miércoles, 29 de noviembre de 2017

"Oma maa" ("Mi propia tierra") opus 92, cantata para coro mixto y orquesta (1918): 1. Historia de la obra

"Oma maa" opus 92 (1918) es una cantata en la que Sibelius puso música a unos conocidos y sentidos versos de "Kallio", seudónimo del malogrado poeta en lengua finesa Samuel Gustaf Bergh, en los que ensalza patrióticamente Finlandia, de una manera nostálgica y evocadora de sus paisajes y su naturaleza. Sibelius pudo encontrar la inspiración de "Mi propia tierra" en medio de la cruenta Guerra Civil Finlandesa, en una pieza magistral, haciendo de ella no solo una de las mejores obras para coro y orquesta del autor, sino un título de los más importantes de toda su producción. En lugar de una obra belicosa, encendida o exaltada que podría esperarse de un trabajo escrito íntegramente durante el Helsinki ocupado por uno de los bandos de la guerra, el compositor nos ofrece una cantata exquisita en su tono, pacífica, serena, de una hermosura natural casi panteística... un retrato de la belleza misma de la tierra del norte, donde la misma idea de Finlandia se diluye en el paisaje, entre los colores de la aurora boreal, los lagos, los bosques y la nieve...

La historia que rodea a la composición es bien conocida, y la hemos narrado en más de una ocasión, pero aquí será el momento de mostrarla más en detalle.

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Tras la independencia de Finlandia, el país se encuentra en una situación de extrema tensión. A pesar de que justamente las diferencias con Rusia, con el nuevo gobierno bolchevique, les habían abierto las puertas de la libertad, la situación interna finlandesa parece en parte una prolongación, un contagio si se prefiere, de la situación en Rusia. Existían profundas disparidades (por ejemplo, en Finlandia la servidumbre feudal no existía durante el dominio ruso, mientras que bajo los zares existió hasta 1861), pero aún así la Revolución de 1917 había agitado los conflictos sociales particulares del país nórdico, enquistados pero dejados aparte durante la lucha por la independencia. Las posturas ideológicas se radicalizaron e se hicieron irreconciliables.

Como el propio Sibelius reflejó en su diario, la independencia en sí, que aprovechó el fin de los zares y hasta la buena disposición inicial de Lenin hacia la emancipación de Finlandia y otros territorios del antiguo imperio (hay que anotar que el líder de la futura URSS estuvo en Finlandia otras ocasiones, la última como paso final de su viaje desde el exilio suizo, en abril de 1917), no tuvo un clima nada triunfal. El músico, como otros muchos compatriotas, entrevió que aquello, aunque largamente anhelado y resultado lógico de décadas y décadas de reivindicaciones, contribuiría a elevar la temperatura radical del país. No por no esperada, sin embargo, la guerra civil dejó de sorprender a los ciudadanos de la nueva nación, que nacía bajo el dolor y el temor a la muerte.


Soldados del frente rojo (en Tampere) durante la Guerra Civil finlandesa

Como en toda Guerra Civil, la sociedad finlandesa desgarró en dos mitades la realidad cotidiana, y como en toda guerra civil esa división era completamente artificial para tantos y tantos compatriotas. Sibelius inicialmente podría haberse contado entre los "blancos", y una mirada superficial (algunos comentarios en su diario no muy positivos hacia el "terror rojo") podría hacernos pensar en un posicionamiento claro. Pero más que a favor de un bando y en contra de otro, el compositor albergaba un sentimiento mucho más profundo: un odio hacia la misma guerra, hacia el sufrimiento que iba a llenar de sangre su propia tierra. Él tenía amigos, familia y admiradores de todas las posiciones, de izquierdas, de derechas, suecoparlantes, finoparlantes, tradicionalistas y progresistas, radicales y moderados... Aunque se hubiera posicionado rotundamente en un bando, que nunca lo hizo realmente, sabía que desde el otro le iban a romper igualmente el corazón. La guerra, la sinrazón de la guerra, era su única enemiga, la locura sublimada en idea que llevaba al finlandés matar al finlandés. Similar al caso de nuestro Manuel de Falla, el único finlandés que sintió verdaderamente como enemigo fue la propia Guerra Civil finlandesa.

