jueves, 22 de noviembre de 2018

La música para violín y piano de Jean Sibelius. Sibelius violinista

Hace unos cuantos años un antiguo boletín discográfico cuestionaba la idoneidad de que la completa Sibelius Edition del sello Bis dedicara su sexto volumen en exclusiva a los dúos de violín y piano, y no sumarlo al contenedor más general de "música de cámara", y si esto no obedecía más que a una razón musicológica, a una estrategia comercial... Pero hemos de decir que había sobradas razones para ello, porque al conocedor de la obra del genio nórdico no se le puede escapar que, dentro en efecto de su música de cámara, la dedicada al violín acompañado por el piano tiene un lugar especial y propio, no solo por ocupar de hecho el subgénero camerístico que más partituras nos ha legado, sino porque por su idiosincrasia, los periodos de su carrera que abarcó (no todos, adelantamos), su destino último, y su afección personal al instrumento de cuerda, se hace indiscutible el que la música para violín y piano ocupe un mundo propio dentro del universo sibeliano. 


"Jean Sibelius tocando el violín", óleo de Eero Järnefelt de la década de los 1890, presente en el Museo de Arte de Järvenpää

En la producción camerística sibeliana y sus subgéneros, como sus cuartetos de cuerda, sus tríos para piano y cuerda, etc. es mucho difícil encontrar elementos globales, aparte del hecho de que gran número de estas obras se deben a su época de estudiante y sí, en cambio, a circunstancias particulares que explican el origen separado de cada partitura. En la otra parte, la música para el dueto aquí tratado muestra una naturaleza propia, con fuertes lazos con la evolución estilística y existencial del músico, paralela más bien a la de su música para piano solo, antes que con las demás obras de cámara.

Una vez hemos realizado esta presentación y apología, podemos destacar uno de las principales hechos que hacen única a la música para violín y piano de Sibelius: el violín era su instrumento. 

“La música me atrapó con tal poder que relegó rápidamente todos mis otros intereses a un segundo plano. Aquello fue cuando comencé en serio a estudiar violín”, explicó el propio artista a su biógrafo Karl Ekman. Se desconoce la fecha exacta, pero sabemos que a finales de la década de la década de 1870, el jovencísimo, Janne, que ya había dado sus primeros pasos musicales e incluso compositivos, se fijó en el instrumento de cuerda con creciente fascinación. Antes de comenzar las clases formalmente, el adolescente estudiante del Normaalilyseo debió de haber abordado el instrumento por su cuenta, apoyado posiblemente  por consejos de su tío Pehr o su tía Evelina. Como es palpable siempre en la evolución musical de Sibelius (incluso en su propio estilo musical) primero experimentó libre e intuitivamente antes de comenzar a recibir una formación reglada. 

Según su propio relato, en primavera de 1879 se habría roto un brazo al desembarcar de un paseo lacustre. Nada grave en un joven, pero quizá sí para un violinista, y a este hecho le imputará - posiblemente con cierta razón - el haber tardado en abordar el instrumento y hasta sus limitaciones últimas en su sueño de ser un virtuoso de primer nivel, pese a sus reconocibles cualidades.

En septiembre de 1881 el director de la banda local, Gustaf Levander, se convierte en su profesor de violín. Su progreso fue bastante grande, porque pronto se convertiría en el segundo violín de la orquestina del colegio y de un cuarteto local de la propia Hämeenlinna


Uno de los violines de juventud de Sibelius, recibido de su tío Pehr en 1881

Durante la siguiente década, la ambición musical de Johan Sibelius será convertirse en un violinista, en un virtuoso, antes que en compositor. La composición (cuyos primeros pasos de nuevo fueron autodidactas) le secundaba como complemento, ya que le permitía encontrar un repertorio adecuado para sus propias veladas musicales, en las que su incipiente violinista se unía a otros Sibelius, como su hermano Christian al cello o su hermana Linda al piano, amén de otros familiares y amigos melómanos, todo en un privilegiado entorno donde la música formaba parte de la cotidianeidad.

Estrictamente hablando, la primera pieza para violín y piano que nos ha llegado es un Sonata en la menor, que cuenta con el moderno número de catálogo Dahlström JS.177, y está fechada el 17 de julio de 1884, pero antes de ella (junto con algunos otros fragmentos y piezas para otras formaciones) debieron de existir algunas partituras breves de carácter más liviano, como las dos docenas de obras y fragmentos que compondrá en los años siguientes. Estas partituras son ensayos, souvenirs, piezas salonísticas - aunque no siempre ligeras -, las cuales eran regaladas a amigos, familiares e incluso a jóvenes que quería seducir. 

