jueves, 30 de mayo de 2019

Haltijat: (y 2.) Los espíritus de los árboles y el espíritu de la luna en el Kalevala

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El Kalevala, recopilado y editado por Elias Lönnrot a partir de cantos tradicionales finlandeses, ofrece numerosos ejemplos de los espíritus que habitan el mundo, los haltijat que se prestan a dar voz a los distintos seres de la naturaleza, ya sean plantas, animales, rocas y astros del cielo. Como relatábamos en el capítulo anterior, para que el diálogo entre un hombre y un haltija de la naturaleza sea posible, el ser humano debía ser un chamán, un noita o un tietäjä, y entrar en trance para poder sumergirse en el mundo de los espíritus, convertirse también él mismo, de alguna forma, en haltija

En el poema, como en prácticamente casi toda la tradición recogida en los siglos XVIII al XX, el trance en sí suele estar ausente o muy disfrazado. No hace falta decir que la fe cristiana veía tal rito como una práctica pagana, brujeríl para más señas. Por ello los cantores tradicionales eludieron mentar el trance chamánico, y transformaron el viaje espiritual en una simple conversación, con lo que los árboles, águilas y espadas acaban hablando por sí mismas. Aun con todo ese diálogo en "otra dimensión" está implícito, dado que realmente nunca se explica cómo son capaces de conversar seres distintos que el hombre, y no era tampoco necesario explicar al oyente o lector la naturaleza de tales "conversaciones".

De entre los diversos diálogos entre los héroes de Kalevala y los haltijat de la naturaleza vamos a dar cuenta de algunos pasajes escogidos y dedicados a árboles y también al espíritu de la luna (y de su hermana el sol), referencias que muy probablemente tuvo Sibelius a la hora de abordar algunos de los proyectos que finalmente desembocarían en su Sexta sinfonía.


Los espíritus de los árboles

Los bosques ocupan casi tres cuartas partes de la superficie de la Finlandia actual (de los que depende además un 18% de su industria, siendo el cuarto país del mundo en exportaciones de madera). Si eso sucede en nuestros días, no es difícil imaginar la enorme presencia que tenían los árboles en la historia ancestral del país, en un pasado en el que gran parte del territorio no era siquiera frecuentado por el hombre. Incluso existe en finés una palabra para el bosque no habitado, salvaje y alejado de la presencia humana: korpi.


Bosque de abedules en Finlandia, uno de los árboles de más unidos a la vida en el país

El bosque ancestral era gobernado, según las creencias paganas, por uno de los dioses más importantes, llamado además rey: Tapio. No existía en Finlandia un dios de esa categoría relativo a la propia tierra - como Ahti en el mar o Ukko en los cielos -, lo que nos permite ver con claridad que para el habitante de la antigua Finlandia el bosque era equivalente a la propia tierra. Pero esa "tierra" está poblada por un sinfín de criaturas: el bosque era vida, el bosque estaba en suma vivo, por lo que no es de extrañar que sus haltijat fueran innumerables, aun en la tradición se han conservado decenas y decenas de deidades mayores y menores. 

La diosa Mielikki era la esposa de Tapio, y se encargaba también de los rebaños. Sus hijas eran Tellervo, Annikki y Tuulikki, mientras que a su hijo Nyyrikki se debían encomendar los cazadores. 

La diosa Kati atendía al gobierno de todas los haltijat de los árboles, de los cuales la inmensa mayoría tenían un espíritu propio. Hay que decir que la relación de animales y plantas con sus haltijat era muy especial, después de todo son seres "especialmente" animados. Por ellos los seres vivos tenían un tipo de espíritu que gobernaba cada especie, también llamado emuu. Esta palabra se relaciona con "madre" ("emo"), dado que se les atribuía no solo su protección, sino su creación en particular. 

Los espíritus de los árboles se adoraban en diferentes rituales anuales, una costumbre que permanece incluso hoy en día, como en algunos juegos infantiles

Sin embargo, la primigenia creación de los árboles en el Kalevala (canto II) se encomendó a un dios joven de la fecundidad llamado Sampa o Pellervoinen, el cual parece que es invocado de alguna manera por un Väinämöinen también joven, desolado por la naturaleza vacía. Pellervoinen siembra el mundo de plantas, aunque necesita de ilmaret (doncellas de los cielos) y del monstruo Tursas para completar la tarea, en especial para el nacimiento del más sagrado de todos los árboles, el roble, en uno de los pasajes más puramente mitológicos del poema.