El compositor, como también es conocido, se fue envuelto en un episodio en el que pudo realmente perder su vida y la de los suyos. El aislamiento de Ainola, que daba un gran impulso a su creación musical, en cambio suponía un peligro en tiempos de conflicto. La zona, como la cercana Helsinki y la mayor parte del sur del país, fue zona ocupada por el bando rojo. Pero más que el bando en sí, lo que temía, y con razón, era el hecho que muchos de los proletarios y campesinos que componían sus milicias ignoraran de hecho quién era él y lo contemplaran como un paradigmático "blanco" que eliminar sin que realmente importara, o que en todo caso le vieran como el compositor de la "Marcha de los Jäger" (que de hecho era bastante popular entre esas tropas y otras del bando blanco), y por lo tanto un objetivo político, pero sin el suficiente peso como para ser intocable. En la guerra finlandesa, como sucede en tantas guerras inciviles, gran parte de los muertos no lo eran en combates en el frente, sino en asesinatos políticos, ajusticiamientos, etc., habitualmente tampoco "política de partido", sino simples venganzas personales, odios atávicos, y violencia salvaje desatada. 

Por suerte y la intervención de Kajanus, nuestro compositor consiguió eludir la indefensa Järvenpää y retirarse al Helsinki ocupado que, aunque también dominado por el bando rojo (en la biografía de Ekman, escrita en unos años 30 nada "políticamente correctos", leemos expresamente "la capital del Terror Rojo"), ofrecía una garantía muchísimo mayor, un emplazamiento donde podría encontrar apoyos incluso entre las propias autoridades socialdemócratas.  

Jean y su familia son acogidos por la familia de su hermano Christian y los suyos en el Psiquiátrico de Lapinlahti, donde el mayor de los Sibelius trabajaba. Aunque las relaciones familiares fueron excelentes, la situación bélica les hicieron pasar penurias, empezando por las alimenticias (¡el compositor perdería 20 kilos!). Aparte de eso y las noticias de la guerra, el compositor vivió cierta tranquilidad ascética, con una vida cotidiana con paseos en torno al parque contiguo al hospital (que en la actualidad se llama Parque Sibelius, sede del célebre monumento al compositor), y en la que pudo trabajar en su música, aunque sin piano u otro instrumento en el que apoyarse. 


El hospital de Lapinlahti, la primera institución mental de Finlandia (1841). En la actualidad se encuentra sin uso, pero existe una iniciativa para recuperarlo y con su uso psiquiátrico.

Lo cierto es que fue el trabajo lo que le permitió sobrepasar lo mejor posible la guerra y la carestía. No era de extrañar el encontarnos en aquellos días al compositor absorto completamente en sus partituras, entre el humo de sus cigarros... Una célebre anécdota cuenta que un soldado de la Guardia Roja, realizando una de sus habituales inspecciones en la institución, se topó al músico en esa guisa, y pensó que Sibelius era uno de los enfermos mentales del hospital...

La principal obra de aquellas semanas del Helsinki bélico, aparte de ideas para su revisión de la Quinta sinfonía y de las dos sinfonías siguientes, fue justamente "Oma maa" opus 92.  El director coral Armas Maasalo fue quien le realizó el encargo, y al que le debemos el relato del momento que, aunque recogido en 1955 (en la publicación musical Suomalainen musiikilehti), reproduce con bastante probabilidad fielmente los hechos: “en 1918 el coro que dirigía, el Coro Nacional, se preparaba para celebrar su décimo aniversario y decidí - a pesar de los turbulentos tiempos - acudir a Jean Sibelius, nada menos, para una nueva pieza de concierto... Cuando, un par de semanas más tarde, una voz familiar al teléfono anunció que el trabajo solicitado por el coro estaba listo, me sorprendí enormemente — especialmente cuando el maestro, como si estuviera guiñándome pícaramente un ojo, me preguntó que si me era posible y tenía tiempo me pasara y le echase un vistazo... La partitura estaba sobre la mesa. Me pidió que la mirase y me explicó que el entorno tranquilo cerca del gran cementerio [el histórico Cementerio de Hietaniemi, en la misma área] era favorable a su trabajo. 'No tengo ningún instrumento a mi disposición, pero no importa', añadió.”

Si el músico terminó la composición tan rápido no solo es por las condiciones "irónicamente" tranquilas, sino porque estamos ante esos casos en los que el encargo se adapta a la perfección a la propia sensibilidad del músico. El poema de Kallio que constituye la base de la obra, fue escogido por el propio compositor: unos versos muy queridos por él, y a los que se volvió con frecuencia en esos años agitados de Guerra europea, Independencia y Guerra Civil... Según sus propias palabras es “un canto de alabanza al paisaje y a las noches luminosas de Finlandia” antes que una obras patriótica más convencional, alegórica o reivindicativa. Un canto a la Finlandia viva y eterna.

Maasalo consiguió que al compositor se le adelantara algo de dinero en principio - aunque en la práctica se retrasó un poco -, lo que en esas circunstancias era más de agradecer, aunque los mil marcos prometidos, unos 350 euros actuales, no fueran una gran cantidad. Además debía devolverlos si la obra se fuera a publicar (cosa que eventualmente se haría): “en otras palabras, la consiguen por nada. Pero no tengo el valor de decir que no.”


