lunes, 27 de septiembre de 2010

El misterio de la Octava Sinfonía de Jean Sibelius



En los últimos años de su vida creativa, antes de que empezara el llamado "silencio de Ainola", Sibelius afirmó que estaba escribiendo la que sería su Octava Sinfonía en multitud ocasiones. Durante los años siguientes dio numerosos testimonios acerca de esa obra, y llegó a prometer a varias destacadas figuras del mundo musical su próximo estreno.

La expectación era máxima. El compositor estaba en la cima de su éxito, se había convertido en un auténtico mito viviente. Pero pasaron los años y la obra no llegaba a las imprentas ni a las salas de concierto. De hecho ninguna nueva gran obra llenó aquel silencio. Y el maestro no habló más del asunto, al menos en público. Cuando murió, en 1957, la familia declaró que no existía ninguna Octava Sinfonía, ni ninguna otra obra inédita.

Ya durante el largo silencio corrieron ríos de tinta sobra el asunto. Los sibelianos se preocuparon, aunque pensaron que si el maestro tardaba tanto, es porque la obra sería la más grande que saliera de su pluma. Pero con los años perdieron la esperanza, preguntándose qué había secado esa pluma. Sus enemigos en cambio aprovecharon el misterio para arremeter contra el músico, atribuyendo la ausencia de la obra a una supuesta incapacidad provocada por el abuso del alcohol, su cómoda existencia gracias a los derechos de sus obras y de las ayudas del gobierno y particulares, o del aislamiento del maestro de las corrientes de vanguardia...

Ya discutimos estos temas cuando hablamos del "silencio de Ainola": el silencio y la existencia de la Octava Sinfonía en realidad son dos caras de una misma moneda, y es muy posible, como veremos en las conclusiones, que la composición de la obra provocara en parte el silencio, y que así mismo las otras razones del silencio incidieran también en el abandono de la obra.

Porque ya adelantamos que pese a ciertas sospechas desfasadas el trabajo en una Octava Sinfonía sí parece corresponder a un hecho real. Pero aún nos quedan otras muchas preguntas: ¿llegó a completarse? ¿Se conoce algo de su música o al menos de su estructura? ¿Qué pasó con la partitura? ¿Por qué no ha llegado hasta nosotros?

Como anunciamos en el post anterior dedicaremos las presentes líneas a una concisa pero suficiente descripción de este problema. Aunque daría también para una larga serie, creemos necesario resumir para que nuestros lectores - que nos han solicitado en numerosas ocasiones información sobre el asunto - puedan disponer de las respuestas necesarias.

¿Qué secreto espectral esconde esta obra desvanecida, esta Octava Sinfonía? A continuación daremos cuenta de los datos puros y duros que nos desvelan la biografía del genio finlandés.


Cronología de los hechos

- En 1924 Jean Sibelius trabaja y finaliza la Sexta y Séptima Sinfonías. Según Andrew Barnett es posible que ya hubiera empezado a concebir la Octava, dada su forma de trabajar con las anteriores (que simultaneaba, por ejemplo, en 1918 trabajaba en la revisión de la Quinta mientras hacía planes para la Sexta y la Séptima, todavía muy embrionarios). Hay incluso un posible esbozo, un motivo ascendente marcado con las indicaciones "VIII" y "Trío" entre los apuntes de la Séptima.

- En septiembre de 1926, tras enviar al editor la partitura de Tapiola opus 112, anota en su diario que está trabajando en "la nueva".

- En septiembre del año siguiente Olin Downes visita al maestro, y le pregunta por la obra. Según el relato del crítico "Sibelius respondió nerviosamente que dos movimientos estaban ya escritos pero que el resto estaba aún en su cabeza", y que la sinfonía no vería la luz hasta que estuviera completamente seguro de ella. Downes le presionó para que el compositor le diera más detalles, pero Sibelius se sintió incómodo, y se excusó de contestar. El articulista americano le insistiría durante años, incluso ofreciéndose a imprimir la obra con su propio dinero.

