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La década de los años 20 se inauguraba para Finlandia en paz, aunque no sin tensiones, externas e internas. Los países en torno al Báltico, recientemente independizados (Estonia, Lituania, Letonia, Polonia y la propia Finlandia) celebraron una conferencia para acercar posturas ante la amenaza soviética. Así se alejaba el país nórdico de Suecia y de la herencia escandinava. Además las islas Åland habían manifestado en referéndum su deseo de unión a Estocolmo, pero tal hecho nunca se produjo. Dentro del país coleaban los reproches de la guerra, y el presidente Ståhlberg, mejor legislador que gobernante, vacilaba a posturas más derechistas. El debate identitario entre finoparlantes y suecofineses arreció fuertemente en estos años, con posturas muy polarizadas entre la estrella que se extinguía lentamente de la minoría svecoman y la progresivamente dominante mayoría de los hablantes de lengua finesa.
En medio de todo aquello, nuestro músico mantuvo una prudente distancia, lo que le hizo de facto ser respetado por todos los sectores de la población, aun cuando ya no escribía música patriota como en décadas anteriores. Se había convertido en una especie de embajador informal de la cultura finlandesa en el extranjero, aunque no llegara a tener lazos directos con el gobierno (no así personales, porque su hija Katarina era amiga íntima de la hija del presidente). Pero en medio de las polémicas siempre había quien quería arrimar a nuestro músico a su lado, o todo lo contrario, destrozar el mito. Las situaciones producidas rozaban incluso el esperpento: hubo propuestas para erigir monumentos a los antepasados fineses de Sibelius, que se paralizaron cuando se pensó lo mismo respecto a los suecofineses...
En aquellos días afianzó su amistad con Sigurd Wettenhovi-Aspa, una extraña figura que se movía entre la pintura, la filología, la alquimia y la política, y que contaba entre sus ideas más sorprendentes su teoría de que los orígenes del mundo antiguo descansaban tanto en Egipto como en Finlandia... Trató de posicionar públicamente al genio nórdico a favor de la nacionalidad de las Åland, como también promoverlo a un título nobiliario. En él previó una intimidad como la alcanzada con Carpelan, pero su confianza no llegaría a ser profunda.
Una de las obsesiones que atravesó toda la vida de Jean Sibelius fue la suposición de tener ascendentes en la nobleza, algo que era muy común entre la población sueco-finesa (fueron he hecho las élites caballerescas las que empezaron la colonización). Él mismo pareció tener cierto orgullo aristocrático en su personalidad, casi en el sentido nietzscheano del término. Pero más allá de la especulación el poder presumir de hecho de un árbol ilustre le habría podido hacer sentirse mucho más seguro de sí mismo.
En medio de todo aquello, nuestro músico mantuvo una prudente distancia, lo que le hizo de facto ser respetado por todos los sectores de la población, aun cuando ya no escribía música patriota como en décadas anteriores. Se había convertido en una especie de embajador informal de la cultura finlandesa en el extranjero, aunque no llegara a tener lazos directos con el gobierno (no así personales, porque su hija Katarina era amiga íntima de la hija del presidente). Pero en medio de las polémicas siempre había quien quería arrimar a nuestro músico a su lado, o todo lo contrario, destrozar el mito. Las situaciones producidas rozaban incluso el esperpento: hubo propuestas para erigir monumentos a los antepasados fineses de Sibelius, que se paralizaron cuando se pensó lo mismo respecto a los suecofineses...
En aquellos días afianzó su amistad con Sigurd Wettenhovi-Aspa, una extraña figura que se movía entre la pintura, la filología, la alquimia y la política, y que contaba entre sus ideas más sorprendentes su teoría de que los orígenes del mundo antiguo descansaban tanto en Egipto como en Finlandia... Trató de posicionar públicamente al genio nórdico a favor de la nacionalidad de las Åland, como también promoverlo a un título nobiliario. En él previó una intimidad como la alcanzada con Carpelan, pero su confianza no llegaría a ser profunda.
