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El 3 de enero la vida de Jean Sibelius se muestra en una encrucijada fundamental cuando manda un telegrama a EE.UU., aceptando la propuesta de enseñanza en Rochester, en la que sería la Eastman School a partir de octubre.
Desde el comienzo de la guerra mundial no había dirigido ningún concierto en el extranjero. Aquel invierno la sequía termina cuando nuestro músico se embarca en un amplio tour, traducido en ocho actuaciones en Inglaterra y cuatro en Noruega. Antes de llegar a las Islas Británicas visitó brevemente Berlín para contactar con Breitkopf & Härtel - con el que discutió la pérdida de beneficios que le suponía la continua devaluación del marco alemán -, con Adolf Paul (quien aprovechó una vez para solicitarle una nueva colaboración) y ser elegido miembro de la Academia de artistas libres alemana.
Tras Alemania tomó un tren hasta Dover, y de allí a Gran Bretaña en ferry. Según relataría a Aino con orgullo el oficial de la aduana le reconoció y le dio la bienvenida. Pasó un mes en Inglaterra - del 6 de febrero al 10 de marzo - con el apoyo inestimable del enviado del gobierno finlandés, Ossian Donner, y de sus amigos Rosa Newmarch, Henry Wood y Granville Bantock.
Tras Alemania tomó un tren hasta Dover, y de allí a Gran Bretaña en ferry. Según relataría a Aino con orgullo el oficial de la aduana le reconoció y le dio la bienvenida. Pasó un mes en Inglaterra - del 6 de febrero al 10 de marzo - con el apoyo inestimable del enviado del gobierno finlandés, Ossian Donner, y de sus amigos Rosa Newmarch, Henry Wood y Granville Bantock.
El 12 de febrero dirigió su primer concierto. Sería en el Queen's Hall de Londres, con el estreno británico de la Quinta sinfonía. Todo un éxito, a pesar del nerviosismo del autor ante un público muy numeroso. Los periódicos locales recogieron ampliamente la noticia de la visita y los conciertos. Tres días más tarde fue el invitado de honor de una ceremonia en el prestigioso Royal College of Music, donde dirigió En saga a su orquesta de estudiantes. Allí pudo conocer a Adrian Boult, con los años consumado director sibeliano. El 16 dirige en Bournemouth a su Orquesta Sinfónica la Tercera sinfonía y otras piezas. En la recepción posterior se encontró con un estudiante entusiasmado, que lamentaba no poder permitirse una nueva velada en Londres, para escuchar la Cuarta. Entonces el compositor se aprestó a darle una libra esterlina para el viaje.
El 18 repite en el Queen's Hall dirigiendo alguna obras cortas en un "concierto balada", programa que repetirá el día siguiente. El 20 de nuevo la Tercera en Birmingham, junto con Bantock, aprovechando el viaje de vuelta para visitar Oxford.
El 18 repite en el Queen's Hall dirigiendo alguna obras cortas en un "concierto balada", programa que repetirá el día siguiente. El 20 de nuevo la Tercera en Birmingham, junto con Bantock, aprovechando el viaje de vuelta para visitar Oxford.
En un nuevo evento en el Queen's Hall pudo encontrarse con su viejo amigo Ferrucio Busoni, muy popular en la capital británica, que interpretó el Concierto para piano KV.488 de Mozart y su propia Fantasía india, mientras que Sibelius dirigiría su Cuarta sinfonía. El encuentro les haría recordar sus correrías de los tiempos pasados: "podrían olvidar la hora del concierto en que debían aparecer [...] Nunca sabían a qué hora tenían que ir a la cama o levantarse. Eran como una pareja de escolares irresponsables", recordaría Henry Wood. Ellos no lo sabían, pero era la última vez que los dos músicos se encontrarían en persona. Busoni, ya enfermo en esos momentos, moriría tres años después.
Busoni y Sibelius a la puerta del Queen's Hall
Busoni se mostró un poco contrariado porque Sibelius no había valorado su obra, que gustó al público londinense. Como ya hemos apuntado en alguna ocasión, el músico nórdico no valoró en general demasiado bien las obras de su amigo, en especial las más vanguardistas.
La sinfonía sibeliana fue recibida calurosamente, y alabada por la prensa, situándola según The times incluso por encima de la Tercera o la Quinta, obras mucho más accesibles en principio. La partitura, que había tenido dificultades y negativas en otros lugares, triunfaba en Inglaterra.