Para encontrar un momento en el que se cita a diversos espíritus de los árboles hemos de acudir al canto XXXII, en el que el trágico héroe Kullervo es pastor a las órdenes de la hija de Pohjola (entonces casada con Ilmarinen). En el bosque teme por los rebaños, por lo que se encomienda a las deidades protectoras. 

El pasaje cita tanto el nombre de los dioses mayores del bosque como muchos de los espíritus, femeninos por cierto, que rigen los árboles. En la traducción de Ursula Ojanen y de Joaquín Fernández el fragmento está bastante parafraseado, y no reproduce todos los nombres originales, por lo que hemos preferido traducirlo del finés a través  de la versión inglesa de Kirby:

     Muchas son tus doncellas,
     cientos las que están bajo tus órdenes,
     habitando bajo tus cielos
     nobles hijas de la creación;
     Suvetar [espíritu del verano], la mejor de las mujeres,
     Etelätär [espíritu del viento del sur], la antigua,
     Hongatar [espíritu del pino], la noble señora,
     Katajatar [espíritu del enebro], hermosísima doncella
     Pihlajatar [espíritu del serbal], pequeña damisela,
     Tuometar [espíritu del cerezo aliso], de Tapio hija,
     Mielikki, la hijastra del bosque,
     Tellervo, la doncella de Tapio, 
     proteged todas mi ganado.

Algunos espíritus tienen una protección que va más allá del árbol. Hongatar, el espíritu del pino, por ejemplo aparece relacionada también con el oso también en algunas tradiciones.



Tellervo, diosa del bosque y cazadora. Estatua en Helsinki, obra de Yrjö Liipola (1929)

Otro pasaje del texto recogido por Lönnrot donde encontramos a los árboles es la búsqueda de la madre de Lemminkäinen de su hijo, muerto a las puertas de Tuonela (Canto XV, historia que musicaría Sibelius dentro de su ciclo Lemminkäinen opus 22). En el viaje, que es un completo recorrido por la realidad de los seres de naturaleza, son preguntados los árboles, suspirando el pino viejo (Honka), y hablando el roble (Tammi) con la voz de su haltija, que le responde lo siguiente, lamentando el uso que hace el hombre de ellos:

     Bastante penas tengo como
     para ocuparme de tu hijo;
     duro destino el que me espera,
     a días infaustos sometido, 
     aguardando ser convertido
     en leña, en un montón de astillas
     para que el fuego las devore
     o en estacas para hacer trojes
     o para construir artigas.

[De esta en adelante, todas las citas en la versión de Ojanen y Fernández.]

En el canto XVI, Väinämöinen envía a Pellervoinen a por madera para construir su barco, y el dios del crecimiento se dirige a los árboles. Esta escena es indudable una herencia de la vieja idea pagana de que, para hacer uso de la naturaleza y arrebatar la vida a sus seres, el hombre debía pedir permiso previamente a su espíritu. Pero incluso el espíritu podía negarse o justificarse (¡o excusarse!) como poco útil, y así el álamo temblón (haapa) le responde:

     Haré agua por todas partes,
     muy pronto me hundiré hasta el fondo;
     mi tronco está descortezado;
     tres veces durante el verano
     royó la cresa mis entrañas 
     y los gusanos mis raíces.

Prueba entonces con un pino viejo, que tampoco se ve idóneo en absoluto:

     No puede convertirme en barca
     que lleva seis cuadernas curvas;
     ten en cuenta que soy un pino
     plagado de rugosidades:
     tres veces durante el verano
     en mi copa el cuervo gritó,
     y en mi ramaje la corneja.

A la tercera va la vencida, y en este caso el sagrado roble accede a dejarse abatir por el hacha de Sampsa:

     En efecto, soy adecuado
     para la quilla de una barca;
     no estoy abrumado de taras,
     como no soy hueco por dentro;
     tres veces durante el verano,
     en la estación resplandeciente,
     acarició el sol mi contorno,
     la luna relució en mi copa,
     me visitaron los cuclillos,
     cantaron sobre mí los pájaros.


