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A principios de 1924 encontramos a Jean Sibelius justo en la misma situación del año anterior: terminando una nueva sinfonía. En principio parece que el trabajo le es arduo: "sigo senderos equivocados. Alcohol para calmar mis nervios y el estado de mi mente. ¡Qué horrible es la vejez para un compositor! Las cosas no van tan rápido como solían, y la autocrítica crece a proporciones imposibles" (6 de enero).
La autocrítica será un peso que ciertamente crecerá con los años, hasta el punto de ser una de las bases para su postrer silencio. Pero en esta época le lleva a un perfeccionismo y a una pulcritud que hacen de la Séptima uno de sus trabajos más sobresalientes, concentrada en su poder expresivo al máximo.
A pesar de ese cuidado, y de su problema con el alcohol - que a su vez le crea conflictos con su mujer - parece mucho menos agobiado por el compromiso del estreno en las siguientes semanas. Hasta el punto que puede trabajar al tiempo en dos colecciones de piezas breves para piano, las Cinco piezas románticas opus 101 ("deben ser tocadas como una suite") y las Cinco impresiones características opus 103. Como ya sucedía con las últimas colecciones el maestro finlandés se ha alejado de las hojas de álbum de "pan y mantequilla" de los años de la guerra, e incluso va más allá, dando una nobleza y unas aspiraciones a estas músicas - excepto en el aspecto técnico - que se acerca mucho más a la hondura de la Sexta y la Séptima sinfonías. Es muy posible, como señala Andrew Barnett, que incluso pudiera utilizar esbozos no empleados de sendos trabajos orquestales. En cualquier caso el mundo de las sinfonías, con su polifonía, sus temas modales, sus contrastes dramáticos y su concisión está muy presente. Entre estas joyas la opus 101 nº5, Scène romantique, bastante frecuentada por los pianistas finlandeses, constituye una partitura de gran hondura y riqueza propias de un poema sinfónico.
La autocrítica será un peso que ciertamente crecerá con los años, hasta el punto de ser una de las bases para su postrer silencio. Pero en esta época le lleva a un perfeccionismo y a una pulcritud que hacen de la Séptima uno de sus trabajos más sobresalientes, concentrada en su poder expresivo al máximo.
A pesar de ese cuidado, y de su problema con el alcohol - que a su vez le crea conflictos con su mujer - parece mucho menos agobiado por el compromiso del estreno en las siguientes semanas. Hasta el punto que puede trabajar al tiempo en dos colecciones de piezas breves para piano, las Cinco piezas románticas opus 101 ("deben ser tocadas como una suite") y las Cinco impresiones características opus 103. Como ya sucedía con las últimas colecciones el maestro finlandés se ha alejado de las hojas de álbum de "pan y mantequilla" de los años de la guerra, e incluso va más allá, dando una nobleza y unas aspiraciones a estas músicas - excepto en el aspecto técnico - que se acerca mucho más a la hondura de la Sexta y la Séptima sinfonías. Es muy posible, como señala Andrew Barnett, que incluso pudiera utilizar esbozos no empleados de sendos trabajos orquestales. En cualquier caso el mundo de las sinfonías, con su polifonía, sus temas modales, sus contrastes dramáticos y su concisión está muy presente. Entre estas joyas la opus 101 nº5, Scène romantique, bastante frecuentada por los pianistas finlandeses, constituye una partitura de gran hondura y riqueza propias de un poema sinfónico.
Estos primeros meses del año el trabajo fue sumamente exhaustivo, principalmente por la sinfonía. A menudo encontramos al compositor trabajando de noche, quizá en parte para hacerlo en la soledad. Su compañía residía habitualmente en una botella de whisky, calmando así - según decía - el progresivo empeoramiento de su temblor de manos. Este abuso continuo, antes que solucionar o empeorar su salud, es tremendamente significativo por otro tipo de consecuencias: lo lleva a una situación límite en su relación con Aino, especialmente avergonzada y preocupada desde el suceso en Gotemburgo el año anterior. La dama de Ainola callaba en muchas ocasiones, soportando las peores situaciones, dedicada a apoyar y perdonar al gran artista que sabía que era su marido.
No obstante, hubo momentos de estallido. Justo en este momento sucede uno de los más importantes: en una carta dirigida a su marido, que le da en mano sin intercambiar palabras de viva voz, volcaría toda su alma: "¡querido Janne! - ¿me eres querido? - Sí. [...] Sé que no puedo hablarte de estos asuntos; podrías no creerme y las cosas sólo podría ponerse peor entre nosotros. [...] Soy infeliz. [...] Si no cambias, seguramente te hundirás... Trata de liberarte de lo que te está arrastrando. ¿No te das cuenta tú mismo adónde te está llevando? Aunque tú completes unas pocas composiciones, no son nada comparado con lo que podrías lograr de otra manera. Créeme. [...] Haz caso de todo lo que tengas por grande y sagrado. Te lo pido de rodillas, y sabes que eso es lo que tienes que hacer si realmente quieres. La compañera de tu vida".
