Celebramos hoy el 148 aniversario del nacimiento de Jean Sibelius. Recordamos al maestro con un nuevo capítulo de su biografía, dedicado a uno de los años más turbulentos de su existencia.
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"Finlandia un país libre - de hecho. ¡Qué extraño parece! Después de cincuenta y dos años siendo algo tan difícil, especialmente cuando las aspiraciones de uno tan a menudo habían sido tan decepcionantes". Mientras Finlandia iba recibiendo poco a poco su reconocimiento internacional como país independiente - en Estocolmo Schnéevoigt dirigía Finlandia opus 26 para celebrar el hecho - y los cuchillos de los dos bandos se iban afilando, nuestro compositor no abandonaba el trabajo. Junto con la revisión de la Quinta Sinfonía, en el aquel enero en que estallaría la Guerra Civil, nuestro músico trabajó en el encargo de Ilmario Vainio, miembro de los scout, que le pidió la musicalización de un texto propio. Sibelius reutilizó una melodía esbozada 20 años antes para escribir su "Marcha Scout" ("Partiolaisten marssi") opus 91b. Una versión preliminar llegaría al día siguiente de la petición, el 12 de enero, pero la obra no sería completada hasta meses después.
Mientras, la Marcha Jäger (que compartiría número de opus con la Scout) había empezado a circular libremente y con gran entusiasmo entre grupos patrióticos, escuchándose ya en el Teatro Nacional o en la Universidad, normalmente en arreglos ajenos. Mientras, el propio autor le daría una orquestación, que no fue escuchada hasta el 20 de abril, ocasión en la que la autoría de la obra fue definitivamente reflejada en los periódicos.
Mientras la música de Sibelius se iba convirtiendo en un símbolo del bando blanco, el 28 de enero estalla oficialmente la Guerra Civil. Järvenpää, como buena parte del sur del país, será dominado en un principio por el bando rojo, y nuestro músico se sentirá - y objetivamente así debió ser - objetivo político por sus simpatías.
Las noticias de los crímenes en las proximidades, incluyendo víctimas de personas que conocía y estimaba nuestro músico no dejaban de llegar a Ainola - a pesar que las llamadas telefónicas estaban restringidas y sólo se publicaban diarios del bando revolucionario -, por lo que el compositor se sintió realmente espantado por el cariz de los acontecimientos. El 2 de febrero escribe en su diario: "los rojos se comportaban como bestias salvajes. Crimen tras crimen, y no sólo de los combatientes en lucha: la vida de toda la gente educada está en peligro. El poder proletario crece como un bola de nieve. Mi hora llegará tan pronto como descubran que soy el compositor de la Marcha Jäger [...]. La única cosa que nos queda es la muerte, más pronto o más tarde. ¿Debería abordar mis sinfonías o concentrarme en pequeñas cosas que no lleven tanto tiempo?".
Pero los dirigentes locales de la comarca apenas sabían quién era realmente Sibelius, por fortuna apenas le tomaron una celebridad de la zona. Ya fuera por considerarlo algún tipo de peligro o por su propia seguridad (y quizá así lo fue sin pretenderlo), le prohibieron salir de su casa: "maravilloso... ¿pero qué tengo que hacer con mis sinfonías?", escribe el 5 de febrero. Era una duda existencial, pero también puramente musical, ya que no sólo daba vueltas a la composición de los primeros movimientos de la Quinta y la Sexta, sino que también se debatía con su forma.
En sus confesiones a Ekman - que también reproduce su propio resentimiento - se muestra especialmente dolido y consumido por el odio hacia el bando revolucionario, lejos del pensamiento "políticamente correcto", y que es asumible perfectamente en el clima de entreguerras en el que se recogen estas opiniones (1935): "el 11 de febrero un destacamento de guardias rojos vino a buscar mi casa. Buscaban suministros ocultos de comida y armas. Los hombres presentaban una apariencia terrorífica, con su caras picadas por la viruela, deformes. No eran del distrito de Järvenpää, una circunstancia que hacía mi posición del todo peligrosa. No tenían ni idea de quién era yo, y se comportaron de una manera amenazante y ruda. Yo tenía en verdad un revólver oculto en una habitación del piso bajo de la villa. El portero de la casa, que estaba presente durante la búsqueda, lo sabía, y si hubiera querido traicionarme mi vida podría no haber tenido mucho valor."