Fotografía de un viejo roble de Ritva Kovalainen y Sanni Seppo

El gran momento del Kalevala en el que suena la voz de los árboles se sitúa en el runo XLIV, cuando Väinämöinen da por perdido su kántele, hecho con la mandíbula de un lucio, que se había hundido y perdido para siempre en el mar tras su batalla con Pohjola. En ese momento oye llorar a un abedul (koivu) - según algunas tradiciones, el árbol nace de las lágrimas de una muchacha -. El folclore no nos ha transmitido ninguna Koivutar - aunque Kalevi Aho le dedicó un célebre poema -, pero en este extenso pasaje podemos oír la bella y melancólica voz del espíritu del abedul, toda una proclama del alma de la naturaleza: 

    Muchas personas se imaginan
    que vivo jubilosamente,
    que me desbordo de alegría,
    pero, ay, vivo preocupado,
    las inquietudes son mi júbilo,
    los días paso entre gemidos,
    expresan pena mis canciones,
    me compadezco de mí mismo,
    no formo parte de la vida,
    me quejo de mi soledad,
    me duelo de mi desamparo
    en estos sitios miserables,
    en estas grandes latitudes.
    Los agraciados, los felices,
    con alegría siempre esperan
    la vuelta del brillante estío,
    de los bellos, cálidos días;
    pero mi suerte no es la misma,
    pues sólo espero con temor
    que alguien me arranque la corteza
    que corte mis frondosas ramas.
    A pesar de que soy tan débil,
    ay, muchas veces las criaturas
    de la tan breve primavera
    se aproximan en grupo a mí,
    hunden cinco agudos cuchillos
    en mi tronco lleno de savia;
    malos pastores, en verano
    me cortan la envoltura blanca
    para trenzar vasos o vainas
    o canastillas para bayas.
    Pese a que soy tan débil, muchas,
    muchas veces, pobre de mí, 
    las mozas vienen a mi sombra,
    rodéanme con su jolgorio,
    se llevan mis frondosas ramas
    para hacer haces para el baño.
    Pese a que soy tan débil, muchas,
    muchas veces, pobre de mí,
    me abaten para hacer artigas,
    en largas tablas me recortan;
    tres veces durante el verano,
    durante los soleados días,
    bajo mis ramas unos hombres
    sus grandes hachas afilaron
    para acabar conmigo, para
    que mi alma se desvaneciera.
    Así mi vida es en verano,
    así es mi júbilo en estío;
    pero tampoco me es propicio
    invierno, el tiempo de las nieves.
    Todos los años, muy temprano,
    cambia de pena mi apariencia,
    se inclina triste mi cabeza;
    mi rostro pierde su color
    si pienso en los oscuros días;
    el viento cáusame dolores,
    el hielo duros sufrimientos,
    me roba aquél mi piel verdosa,
    éste mi deslumbrante manto;
    entonces yo; triste abedul,
    desamparado, pobre árbol,
    me quedo sin vestido alguno,
    bajo la helada tiritando,
    llorando, ay de mí, de frío.


El espíritu de la luna (y el del sol)

Los espíritus que rigen los astros pertenecen al mundo de los cielos, que como es de esperar tenía unas connotaciones más mágicas y misteriosas que el mundo de los bosques para los antiguos paganos finlandeses. La preocupación fundamental eran las variaciones climáticas, pero aún más eran los extrañamente regulares movimientos de la bóveda celestial. Agricultura y traslaciones astronómicas parecen íntimamente relacionadas en el mito primordial del Sampo, el tema central del Kalevala.


Luna diurna en Rovaniemi (capital de la Laponia finlandesa)

Las luminarias celestes ocupan algunos de los momentos centrales del poema mitológico y folclórico, como es el de su robo por parte de Louhi, el ama del norte, y el intento del mismo Ukko para restablecer el equilibrio cósmico (relato que musicara también Sibelius en su cantata "Tulen synty" opus 32).

"Kuu" en finés significa "luna", de ahí que su diosa o espíritu protector sea KuutarAunque la palabra habitual para sol en el finés actual es "aurinko", en la tradición, incluyendo en los textos del Kalevala, se emplea con frecuencia "päivä" (que significa fundamentalmente "día") como sinónimo el astro rey. De ahí que sea Päivätär su diosa guardiana. Aunque curiosamente a "päivä" y "kuu" se consideran nombres masculinos - no existe el género propiamente dicho en los sustantivos fineses, si bien hay ciertos nombres a los que se asocia un género -, los haltijat que los guardan son ambos femeninos, como denota el sufijo nominal -tar o -tär. Päivätär y Kuutar son hermanas en las tradiciones, y frente lo que podríamos pensar son invocadas conjuntamente muchas veces, sin que una destaque especialmente frente a la otra. Además, ambas están en multitud de ocasiones acompañadas de otro espíritu celestial, Otavatar, la diosa de Otava (la Osa Mayor), una de las deidades más antiguas y por lo tanto más desconocidas de los antiguos finlandeses.