El mismo periódico recogió el día 26 de febrero un extenso artículo de Bantock sobre el genio nórdico. Según el autor inglés "recuerda a la típica figura del Kalevala, el viejo Väinämöinen, el cantor y mago: parece siempre buscar «la palabra de origen», que confiere poder sobre la cosa nombrada; siempre está buscando pulir lo superfluo, dar des idées seules [las meras ideas], como dice... Ha añadido un nuevo sabor al arte del mundo, y permanece como el compositor finlandés tipo y representativo".
Durante el viaje pudo conocer a Ralph Vaughan-Williams, que se estaba convirtiendo en el autor inglés más valorado después de Elgar, y que admiró - y se dejó influir - mucho la obra del finlandés. Según se relata en la biografía escrita por la segunda mujer del compositor inglés, aquel primer encuentro fue un poco decepcionante, por la timidez de ambos y porque sólo pudieron intercambiar unas palabras en un francés que ninguno de los dos dominaba.
Nuestro músico estableció interesantes contactos con otras personalidades, incluyendo como la pianista Harriet Cohen, entonces una prometedora estrella. El crítico Edwin Evans la presentó al compositor, señalando que conocía y admiraba muchas de sus obras orquestales. Sibelius reaccionó con un ligero escepticismo. Entonces Cohen se sentó en el piano del restaurante en el que se encontraban y tocó de memoria Una saga. Después de aquello ambos artistas sintieron una gran afinidad. La pianista defendió especialmente su más reciente sinfonía, que como decíamos había pasado algo inadvertida: "eres indudablemente una de la media docena de personas que entiende mi Quinta sinfonía". Harriet Cohen sería de los pocos grandes pianistas que incluía piezas para el teclado de nuestro compositor, como las Sonatinas opus 67, como parte habitual de su repertorio.
La sinfonía sibeliana fue recibida calurosamente, y alabada por la prensa, situándola según The times incluso por encima de la Tercera o la Quinta, obras mucho más accesibles en principio. La partitura, que había tenido dificultades y negativas en otros lugares, triunfaba en Inglaterra.
El mismo periódico recogió el día 26 de febrero un extenso artículo de Bantock sobre el genio nórdico. Según el autor inglés "recuerda a la típica figura del Kalevala, el viejo Väinämöinen, el cantor y mago: parece siempre buscar «la palabra de origen», que confiere poder sobre la cosa nombrada; siempre está buscando pulir lo superfluo, dar des idées seules [las meras ideas], como dice... Ha añadido un nuevo sabor al arte del mundo, y permanece como el compositor finlandés tipo y representativo".
Durante el viaje pudo conocer a Ralph Vaughan-Williams, que se estaba convirtiendo en el autor inglés más valorado después de Elgar, y que admiró - y se dejó influir - mucho la obra del finlandés. Según se relata en la biografía escrita por la segunda mujer del compositor inglés, aquel primer encuentro fue un poco decepcionante, por la timidez de ambos y porque sólo pudieron intercambiar unas palabras en un francés que ninguno de los dos dominaba.
Nuestro músico estableció interesantes contactos con otras personalidades, incluyendo como la pianista Harriet Cohen, entonces una prometedora estrella. El crítico Edwin Evans la presentó al compositor, señalando que conocía y admiraba muchas de sus obras orquestales. Sibelius reaccionó con un ligero escepticismo. Entonces Cohen se sentó en el piano del restaurante en el que se encontraban y tocó de memoria Una saga. Después de aquello ambos artistas sintieron una gran afinidad. La pianista defendió especialmente su más reciente sinfonía, que como decíamos había pasado algo inadvertida: "eres indudablemente una de la media docena de personas que entiende mi Quinta sinfonía". Harriet Cohen sería de los pocos grandes pianistas que incluía piezas para el teclado de nuestro compositor, como las Sonatinas opus 67, como parte habitual de su repertorio.
La pianista Harriet Cohen (1895-1967). Fotografía de c.1920
En un nuevo "concierto balada" dirigió Las oceánidas y piezas cortas. La semana siguiente se dirigiría a Manchester, donde tocó Finlandia y el Valse triste. Sus últimos eventos fueron dos nuevos "conciertos balada" en Londres. Terminó así su estancia británica, que se había prolongado tras poder posponer las actuaciones en Noruega.
Durante esas semanas había estado discutiendo con Newmarch su marcha a América, pero la melómana británica le contrarió con gran tesón: "te ruego no malgastes tus energías enseñando a jóvenes americanos armonía y orquestación à la Sibelius. Eso pueden encontrarlo todo estudiando tus obras. Eres un compositor, no un pedagogo, posiblemente el más grande músico creativo de nuestros tiempos — y ciertamente uno de los más nobles e individuales. Esa es tu misión. Au diable les dollars! Pasa el verano en Järvenpää; no fumes demasiados cigarros Corona, por el bien de tus finanzas; no bebas tan a menudo (por consejo de tu Leibartz ["médico", en alemán] Mme, Rosa Newmarch), y compón tu Sexta (por mandato del Todopoderoso). Esto dará sentido real a tu vida."