- En febrero de 1928 está trabajando con entusiasmo en la obra, sin necesidad del piano (lo que denota que el trabajo estaba avanzado, a esas alturas de su carrera no usaba el instrumento para componer, pero sí para improvisar y probar ideas). "Mi nuevo trabajo será maravilloso. Tan sólo me parece que me llevará mucho tiempo terminarlo. Pero no tengo ninguna prisa".

- A comienzo de diciembre de 1928, el editor Wilhelm Hansen (el segundo más importante de su trabajo tras Breitkopf & Härtel) se interesa por la evolución de la composición. Nuestro músico le responde: "mi sinfonía VIII está todavía en mi cabeza. Pero cuando el tiempo esté madura, estaré encantado de discutir sobre ella con usted".

- En 1931 nuestro autor está tan seguro de que el final de su composición está cercano que ya promete al director Sergey Koussevitzky - el paladín de su música en los EE.UU. y en entusiasta de su trabajo - no sólo el estreno con su Sinfónica de Boston, sino incluso los derechos de la première e incluso la donación del manuscrito a la Biblioteca de la institución americana.
Sergey Koussevitzky (1874-1951) 

- En mayo de ese año escribe a Aino desde Berlín, viaje que le ha supuesto una gran inspiración: "aquí estoy viviendo en mi música. Estoy absorto en mi trabajo, pero la ansiedad acerca de todo me deprime. [...] La sinfonía avanza a zancadas y debo conseguir acabarla mientras tenga pleno vigor espiritual".

- En agosto recibe carta de Koussevitzky: está preparando la nueva temporada de su orquesta y pregunta al compositor si la partitura está ya lista. Sibelius le contesta que es posible que pueda estrenarla en la primavera del año siguiente.

- Hansen de nuevo insiste, y el músico finlandés le contesta de la misma forma: la partitura está "en mi cabeza".

- El 18 de diciembre anota en su diario: "trabajando en mi 8ª sinfonía y lleno de pura jovialidad. ¿Cómo explicar esto?".

- En enero de 1932 envía un telegrama a Koussevitzky: "no sinfonía esta temporada".

- Como respuesta a una nueva petición del director ruso, Sibelius le contesta en junio de 1932: "estaría bien si pudieras interpretar mi sinfonía a finales de octubre. Podría ser entonces el estreno mundial. Probablemente te enviaré una partitura manuscrita porque - como dices - los editores no respetan nada."

- Es mismo mes recibe carta de Olin Downes, anunciándole una próxima visita, y atreviéndose - según sus propias palabras - de indagar sobre el muy delicado asunto: la Octava Sinfonía, "que entiendo que está ahora acabada [...]. Deseo escribir sobre la nueva sinfonía adelantándome a su interpretación por parte de Koussevitzky [...]. ¿Está la Octava Sinfonía en prensa? Y si estuviera impresa, ¿podría tener una copia y llevármela a America?".

- Koussevitzky planea diversos conciertos con la obra en EE.UU. y en Europa. Pero el compositor le escribe sentenciando sobre la imposibilidad del estreno: "tengo toda clase de interrupciones. Por favor, no anuncie ninguna interpretación". El director no percibe las temerosas reticencias de Sibelius, y piensa en un ciclo completo en Boston de las sinfonías con el estreno de la Octava como broche final, para diciembre de ese año de 1931. El músico escribe de nuevo al director diciendo que no sabe si podrá enviarle a tiempo la partitura.

- Entonces promete a la Real Sociedad Filarmónica de Londres el estreno europeo. Su director, Basil Cameron, otro entusiasta sibeliano, piensa en el 3 de diciembre como fecha ansiada.

- En Boston los periódicos llegan a anunciar el estreno. Koussevitzky se inquieta porque no sabe nada sobre la sinfonía, y en su felicitación de Año Nuevo al genio finlandés añade: "estoy preocupado. ¿La partitura de la 8ª sinfonía ha sido enviada?". El músico le contesta: "lo lamento, imposible esta temporada". El director no pierde las esperanzas "su telegrama me desalienta, pero entiendo perfectamente que no pueda estrenar una composición hasta sentirse satisfecho con cada nota que esté dando al mundo [...]. Incluso si la envía a finales de marzo, podría darla en Boston y Nueva York en abril".

