jueves, 26 de marzo de 2015

"Sibelius" de Cecil Gray, Edición en español de 1954

Buscando información en la red sobre el pionero e influyente libro que el crítico musical y compositor escocés Cecil Gray escribiera sobre Jean Sibelius, publicado en 1931, y responsable en buena parte de la fama de la que gozara el músico durante esa década, me topé en mi ignorancia con la existencia una vieja edición de 1954 del libro... en español. Situación que desconocía, ya que hasta donde había indagado la breve monografía de Sylvie Dernoncourt era lo único que se había traducido a nuestro idioma. 

En parte la omisión era lógica, dado que esa traducción no ha conocido más reediciones desde hace 60 años, y además fue efectuada por la Editorial Sudamericana, con sede en Buenos Aires. Pero resulta que esa editorial ha sido (y sigue siendo, aunque en la actualidad pertenece a Random House) una distribuidora muy importante, con difusión también en España, por lo que a pesar de la antigüedad de la publicación, no me fue fácil descubrir en diversas librerías de libros antiguos y de ocasión ejemplares del mismo, algunos de ellos con un precio excesivamente alto, pero otros a precio de ejemplar recién publicado. Así que raudo conseguí hacer el pedido sin ir más lejos, en una librería española, por un precio muy razonable y por un ejemplar en muy buen estado a pesar de las décadas que arrastra.

 ¡Un buen precio!

A continuación paso a dar unos apuntes sobre el contenido del texto, aunque previamente señalar que si cualquiera de ustedes realiza una búsqueda propia por la red podrá encontrar tanto en España como en América del Sur y América Central más ejemplares en venta. Pero tengan en cuenta que quizá el libro tenga más un valor más como parte de la historiografía sibeliana que lo que les pueda ofrecer hoy en día, no siendo la posibilidad de leerlo en nuestro idioma una razón del suficiente peso más allá de la simple curiosidad.

Portada de la solapa del ejemplar en cuestión


Título: "Sibelius"
Autor: Cecil Gray.
Edición original: 1931, Oxford University Press.
Traducción: Daniel Martini
Edición en español: 1954, Editorial Sudamericana (Buenos Aires, Argentina)

El libro, como apuntábamos en su momento en la biografía del blog, nace del entusiasmo del autor por Sibelius y su figura, al que llega a visitar y conocer en persona. De hecho, parecen entreverse algunas opiniones personales del propio autor.

El texto en gran medida es un eulogio y una apología de la música del maestro finlandés en un momento que podíamos concebir como punto de inflexión en el reconocimiento del compositor. Fuera de su país natal ya era un nombre conocido, y estimado al menos entre unos cuantos aficionados en los círculos musicales ingleses y norteamericanos. Pero Gray, como poco antes Olin Downes, estaban reclamándole no sólo como un buen compositor más o menos "exótico", sino como una figura de primera fila, autor de un monumental ciclo de sinfonías y poemas sinfónicos. 

Así, Gray dedica gran parte del libro a hablar de la valía de su trabajo, destacando las peculiaridades que lo elevan a la categoría de los grandes. En ello hay mucho de amor ciego. Pero sin duda muchos de sus juicios, en general más intuitivos que razonados, son ciertamente valiosos, e incluso miran mucho más adelante que las valoraciones del mayoría de sus contemporáneos. Resulta sorprendente como en aquel momento ya repudiaba que al genio nórdico se le valorara como el compositor de Finlandia o del Vals triste, e igualmente frustrante comprobar diariamente como esa misma visión permanece entre muchos aún hoy en día....

El escritor acierta en postular que si bien muchos de los rasgos del estilo de Sibelius, por separado, se pueden encontrar en otros autores, el resultado global de esos rasgos la hace única y original, sin soportar comparaciones, ni influencias directas o influjos sobre sus contemporáneos.