Son varios los relatos dentro del Kalevala en los que se habla de Päivätär y de Kuutar, así como una gran cantidad de referencias en el folclore en las que se describe su función. Ambas son hilanderas, y con peine o aparato de costura tejen hilos de plata y de oro (los rayos de luz, evidentemente). Curiosamente, en el relato recogido por Lönnrot plata y oro aparecen respectivamente relacionados con Sol y Luna, y no a la inversa, como sucede con muchas culturas del mundo.


Sol de medianoche en el lago Inari, fotografía de  Rayann Elzein

En el canto IV la madre de Aino consuela e instruye a su hija para su casamiento con el viejo Väinämöinen (la doncella acabará trágicamente sus días por su negativa). En una escena  aparentemente sencillamente folclórica de ajuar - las novias hacían plegarias a los astros antes del matrimonio - la madre describe la cosmología del universo del Kalevala en unos pocos versos:

     Un cofre hay sobre otro cofre,
     hay un arcón al lado de otro;
     abrirás el cofre más rico,
     harás chirriar la tapadera;
     verás seis ceñidores de oro,
     siete hermosos mantos azules:
     están tejidos por la Luna
     y decorados por el Sol [Päivätär].
     Cuando yo era una muchacha,
     cuando era moza todavía,
     cogía frutos en los bosques
     y frambuesas al pie del monte;
     oí cómo tejía la luna, 
     oí del Sol [Päivätär] la lanzadera
     en la linde del bosque azul,
     en la orilla de la floresta.
     Corrí entonces junto a ellos,
     aproximándome despacio,
     determinada a suplicarlos,
     y estas palabras pronuncié:
     ‘Regálame, Luna [Kuutar], tu oro,
     entrega haz, Sol [Päivätär], de tu plata,
     a esta muchacha empobrecida
     a esta pequeña que te ruega’.
     Kuutar me regaló su oro,
     Päivätär me entregó su plata;
     yo coloqué el oro en mis sienes,
     la plata sobre mi cabeza;
     como una flor llegué al hogar, 
     con gozo a casa de mi padre.


Eclipse de luna en Finlandia, imagen de Sami Takarautio

En el canto XLI Väinö toca su mágico kántele por primera vez, y la belleza de la música es tal que una miríada de haltijat se acerca para escuchar. Entre ellas están nada menos que las luminosas hermanas:

     Kuutar y Päivätär,
     divinidades celestiales,
     habilidísimas tejedoras,
     su lanzadera manejaban,
     hacían que silbara el peine
     tejiendo una dorada tela,
     bordando un plateado velo
     al borde de rojiza nube,
     en una larga y curva franja.

En el canto XLVII los astros mismos (ha de entenderse que animados por sus espíritus) descienden para escuchar el canto de Väinämöinen con su nuevo kántele (la búsqueda de cuya madera hemos referido antes). Será el momento que aprovechará Louhi para arrebatar la luz y el fugo a los hombres:

     Llegó el sonido hasta la luna,
     del sol llegó hasta las ventanas, 
     la dulce música del júbilo.
     Salió la luna de su casa
     y se acercó a un curvo abedul;
     el sol, dejando su mansión,
     voló de un pino hasta la copa
     para escuchar bien el kántele,
     para embriagarse de alegría.

En el canto XLIX Ilmarinen intenta forjar un nuevo sol y una nueva luna, sin éxito, pero finalmente Väinämöinen averigua dónde están escondidos los verdaderos astros. Para ello recuperarlos su hermano herrero le forja armas, entonces Louhi, asustada, decide liberar a las luminarias. En ese pasaje sin embargo, los astros no son mencionados por sus diosas, lo que denota que el robo fue ciertamente de manera física.

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Para este post, además de las obras mencionadas en otras ocasiones, hemos utilizado también el siguiente libro, que contiene textos folclóricos publicados por Lönnrot en 1880:
ABERCROMBY, JOHN: The pre-and proto-historic Finns, both Eastern and Western, with the magic songs of the West Finns (1898)
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Finalizamos aquí este díptico sobre los espíritus de la naturaleza, antes de volver de lleno a la Sexta sinfonía de Sibelius.

2 comentarios:

  1. Impresionado con este Blog, la verdad. Será de los mejores que he visto en cualquier materia y contenidos, si no el mejor, por la cantidad de información que se da en sus artículos. Toda una tesis doctoral sobre los mil matices de este grandísimo y casi desconocido compositor. Muchas gracias.

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  2. Muchas gracias por sus palabras. Me alegro que le haya resultado interesante y útil. Proximamente seguiremos publicando más material sibeliano. Un saludo.

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