- En verano de 1932 Basil Cameron visita a nuestro compositor, y le dice que la sinfonía está completa, de nuevo sólo en su pensamiento.

- Koussevitzky continúa con su ciclo sinfónico, y durante los siguientes años graba algunas de las sinfonías y las interpreta por todo el mundo. Visita a Sibelius en septiembre de 1935. Se desconoce si volvieron a hablar de la sinfonía, pero su amistad no se resintió en cualquier caso.

- En mayo de 1933 anota en su diario que está trabajando en el primer movimiento.

- El copista del Sibelius de esos años, Paul Voigt, de origen alemán, trabaja de hecho en la puesta en limpio de la partitura, al menos de ese tiempo. En una nota suya en alemán del 4 de septiembre de ese año de 1933, afortunadamente conservada, escribe: "¡mi más honrado maestro! Por la presente envío el trabajo completado y espero, Herr Professor, que estará satisfecho con el resultado. También deseo llamar su atención, Herr Professor, en la página 2, ya que no está claro en las partes de fagot y cello dónde debería ser insertada la clave baja. El precio es de 8 marcos por página, 23 páginas = 184 marcos finlandeses". Al reverso de la nota se conservan unos apuntes de la respuesta del propio Sibelius, también en alemán: " [...] Por favor no encuadernar la copia aún. / Título: Sinfonía 8. / Al fin: fermata. / El Largo continúa sin pausa. / La pieza completa será aproximadamente ocho veces tan extensa como esto. [...] "

De este importantísimo documento se desprende la existencia de al menos un movimiento completo de la obra en ese año, que debía de durar completa como la más extensa de sus sinfonías, la Segunda. Además también otro pequeño dato: el segundo movimiento es un movimiento lento (siguiendo pues la tradición), tras el attacca del primero (como en su Cuarta Sinfonía).

- Durante los años apenas hay noticias directas sobre el trabajo y el destino de la obra. Los rumores crecieron en tono a la existencia de la sinfonía prometida, que se daba por terminada pero esperando a la última revisión. En 1938, comentando una serie de conciertos que Thomas Beecham dio en Londres con la música de Sibelius como absoluta protagonista, el diario "The Times" se pronunciaba con un inocente y excesivo optimismo: "la largamente buscada nº VIII todavía se retrasa, pero se rumorea en Finlandia - si es verdad no podemos decirlo - que ya hay una novena en la mente del compositor y algo de ella puede estar ya en el papel".

- En 1943, en unos años muy difíciles para Sibelius y su país, anota: "estoy ahora consumido por mi nueva obra y siento curiosidad de ver si será acabado antes de que me vaya hacia el silencio final". En el mismo tono dice a su secretaria, Santeri Levas: "tengo una obra importante en desarrollo y debería verla acabada antes de morir". Confiesa también a su yerno, el director Jussi Jalas, que la vida que pronto se le acabaría sería en vano si no terminara la sinfonía que estaba en sus pensamientos. Antes del otoño en efecto anota en su diario la misma idea: "la sinfonía está en mis pensamientos" (13 de septiembre). Sin duda ese año se sintió preocupado por la obra, y muy posiblemente siguiera trabajando en ella, o al menos intentándolo.

- Pero llegó el momento fatídico. Según el testimonio personal de Aino a Erik Tawaststjerna antes de la muerte del compositor: "en los 40 hubo un gran «auto de fe» en Ainola. Mi marido recogió cierto número de manuscritos en una cesta de ropa y los quemó en el fuego del comedor. Partes de la Suite Karelia [en realidad la música incidental JS.115] fueron destruidas - más tarde vi el resto de las páginas que había arrancado - y muchas otras cosas. No tuve fuerzas para estar presente y dejé la habitación. Por lo tanto no sé lo que él arrojó al fuego. Pero después mi marido estaba más calmado y gradualmente más despreocupado en su ánimo. Fue una ocasión feliz."