Sigurd Wettenhovi-Aspa (1870-1946)
Una de las obsesiones que atravesó toda la vida de Jean Sibelius fue la suposición de tener ascendentes en la nobleza, algo que era muy común entre la población sueco-finesa (fueron he hecho las élites caballerescas las que empezaron la colonización). Él mismo pareció tener cierto orgullo aristocrático en su personalidad, casi en el sentido nietzscheano del término. Pero más allá de la especulación el poder presumir de hecho de un árbol ilustre le habría podido hacer sentirse mucho más seguro de sí mismo.
Aquellas ambiciones sufrieron un gran mazazo cuando el genealogista Eeli Granit-Iloniemi publicó en enero de 1920 en el Helsingin Sanomat un retrato de nuestro músico junto con el de uno de sus parientes lejanos, un carpintero apellidado Ojanen: "por si no fuera suficiente que yo sea tildado como un campesino en el extranjero, él hace lo posible por desacreditarme en la sociedad a la que pertenezco por educación y formación". Desde luego, el asunto parece que le caló muy hondo, hasta provocarle un verdadero dilema existencial. El 9 de febrero Sibelius anota en su diario: "cuando empezaron a acosarme sobre mis orígenes hace unos pocos años, sabría cómo podría terminar... Todo está perdido. Me paraliza totalmente - no puedo trabajar. Y mis deudas se amontonan. Ninguna mejora. Envejezco, y una nueva generación viene con nuevos ideales, capturando el interés de la gente. ¿El atardecer de mi vida me encontrará holgazán y resignado, esperando silenciosamente la muerte?... ¡Qué brutal es el destino! Parece como si mi madre hubiera conocido mi venidero destino. Eso podría explicar su expresión infinitamente melancólica cuando me miraba. ¡Querida madre mía! ¿Por qué me diste una vida que no puedo vivir?".
Durante años los periódicos especularán con el asunto de los orígenes, para disgusto de nuestro autor. Lo cierto es que contaba entre sus antepasados con ancestros fineses, suecofineses, suecos e incluso alemanes. Tratar de trasladar la genética a términos estéticos y artísticos es desde el punto de vista actual absurdo. Y aunque para Sibelius en gran medida lo era, para la sociedad de la época, que dejará aflorar ideas supremacistas en los años siguientes, no lo era tanto...
Durante años los periódicos especularán con el asunto de los orígenes, para disgusto de nuestro autor. Lo cierto es que contaba entre sus antepasados con ancestros fineses, suecofineses, suecos e incluso alemanes. Tratar de trasladar la genética a términos estéticos y artísticos es desde el punto de vista actual absurdo. Y aunque para Sibelius en gran medida lo era, para la sociedad de la época, que dejará aflorar ideas supremacistas en los años siguientes, no lo era tanto...
El coro Suomen Laulu y su director Heikki Klemetti eran grandes difusores de las partituras del maestro, tanto fuera como dentro de Finlandia, pero Sibelius se presentaba reacio en general a componer nuevas obras para ellos, aunque recientemente había aceptado una propuesta. Y nos da cuenta del porqué de sus reticencias: "y está la promesa que he hecho a Klemetti [...] Esto no significa que él sea uno de mis «admiradores». Me incomoda que sólo quiera usar mi nombre como adorno. Si sirvo para ese propósito o no es mejor no decirlo".
Como en tantas ocasiones en nuestro compositor, la promesa no fue cancelada, sino dilatada en el tiempo y el director coral empezó a exasperarse por el continuo retraso de nuestro músico a la hora de ponerse a trabajar, alegando no haber encontrado un texto adecuado. Finalmente la mujer de Klemetti, Armi, lo presionó hasta convencerlo y alrededor de las navidades de 1919 había comenzado una nueva cantata.