O también simples esbozos y fragmentos que muestran que el joven músico ya tenía inquietudes más serias que la del simple virtuoso que pretendía crear vehículos de lucimiento. Este tipo de piezas no es muy distante en cuanto a pretensiones a otras para piano solo, del mismo estilo y contemporáneas absolutas a estas. A aquellas solo les faltaba el componente solístico. En su inmensa mayoría estas piezas - y otras como los tríos - fueron interpretadas por el propio autor, lo que hace innegable sentenciar, al contemplar los pentagramas escritos para las cuatro cuerdas, que Sibelius fue un buen violinista. 

A continuación tenemos una lista de tales obras. Los títulos entre corchetes son los dados  - en ausencia de indicaciones originales - por Folke Gräsbeck, el gran indagador de estos trabajos de juventud:

Piezas breves de juventud
Andante grazioso en Do Mayor JS.35 [1884-85], [Moderato] - Presto - [Tempo I] en la menor JS.7 [1886], [Menuetto] en re menor HUL 0670/1 [verano de 1886], [Andantino] en la menor JS.8 [1886/87], [Allegretto] en Sol Mayor JS.86 (2 versiones, preliminar y final) [1886/87], [Tempo di valse] en si menor JS.89 (incompleto) [1886/87], [Mazurka] en La Mayor JS.4 [1886/87], [Andante molto] en Do Mayor JS.49 [1886/87], [Aubade] en La Mayor JS. 3 [1886/87], [Scherzino] en Fa Mayor JS.78 [1886/87], Andante cantabile en Sol Mayor JS.33 [verano de 1887], [Andante elegiaco] en fa# menor HUL 0672 [verano de 1887], [Menuetto] en mi menor JS.67 [otoño? de 1887], [Lento] en mi bemol menor JS.76 (también versión posterior para violoncello y piano) [1887/88], [Interludium] para piano & [Maestoso] para violín y piano HUL 0661 [1887/88], Moderato - Maestoso en Mi bemol Mayor JS.132 [1888], Allegretto en Do Mayor JS.19 [1888], [Tempo di valse] en La Mayor HUL 1172/2 [1888], Allegretto en Mi bemol Mayor JS.22 (reciclado de concierto para cello?) [desp. de 31 de marzo de 1888?], [Largamente] en mi menor HUL 0676 (fragmento) [1890/92], [Larghetto] en re menor HUL 0677, para violín y piano (fragmento) [1889?, 1890/92], [Adagio] en re menor HUL 1752 [verano 1890?], [Grave] en re menor HUL 0678 (fragmento) [1891/94]


En paralelo a estas piezas breves tenemos un pequeño grupo de obras más ambiciosas, académicas, de compromiso personal e incluso de primer nivel artístico, en las que el compositor experimenta y logra notables avances puramente musicales, sin renunciar nunca a cierto toque de virtuoso. Además de la Sonata ya mencionada y un par de composiciones inacabadas, las más interesantes de este grupo son las dos Suites, en las que el autor da rienda suelta a su imaginación para sendos ramilletes de distintas piezas. Estas obras de múltiples movimientos contienen danzas también, pero enlazadas tímidamente entre sí, y  una intención notablemente seria, sin renunciar sin embargo nunca, como es de esperar, a cierto lucimiento del violinista.

Esas suites pertenecen ya al periodo del Conservatorio de Helsinki, en el que el músico finlandés afianza su cualidad como compositor, mostrando los primeros destellos inequívocos de un genio en ciernes. Pero Jean Sibelius, nombre artístico con el que se anuncia en las tarjetas que lo publicitan, se sigue concibiendo a sí mismo más como un futuro gran violinista, y los sueños de convertirse en un admirado solista no desaparecen. Ejerce entonces como profesor de violín para principiantes en el propio Instituto de Wegelius, mientras él mismo asiste a la clase de alto nivel del maestro Mitrofan Vasiliev.


Fotografía de entre 1885 y 1887 de la clase de Vasiliev, con el maestro en el centro y Jean Sibelius (a nuestra izquierda) entre sus diversos alumnos. 

Vasiliev le exige cuatro horas de dedicación al instrumento, cosa que entre sus estudios y también, al menos en parte, por cierta vida bohemia, no llega a cumplir. Sin embargo,  el propio maestro considera a Jean como un verdadero genio, y no en vano en sus primeros recitales es capaz de logra cierto éxito, y la sensación de que acaba de comenzar una exitosa carrera como virtuoso.