Mientras, la Marcha Jäger (que compartiría número de opus con la Scout) había empezado a circular libremente y con gran entusiasmo entre grupos patrióticos, escuchándose ya en el Teatro Nacional o en la Universidad, normalmente en arreglos ajenos. Mientras, el propio autor le daría una orquestación, que no fue escuchada hasta el 20 de abril, ocasión en la que la autoría de la obra fue definitivamente reflejada en los periódicos.
Mientras la música de Sibelius se iba convirtiendo en un símbolo del bando blanco, el 28 de enero estalla oficialmente la Guerra Civil. Järvenpää, como buena parte del sur del país, será dominado en un principio por el bando rojo, y nuestro músico se sentirá - y objetivamente así debió ser - objetivo político por sus simpatías.
Las noticias de los crímenes en las proximidades, incluyendo víctimas de personas que conocía y estimaba nuestro músico no dejaban de llegar a Ainola - a pesar que las llamadas telefónicas estaban restringidas y sólo se publicaban diarios del bando revolucionario -, por lo que el compositor se sintió realmente espantado por el cariz de los acontecimientos. El 2 de febrero escribe en su diario: "los rojos se comportaban como bestias salvajes. Crimen tras crimen, y no sólo de los combatientes en lucha: la vida de toda la gente educada está en peligro. El poder proletario crece como un bola de nieve. Mi hora llegará tan pronto como descubran que soy el compositor de la Marcha Jäger [...]. La única cosa que nos queda es la muerte, más pronto o más tarde. ¿Debería abordar mis sinfonías o concentrarme en pequeñas cosas que no lleven tanto tiempo?".
Pero los dirigentes locales de la comarca apenas sabían quién era realmente Sibelius, por fortuna apenas le tomaron una celebridad de la zona. Ya fuera por considerarlo algún tipo de peligro o por su propia seguridad (y quizá así lo fue sin pretenderlo), le prohibieron salir de su casa: "maravilloso... ¿pero qué tengo que hacer con mis sinfonías?", escribe el 5 de febrero. Era una duda existencial, pero también puramente musical, ya que no sólo daba vueltas a la composición de los primeros movimientos de la Quinta y la Sexta, sino que también se debatía con su forma.
En sus confesiones a Ekman - que también reproduce su propio resentimiento - se muestra especialmente dolido y consumido por el odio hacia el bando revolucionario, lejos del pensamiento "políticamente correcto", y que es asumible perfectamente en el clima de entreguerras en el que se recogen estas opiniones (1935): "el 11 de febrero un destacamento de guardias rojos vino a buscar mi casa. Buscaban suministros ocultos de comida y armas. Los hombres presentaban una apariencia terrorífica, con su caras picadas por la viruela, deformes. No eran del distrito de Järvenpää, una circunstancia que hacía mi posición del todo peligrosa. No tenían ni idea de quién era yo, y se comportaron de una manera amenazante y ruda. Yo tenía en verdad un revólver oculto en una habitación del piso bajo de la villa. El portero de la casa, que estaba presente durante la búsqueda, lo sabía, y si hubiera querido traicionarme mi vida podría no haber tenido mucho valor."
Sin embargo, los ocupantes de Ainola tampoco eran tan insensibles como podría parecer por estos desagradables recuerdos. Ekman señala que, tras escuchar al músico tocar al piano para calmar a sus hijas, que estaban llorando por la presencia de los extraños, uno de los soldados comentó a su doncella "debe ser muy agradable para ti servir en un casa donde escuchas tan hermosa música".
Pero otra segunda inspección el día 13 fue más angustiosa incluso: "¡qué vergüenza para mi casa que tenga que permitirles abrir todos los cajones y que vieran expuestos todos los 'tesoros' de esta pobre, desamparada casa! Cuando vi esto, apenas podía aguantar mi dolor. Un montón de bandidos, armados hasta los dientes, y yo, un compositor nervioso, ¡desarmado! Dijeron que uno debía dar paso a la violencia. Éste puede hacerlo, pero es más difícil soportar el deshonor que haberlo sufrido en la casa de uno. ¡Qué vida!"
Objetivamente no era nada seguro que nuestro autor permaneciera en la aislada Ainola. Robert Kajanus acudió a las autoridades de Helsinki, y consiguió mover los hilos necesarios para obtener el permiso que le permitiera llegar hasta el hogar de los Sibelius y llevarse al compositor, su mujer y sus hijas a la ciudad, escoltado por guardias rojos. El 20 de febrero un grupo de trineos guiados por el director de orquesta cruzaba el sur de Finlandia. Su hija Katarina anotó la curiosa escena: "Kajanus estuvo magnífico - le admiro. Nuestra partida fue triste, Helmi y mamá lloraron, papá se agitaba, mamá estaba enfadada; las niñas pálidas y Kajanus lo organizó todo". Así se evitó que el genio nórdico fuese una víctima más de aquella guerra incivil.