No obstante, hubo momentos de estallido. Justo en este momento sucede uno de los más importantes: en una carta dirigida a su marido, que le da en mano sin intercambiar palabras de viva voz, volcaría toda su alma: "¡querido Janne! - ¿me eres querido? - Sí. [...] Sé que no puedo hablarte de estos asuntos; podrías no creerme y las cosas sólo podría ponerse peor entre nosotros. [...] Soy infeliz. [...] Si no cambias, seguramente te hundirás... Trata de liberarte de lo que te está arrastrando. ¿No te das cuenta tú mismo adónde te está llevando? Aunque tú completes unas pocas composiciones, no son nada comparado con lo que podrías lograr de otra manera. Créeme. [...] Haz caso de todo lo que tengas por grande y sagrado. Te lo pido de rodillas, y sabes que eso es lo que tienes que hacer si realmente quieres. La compañera de tu vida".
No sabemos si llegaron a discutir abiertamente el problema. Aparenta que sucedió lo contrario. Y el maestro ocultó esa carta, encontrándose sólo entre sus papeles tras su muerte. En todo caso sí tuvo consecuencias. Aunque aún tardaría en reducir lo suficiente su pernicioso hábito, Aino no lo acompañaría a Estocolmo, donde estrenaría su nueva sinfonía, y el compositor no volvería dirigir en un gran concierto público en Finlandia, evitando así una situación incómoda en su patria.
No eran buenos tiempos. Un amigo de su juventud, el compositor Oskar Merikanto, moriría el 17 de febrero. Fue de las figuras más destacadas de su generación, la misma del propio Sibelius y de Kajanus, recordado aún hoy en día por sus canciones en finés y sus piezas para piano. En su momento fue un crítico influyente, y contribuyó en grado sumo a realzar los primeros éxitos del protagonista de estas líneas. Faltando a su aversión a los funerales en los últimos años, el músico acudió a la semana siguiente al servicio que se celebraría en la iglesia de San Juan en Helsinki, donde Merikanto fue organista, y depositó una corona de flores.
Finalmente, el 2 de marzo la partitura está lista. El día 24 encontramos al maestro en el Auditorio (Konserthus) de Estocolmo dirigiendo la Orquesta de la Sociedad de Conciertos (Konsertförening, futura Real Filarmónica), para el estreno mundial de la Séptima Sinfonía. En el programa, también presentes el Concierto para violín y la Primera Sinfonía. Como curiosidad, hay que señalar que era la primera vez que Sibelius dirigía la versión definitiva de su Concierto, aún lejos de convertirse en un imprescindible del repertorio en el género.
La nueva sinfonía era la primera de su ciclo sinfónico que no veía la luz por primera vez en Finlandia. ¿O realmente no era así? A pesar de que las hojas pautadas se habían musicado en el plazo previsto, y que el resultado fue tan satisfactorio como para que todas las revisiones de la partitura se hiciesen antes de esta forma definitiva, el autor de esta obra en un único y denso movimiento, de entre 19 y 25 minutos de duración, aún no se había decidido a llamarla "sinfonía". Los títulos de "Fantasia sinfonica No. 1" y "Sinfonia 7 continua" (ambos en italiano) se alternaban en la partitura. De este modo, en el estreno sueco la obra llevará el título oficial de "Fantasia sinfonica". El compositor tardará aún un año en decidirse por su denominación final, correspondiendo perfectamente a la significación de la obra, que coronará de forma gloriosa su ciclo de sinfonías. La última de la serie, en efecto, aunque Sibelius aún no tenía esa intención: de hecho entre los esbozos de la obra aparece uno designado "VIII", posiblemente para ser utilizado en aquella Octava Sinfonía que jamás vería la luz.
Sin ninguna duda la Séptima Sinfonía en Do Mayor opus 105 se sitúa entre las obras maestras de Sibelius. Todo un monumento de su madurez sinfónica, un fresco de esplendorosa orquestación, con una firme, olímpica tonalidad, aunque con pasajes que se abren a profundas oscuridades modulatorias y a seductoras modalidades, logrando trasmitir una sensación de grandeza, trascendentalidad y culminación como nunca en la obra del maestro finlandés.