Con este testimonio nos bastaría para sospechar que aparte de "Karelia" (que ha podido ser reconstruida con las partes supervivientes que quedaron lejos de la mano del maestro), una de las partituras consumidas fue la Octava Sinfonía. Pero tenemos, para nuestra desilusión, un testimonio mucho más específico, el de la secretaria personal de nuestro genio, Santeri Levas: "en agosto de 1945 me dijo que había destruido la obra entera. «Mi Octava Sinfonía», dijo, «ha estado 'lista' muchas veces. Incluso fui tan lejos como para ponerla en el fuego»".
Interior de Ainola, donde se puede ver la famosa chimenea.

- Tras la muerte del maestro, el 20 de septiembre de 1957, la familia afirma que no hay obras inéditas en Ainola, incluyendo la anhelada Octava Sinfonía.

- En 1982 la familia Sibelius dona a la Biblioteca de la Universidad de Helsinki (en la actualidad Biblioteca Nacional de Finlandia) una gran cantidad de manuscritos del maestro conservados en Ainola, con numerosas obras de juventud, obras desconocidas, fragmentos, esbozos... Sí que existían obras inéditas, que el maestro había guardado pero que no habría deseado que viesen la luz pública. Pese a la esperanza suscitada no está la Octava Sinfonía, hecho confirmado por los herederos.


Reflexiones y conclusiones

Con todos los datos que se dispone, ya desde hace al menos un par de décadas, sobre la Octava Sinfonía se puede afirmar, sin apenas dudas, lo siguiente: que existió en efecto una Octava Sinfonía, que ocupó a Jean Sibelius con intensidad entre 1926 (aunque es posible que comenzara a esbozarla un par de años antes) y 1933, en especial entre 1930 y la última fecha señalada, periodo durante el cual se terminó y quizá se revisó en más de una ocasión. Que durante los años siguientes volvió a ella intermitentemente con el afán de revisarla definitivamente y ofrecerla al mundo. Y que en 1945 o poco antes la partitura - incluyendo sus eventuales versiones primitivas - fue destruida intencionadamente por el autor.

Sabemos que nuestro músico en más de una ocasión mintió acerca de su vida y de su obra, por timidez, por vergüenza de no estar a la altura de lo que se esperaba de él. A Downes y a Koussevitzky les dijo que casi la había finalizado mientras a Hansen le dijo que todavía esta en sus pensamientos. Ya expusimos en el asunto de la crisis wagneriana como negó a sus biógrafos al final de su vida el peso determinante que ejerció la música y la filosofía de Richard Wagner sobre los comienzos de su propia carrera. ¿Pudo mentir sobre su Octava Sinfonía? Tenemos demasiados datos en demasiado tiempo como para creer que no existió esa composición. Más cierto es el extremo opuesto: que Sibelius sí concluyó el trabajo y podría haberse estrenado. Pero sus dudas sobre la obra es lo que le llevó si no a mentir si a ocultarla para siempre.

¿Por qué Sibelius no dio por concluida jamás la sinfonía? ¿Y por qué la destruyó? Como ya expusimos al comienzo de estas líneas, las razones, aunque nunca expuestas por el propio músico, sin duda se corresponden con las mismas razones para el silencio.

- En primer lugar un paralizante temor a una próxima muerte: tal como se hizo patente en las declaraciones de 1943, el compositor temía dejar sin finalizar su obra, al menos finalizada de acuerdo a sus exigencias.

- La fama que poseía en aquellos momentos generaba en nuestro autor un temor a defraudar, a que su obra no cumpliera con las enormes expectativas que había generado. No sólo temía no ofrecer a su público lo que de él se esperaba, sino que temía también a la crítica feroz, ávida de un traspié del afamado genio. Con cada nueva sinfonía se había superado, y la Octava, que sospechaba fuera ser su testamento musical, debía ser la mejor de todas.

- Esa expectativa también estaba en el mismo, en su perfeccionismo del que hemos hablado tantas veces, y que esta ocasión le llevó a no encontrar jamás una versión definitiva de la obra. En las confidencias de 1943 encontramos la idea: la Octava Sinfonía quedó finalizada en más de una ocasión, conoció varias versiones (ya su Quinta vio hasta tres redacciones). Pero ninguna de ellas era lo bastante buena y definitiva para el maestro. Aún le cabía revisar otra vez este o aquel pasaje, toda la sinfonía incluso. Hasta que se sintió que jamás llegaría a esa versión definitiva.

