a lo largo de la orquesta, llegando a lo que es sin duda el clímax de toda la sinfonía, además del momento más bello e intenso de toda la obra.
El tema suena de nuevo, esta vez en un redentor Mi Mayor y en la cuerda. Pero sin que ese éxtasis culmine en absoluta felicidad, como parecía prometer, el motivo rúnico (ejemplo IVd) de los metales del que hablábamos en la exposición se apodera de la vida del movimiento, dándole de nuevo un carácter pesimista y desolador.
Es el momento de la coda: el motivo "martilleante" (ej. IVb) golpea en el tutti, alternándose con arpegios del arpa y trémolos de la cuerda, conduciendo el movimiento hacia un final inexorable e inevitable. Todo termina de manera firme y hasta violenta, aunque dos acordes en pizzicato de la cuerda, más tenues dan la misma conclusión definitiva, de la misma forma que la daban al primer tiempo, con el mismo dolor y la misma soledad.
La Primera Sinfonía de Jean Sibelius termina pues sin dar espacio a la esperanza. ¿Una referencia a las difíciles circunstancias históricas por las que pasaba Finlandia? Tal vez. O tal vez un reflejo del estado de ánimo del compositor ante ellas. Pero ante todo la tristeza y la melancolía del Norte...
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Podemos escuchar (y ver) el movimiento final de nuevo de la versión de la Orquesta Sinfónica de la Radio Sueca dirigida por Esa-Pekka Salonen (Sala Berwald de Estocolmo, febrero de 1988), de nuevo dividido en dos por la longitud del movimiento:
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Nuestro próximo post cerrará la serie con una discografía selecta y recomendada de esta Primera Sinfonía de Jean Sibelius.
Capítulo siguiente (y 6): discografía recomendada
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