La partitura estuvo concluida el 20 de marzo, día en el que anota en su diario: “se habla de un punto de inflexión en pocos días. Quizá esta noche. Bombardeos y demás”. Ciertamente un mes después las tropas blancas entraban en la capital, y en mayo la sangrienta guerra finalizaría. 
Fotografía (c.1910) de Armas Maasalo (1885-1960), actualmente en la colección de la Junta Nacional de Antigüedades

El estreno, con presencia del autor, tendría lugar unos meses después, el 25 de octubre en el espacio del Salón de la Universidad, cuando la vida musical comenzaba a normalizarse en Helsinki. El propio Maasalo dirigió a su coro, al que se unió el Coro Mixto de la Liga de la Juventud de Helsinki y la Orquesta Filarmónica. 

La obra, fue recibida tibiamente por la crítica en general, ya que en clima de patriotismo de esos días se esperaba algo más pomposo y directo. El propio compositor se muestra un poco decepcionado y contrariado: “Oma maa fue un éxito, aunque no para todos. Además, Madetoja y otros críticos fueron negativos. Están empezando otra vez. ¡Pero de Katila he recibido clemencia!”. Ciertamente Evert Katila fue algo más su positivo en su opinión en el Uusi Suometar del día siguiente: “Sibelius ha hallado una expresión convincente de la belleza de Finlandia, y el carácter modal del comienzo provocó un gran impacto”. Su antiguo discípulo Madetoja, deteniéndose en aspectos musicales (de su propio interés, sin duda) escribió en su crítica algo menos laudatoria que la obra “ofrece numerosos desafíos armónicos y requiere una buena entonación, lo que el coro logró con encomiable seguridad. El tono del sentimiento ceremonial del poema adquiere todo su sentido. La textura orquestal multifacética podría haberse dado, sin embargo, con una claridad mayor.” 

No se puede negar que la obra, como veremos en el análisis, está lejos de tener una disposición y una forma muy acabadas. Ciertamente podemos detectar su composición "abstracta", y su carácter hasta cierto punto improvisatorio. Pero dicho sea de paso, contemplamos una de esas "improvisaciones" geniales del autor de la que nacieron muchos de sus mejores temas y obras, porque "Oma maa" es inspiración y sentimiento en estado puro y espontáneo antes que una obra pulida y fijada. Tal vez el propio autor contemplara alguna de sus debilidades, pero la fuerza de sus cualidades sin duda le tuvo que afirmar en el convencimiento de publicarla y no revisarla nunca. Su música es Sibelius en estado puro: muy sinfónica (apuntando de hecho directamente a la Sexta sinfonía), y además fruto de una armonía muy modal, alejada de dramatismos postrománticos.



Aurora boreal en Marttila, suroeste de Finlandia, en la noche del 12 al 13 de abril de 2016. Fotografía de Timo Oksanen

De hecho, a pesar de la tibieza de la recepción, la carrera de "Oma maa" solo prosiguió hacia delante. Su amigo Carpelan le informó que una subsiguiente interpretación en Åbo (Turku en finés) había causado una gran impresión. Y de ahí que a finales de año, la junta de gobierno de la Åbo Akademi (la refundada Universidad de Åbo, que tras el gran incendio de 1827 había sido trasladada a la nueva capital, Helsinki) le encargara una nueva cantata - con mediación de Carpelan y el poeta, Jarl Hemmer -, convirtiendo así "Mi propia tierra" en la pionera de una serie magistral de cantatas en estos últimos años compositivos de Sibelius. 

Aunque discretamente, la obra se fue imponiendo con los años en el repertorio sinfónico-coral de las salas finlandesas, donde no es nada infrecuente. A la que a la vez que su belleza y su sentimiento nativo, se recuerda siempre el testimonio vivo de la época en la que fue escrita. No es raro por tanto su programación en eventos ceremoniales hasta hoy en día. Sin ir más lejos, este mismo año del centenario de independencia ha podido ser escuchada en varios conciertos en Finlandia y a lo largo de todo el mundo. Las grabaciones como veremos también han tenido la dificultad de toda "obra local", por el idioma, aunque la partitura de Westerlund trae una versión cantable en inglés (también ha sido cantada en sueco dentro y fuera de Finlandia). En todo caso, un trabajo sibeliano de aquellos que es bien reconocido en su propia tierra, pero de una belleza y un sentimiento que merecerían ser conocidos en todas las patrias.
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Próximos capítulos:
- (2). Texto. El poema de Kallio
- (3). Análisis
- (y 4). Discografía

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