- Ya en los años 10 nuestro compositor reflexionó sobre su posición estética frente a las diferentes vanguardias. No quiso acompañarlas en su viaje hacia la disolución de la tonalidad y en otras aventuras, pero al tiempo nunca quiso perderlas de vista. En los años que siguieron a su Séptima Sinfonía de hecho produjo una ampliación de su lenguaje estilístico incorporando nuevos elementos, sobre todo armónicos, pero sin renunciar en ningún momento a su personalidad musical. ¿Habría sido su nueva sinfonía una obra en este estilo? ¿O incluso más allá? ¿Temió Sibelius llegar demasiado lejos, alejarse de sí mismo y de su credo artístico? O todo lo contrario, ¿estaba esta obra por detrás de la asombrosa Tapiola opus 112? Podemos ver en estas posibles dudas estéticas una razón de peso para la partitura que terminó en el fuego.


¿Toda la sinfonía fue destruida? Siempre se ha comentado la posibilidad de que hayan sobrevivido al menos unos cuantos esbozos. Según una famosa sugerencia del compositor Joonas Kokkonen, la Música fúnebre para órgano opus 111b (1931) puede que utilice apuntes desechados de la sinfonía (su tema ya había aparecido tiempo atrás entre los bocetos de las últimas obras de los años 20).

Otros esbozos han sido identificados como pertenecientes posiblemente a la obra recientemente por el profesor Nors S. Josephson ("On Some Apparent Sketches for Sibelius's Eighth Symphony", 2004). En cualquier caso no hay material suficiente para hacernos una somera idea de cómo sería su música, más allá de lo que podemos intuir por sus últimos trabajos de 1925-1929.

Pensar en la posibilidad de que alguna partitura completa haya sobrevivido es poco realista, teniendo la información que tenemos. En la hoguera no destruyó otras obras de juventud de las que sabemos que el maestro se podía sentir avergonzado. Sin embargo, sí hay información concreta sobre la Octava Sinfonía y el fuego.

Que alguna de las versiones de la partitura haya escapado al "auto de fe" es en teoría verosímil, pero como ya hemos concluido, muy poco realista. No parece que el maestro fuese indulgente hasta ese punto. Ni que la familia mintiera aún a estas alturas, cuando ha donado todo el material de Ainola - lo que reiteramos no habría sido del agrado del propio Sibelius -. ¿Alguien pudo incluso apropiarse de la obra o de parte de ella? Tampoco sería posible que a día de hoy no haya visto la luz. ¿Guardó Paul Voigt alguna copia del movimiento que llegó a sus manos - ¡o de los otros!-? No habría razón objetiva para ello: en 1933 no había motivos para pensar que su puesta en limpio jamás vería la luz.

Nos queda soñar que alguna de esas remotísimas posibilidades de salvación sea efectiva. Porque podemos confiar en que el celo de Jean Sibelius fue excesivo y la obra habría estado a la altura, tal y como lo están muchas de las obras que él mismo había dejado sin estrenar o retirado. Pero no es más que un sueño.

Sorprende cuán imbricado está el destino de esta obra con el "silencio de Ainola": la exigencia máxima de la obra le obligó a concentrarse en ella en exclusiva al menos durante unos años (como sabemos, en aquella época hubo oportunidad para revisiones y orquestaciones de otras obras). Pero su impotencia ante la misma hemos de concluir que le condujo inexorablemente a considerar que no tenía nada nuevo que ofrecer. Su pesimismo en torno a esta partitura le llevó a la frustración de sus capacidades compositivas. La Octava Sinfonía acabó con el Sibelius compositor. Y la única manera que tuvo el Sibelius compositor de purgar su dolor fue acabando con la partitura. Sólo el fuego, el humo y el aire conocen ahora cuán grande y magnífica suena la Octava Sinfonía de Jean Sibelius.