Pronto escribiría a EE.UU.: "iré a América sólo como director, y no este año". Pero no era la respuesta definitiva.
Pronto escribiría a EE.UU.: "iré a América sólo como director, y no este año". Pero no era la respuesta definitiva.
El viaje de Londres a Newcastle se hará en tren, donde tomaría el barco hacia Bergen. En Noruega, el 21 de marzo, dirigirá a la Orquesta Harmonien y visitará la casa de Grieg en Troldhaugen antes de acudir a Kristiana (Oslo en la actualidad) para tres conciertos. Los programas no contaban con sus obras más recientes, como la Cuarta o la Quinta sinfonía, sino la Primera sinfonía, la Segunda, El cisne de Tuonela, Finlandia... pero agotaron las entradas y entusiasmaron a público y crítica. Nuestro compositor fue laureado por prominentes figuras noruegas, como el rey Haakon VII, que lo recibió en audiencia.
Interior de la Casa-Museo de Edvard Grieg en Troldhaugen (Noruega)
A principios de abril un Sibelius exhausto volvía a casa, mientras debatía consigo mismo la oferta de EE.UU. "Yo no puedo posiblemente enseñar ahora. [...] No sé suficiente inglés. Ni toco el piano. Tengo una gran reputación, no sólo en Alemania sino en todo el mundo. Y abandonar la composición sería un suicidio". Finalmente, a finales de mes, escribiría a Alf Klingenberg reculando y rechazando el trabajo. Tras un intercambio de telegramas para intentar un cambio de postura, el 9 de mayo nuestro músico dio su última palabra: permanecería en Finlandia. Klingenberg se consoló con Christian Sinding, que fue sustituido dos cursos más tarde por Selim Palmgren.
A finales de mayo se celebraron de nuevo los Días de Música Nórdica, esta vez con Helsinki como sede. La música finlandesa estuvo bien representada con obras de Madetoja, Palmgren y Kuula, como la de nuestro autor, desde la pieza de inauguración (El retorno de Lemminkäinen) hasta el concierto de cierre, el 28 de mayo, el que dirigiría personalmente Sibelius, con un programa que incluía la Quinta sinfonía y La hija de Pohjola.
Durante todos estos meses en los que no cesó de dirigir no había compuesto nada. Las ideas sobre la Sexta sinfonía habían sido aparcadas, y el temblor de manos le hacía desistir de coger la pluma. Pero finalmente se propuso trabajar, y resultado de ello fue la Suite mignonne ["agradable" en francés] opus 98a, finalizada el 29 de junio. Es la primera de tres suites para pequeña orquesta escritas entre este año y el siguiente. La obra, escrita para cuerda y dos flautas, es una pieza más bien ligera, aunque no sin ecos del mejor sinfonismo de aquellos años, con referencias a pasadas glorias salonísticas y al mundo de los ballets de Chaikovsky. Tras concluir la pieza preparó una transcripción para piano y cedió ambas versiones a la editora Chapell de Londres, por mediación de Rosa Newmarch.
El 10 de agosto su mujer Aino celebraba su 50 cumpleaños, ocasión honrada a través de un discurso que fue recogido: "yo, quien te debo tan indescriptible gratitud, puedo afirmar que sin ti mi vida podría haber sido más pobre y más trivial. No hay asunto trivial en estar casado con un compositor como yo. Los momentos de luz, cuando el trabajo ha sido terminado, están finamente repartidos, y la batalla contra la oscuridad de la noche es larguísima. Ha sido verdaderamente destacable que hayas soportado estas tormentas en nuestra vida".
Una de las hijas del matrimonio, Katarina, marchó ese otoño a Stuttgart a proseguir sus estudios de piano. El compositor se mostró inquieto porque apenas le escribió, inquietud sin duda excesiva.
En cuanto al trabajo, el resto del año fue poco provechoso. En algún momento de 1921 realizó una nueva versión, para coro mixto y piano, de la "Marcha scout" opus 91b de 1918, y trabajó en un vals orquestal, el Valse chevaleresque.
Sin embargo apenas se movió de Ainola, aparte de una visita al general Mannerheim y la fiesta del 65 aniversario de Kajanus, donde bebió alcohol en abundancia... "yo haré sesenta y seis. Y no hay nada que hacer con ello. El futuro parece sombrío. Cuánto amo la vida y qué difícil es vivirla. ¡Cuán a menudo yo he escrito eso!".