La familia se asentó junto a la familia de su hermano Christian, en el hospital de salud mental de Lapinlahti. El médico también había pasado momentos difíciles, habiendo sido arrestado por negarse a dar trato preferente a soldados revolucionarios heridos. Aunque la convivencia con la familia de Christian fue excelente - especialmente para sus hijos - las condiciones mismas de la Helsinki de la guerra fueran muy duras, con una falta de suministros en ocasiones cerca de derivar en hambrunas. Nuestro compositor llegó a perder 20 kilos en dos meses.
Hospital de Lapinlahti en la actualidad
Para soportar aquella angustia nuestro autor daba largos paseos por la periferia del hospital, principalmente por el parque que acabaría llevando su nombre, y donde está situado el famoso monumento en su memoria.
Pero principalmente buscó refugio en la composición, lo cual no deja de ser extraordinario si pensamos en las circunstancias de carencias que sufrió en aquellas semanas. Uno de los soldados de una inspección de la Guardia Roja en el hospital, al verle inmerso escribiendo música bajo la nube de humo de su habitual cigarro llegó a pensar que era uno de los dementes del hospital...
El principal trabajo de aquellos aciagos días fue su cantata "Oma maa" ("Mi patria") opus 92, una de sus mejores trabajos en este género y obra maestra en cualquier caso, sobre un poema en finés de Kallio que el compositor mismo seleccionó, y que conocía y amaba hacía años. El director del Coro Nacional, Armas Maasalo, celebraba su décimo aniversario, y a pesar de la guerra, apostó por un estreno, por lo que contactó con el compositor, ofreciéndole el trabajo con condiciones económicas francamente favorables - un adelanto de 1000 marcos, que se devolverían sólo cuando hubiese un contrato con un editor -. Un par de semanas después de la petición, Sibelius llamó al sorprendido director confirmando que la obra estaba terminada. Maasalo acudió a la mesa de trabajo del autor, donde la partitura estaba dispuesta. Sibelius le explicó que en la tranquilidad de aquella zona fue positiva para su labor, aun cuando no disponía de ningún instrumento que le ayudara a la hora de escribir en papel pautado. Lo cierto es que a esas alturas la mayor parte de su música se redactaba ya sin apoyo del piano.
Fotografía de Jean Sibelius en 1918, que muestra al compositor visiblemente más delgado.
La obra, primera de una serie de magníficas cantatas con orquesta que compondría en aquellos años, presenta a un coro mixto entonando libremente el poema con cierto toque de recitativo, sumergido por una instrumentación sinfónica amplia y llena de sones casi panteísticos, serena, optimista, plena de evocaciones a las "luces del norte" y al toque del kántele. Hay semejanzas con el espíritu, incluso con ciertas sonoridades, de la Sexta Sinfonía, y no por casualidad.
Aparte de la cantata, Sibelius pudo dedicarse también a aumentar su catálogo de miniaturas para violín y piano con su Aubade y su Minueto opus 81 nos. 4 y 5, piezas de una ligereza mundana muy lejos tanto del ambiente bélico como del carácter trascendental de "Oma maa", que pudo vender rápidamente para obtener sustento diario.
La victoria blanca se aproximaba, y Sibelius asistía con un inédito entusiasmo al asedio de Helsinki: "11 de abril, durante el bombardeo. Nunca he soñado nada tan tremendo. ¡Horrible, pero grandioso! ¿Estaré vivo mañana?" Más tarde anota: "el crescendo, el trueno de las armas que se acerca como un crescendo que se prolongó cerca de treinta horas y terminó con un fortissimo como nunca soñé, fue realmente una gran sensación".
Finalmente las tropas alemanas entraban en la capital, dando origen a los postreros días de la guerra. Kajanus dirigió un "concierto de homenaje" para las fuerzas germánicas en la Universidad, evento como señalábamos antes en el que fue desvelada la autoría de la Marcha Jäger, dirigiéndola el mismo Sibelius.