Aunque toda la obra como decimos forma un continuum, con unidad absoluta a lo largo de la partitura, pueden distinguirse de hecho varias secciones, siempre fluyendo inadvertidamente unas en otras. Todo comienza por una introducción más orgánica que nunca, con una progresiva evolución de motivos hasta alcanzar un bellísimo tema en la cuerda, de pureza palestriniana: lleno de sutilezas polifónicas y aborreciendo de todo cromatismo. Su crescendo en cuanto a dinámica y a orquestación - fabulosa a lo largo de la obra - da origen al clímax y a un gran y solemne tema en los trombones, una idée fixe que recorrerá toda la obra. La música se oscurece y el tempo se acelera hacia la primera sección rápida, que tiene cierto carácter de scherzo, muy dionisiaca en cualquier caso. En el centro de la obra un tormentoso pasaje de las cuerdas, lleno de modulaciones y cromatismo anuncia la próxima música para La tempestad y su armonía casi vanguardista, y se ve coronado con una versión siniestra y apocalíptica del tema de los trombones. El devenir ininterrumpido fluye con toda naturalidad en una nueva sección rápida, ahora sí nítidamente un scherzo, que a su vez hace retornar la solemnidad inicial. Este pasaje final retoma los materiales del comienzo, llevados ahora a la sensación de la lejana conmemoración de una leyenda majestuosa... Una partitura magistral en suma, cumbre de la abstracción musical del compositor.
El estreno no tenía los mejores augurios: no hubo tiempos para los ensayos recomendables (el compositor llegó apenas dos días antes por el hielo que bloqueaba la línea de ferry), peligro incrementado por ser una obra inédita del más grandioso sinfonismo; ni todas las butacas fueron vendidas por la proximidad de días festivos. Pero fue un gran éxito, de crítica y público. Y como tal lo consideraron el propio Sibelius y sus organizadores, Armas Järnefelt y Stenhammar. La Séptima, desde el primer momento, se había convertido con rotundidad en un clásico orquestal del siglo XX.
En seguida mandó una carta a su esposa, relatándola en un tono apasionado su triunfo con la nueva obra, y en términos muy cariñosos hacia ella. Como si nada grave hubiera pasado entre ellos.
El día 4 dirigió un nuevo concierto, en esta ocasión con la Quinta Sinfonía y la cantata-melodrama "Snöfrid" (el autor del texto utilizado era un poeta sueco, Viktor Rydberg). El evento contó con la presencia del príncipe heredero y su consorte (la princesa y posteriormente reina Luisa fue una entusiasta sibeliana). La visita a la capital sueca se prolongó, interpretando en una matinée el día 30 de nuevo su "Fantasia sinfonica", junto con antiguas glorias salidas de su pluma, como tres movimientos de la Suite de "Rey Cristian II", El cisne de Tuonela, el Valse triste, la Romanza para cuerda y por supuesto Finlandia, pieza esta última que provocó el delirio del público.
A pesar de que los conciertos (estos últimos sí vendieron todas las entradas) y la estancia en Suecia habían avivado su espíritu, al volver a Ainola nos encontramos al genio nórdico en el mejor de sus estados anímicos: "mi vida pronto terminará. Qué infinitamente trágico tener que parar estando justo empezando; [...] esta existencia en el reino de la muerte, sin vida ni luz... ¿Dónde debería encontrar yo la alegría de vivir, cuando todo grita por la miseria de la vida? Si pudiera conseguir algún lugar a Aino para vivir en la ciudad, podría ser más fácil para ella. Y yo podría esperar la muerte en algún paraje fuera del mundo aquí en el campo" (6 de abril).
Todo indica que las tensiones con su mujer estaban muy lejos de solucionarse. Tensiones a las que se sumó de nuevo el vértigo económico. A pesar del claro compromiso artístico de las obras breves compuestas este año, nuestro músico no pierde el interés por un posible beneficio monetario. Tras las reticencias de Hansen, sigue el consejo de su compañero Toivo H. Nekton, enviándolas al editor Carl Fisher en Nueva York (los títulos dados en primer lugar al cuaderno opus 103 usarán el inglés): "quiero componer grandes obras pero no me traen dinero. Y estas pequeñas piezas me cuestan más trabajo de lo que deberían" (14 de mayo). Reflexionaba en esas mismas líneas arrepentido: quizá sí tenía que haber aceptado aquella oferta que le había hecho tres años atrás la Eastman School of Music.
A pesar del clima tan enrarecido había momentos mucho más positivos. A finales de mayo sus hijas, que normalmente no traían invitados a su casa para no molestar el retiro compositivo del padre, organizaron una gran fiesta en Ainola con muchos de sus amigos y conocidos. Entre ellos estaba un amigo de Margareta, un estudiante de música que respondía al nombre de Jussi Blomstedt. El joven acudió directamente desde el conservatorio, entusiasmado por conocer al que consideraba "una leyenda viviente". Sibelius le convenció para tocar una de las rapsodias húngaras de Liszt, y pronto se hicieron amigos. Blomstedt, que cambiaría su germánico apellido (como tantos sueco-finlandeses de aquella época) por el de Jalas, fue un regalo para la familia: se convertiría pocos años más tarde en el esposo de Margareta (por aquel entonces con 15 años), en un reputado director de orquesta y compositor, además de en un gran confidente del Sibelius de los últimos años. Sus grabaciones con la música de su padre político, aunque no pueden situarse entre las mejores técnicamente sí se encuentran entre las más cercanas a las intenciones estéticas del compositor, en torno a las cuales giraron cientos de horas de conversación entre ambos músicos. Jalas será una referencia obligada en el sibelianismo.