En efecto dio vueltas al texto, y tras desechar un poema de Kivi, eligió un poema de Eino Leino, "Maan virsi" ("Canción de la tierra"), versos patrióticos pero volcados en la contemplación serena de la naturaleza, lo que sintonizaba con el quasi-panteísmo sibeliano. La composición de Sibelius, que llevará el número de opus 95, fue acabada el 28 de enero, y es un notable trabajo, pero se percibe el desinterés del músico por su redacción. Klemetti la estrenaría el Domingo de Pascua siguiente, con su coro y la Orquesta Filarmónica, y gran éxito entre el público, no tanto en la crítica, que observó sus debilidades. Incluso el famoso "Bis" estuvo confundido al creer por su título que no se trataba sino de una versión finesa de "Jordens sång" opus 93 del año anterior.
El músico y el poeta de "Maan virsi" se encontraron curiosamente un par de semanas después de terminada la composición con ocasión de una tertulia organizada por la Sociedad Kalevala, creada el año anterior. Además de ellos, estuvieron presentes Kajanus, y los pintores Eero Järnefelt y Pekka Halonen, junto a una buena cantidad del recientemente prohibido alcohol. Se hicieron planes sobre la celebración del Día del Kalevala, el siguiente 28 de febrero, y nuestro compositor aceptó dirigir su cantata "El origen del fuego" opus 32. Pero en la mañana siguiente Sibelius y Leino se encontraron discutiendo sobre la nobleza y la etnicidad sueco-finesa. El músico enfatizó el argumento de que él y el poeta no eran sino aristócratas. Leino le contrarió diciendo que él mismo se sentía como una figura del Renacimiento, pero que Sibelius era más bien "una figura rococó y descendiente del censo campesino de Häme [región del suroeste de Finlandia a la que efectivamente pertenece la población natal de Sibelius]". Y siguieron discutiendo sin solución. Finalmente el Día del Kalevala no dirigió su obra, alegando que sufría reuma, algo que oportunamente no era falso.
En esos días nuestro músico ciertamente había estado nervioso, con temblores en las manos, que como habitualmente calmaba bebiendo vino, "¡y a qué precios!". Trabajaba en la versión orquestal del Valse lyrique opus 96a escrito el año anterior, que le costó un esfuerzo mucho mayor del que previó como una simple labor rutinaria. Mientras, volvía a establecer relaciones contractuales con Breitkopf & Härtel (con graves conflictos por la caída del marco alemán), mientras su música se interpretaba con frecuencia en Alemania. En Copenhague Carl Nielsen dirigía con devoción Una saga opus 9, mientras que Stenhammar le insistía en solicitar una visita y el estreno sueco de la Quinta - que finalmente interpretaría Armas Järnefelt en Estocolmo a finales de año -.
Una carta llegó entonces a Ainola con una suculenta oferta de trabajo, llegada desde Estados Unidos, donde ya era considerado como uno de los grandes compositores vivos. La firmaba Alf Klingenberg, pianista de origen noruego que había formado parte de su círculo de amigos en su época de estudios en Berlín. Klingenberg había emigrado a América, donde sería unos de los fundadores de la escuela musical de Rochester que a partir de 1921 se convertiría en la prestigiosísima Eastman School of Music, de la que sería su primer director. La oferta contemplaba a Sibelius como su profesor de composición, a cambio de un estupendo sueldo y muchas prebendas como la de poder viajar libremente como director invitado en orquestas americanas. Años atrás una oferta similar fue rechazada sin demasiada deliberación, pero en esta ocasión nuestro autor se mostró mucho más dubitativo: "decidido a mantener su propuesta en reserva, no se sabe lo que el futuro traerá. Si fuera rico, mis nuevos y orgullosos sueños en el modo de componer podrían llegar a realizarse. Siempre este espantoso problema con el dinero. Y sin perspectiva de alivio a la vista", anotará en su diario el 29 de febrero.