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Sobre los posibles fragmentos de la obra, tal y como habría sido identificados por el estudioso Nors S. Josephson, se escribió en el siguiente post.


lunes, 20 de septiembre de 2010

El silencio de Ainola

Hoy 20 de septiembre, conmemoramos la muerte de Jean Sibelius, que nos dejó en 1957, en su casa de Ainola.

El año pasado ya narramos cómo transcurrió la trágica circunstancia, y lo que ocurrió esos días que siguieron al deceso.

En estos días sin embargo aprovecharemos la efeméride para hablar de dos interrogantes relativos a las últimas décadas de la vida del genio finlandés, que constituyen auténticos misterios dentro de la biografía y la figura del personaje. Y lo hacemos en atención a diversas consultas de lectores. Aunque ambas preguntas bien podrían generar sendas series de artículos, procuraremos en cambio dedicar una síntesis a cada una de las problemáticas planteadas, respondiendo de forma resumida pero suficiente a las cuestiones.

Las preguntas, relacionadas entre sí, son las siguientes: ¿por qué Sibelius dejó de componer las últimas décadas de su vida? ¿Compuso realmente Sibelius una Octava Sinfonía?

Dedicaremos el post presente al primer interrogante, mientras que el segundo tendrá que esperar unos días.
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- En primer lugar los hechos: en torno a 1930 nuestro compositor cesa su constante actividad creadora. Un único coro sale de su pluma ("Karjalan osa" o "El destino de Karelia" JS.108 para coro masculino y piano). En 1931 dos pequeñas obras son el único testimonio de su creatividad: la Marcha fúnebre para órgano opus 111b y Rakkaalle Ainolle (A mi amada Aino) JS.161, un regalo de cumpleaños para su mujer en forma de pieza para piano a cuatro manos. En aquellos años nuestro autor parece concentrado casi en exclusiva en lo que habría sido su Octava Sinfonía, que promete a varios directores para su estreno, pero que jamás vio la luz. Desde entonces hasta el final de vida, con la pequeña excepción de coros añadidos a su Música masónica opus 113 en 1946, no volverá a componer nada. Es la circunstancia que se conoce como "el silencio de Ainola" (o "de Järvenpää", localidad a la que pertenece Ainola).

Lo cierto que el silencio no fue total. Además de la citada y misteriosa sinfonía, es posible que el músico trabajara en más obras que no vieran la luz, y en cualquier caso estuvo ocupado hasta el último día de su vida realizando transcripciones de sus propios trabajos y revisando otros. En ocasiones este labor tuvo que ser incluso más laborioso que la composición misma, como las versiones finales de dos de los poemas sinfónicos de Lemminkäinen opus 22. Pero en cualquier caso aunque el silencio no fue total, silencio fue.

El misterio reside en que el autor jamás dio una explicación del por qué de ese cese de su actividad compositiva. En los primeros años de ese silencio prometió como decíamos la Octava Sinfonía y otras obras. Después sencillamente calló sobre el tema.

- Hay que dar cuenta claramente de la situación de Jean Sibelius en aquellos años para intentar averiguar la razón. El genio finlandés en 1930 ya era aclamado como la máxima figura cultural del país, un orgullo para la nación nórdica, "la voz de Finlandia". Desde hacía décadas percibía ayudas del gobierno, primero autónomo y después independiente, pero es especialmente cuando Finlandia se emancipa del Imperio Ruso cuando la cuantía de esa ayuda, aumentada por donaciones particulares, le permite vivir muy cómodamente sin tener que preocuparse de los encargos, al menos unos años después.


A la vez su fama internacional ha crecido hasta tal punto que en los años 30 se convierte en uno de los compositores vivos más reputados, al menos en gran parte del mundo occidental. La Sociedad Filarmónica de Nueva York hace una encuesta entre los asistentes de sus conciertos que lo sitúa en un indiscutible primer puesto. El crítico americano Olin Downes le convierte en el máximo baluarte de la tradición musical frente a la vacuidad de las vanguardias.