A comienzos de julio ha terminado las dos primeras de su serie de Danses champêtres opus 106. Al igual que sucedía con sus obras para piano, estas partituras para violín y piano adoptan una actitud mucho más profunda que los trabajos para esta formación de los años de la guerra, con una abstracción mayor y armonías lejos de lo convencional, avanzando de hecho algunas de las aventuras de la música de los siguientes años. Como los dos cuadernos para piano, estas partituras serán ofrecidas a su editor neoyorkino.
El día 27 de ese mes su amigo Ferruccio Busoni muere finalmente en Berlín, tras una larga enfermedad, dejando su "Doktor Faust" incompleto. Una de sus más antiguas y apreciadas amistades, el genio nórdico mantuvo en lo artístico una compleja relación con el ítalo-alemán. Sibelius lo consideró uno de los más grandes pianistas de su tiempo, pero no apreció mucho su manera de dirigir ni sus composiciones, sobre todo sus obras más vanguardistas (aun cuando, como hemos señalado alguna vez, se pueden establecer algunas semejanzas con sus propias obras). En cambio Busoni siempre hizo lo posible porque el nombre y la música del finlandés pudiesen oírse en toda Europa.
Desaparecidos Merikanto y Busoni nuestro músico podía intuir que su generación, y con ella él mismo, estaba desapareciendo. No obstante pudo abstraerse de sus más negros pensamientos cuando el 30 de agosto su hija Katarina se casó con Eero Ilves, que trabajaba en el sector de la banca. Ilves era 16 años mayor que la hija de Jean y Aino, pero para el músico y sus gastos su profesión le supusieron una buena cantidad de buenos consejos.
Mientras, diversos encargos seguían llegando a Ainola. El comisionado general para la próxima Feria Industrial Finlandesa del 1925, Lauri Kuoppamäki, le solicitó la composición de una pieza que debía llamarse "Canción del trabajo". No comenzó a trabajar hasta finales de año, pero muy pronto apartó la obra por falta de interés en ella. En cambio sí llevó a término un coro mixto a capella, "Koulutie" ("El camino a la escuela") JS.112. Compuesta en algún momento sin determinar de este año, la obra fue destinada a una celebración de las autoridades educativas de Oulu. El texto de Koskenniemi sirve de marco perfecto a una deliciosa melodía de Jean Sibelius, tratada muy homofónicamente, que resulta tan sencilla e inocente en apariencia como exquisita en su melancolía por los años perdidos de la niñez.
En septiembre, mientras firmaba por un concierto en Bergen al año siguiente - que no llegaría a celebrarse -, nuestro músico preparó una nueva visita al extranjero... y de nuevo sin Aino. Auspiciado por el crítico Gunnar Hauch, un consumado sibeliano, el día 23 de embarca hacia Copenhague. Asentado en un prestigioso hotel - donde, según comunicaría a Adolf Paul restringió su dieta alcohólica sólo a champán -, se preparó para los conciertos, que ofrecería con la Orquesta Filarmónica en el Palacio "Odd Fellow" de la capital danesa.
El 1 de octubre tuvo lugar la primera velada, consistente en la Primera y la Séptima [todavía "Fantasía"] sinfonías, amén de los habituales Valse triste y Finlandia. Fue un completo éxito, entre los asistentes como para la prensa. Como lo fue también para el público de fuera de la sala: por primera vez en la historia se pudo oír por la radio un concierto dirigido por el maestro finlandés, retrasmitido por las ondas de la nueva tecnología, auténtica magia en aquellos momentos.
El sábado 4 se propuso otro programa, con la Quinta como protagonista (ésta y la Primera habían sido sugeridas por Hauch para el público danés), las piezas breves antes señaladas, además de movimientos de "Rey Christian II" y el coro femenino con orquesta "Impromptu" opus 19, recuperado de épocas pretéritas. Al día siguiente orquesta y director llevarían el primer repertorio a Malmö.
Los melómanos daneses reclamaron más ocasiones, y los días 9, 11 y 12 repitieron también el mismo programa del primer día, más el Valse chevaleresque. Estas sesiones contaron con la asistencia de los grandes compositores daneses del momento, como Nielsen, Fini Henriques o Louis Glass, y en uno de ellos nuestro autor recibió la Orden de Dannebrog por parte de los reyes Christian X y Alejandrina.