Pocos días después almorzará con el general Mannerheim, que no encontraba su sitio en la nueva república, y recibirá a Alexandr Siloti, el prestigioso pianista y director de orquesta ruso, huido junto a su familia de Petrogrado, llegando en Helsinki antes de recalar finalmente en los EE.UU. Precisamente con Siloti habló de la oferta de Klingenberg, y afianzaron su amistad (años antes el músico ruso había estrenado su Cabalgata nocturna y amanecer opus 55). El finlandés asistió a algunos de los muchos conciertos con los que Siloti agradeció a Helsinki su acogida. Siloti se despidió con una carta en la que soñaba con interpretar de nuevo sus composiciones en San Petersburgo.
Y de nuevo desde EE.UU. le llega una nueva propuesta: el escritor de origen ruso Ivan Narodny, especializado y bien relacionado con el mundo de la ópera y de la danza, y que tenía una excelente opinión de nuestro compositor, le propuso la composición de dos partituras de ballet, "Vineta" y "La chica de la cuarta dimensión". Pero después del affaire con "Scaramouche" nuestro autor no quería que tener que ver con extensas obras para el teatro, y además no quería verse distraído de una Sexta Sinfonía que cobraba poco a poco forma en su mente. La negativa sin embargo se hizo de manera orgullosa, en forma de solicitud a Narodny de la cifra de 20.000 dólares, una cantidad en principio inasumible. La misma táctica la empleó con otra demanda de otra obra de Poul Knudsen, el libretista de "Scaramouche", encontrándose con la suma estratosférica de 36.000 coronas danesas. Sibelius desde luego no quiso toparse con un ballet.
El genio nórdico se tomó unas cortas vacaciones a finales de julio visitando la "campesina" Häme, donde se encontró con su amigo Walter von Konow, y con su hija Ruth en una villa que tenían unas tías-abuelas suyas por parte de familia materna del músico. Mientras, se escribía con Rosa Newmarch para planear un viaje a Inglaterra al siguiente año, en el que estrenaría su Quinta Sinfonía. En septiembre finalmente los planes se confirmaron, con tres conciertos en Londres para el siguiente febrero bajo Henry Wood, aunque sus dudas sobre si producir nuevas obras le consumirán...
Ante la disyuntiva de nuestro autor y el gran interés que poseía él mismo, Alf Klingenberg acudió a mediados de aquel mes a Ainola, con el contrato para un año por 20.000 dólares bajo el brazo. La oferta era realmente generosa, tanto que llegó a negociar condiciones, adelantos, y aún tardaría unos meses en dar una respuesta definitiva a América.
En otoño compuso un nuevo cuaderno de piezas para piano, las Seis bagatelas opus 97, piezas breves pero bastante más elaboradas musicalmente que las composiciones de años anteriores, con una tendencia progresiva a la concentración formal y expresiva. También preparó la partitura de Autrefois opus 96b (que compuso a finales de 1919) para su publicación. "Me dicen que puede ser un nuevo Valse triste. Pero no comparto ese punto de vista...": por si se repitiera el hecho del popular "hit" (que apenas le reportó beneficios), cuidó que la pieza pudiera contar con otros textos en su parte central, o que las sopranos fueran sustituidas por clarinetes (no por vocalises, como por error pareció indicar la edición, que omitió el texto), y preparó varios arreglos.
El 24 de octubre Finlandia vivió un acontecimiento de primer orden con el estreno del "Kullervo" de Armas Launis en la Ópera Nacional. Launis compartía mucho con nuestro autor: nació como él en Hämeenlinna, estudió en Helsinki (de hecho el propio Sibelius llegó a darle clases), pero al contrario que nuestro autor mostró interés sobre todo en la música popular, siendo un reputado recolector y teórico de la melodía étnica. Sibelius no acudió al estreno, aunque sí Aino y Katarina, que le hablaron del éxito de la obra. Pensando en su propia partitura sobre el tema escribiría "extraño que yo no haya probado mi mano en ese tema. Mi estrella está decreciendo". En esos momentos su "Kullervo" opus 7 estaba olvidado y comiendo polvo, aunque con los años el trabajo de Sibelius se ha convertido por derecho en un título legendario, mientras que el "Kullervo" de Launis, y su propio compositor no han gozado de fama, aun en la propia Finlandia.