La familia del músico volvió entonces a la tranquilidad de Ainola, y el compositor retomó rápidamente su rutina diaria y su trabajo. Pero aún permanecían los temores de la guerra, y llegó a concebir la posibilidad de ser asesinado por venganza, pidiendo a un responsable de la estación de Järvenpää que le avisara de visitas sospechosas. Sin embargo nada malo llegó a suceder. Su primera obra completada fue un encargo del hijo del doctor Gösta Schybergson, quien fuera amigo personal del músico y asesinado durante la guerra. El homenaje consistiría en la musicalización de dos poemas del difunto, en versión de coro masculino a capella, "Ute hörs stormen" ("Fuera la tormenta arrecia") y "Brusande rusar en våg" ("El rugido de una ola"), clasificados como JS.224. Las partituras fueron enviadas a la familia el día 30 de abril, obras aunque ocasionales de gran calidad, francas y de gran fortaleza sonora.
Aunque la guerra no había acabado completamente, la vida poco a poco volvía a su cauce, y el 9 de mayo nuestro autor apareció de nuevo en la capital dirigiendo sus obras, con una programa que incluía Las Oceánidas, las Dos melodías serias opus 77 y la Segunda Sinfonía. En el concierto estaba presente el Conde von der Goltz, relacionado con Breitkopf & Härtel, lo que le permitió reestablecer rápidamente sus contactos con la editora alemana.
A finales de mes sin embargo tuvo que contemplar cómo la desgracia no había terminado a pesar del clima de victoria. Tras una gala que celebraba la ciudad de Viipuri, Toivo Kuula, que había sido brevemente discípulo de Sibelius, muy querido por su maestro y con un brillante futuro por delante, había acudido a combatir, con una buena cantidad de aquavit en el cuerpo, con tropas Jäger, siendo fatídicamente alcanzado en la cabeza. Murió unas semanas después. "¡Qué infinitamente doloroso es el destino de un artista! Mucho trabajo duro, talento y valor - el valor de la vida - y entonces todo eso se acaba". Poco después moría también el prestigioso Richard Faltin, quien apoyó a nuestro músico desde sus mismos comienzos. Su muerte le fue igualmente dolorosa, y Sibelius desistió de asistir al sepelio: "no puedo ocuparme de más funerales".
Un documento escalofriante: fotografía de Toivo Kuula en su lecho de muerte
El músico prestó sus servicios en socorro a las necesidades de la post-guerra, participando en algún evento benéfico. La fama de su Marcha Jäger no dejaba de crecer, con sus mil y un arreglos, donando parte de sus beneficios a la caridad. El propio batallón le dedicó grandes honores. El compositor hizo entonces un comentario profético: "toda Finlandia está bajo el manto de la guerra y el militarismo. Sin entender el mundo del combate de un sinfonista".
La vida de Sibelius era desde luego la composición, y en su cabeza daba vueltas a los más grandes proyectos de aquellos años, que serán sus tres siguientes (y últimas) sinfonías, que estaban siendo concebidas como un todo. En una célebre carta del 20 de mayo, que escribió a Carpelan, desgrana su estado anímico y su magnífica concepción: "como si estuviera preparándome para abandonar esta vida y, descendiendo a mi tumba, alcanzase correctamente a un águila, a vista de pájaro y con destreza, sin dejar un pensamiento en la reserva [...]. Mis nuevos trabajos... parcialmente esbozados y planeados". A continuación pasa a detallar esos planes, que serán muy exactos para la revisión de la Quinta, no terminada hasta el año siguiente, como también para la Sexta, que no acabará hasta 1924, pero no así para la Séptima, que atravesará muchas vicisitudes antes si quiera de definirse como tal sinfonía.
"Todo esto con la debida reserva... Perece como si las tres sinfonías salieran de mí al mismo tiempo". [...] Como habitualmente, soy esclavo de mis temas y debo someterme a sus demandas. Por todo esto puedo ver cómo mi yo más íntimo ha cambiado desde los días de la IV. sinfonía. Y estas sinfonías mías son más de la naturaleza de profesiones de fe que otros trabajos"
Dando vueltas a estas ideas en ocasiones llegaba a dudas trascendentales, preguntándose sobre la dirección que iba a tomar su trabajo, si merecía la pena el trabajo de revisión de la Quinta, o incluso su propio futuro como autor de sinfonías. Todo aquel verano, en el que recibió las visitas de Armas Järnefelt o de su amigo de infancia Walter von Konow, no conoció nuevos trabajos de ninguna especie, aunque le rondó la idea de escribir pequeños poemas sinfónicos o impromptus para orquesta.
El 20 de septiembre finalmente le llega el turno a un nuevo coro a capella a semejanza de los escritos meses antes, "Jone havsfärd" ("El viaje de Jonás") JS.100, de un agudo sentido del humor (¡no en vano fue escrito como agradecimiento a un envío de lampreas!). Poco después llegaría una miniatura de piano, Linnaea, delicada y evocadora que no pasaría al cuaderno de "Las flores", sino al del número de opus 76, siendo su número 11.