Sin pretenderlo el compositor, esa fama acaba teniendo su cara b como reacción. Los nazis aprovechan esa fama para fundar una Sociedad Sibelius en Alemania inaugurada por el propio Joseph Goebbels. Aunque nuestro músico manifestó en privado su repulsa al mundo y a la ideología nazi, especialmente por su racismo, era esclavo de la situación política. Finlandia se alió con el Reich para combatir a los soviéticos, y Sibelius no quería entrar a discutir las decisiones de las autoridades finlandesas (aunque evidentemente la Sociedad fuera fundada con fines más propagandísticos que reales). Este hecho y el haberse convertido - por acción de Downes y otros entusiastas sibelianos - en símbolo del "conservadurismo tonal", una especie de "reaccionario" orgulloso de serlo, causó el rechazo militante de Theodor Adorno, el famoso filósofo y esteta. Y este rechazo arrastró a nuestro compositor al extremo contrario de la fama en sus últimos años de vida, aunque por supuesto el sibelianismo continuó muy vivo.

Fotografía de Olin Downes, de la revista norteamericana Life.

- En ese clima, y ante la falta de explicaciones del compositor, surgieron los primeros rumores sobre la razón del silencio. Se dijo que al estar Sibelius mantenido económicamente por fondos ajenos no tenía necesidad de componer. Se dijo también que el alcoholismo le había derrotado, o bien que estaba demasiado enfermo y pronto iba a morir.

Tales rumores no se corresponden a grandes rasgos con las verdaderas razones, que veremos más abajo, pero algo de verdad contienen. Económicamente no pasó Sibelius grandes dificultades, quizá algunos apuros durante la Segunda Guerra Mundial. Pero eso no es causa suficiente, lo cierto es que en décadas anteriores las penurias económicas secaban su inspiración y al contrario, los momentos más tranquilos y distendidos correspondían con grandes obras.

Tras su operación de garganta en 1908, nuestro autor suprimió el alcohol y el tabaco a rajatabla. Pero hacia 1915 volvió a retomar los nocivos hábitos, llegando también a ocasionales excesos de las épocas anteriores. En efecto, parecía que el alcohol hacía mella en su productividad (en cuanto al número de obras, nunca respecto a su calidad). Pero por las pocas referencias que tenemos de ese retiro en el hogar junto a su familia, el consumo de alcohol disminuyó con los años, y nunca pareció afectarle demasiado en aquella vejez tan prolongada. Lo cierto es que nuestro genio no sufrió muchas enfermedades en el retiro del lago Tuusula, mucho más allá de los achaques de la edad (como el temblor de manos). La tranquilidad de esa vida le permitió una longevidad extraordinaria, teniendo en cuenta sus antecedentes, nada más ni nada menos que 91 años.

- Pero en verdad esa prolongada edad fue inesperada, y desde la citada operación de garganta, el pesimista Sibelius siempre creyó que su fin no estaría demasiado lejos y sus grandes obras ya estaban compuestas. Este miedo a la muerte sí puede situarse como una de las razones más importantes para su silencio compositivo. A finales de 1929 nuestro músico cumplía 64 años, una edad ya por encima de la esperanza de vida de la época. Poco a poco vio a sus amigos y coetáneos morir mientras él permanecía en el mundo esperando. Era el superviviente de una generación casi extinta.

- También estilísticamente Sibelius se sentía un tanto desplazado. Nuestro músico sintió siempre interés por la vanguardia artística de sus últimas décadas, pero no las compartió en su mayor parte. Seguía los estrenos (en directo y en los últimos años a través de la radio y de grabaciones), admiró especialmente a Hindemith o a Bartók. Sin ser aquel reaccionario tonal que pintaba Olin Downes, nuestro compositor nunca quiso llegar a la ruptura con los parámetros musicales de la tradición, aunque ciertamente en su
último periodo se acercó a elementos más arriesgados. Como hemos afirmado en más de una ocasión el gran compositor nórdico no fue ni un tardorromántico ni un vanguardista, sino que se situó en el justo medio, en un "modernismo" que le permitía establecer una armonía nueva (modal y/o de progresiones propias) sin perder la base de la comprensibilidad.

En cualquier caso su camino era solitario, quizá demasiado, y tal vez por ello nuestro músico se sintiera incapaz de traer algo nuevo a un mundo del que cada vez se sentía más desprendido.