Todos los conciertos tuvieron una gran acogida y excelentes críticas, incluyendo la nueva sinfonía, que desde estos primeros meses estaba destinada a convertirse en uno de las más apreciadas obras del genio finlandés. Uno de los críticos que más alabó la nueva obra fue Gunnar Hauch, por supuesto. Sibelius disfrutó especialmente de su amistad, que llegó a comparar con la del fallecido Carpelan.
La actividad del viaje le dejó extenuado, y antes del último concierto acudió al médico. Según relató a Aino el doctor le dio pastillas para dormir, le propuso una dieta no demasiado estricta y le aconsejó dejar las orquestas y pasar unos meses de descanso en Italia... Habría que preguntarse si realmente todo aquello salió de la boca del facultativo, especialmente esta última idea. El caso es que efectivamente, dió instrucciones prácticas a su esposa para que se uniese a él en Copenhague y emprender la visita al sur juntos: "Amalfi o Sorrento por cinco meses. Y tan poco trabajo como sea posible. Él [el médico] me garantiza que estaré enteramente recuperado", la escribe. Aino tarda en contestar a su petición, para exigirle que espere.
Pero finalmente, habiendo gastado todos los beneficios de la gira en la misma estancia, en gran parte por los gastos en el Hotel d'Angleterre y su carta de champanes, tuvo que regresar a casa a finales de mes. No sabemos si Aino había aceptado su propuesta italiana o no.
Ciertamente el cansancio parece que le hizo mella en aquellos momentos, y a su vuelta no parece estar embarcado en nuevas composiciones de importancia, aunque la idea de un poema sinfónico sobre el Kalevala le sobrevoló por lo visto en aquel 1924. En noviembre deja escrito: "qué incesantemente arduo es envejecer como artista, y por encima de todo como compositor. Puede ser lo más sabio no tener amigos. Uno podría morir solo, y eso sería más fácil... ¿No es cierto para ti, Jean Sibelius, que no tienes aún demasiadas bellas obras sin escribir? [...] El alcohol es el único amigo que nunca abandona."
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Próximo capítulo (43): tempestades shakespearianas y numerosos encargos para el sexagenario (1925)
Fotografía de Oskar Merikanto (1868-1924)
Finalmente, el 2 de marzo la partitura está lista. El día 24 encontramos al maestro en el Auditorio (Konserthus) de Estocolmo dirigiendo la Orquesta de la Sociedad de Conciertos (Konsertförening, futura Real Filarmónica), para el estreno mundial de la Séptima Sinfonía. En el programa, también presentes el Concierto para violín y la Primera Sinfonía. Como curiosidad, hay que señalar que era la primera vez que Sibelius dirigía la versión definitiva de su Concierto, aún lejos de convertirse en un imprescindible del repertorio en el género.
La nueva sinfonía era la primera de su ciclo sinfónico que no veía la luz por primera vez en Finlandia. ¿O realmente no era así? A pesar de que las hojas pautadas se habían musicado en el plazo previsto, y que el resultado fue tan satisfactorio como para que todas las revisiones de la partitura se hiciesen antes de esta forma definitiva, el autor de esta obra en un único y denso movimiento, de entre 19 y 25 minutos de duración, aún no se había decidido a llamarla "sinfonía". Los títulos de "Fantasia sinfonica No. 1" y "Sinfonia 7 continua" (ambos en italiano) se alternaban en la partitura. De este modo, en el estreno sueco la obra llevará el título oficial de "Fantasia sinfonica". El compositor tardará aún un año en decidirse por su denominación final, correspondiendo perfectamente a la significación de la obra, que coronará de forma gloriosa su ciclo de sinfonías. La última de la serie, en efecto, aunque Sibelius aún no tenía esa intención: de hecho entre los esbozos de la obra aparece uno designado "VIII", posiblemente para ser utilizado en aquella Octava Sinfonía que jamás vería la luz.
El auditorio del Stockholms Konsertförening. Fotografía de 1926
Sin ninguna duda la Séptima Sinfonía en Do Mayor opus 105 se sitúa entre las obras maestras de Sibelius. Todo un monumento de su madurez sinfónica, un fresco de esplendorosa orquestación, con una firme, olímpica tonalidad, aunque con pasajes que se abren a profundas oscuridades modulatorias y a seductoras modalidades, logrando trasmitir una sensación de grandeza, trascendentalidad y culminación como nunca en la obra del maestro finlandés.