Sus planes sinfónicos no avanzan prácticamente nada, y aún titubeaba sobre la naturaleza de la obra que sería su Sexta: "dudas acerca de la sinfonía o «Runas sinfónicas»" (25 de noviembre). ¿Era éste último una obra nueva o una versión alternativa de la sinfonía?
Para el 55 cumpleaños del músico, el tenor Wäinö Sola - que se estaba convirtiendo en un nuevo campeón de la causa sibeliana - le entregó un cheque con 63.000 marcos (unos 24.600 euros actuales), recaudados por donaciones de empresarios finlandeses. Y más buenas noticias: Hansen publicaba su Quinta sinfonía, lo que mencionaron periódicos de Berlín.
En cualquier caso las peticiones de nuevos trabajos no dejaron de llegarle, y en ese final de año escribiría "Små flickorna" ("Pequeñas chicas") JS.174, una canción salonística a ritmo de vals para la revista navideña "Lucifer", y un coro para un viejo compañero de escuela, Allan Schullman. El arquitecto, que dirigía como amateur un conjunto vocal, dio a nuestro compositor un texto escrito por un miembro del coro, para el cual el propio director ya había puesto música. La partitura de Sibelius, "Viipurin Laulu-Veikkonen kunniamarssi" ("Marcha de honor de los Hermanos Cantores de Viipuri") JS.219 sorprendió al coro por ser bastante diferente de la convencional marcha de Schullman, e incluía una auto-cita en sus últimos compases de su pieza patriótica "Isänmaalle" de 1899, uno de sus títulos vocales más recordados.
El año acababa con el compositor atenazado por sus problemas de nervios, y tensiones con Aino no muy lejanas a explotar, problemas con el alcohol... pero al tiempo con sueños puestos en las próximas visitas en el extranjero y en escribir nuevas obras maestras.
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Capítulo siguiente (39): conciertos en Inglaterra y Noruega, y la oferta rechazada (1921)
Retrato del poeta Eino Leino (1878-1926). Óleo de Akseli Gallén-Kallela (1917)
En esos días nuestro músico ciertamente había estado nervioso, con temblores en las manos, que como habitualmente calmaba bebiendo vino, "¡y a qué precios!". Trabajaba en la versión orquestal del Valse lyrique opus 96a escrito el año anterior, que le costó un esfuerzo mucho mayor del que previó como una simple labor rutinaria. Mientras, volvía a establecer relaciones contractuales con Breitkopf & Härtel (con graves conflictos por la caída del marco alemán), mientras su música se interpretaba con frecuencia en Alemania. En Copenhague Carl Nielsen dirigía con devoción Una saga opus 9, mientras que Stenhammar le insistía en solicitar una visita y el estreno sueco de la Quinta - que finalmente interpretaría Armas Järnefelt en Estocolmo a finales de año -.
Una carta llegó entonces a Ainola con una suculenta oferta de trabajo, llegada desde Estados Unidos, donde ya era considerado como uno de los grandes compositores vivos. La firmaba Alf Klingenberg, pianista de origen noruego que había formado parte de su círculo de amigos en su época de estudios en Berlín. Klingenberg había emigrado a América, donde sería unos de los fundadores de la escuela musical de Rochester que a partir de 1921 se convertiría en la prestigiosísima Eastman School of Music, de la que sería su primer director. La oferta contemplaba a Sibelius como su profesor de composición, a cambio de un estupendo sueldo y muchas prebendas como la de poder viajar libremente como director invitado en orquestas americanas. Años atrás una oferta similar fue rechazada sin demasiada deliberación, pero en esta ocasión nuestro autor se mostró mucho más dubitativo: "decidido a mantener su propuesta en reserva, no se sabe lo que el futuro traerá. Si fuera rico, mis nuevos y orgullosos sueños en el modo de componer podrían llegar a realizarse. Siempre este espantoso problema con el dinero. Y sin perspectiva de alivio a la vista", anotará en su diario el 29 de febrero.