También resalta Gray en que, aunque en su música hay mucho de "nacional" en cuanto a carácter (en el primer tercio del siglo XX es casi imposible no encontrar un crítico o esteta que no hablase de música vinculada a su nacionalidad), Sibelius no es un músico "nacionalista", porque no está interesado en basarse directamente en el folclore y aun en la música finlandesa. Se equivoca no obstante en hacer absoluta su reflexión, señalando que no existe en absoluta influencia de ésta - estudios más modernos han demostrado cómo muchas de las características de su melodía nacen de las inflexiones fraseológicas del idioma finés, a través del folclore -.

El crítico pone un gran énfasis en explicar a sus lectores algunas notas sobre Finlandia, su pensamiento, su mitología - con varias citas directas del "Kalevala" -... De hecho dedica un capítulo entero hablar del "ambiente" que rodea al músico, destacando especialmente sus singularidades y el peso del pensamiento mágico aún en la moderna y sofisticada de una Finlandia recién mostrada al mundo. 

Después hay un capítulo dedicado a dar algunos apuntes biográficos, si bien está claro que no ha querido ser exhaustivo en este punto, y se dedica a anotar datos sobre todo de su formación y sus primeros éxitos. El interés de Gray reside sobre todo en la música, que decide abordar por géneros.

Hace pues una aproximación en gran medida pionera a la obra de Sibelius, una visión global, fruto de su dedicación de estudio personal sobre todas las partituras que pudo encontrar entre los editores y bibliotecas británicos, llegando a consultar el manuscrito de "Kullervo" opus 7 depositado en la Universidad de Helsinki. El resultado de su aproximación resulta sorprendentemente aguda, destacando con claridad los géneros y los títulos de sus trabajos muy destacados, tal y como ha sido confirmado por la mayor parte de la crítica posterior. Tiene sin embargo algunas opiniones discutibles, en parte derivados de la falta de conocimiento de algunas partituras, o de lo primerizo de su estudio; o incluso por dejar transparentar algunas opiniones del propio compositor (el nulo afecto por la música para piano) o gustos personales (por ejemplo, reclama las canciones del opus 61 por encima de otras de sus compañeras, una colección de la que después no se ha visto nada sobresaliente).

Tampoco acierta Gray en afirmar que no existe evolución estilística en su obra - aunque en comentarios al detalle él mismo parece decir lo contrario -, error achacable al hecho de una primera impresión. Por esa afirmación el crítico desmenuza sus obras por géneros, señalando la importancia de "Kullervo" opus 7, de los poemas sinfónicos, de muchas de sus obras para coro y orquesta, de la escritura de su música para violín y piano, o de las canciones, que provocan en él, como en muchos sibelianos, una especial seducción simultánea a la observación de su menor entidad. 

Pero sobre todo para Cecil Gray está claro que el puntal de la producción de Jean Sibelius son sus sinfonías, que desmenuza una por una, dando buena cuenta de sus singularidades, teniendo de nuevo excelentes intuiciones junto con otras menos agudas, fruto de  una frase todavía muy primeriza del sibelianismo. Destaca curiosamente la falta de motivos recurrentes en las sinfonías como una búsqueda de ampliación frente a modelos como el franckista. Y, aunque es cierto que Sibelius raramente hace uso de términos cíclicos, en este mismo blog hemos mostrado como uno de los máximos intereses del compositor es la unidad, buscada a través de motivos germinales que se unen y fusionan unos con otros, dando como resultado una unidad temática muy sutil pero firme y efectiva. De hecho Gray sí que ve este origen "orgánico" en su música, y destaca la originalidad y su arrebatadora capacidad mágica, si bien no extrae consecuencias formales de ella. 

De la misma forma, intuye también las texturas de "aura" que hemos comentado abundantemente en el blog, o elementos originales de su orquestación, a la que está muy atento siempre a la hora de hablar de todas las piezas.

En fin, un libro vital para entender la repercusión de Jean Sibelius en su tiempo, y el punto de origen de mucho de lo que nos traído aquí, pero una obra que se queda en ese 1931, con el autor aún componiendo sus últimos compases y más de un cuarto de siglo de vida por delante para comprobar como Cecil Gray ejerció de profeta respecto a un gran genio musical que había surgido del desierto helado del norte.

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