Aunque toda la obra como decimos forma un continuum, con unidad absoluta a lo largo de la partitura, pueden distinguirse de hecho varias secciones, siempre fluyendo inadvertidamente unas en otras. Todo comienza por una introducción más orgánica que nunca, con una progresiva evolución de motivos hasta alcanzar un bellísimo tema en la cuerda, de pureza palestriniana: lleno de sutilezas polifónicas y aborreciendo de todo cromatismo. Su crescendo en cuanto a dinámica y a orquestación - fabulosa a lo largo de la obra - da origen al clímax y a un gran y solemne tema en los trombones, una idée fixe que recorrerá toda la obra. La música se oscurece y el tempo se acelera hacia la primera sección rápida, que tiene cierto carácter de scherzo, muy dionisiaca en cualquier caso. En el centro de la obra un tormentoso pasaje de las cuerdas, lleno de modulaciones y cromatismo anuncia la próxima música para La tempestad y su armonía casi vanguardista, y se ve coronado con una versión siniestra y apocalíptica del tema de los trombones. El devenir ininterrumpido fluye con toda naturalidad en una nueva sección rápida, ahora sí nítidamente un scherzo, que a su vez hace retornar la solemnidad inicial. Este pasaje final retoma los materiales del comienzo, llevados ahora a la sensación de la lejana conmemoración de una leyenda majestuosa... Una partitura magistral en suma, cumbre de la abstracción musical del compositor.
El estreno no tenía los mejores augurios: no hubo tiempos para los ensayos recomendables (el compositor llegó apenas dos días antes por el hielo que bloqueaba la línea de ferry), peligro incrementado por ser una obra inédita del más grandioso sinfonismo; ni todas las butacas fueron vendidas por la proximidad de días festivos. Pero fue un gran éxito, de crítica y público. Y como tal lo consideraron el propio Sibelius y sus organizadores, Armas Järnefelt y Stenhammar. La Séptima, desde el primer momento, se había convertido con rotundidad en un clásico orquestal del siglo XX.
En seguida mandó una carta a su esposa, relatándola en un tono apasionado su triunfo con la nueva obra, y en términos muy cariñosos hacia ella. Como si nada grave hubiera pasado entre ellos.
El día 4 dirigió un nuevo concierto, en esta ocasión con la Quinta Sinfonía y la cantata-melodrama "Snöfrid" (el autor del texto utilizado era un poeta sueco, Viktor Rydberg). El evento contó con la presencia del príncipe heredero y su consorte (la princesa y posteriormente reina Luisa fue una entusiasta sibeliana). La visita a la capital sueca se prolongó, interpretando en una matinée el día 30 de nuevo su "Fantasia sinfonica", junto con antiguas glorias salidas de su pluma, como tres movimientos de la Suite de "Rey Cristian II", El cisne de Tuonela, el Valse triste, la Romanza para cuerda y por supuesto Finlandia, pieza esta última que provocó el delirio del público.
A pesar de que los conciertos (estos últimos sí vendieron todas las entradas) y la estancia en Suecia habían avivado su espíritu, al volver a Ainola nos encontramos al genio nórdico en el mejor de sus estados anímicos: "mi vida pronto terminará. Qué infinitamente trágico tener que parar estando justo empezando; [...] esta existencia en el reino de la muerte, sin vida ni luz... ¿Dónde debería encontrar yo la alegría de vivir, cuando todo grita por la miseria de la vida? Si pudiera conseguir algún lugar a Aino para vivir en la ciudad, podría ser más fácil para ella. Y yo podría esperar la muerte en algún paraje fuera del mundo aquí en el campo" (6 de abril).
Todo indica que las tensiones con su mujer estaban muy lejos de solucionarse. Tensiones a las que se sumó de nuevo el vértigo económico. A pesar del claro compromiso artístico de las obras breves compuestas este año, nuestro músico no pierde el interés por un posible beneficio monetario. Tras las reticencias de Hansen, sigue el consejo de su compañero Toivo H. Nekton, enviándolas al editor Carl Fisher en Nueva York (los títulos dados en primer lugar al cuaderno opus 103 usarán el inglés): "quiero componer grandes obras pero no me traen dinero. Y estas pequeñas piezas me cuestan más trabajo de lo que deberían" (14 de mayo). Reflexionaba en esas mismas líneas arrepentido: quizá sí tenía que haber aceptado aquella oferta que le había hecho tres años atrás la Eastman School of Music.
A pesar del clima tan enrarecido había momentos mucho más positivos. A finales de mayo sus hijas, que normalmente no traían invitados a su casa para no molestar el retiro compositivo del padre, organizaron una gran fiesta en Ainola con muchos de sus amigos y conocidos. Entre ellos estaba un amigo de Margareta, un estudiante de música que respondía al nombre de Jussi Blomstedt. El joven acudió directamente desde el conservatorio, entusiasmado por conocer al que consideraba "una leyenda viviente". Sibelius le convenció para tocar una de las rapsodias húngaras de Liszt, y pronto se hicieron amigos. Blomstedt, que cambiaría su germánico apellido (como tantos sueco-finlandeses de aquella época) por el de Jalas, fue un regalo para la familia: se convertiría pocos años más tarde en el esposo de Margareta (por aquel entonces con 15 años), en un reputado director de orquesta y compositor, además de en un gran confidente del Sibelius de los últimos años. Sus grabaciones con la música de su padre político, aunque no pueden situarse entre las mejores técnicamente sí se encuentran entre las más cercanas a las intenciones estéticas del compositor, en torno a las cuales giraron cientos de horas de conversación entre ambos músicos. Jalas será una referencia obligada en el sibelianismo.