Pocos días después almorzará con el general Mannerheim, que no encontraba su sitio en la nueva república, y recibirá a Alexandr Siloti, el prestigioso pianista y director de orquesta ruso, huido junto a su familia de Petrogrado, llegando en Helsinki antes de recalar finalmente en los EE.UU. Precisamente con Siloti habló de la oferta de Klingenberg, y afianzaron su amistad (años antes el músico ruso había estrenado su Cabalgata nocturna y amanecer opus 55). El finlandés asistió a algunos de los muchos conciertos con los que Siloti agradeció a Helsinki su acogida. Siloti se despidió con una carta en la que soñaba con interpretar de nuevo sus composiciones en San Petersburgo.
El pianista, director de orquesta y compositor Aleksandr Siloti (1963-1945). Fotografía de 1920
Mientras nuestro compositor daba vueltas a su proyecto Kuutar, sus primeras cinco sinfonías, el Concierto (con nada menos que Willy Burmeister como solista) y varios de sus poemas sinfónicos fueron dirigidos por Kajanus en la capital finlandesa. Poco después estrenaría en París la Tercera dentro de un programa netamente nacional (incluyendo Melartin, Madetoja, Kuula y Palmgren), dirigiendo la Orquesta Filarmónica, con relativa buena acogida. Y a comienzos de verano la música de Sibelius estará bien representada en seis conciertos dentro de la Feria Comercial de Helsinki, que contó con una buena muestra cultural, y en la que el propio músico dirigirá cuatro de ellos, compartiendo batuta en ocasiones con Kajanus. "Quizás he sido un poco duro con Kajus", reflejaba en su diario, reconociendo la intensa dedicación a la obra de un amigo en el que decididamente creía.
Sibelius dirigiendo en la Feria Industrial de Helsinki de 1920
Y de nuevo desde EE.UU. le llega una nueva propuesta: el escritor de origen ruso Ivan Narodny, especializado y bien relacionado con el mundo de la ópera y de la danza, y que tenía una excelente opinión de nuestro compositor, le propuso la composición de dos partituras de ballet, "Vineta" y "La chica de la cuarta dimensión". Pero después del affaire con "Scaramouche" nuestro autor no quería que tener que ver con extensas obras para el teatro, y además no quería verse distraído de una Sexta Sinfonía que cobraba poco a poco forma en su mente. La negativa sin embargo se hizo de manera orgullosa, en forma de solicitud a Narodny de la cifra de 20.000 dólares, una cantidad en principio inasumible. La misma táctica la empleó con otra demanda de otra obra de Poul Knudsen, el libretista de "Scaramouche", encontrándose con la suma estratosférica de 36.000 coronas danesas. Sibelius desde luego no quiso toparse con un ballet.
El genio nórdico se tomó unas cortas vacaciones a finales de julio visitando la "campesina" Häme, donde se encontró con su amigo Walter von Konow, y con su hija Ruth en una villa que tenían unas tías-abuelas suyas por parte de familia materna del músico. Mientras, se escribía con Rosa Newmarch para planear un viaje a Inglaterra al siguiente año, en el que estrenaría su Quinta Sinfonía. En septiembre finalmente los planes se confirmaron, con tres conciertos en Londres para el siguiente febrero bajo Henry Wood, aunque sus dudas sobre si producir nuevas obras le consumirán...
Ante la disyuntiva de nuestro autor y el gran interés que poseía él mismo, Alf Klingenberg acudió a mediados de aquel mes a Ainola, con el contrato para un año por 20.000 dólares bajo el brazo. La oferta era realmente generosa, tanto que llegó a negociar condiciones, adelantos, y aún tardaría unos meses en dar una respuesta definitiva a América.