- Como dijimos anteriormente, en el momento en que Sibelius se retira en Ainola, su fama está en su punto más álgido. Pero nuestro músico, de carácter tímido e introvertido, se sintió sobrepasado por ella. Ya a final de la década de los 20 empezó a recibir homenajes constantes, y no sólo en su Finlandia natal sino de todo el mundo. Según avanzó su retiro, eran muchas las autoridades (políticas, sociales y culturales) que querían visitarle en señal de admiración. Nuestro autor aceptaba a regañadientes esos honores - salvo algún encuentro extraordinario -, pero poco a poco empezó a excusarse de ellos, y evitarlos salvo que le fuera imposible.

Al tiempo, como habíamos adelantado también, había comenzado una reacción contra esa fama en forma de una continua crítica, provocada por ese posicionamiento antivanguardista (más propios de los sibelianos que del propio autor). Sibelius fue especialmente sensible siempre a las malas críticas y a los comentarios maliciosos sobre su obra. Por tanto, no sería sorprendente que una de las causas de su aislamiento fuera escapar tanto de la fama como de la crítica. Sus obras ya estaban ahí, no necesitaba seguir prendiendo ni la luz ni la hoguera...

En las últimas obras de la década de los 20 (como Tapiola opus 112 o la música escénica para "La tempestad" opus 109) había introducido algunos elementos más vanguardistas, sobre todo armonías más disonantes y texturas más atrevidas. ¿Qué camino había tras esas obras? ¿Llegar más lejos? Quizá Sibelius tuvo miedo de ello, de llegar a un punto con el que no iba a estar de acuerdo. Tras aquellos trabajos no había más pasos para adelante, ni para atrás. No se podía traicionar a sí mismo. Era el momento de dejar las cosas en el punto en el que estaban.

- Hemos hablado en más de una ocasión del obsesivo perfeccionismo de nuestro autor. La década de los 20 Sibelius nos dejó obras de un refinamiento absoluto, como la Séptima Sinfonía opus 105 y su Tapiola opus 112. ¿Eran superables? ¿Se sentía el compositor de escribir algo que lo superara? En ese empeño estuvo sin duda su Octava Sinfonía, de la que hablaremos próximamente. Es muy posible que ese sentido autocrítico le acabara paralizando, máxime en un momento en que se esperaba tanto de él.

En este sentido, la exigencia era demasiada como para no decepcionar, tanto a su público como a sí mismo. ¿Y si esta Octava Sinfonía era peor que la anterior? ¿No era ya la Séptima el broche de oro a su ciclo? ¿Sería más "moderna" y por tanto más ajena a él? Y si fracasaba, ¿no habría que escribir una más aún, una más majestuosa e inolvidable? Una personalidad tan pesimista como la de nuestro autor se enfrentaba al abismo con estas dudas. Y optó por el silencio antes de decir una palabra equivocada.




Jean Sibelius en sus últimos años
 
Conclusiones

Hemos descrito el ambiente en el que Sibelius comenzó su silencio, y hemos planteado distintas respuestas. Lo que en este blog apuntamos, según nuestra opinión, es que esta decisión fue un cúmulo de todas ellas, especialmente de las que hemos descrito al final: su miedo a la muerte, su posicionamiento frente a la música de su tiempo, la fama y la crítica, y su excesivo sentido perfeccionista.

Siguiendo al detalle (cosa de momento no haremos) esos años, uno percibe en cualquier caso que no fue una decisión tomada como tal. Simplemente sucedió naturalmente, poco a poco, un abandono progresivo que tuvo mucho que ver con el trabajo imposible de la Octava Sinfonía.

Sin duda este silencio nos privó de la oportunidad de grandes nuevas obras. ¿Fue una decisión acertada? En cualquier caso fue el broche final para esa personalidad misteriosa y callada de Jean Sibelius, que despedimos hace ya 53 años.

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Entre los bocetos de la Universidad de Helsinki recientemente se encuentran tres/cuatro fragmentos que algunos expertos han atribuido a la Octava sinfonía, aunque es una propuesta muy discutida y arriesgada. Ampliamos la información en este post, escrito un tiempo más .tarde