Fotografía de Jussi Jalas (1908-1985)
A comienzos de julio ha terminado las dos primeras de su serie de Danses champêtres opus 106. Al igual que sucedía con sus obras para piano, estas partituras para violín y piano adoptan una actitud mucho más profunda que los trabajos para esta formación de los años de la guerra, con una abstracción mayor y armonías lejos de lo convencional, avanzando de hecho algunas de las aventuras de la música de los siguientes años. Como los dos cuadernos para piano, estas partituras serán ofrecidas a su editor neoyorkino.
El día 27 de ese mes su amigo Ferruccio Busoni muere finalmente en Berlín, tras una larga enfermedad, dejando su "Doktor Faust" incompleto. Una de sus más antiguas y apreciadas amistades, el genio nórdico mantuvo en lo artístico una compleja relación con el ítalo-alemán. Sibelius lo consideró uno de los más grandes pianistas de su tiempo, pero no apreció mucho su manera de dirigir ni sus composiciones, sobre todo sus obras más vanguardistas (aun cuando, como hemos señalado alguna vez, se pueden establecer algunas semejanzas con sus propias obras). En cambio Busoni siempre hizo lo posible porque el nombre y la música del finlandés pudiesen oírse en toda Europa.
Desaparecidos Merikanto y Busoni nuestro músico podía intuir que su generación, y con ella él mismo, estaba desapareciendo. No obstante pudo abstraerse de sus más negros pensamientos cuando el 30 de agosto su hija Katarina se casó con Eero Ilves, que trabajaba en el sector de la banca. Ilves era 16 años mayor que la hija de Jean y Aino, pero para el músico y sus gastos su profesión le supusieron una buena cantidad de buenos consejos.
Mientras, diversos encargos seguían llegando a Ainola. El comisionado general para la próxima Feria Industrial Finlandesa del 1925, Lauri Kuoppamäki, le solicitó la composición de una pieza que debía llamarse "Canción del trabajo". No comenzó a trabajar hasta finales de año, pero muy pronto apartó la obra por falta de interés en ella. En cambio sí llevó a término un coro mixto a capella, "Koulutie" ("El camino a la escuela") JS.112. Compuesta en algún momento sin determinar de este año, la obra fue destinada a una celebración de las autoridades educativas de Oulu. El texto de Koskenniemi sirve de marco perfecto a una deliciosa melodía de Jean Sibelius, tratada muy homofónicamente, que resulta tan sencilla e inocente en apariencia como exquisita en su melancolía por los años perdidos de la niñez.
En septiembre, mientras firmaba por un concierto en Bergen al año siguiente - que no llegaría a celebrarse -, nuestro músico preparó una nueva visita al extranjero... y de nuevo sin Aino. Auspiciado por el crítico Gunnar Hauch, un consumado sibeliano, el día 23 de embarca hacia Copenhague. Asentado en un prestigioso hotel - donde, según comunicaría a Adolf Paul restringió su dieta alcohólica sólo a champán -, se preparó para los conciertos, que ofrecería con la Orquesta Filarmónica en el Palacio "Odd Fellow" de la capital danesa.
El 1 de octubre tuvo lugar la primera velada, consistente en la Primera y la Séptima [todavía "Fantasía"] sinfonías, amén de los habituales Valse triste y Finlandia. Fue un completo éxito, entre los asistentes como para la prensa. Como lo fue también para el público de fuera de la sala: por primera vez en la historia se pudo oír por la radio un concierto dirigido por el maestro finlandés, retrasmitido por las ondas de la nueva tecnología, auténtica magia en aquellos momentos.
El sábado 4 se propuso otro programa, con la Quinta como protagonista (ésta y la Primera habían sido sugeridas por Hauch para el público danés), las piezas breves antes señaladas, además de movimientos de "Rey Christian II" y el coro femenino con orquesta "Impromptu" opus 19, recuperado de épocas pretéritas. Al día siguiente orquesta y director llevarían el primer repertorio a Malmö.
Los melómanos daneses reclamaron más ocasiones, y los días 9, 11 y 12 repitieron también el mismo programa del primer día, más el Valse chevaleresque. Estas sesiones contaron con la asistencia de los grandes compositores daneses del momento, como Nielsen, Fini Henriques o Louis Glass, y en uno de ellos nuestro autor recibió la Orden de Dannebrog por parte de los reyes Christian X y Alejandrina.