En otoño compuso un nuevo cuaderno de piezas para piano, las Seis bagatelas opus 97, piezas breves pero bastante más elaboradas musicalmente que las composiciones de años anteriores, con una tendencia progresiva a la concentración formal y expresiva. También preparó la partitura de Autrefois opus 96b (que compuso a finales de 1919) para su publicación. "Me dicen que puede ser un nuevo Valse triste. Pero no comparto ese punto de vista...": por si se repitiera el hecho del popular "hit" (que apenas le reportó beneficios), cuidó que la pieza pudiera contar con otros textos en su parte central, o que las sopranos fueran sustituidas por clarinetes (no por vocalises, como por error pareció indicar la edición, que omitió el texto), y preparó varios arreglos.
El 24 de octubre Finlandia vivió un acontecimiento de primer orden con el estreno del "Kullervo" de Armas Launis en la Ópera Nacional. Launis compartía mucho con nuestro autor: nació como él en Hämeenlinna, estudió en Helsinki (de hecho el propio Sibelius llegó a darle clases), pero al contrario que nuestro autor mostró interés sobre todo en la música popular, siendo un reputado recolector y teórico de la melodía étnica. Sibelius no acudió al estreno, aunque sí Aino y Katarina, que le hablaron del éxito de la obra. Pensando en su propia partitura sobre el tema escribiría "extraño que yo no haya probado mi mano en ese tema. Mi estrella está decreciendo". En esos momentos su "Kullervo" opus 7 estaba olvidado y comiendo polvo, aunque con los años el trabajo de Sibelius se ha convertido por derecho en un título legendario, mientras que el "Kullervo" de Launis, y su propio compositor no han gozado de fama, aun en la propia Finlandia.
El articulista, etnomusicólogo y compositor Armas Launis (1884-1959)
Sus planes sinfónicos no avanzan prácticamente nada, y aún titubeaba sobre la naturaleza de la obra que sería su Sexta: "dudas acerca de la sinfonía o «Runas sinfónicas»" (25 de noviembre). ¿Era éste último una obra nueva o una versión alternativa de la sinfonía?
Para el 55 cumpleaños del músico, el tenor Wäinö Sola - que se estaba convirtiendo en un nuevo campeón de la causa sibeliana - le entregó un cheque con 63.000 marcos (unos 24.600 euros actuales), recaudados por donaciones de empresarios finlandeses. Y más buenas noticias: Hansen publicaba su Quinta sinfonía, lo que mencionaron periódicos de Berlín.
En cualquier caso las peticiones de nuevos trabajos no dejaron de llegarle, y en ese final de año escribiría "Små flickorna" ("Pequeñas chicas") JS.174, una canción salonística a ritmo de vals para la revista navideña "Lucifer", y un coro para un viejo compañero de escuela, Allan Schullman. El arquitecto, que dirigía como amateur un conjunto vocal, dio a nuestro compositor un texto escrito por un miembro del coro, para el cual el propio director ya había puesto música. La partitura de Sibelius, "Viipurin Laulu-Veikkonen kunniamarssi" ("Marcha de honor de los Hermanos Cantores de Viipuri") JS.219 sorprendió al coro por ser bastante diferente de la convencional marcha de Schullman, e incluía una auto-cita en sus últimos compases de su pieza patriótica "Isänmaalle" de 1899, uno de sus títulos vocales más recordados.
El año acababa con el compositor atenazado por sus problemas de nervios, y tensiones con Aino no muy lejanas a explotar, problemas con el alcohol... pero al tiempo con sueños puestos en las próximas visitas en el extranjero y en escribir nuevas obras maestras.
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Capítulo siguiente (39): conciertos en Inglaterra y Noruega, y la oferta rechazada (1921)
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