Para la revista musical Säveletär realizó entonces un curioso arreglo, para el cual volvía a la partitura de "Kullervo" opus 7, la obra fundacional de su carrera y que entonces no conocía interpretaciones, aunque seguía en el recuerdo de muchos de los seguidores del maestro. Sibelius extrajo el final del tercer movimiento, el Lamento de Kullervo, para transformarlo en un solo de barítono y piano con texto en alemán. Las alteraciones en el texto provocaban además varios cambios en la línea vocal, por lo que el arreglo no es totalmente equivalente al original con orquesta.
La carestía de aquellos días obligó a la familia a vender su caballo, y a despedir por tanto al mozo a su cuidado. A pesar de que había recuperado en aquellas semanas la pensión estatal, el importe ascendía a apenas unos 8000 marcos anuales - unos 2700 € actuales -, por lo que el compositor debía entregarse al trabajo una vez más para resolver su economía. Breitkopf había puesto muchas esperanzas en que la Marcha Jäger se vendiese bien en Alemania, como era esperable. Pero había llegado el fin de la guerra y del militarismo prusiano, y el negocio fracasó.
El 25 de octubre tuvo lugar el estreno de Oma maa, con el Coro Mixto de la Juventud Nacionalista de Helsinki (nombre que tomaba entonces el Coro Nacional) y la Orquesta Filarmónica, dirigidos por Armas Maasalo. Las críticas fueron positivas pero reservadas, aunque el crítico de Uusi Suometar apuntaba ya una opinión que se consolidaría con el tiempo: "Sibelius ha encontrado la convincente expresión de la belleza de Finlandia". Con los años la obra se tendrá en una alta estima, recordando siempre las arduas circunstancias que rodearon su génesis.
El director, organista, y compositor finlandés Armas Maasalo (1885-1960). Fotografía de c. 1930
El 2 de noviembre escribe a Carpelan una carta que denota un estado de ánimo muy bajo, provocado posiblemente por su renovado apetito por el alcohol: "estoy en un terrible estado de depresión, viendo todo en la más negra penumbra, salvo lo lejos que he llegado como compositor. La gente está trabajando contra mí. No quiero dar nombres, ya que me produce una gran pena [...] Yo creo en el valor, y esa es mi tragedia".
El 20 de noviembre completaría la última de las Humoresques para violín y orquesta, la opus 89d en el tono de sol menor, bajo la dirección de un motto rítmico tan característico del autor, que encontramos en otros trabajos como en El retorno a casa de Lemminkäinen opus 22 nº4.
Jalmari Finne le había enviado una revisión del texto de la Marcha Scout, y nuestro autor trabajo con mucho esfuerzo hasta encontrar la fórmula definitiva, ya que el encargo nunca le entusiasmó. El 27 de noviembre completaba la redacción, una partitura para piano con el texto escrito en la parte superior. La obra conocería varias versiones, incluyendo una para coro mixto y orquesta que debe de datar de esas mismas fechas. No se trata de un trabajo muy destacado, pero ha sido ampliamente utilizado y con orgullo por el movimiento escultista (convirtiéndose de hecho en 1950 en el himno oficial de las Chicas Scout).
El 17 de diciembre el compositor asiste al estreno de la Segunda Sinfonía de Leevi Madetoja, dirigida por Kajanus, y Sibelius se ve muy impresionado por el trabajo de su antiguo alumno. Tras el concierto recibió la buena noticia de que un mecenas, Otto Donner, le cedía 10000 marcos. En el mismo evento fue asaltado literalmente por un joven poeta, Jarl Hemmer, que estaba escribiendo el texto de la cantata que Sibelius había aceptado componer. Esta música coronaría la inauguración de la Åbo Akademi, la universidad sueco-parlamente de la actual Turku, que renacía de sus cenizas tras la guerra y trataba de recuperar su pasado esplendor. Una vez consolidada la República de Finlandia Jean Sibelius se convertiría en el compositor nacional, un símbolo de alma finlandés durante la opresión rusa, y fueron muchas las ocasiones solemnes para las cuales nuestro autor recibió encargos, permitiéndose el lujo de rechazar muchos de ellos. Sibelius era ya un mito viviente, y se esperaba de él las partituras más grandiosas de su carrera. Al año siguiente en efecto vendría la versión definitiva de una de sus obras maestras, como narraremos en el próximo capítulo.
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Capítulo siguiente (37): la versión definitiva de la Quinta Sinfonía y los Días de Música Nórdica (1919)
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