El Odd Fellow Palæet en la actualidad
Todos los conciertos tuvieron una gran acogida y excelentes críticas, incluyendo la nueva sinfonía, que desde estos primeros meses estaba destinada a convertirse en uno de las más apreciadas obras del genio finlandés. Uno de los críticos que más alabó la nueva obra fue Gunnar Hauch, por supuesto. Sibelius disfrutó especialmente de su amistad, que llegó a comparar con la del fallecido Carpelan.
La actividad del viaje le dejó extenuado, y antes del último concierto acudió al médico. Según relató a Aino el doctor le dio pastillas para dormir, le propuso una dieta no demasiado estricta y le aconsejó dejar las orquestas y pasar unos meses de descanso en Italia... Habría que preguntarse si realmente todo aquello salió de la boca del facultativo, especialmente esta última idea. El caso es que efectivamente, dió instrucciones prácticas a su esposa para que se uniese a él en Copenhague y emprender la visita al sur juntos: "Amalfi o Sorrento por cinco meses. Y tan poco trabajo como sea posible. Él [el médico] me garantiza que estaré enteramente recuperado", la escribe. Aino tarda en contestar a su petición, para exigirle que espere.
Pero finalmente, habiendo gastado todos los beneficios de la gira en la misma estancia, en gran parte por los gastos en el Hotel d'Angleterre y su carta de champanes, tuvo que regresar a casa a finales de mes. No sabemos si Aino había aceptado su propuesta italiana o no.
Ciertamente el cansancio parece que le hizo mella en aquellos momentos, y a su vuelta no parece estar embarcado en nuevas composiciones de importancia, aunque la idea de un poema sinfónico sobre el Kalevala le sobrevoló por lo visto en aquel 1924. En noviembre deja escrito: "qué incesantemente arduo es envejecer como artista, y por encima de todo como compositor. Puede ser lo más sabio no tener amigos. Uno podría morir solo, y eso sería más fácil... ¿No es cierto para ti, Jean Sibelius, que no tienes aún demasiadas bellas obras sin escribir? [...] El alcohol es el único amigo que nunca abandona."
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Próximo capítulo (43): tempestades shakespearianas y numerosos encargos para el sexagenario (1925)
Amigo David, por si lo desconocieses y fuese de tu interés, te recomiendo la lectura de las “Cartas finlandesas” de Ángel Ganivet, el escritor precursor de la Generación del 98, famoso por su “Idearium español” y que fue cónsul en Helsingfors (Helsinki). Habla del Kalevala en la carta XX (La poesía épica popular finlandesa: el «Kalevala»), y continúa en la XXI refiriéndose del movimiento literario y artístico de Finlandia. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cartas-finlandesas-hombres-del-norte--0/html/feda7046-82b1-11df-acc7-002185ce6064_3.html#I_25_
ResponderEliminarPara mí ha sido un reciente y grato descubrimiento este epistolario finlandés de Ganivet.
Un sibeliano saludo.
¡Muchas gracias por la recomendación! Me suena haber leído en algún momento algo sobre ellas, pero no las conozco directamente. Sin duda será muy interesante, además coincide con la época sibeliana.
ResponderEliminarGracias de nuevo.
Es curioso, acabo de comprobar que Sibelius y Ganivet nacieron el mismo mes y año: diciembre de 1865, el primero el día 8 y el segundo el día 13. Pero Ganivet murió prematuramente, en 1898, con sólo 32 años (se quitó la vida en Riga).
ResponderEliminarY navegando, leo en un artículo que Ganivet conoció a Sibelius -¿hasta qué punto?-, así lo dice el autor en el quinto párrafo:
http://fennia.webs.com/ganivet-mujeres.pdf
Pues realmente curioso, sí señor.
ResponderEliminarHe hecho una pequeña búsqueda y no encuentro referencias a ese posible conocimiento, pero es más que posible que se llegaran a conocer, máxime si tenían amistades en común como la de Ederfelt (autor de uno de los retratos del compositor, justo en esa época). Además, si se movía en el círculo intelectual de Helsinki como parece más de una vez debieron coincidir, porque no era un círculo demasiado grande. Y de todas formas hay que tener en cuenta que en ese momento Sibelius ya empezaba a destacar, pero que hasta 1900 (la Primera Sinfonía, Finlandia y la gira internacional) el nombre de Sibelius era desconocido incluso para muchos finlandeses, por lo que a Ganivet probablemente ni le llamaría la atención.
Sí es curioso ver que la versión finesa de Ganivet en la wikipedia es más extensa que la inglesa.
Investigaré más, preguntaré en Sibelius Forum, a ver si alguien conoce algo. Cuando me lea las cartas, que no es muy extenso, escribiré un post sobre el tema.
¡Muchas gracias, José Manuel!