En otoño de 1887 Hermann Csillag se convierte en su nuevo maestro de violín, al tiempo en que se une de nuevo a un cuarteto amateur, formado también por su hermano Christian (también estudiante entonces en Helsinki), Richard Faltin hijo y Ernst Lindelöf, y se incorpora a la orquesta de estudiantes dirigida por Richard Faltin (padre). Nunca faltaron tampoco las veladas privadas, que contaban con su maestro Wegelius o su amigo (y futuro hermano político) Armas Järnefelt como acompañamiento, amén de otros estudiantes.

Ha tocado con dedicación a los grandes autores franco-belgas Bériot, Rode, y a su adorado Vieuxtemps, e interpretado piezas concertantes y de cámara de Ferdinand David, Mendelssohn, Beethoven, y Mozart. Incluso, durante su año de estudios en Viena llegará a tocar en la Orquesta del Conservatorio de la capital imperial, que dirige su maestro Robert Fuchs. 

Sin embargo, a pesar de esta dedicación, la realidad es que a principios de los años 1890 sus esfuerzos parecen destinados ya principalmente a la composición. Animado por el director del Instituto y principal mentor, Martin Wegelius y otros compañeros y músicos, y sobre todo su propio ánimo e interés, se le hace evidente que su talento y su verdadera vocación se halla en la creación, y no en la interpretación. Y hacia la composición se dirigirá inexorablemente, aunque aún no ha renunciado a sus sueños de virtuoso: en verano de 1891 ofrece un recital con Karl Ekman donde toca alguna obra propia y la célebre Romanza de Svendsen.

Parece claro en todo caso que esto ya esto pertenece más bien al terreno de la anécdota, puesto que estos últimos recitales coinciden justamente con sus últimas grandes obras para violín y piano en veinte años, siendo su obra maestra la Sonata JS.178, que también puede considerarse como la primera obra plenamente "sibeliana", el primer trabajo donde escuchamos el estilo propio del autor. También de los años 1890 a 1891 datan dos piezas breves, pero de gran calidad, que acabarán por reunirse en el opus 2, una Romanza de aire grave y tema bellísimo y un diabólico Perpetuum mobile 

Sonatas y suites de juventud
- Sonata en la menor JS.177 [17 de julio de 1884]
- Sonata [un único movimiento: Allegro] en Re Mayor HUL 0541a/4 [1885]
- [Allegro de sonata: exposición] en si menor JS.90 [otoño?de 1887]
- Suite en re menor JS.187 (también denominada "Sonata") [1887/88]
- Allegro [exposición de un primer movimiento de sonata] en la menor JS.26 (ejercicio) [1888-89]
- Suite en Mi Mayor JS.188 [verano de 1888]
- Sonata en Fa Mayor JS.178 [6 julio 1889]
- Romanza / Grave en si menor (opus 2 nº1) (versión original) [1890, revisada en 1911]
- Perpetuum mobile (opus 2 nº2) (versión original, revisada como "Epilogue" en 1911) [prim.-agosto 1891]



Tras el estreno (1892) de "Kullervo" opus 7, la obra que marca su entrada deslumbrante en la composición profesional, Sibelius se ha consagrado como compositor nacional. Sin embargo, aún no le es posible la dedicación exclusiva: en el Instituto Musical de Wegelius dará clases un tiempo tanto de teoría musical como de su instrumento, el violín, aunque será tremendamente apático a ello, y se alejará de la enseñanza en cuando le es posible. Ese mismo curso 1892-93 también sigue tocando en el cuarteto del Instituto. 

Es difícil establecer en qué punto exacto Sibelius dejó de considerase a sí mismo como violinista para sentirse plenamente compositor, pero el afianzamiento de su producción sinfónica probablemente fuera la piedra de toque, junto con su propia y tímida carrera como director - que recordamos se circunscribía a estrenar y difundir sus propias obras -. En todo caso, viéndose limitado como instrumentista y en cambio seguro de su potencial como compositor, o quizá simplemente arrastrado por su propio talento y el peso de su figura como artista fundamental de la naciente Finlandia, abandonará sus sueños de virtuoso. Él siempre culparía en parte al accidente que le dañó el brazo el no haber podido seguir aspirando a la ejecución trascendental. Lo cual es posible en verdad que tenga su parte de razón, pero ese obvio que sus limitaciones no fueron solo las debidas a la soldadura de los huesos.