Mientras llegaban buenas noticias de sus amigos del extranjero - Busoni dirigía la Quinta sinfonía en Berlín - en casa de nuevo se imaginaba conspiraciones contra él, las de los músicos en la Universidad, a los que dirigiría el 1 de noviembre con ocasión del centenario de la Societas pro fauna et flora fennica (Sociedad para la fauna y flora finlandesa).
La interpretación de Busoni fue bastante bien recibida, llegando a pronosticar algún crítico que la sinfonía se convertiría en una obra del repertorio, como así ha sido. Nuestro músico recibió la información a través de Adolf Paul, y en seguida escribiría a Busoni:" gracias desde el fondo de mi corazón. Paul me ha escrito, cautivado por tu interpretación. Sin ti la sinfonía habría permanecido en el papel y yo como una aparición del bosque" (20 de noviembre).
El final de año fue abordado con mucho mejor ánimo. Las navidades fueron recibidas con alegría, y le trajeron un regalo en forma de nuevo honor desde Noruega: el título de primera clase de "Comendador de la Orden de San Olav".
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Capítulo siguiente (40): suites, trabajos menores y la muerte de su hermano Christian (1922)
Durante todos estos meses en los que no cesó de dirigir no había compuesto nada. Las ideas sobre la Sexta sinfonía habían sido aparcadas, y el temblor de manos le hacía desistir de coger la pluma. Pero finalmente se propuso trabajar, y resultado de ello fue la Suite mignonne ["agradable" en francés] opus 98a, finalizada el 29 de junio. Es la primera de tres suites para pequeña orquesta escritas entre este año y el siguiente. La obra, escrita para cuerda y dos flautas, es una pieza más bien ligera, aunque no sin ecos del mejor sinfonismo de aquellos años, con referencias a pasadas glorias salonísticas y al mundo de los ballets de Chaikovsky. Tras concluir la pieza preparó una transcripción para piano y cedió ambas versiones a la editora Chapell de Londres, por mediación de Rosa Newmarch.
El 10 de agosto su mujer Aino celebraba su 50 cumpleaños, ocasión honrada a través de un discurso que fue recogido: "yo, quien te debo tan indescriptible gratitud, puedo afirmar que sin ti mi vida podría haber sido más pobre y más trivial. No hay asunto trivial en estar casado con un compositor como yo. Los momentos de luz, cuando el trabajo ha sido terminado, están finamente repartidos, y la batalla contra la oscuridad de la noche es larguísima. Ha sido verdaderamente destacable que hayas soportado estas tormentas en nuestra vida".
Una de las hijas del matrimonio, Katarina, marchó ese otoño a Stuttgart a proseguir sus estudios de piano. El compositor se mostró inquieto porque apenas le escribió, inquietud sin duda excesiva.
En cuanto al trabajo, el resto del año fue poco provechoso. En algún momento de 1921 realizó una nueva versión, para coro mixto y piano, de la "Marcha scout" opus 91b de 1918, y trabajó en un vals orquestal, el Valse chevaleresque.
Sin embargo apenas se movió de Ainola, aparte de una visita al general Mannerheim y la fiesta del 65 aniversario de Kajanus, donde bebió alcohol en abundancia... "yo haré sesenta y seis. Y no hay nada que hacer con ello. El futuro parece sombrío. Cuánto amo la vida y qué difícil es vivirla. ¡Cuán a menudo yo he escrito eso!".
Mientras llegaban buenas noticias de sus amigos del extranjero - Busoni dirigía la Quinta sinfonía en Berlín - en casa de nuevo se imaginaba conspiraciones contra él, las de los músicos en la Universidad, a los que dirigiría el 1 de noviembre con ocasión del centenario de la Societas pro fauna et flora fennica (Sociedad para la fauna y flora finlandesa).
La interpretación de Busoni fue bastante bien recibida, llegando a pronosticar algún crítico que la sinfonía se convertiría en una obra del repertorio, como así ha sido. Nuestro músico recibió la información a través de Adolf Paul, y en seguida escribiría a Busoni:" gracias desde el fondo de mi corazón. Paul me ha escrito, cautivado por tu interpretación. Sin ti la sinfonía habría permanecido en el papel y yo como una aparición del bosque" (20 de noviembre).
El final de año fue abordado con mucho mejor ánimo. Las navidades fueron recibidas con alegría, y le trajeron un regalo en forma de nuevo honor desde Noruega: el título de primera clase de "Comendador de la Orden de San Olav".
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Capítulo siguiente (40): suites, trabajos menores y la muerte de su hermano Christian (1922)
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