Sus últimas apariciones públicas como violinista fueron en 1896, en alguna de las varias ocasiones en las que Robert Kajanus le pidió ayuda para reforzar la cuerda de su orquesta (la futura Filarmónica de Helsinki).

Como hemos anunciado ya, avanzada esa década de los 1890 abandona la composición de música para violín y piano, junto con toda música de cámara (con alguna rara excepción). Mientras, vemos que además de los géneros que Sibelius afrenta en su día a día (principalmente, orquesta en la medida de lo posible, pero también coros, canciones, etc.) se encuentran numerosas piezas para piano, a veces de notable densidad y compromiso artístico - poemas sinfónicos en miniatura -, aunque otras veces más ligeras y "vendibles". Puede resultar intrigante pensar por qué concedió al piano - instrumento que no amó especialmente - tal espacio, y no volvió en cambio a su amado violín acompañado, incluso bajo la excusa del mismo propósito comercial, porque es obvio que el subgénero tenía igualmente su demanda.

Nos vemos tentados a pensar que quizá la emoción por el instrumento había decaído con su abandono interpretativo, y que en parte había trascendido a las exquisitas sonoridades de la cuerda orquestal de sus composiciones sinfónicas, siempre repletas de todas las posibilidades de los arcos. Al ensayar sus partituras, que frecuentemente contenían pasajes novedosos para las orquestas, el Sibelius director recurría en ocasiones al violín para mostrar a los músicos de los cordófonos como debían ejecutar un determinado pasaje.

Pero la razón inconfesa tal vez fuera que el violín le dolía en su interior, contemplarlo era contemplar la añoranza de lo que nunca sucedió. Quizá el violín se había convertido en su demonio particular, que debía ser aún exorcizado. Tal ceremonia de glorificación eterna al instrumento se realizó con su inmortal Concerto para violín y orquesta opus 47, que no en vano está lleno de un amor absoluto por el instrumento, como de un recuerdo romántico que casi indiscutiblemente parece apelar a sus años pasados. En aquel concierto, casi como nunca en el autor, se dejan trasparentar sus sueños de juventud - de ahí en gran parte el logro artístico y el éxito popular de la obra -, ese virtuoso soñado, con sus pasajes nostálgicos, emocionantes y llenos de pasión, y los clímax que solo podían llevar al aplauso más atronador. 

A pesar de que la obra en principio iba a ser destinada al solista Willy Burmester, no podemos cuestionar que es el propio violinismo idealizado y soñado del compositor lo que recoge la obra, nacida de inicialmente de improvisaciones, efectuadas en su mayor parte seguramente con su propio violín, como recoge su mujer Aino: “Janne había estado ardiendo (¡como yo!) y esta vez hubo de nuevo una vez más un 'embarras de richesse' ['exceso de riqueza']. Tenía tal cantidad de temas en su cabeza que estaba literalmente mareadísimo. Permanecía levantado toda la noche, tocaba increíble y hermosamente, no podía arrancarme de esta encantadoras melodías... tenía tantas ideas que era difícil creer. Y todos los temas eran tan capaces de desarrollo, tan llenos de vida” .


El violinista alemán Willy Burmester (1869-1933), fotografía publicada en 1902

Esa nostalgia por su antiguo instrumento pudo verse acrecentada durante sus años del periodo oscuro, en especial en un momento en que se concibió revisar algunas obras de años anteriores, incluyendo obras de cámara de juventud, con el fin de publicarlas. No todas las pensadas para editar lograron tener su nueva versión, pero justamente las últimas piezas escritas originalmente para violín y piano cobrarían una segunda nueva vida. Las revisiones, sobre todo en el caso de la segunda pieza, deben mucho a la época en que publicaron más que a los años de la redacción original.

Revisiones de obras de juventud

- Dos piezas opus 2 (versión revisada, originales de 1890 y 1891) [fin. septiembre 1911]:
     I. Romance, II. Epilogue


Al tiempo que efectúa estas revisiones, recupera también esos años la idea de más piezas para violín y orquesta, pequeñas rapsodias antes que un nuevo Concierto (aunque también habrá proyectos para ello)... Este impulso se dirigió finalmente  a una serie de piezas breves, más misteriosas y esencialistas que virtuosas, como las dos Serenatas opus 69 o las seis Humoresques, agrupadas en el opus 87 y el opus 89.

Aino Sibelius, que nos recordaba aquel violinismo noctámbulo de la composición del Concierto también evocaba cómo el músico aún siguió tocando - con ella mismo al piano - sonatas de Mozart y Beethoven, pero solamente en la intimidad de Ainola. Varios de sus hijas estudiaron música, aunque solo Margareta tomó el camino instrumental del padre. A su vez la hija de Margareta, Satu Jalas, heredó a través de ella el violín, un Jacob Stainer (sin autentificar).


Satu Jalas con el violín que perteneció a su abuelo, Jean Sibelius

Fue la preocupación por su familia en tiempos de guerra lo que le llevó a redactar una ingente cantidad de piezas breves para vender a un público amplio, quizá por ello más ligeras o "comerciales" en general. Aunque no siempre, a veces se siente cierto toque metamusical, reflejado en alguna partitura especialmente sui generis, casi como homenaje, parodia, o simple evocación de un tiempo que ya se diluía en las oscuras corrientes del siglo XX. Y ahora sí, entre ellas, además de nutrido hojas de álbum para piano, también escribió varias piezas para violín, agrupadas en varios cuadernos.

Piezas en tiempo de la Primer Guerra Mundial
- Dos melodías serias opus 77 (también para violoncello y piano, también con acompañamiento orquestal)
     I. Cantique (arreglo, original para violín y orquesta de 24 de noviembre) [d. 1 diciembre 1914], II. Devotion (Ab imo pectore) (arreglado para violín y orquesta en 1916) [10 junio 1915]
- Cuatro piezas opus 78 (también versión posterior para cello y piano):
     I. Impromptu en Fa Mayor [12 julio 1915], II. Romance en Fa Mayor (existe versión preliminar, HUL Ö.57.3) [9 enero 1915], III. Religioso (títulos alternativos originales: "Mélodie sèrieuse" y "Preghiera") [febrero 1917], IV. Rigaudon opus 78 nº4 [23 enero 1915]
- Seis piezas opus 79:
    I. Souvenir [21 agosto 1915], II. Tempo di Menuetto [junio 1915],  III. Danse caractéristique [med. mayo - 9 junio 1916], IV. Sérénade en Re Mayor [med. mayo - 9 junio 1916], V. Tanz-Idylle [versión original: 17 marzo 1917; vs. revisada: princ. abril 1917], VI. Berceuse [fin. septiembre 1917]
- [Andante sostenuto] en Mi Mayor HUL 1753 (boceto para opus 80?) [a. 12 marzo 1915?]
- Sonatina en Mi Mayor opus 80 [12 marzo 1915]
- Cinco piezas opus 81:
    I. Mazurka [princ. septiembre 1915], II. Rondino [4 mayo 1917], III. Valse en Re Mayor [17 marzo 1917], IV. Aubade [3 abril 1918], V. Menuetto [3 abril 1918]
- Novellette opus 102 [septiembre 1922]


Las primeras piezas, el opus 77, existen también como partituras con acompañamiento orquestal (de hecho, en una de ellas es la versión original), más al estilo de sus compañeras Serenatas o Humorescas que las otras de este subgénero. La Novellette final se sale un tanto de la fecha convenida, pero pertenece al mismo impulso, de hecho fue un proyecto de nuevo cuaderno que se quedó en esa única pieza.

Estas obras vuelven rotundamente al su romanticismo de su juventud. A veces algo convencionales, populares danzas de salón incluso, otras veces desbrozan relatos más íntimos e inéditos (como el Religioso opus 78 nº3, inspirado en la inminente muerte de su hermano Christian), con ecos de sus obras sinfónicas. En todas ellas rezuman una escritura brillante del violín, accesible para instrumentistas modestos pero buen vehículo para el lucimiento de virtuosos. De ahí que muchas de estas pequeñas obras hayan sido bises habituales y hayan formado parte del repertorio de muchos violinistas, como la melodiosa Romanza opus 78 nº2 (una de las piezas sibelianas más populares durante buena parte del siglo XX en Finlandia, e incluso fuera), la otoñal Berceuse opus 79 nº6 o la vibrante Mazurka opus 81 nº1.

Una gema de naturaleza muy distinta en este grupo es la Sonatina opus 80, una maravilla de ascendente neoclásico y con profundas conexiones con otras obras importantes del autor - incluyendo las últimas sinfonías -, y aun con su propia biografía, que merece un comentario aparte. Por ello le dedicaremos próximamente una pequeña serie en el blog.

Tras los años de la Sexta y la Séptimas sinfonías, Sibelius siente una tardía ansia por hallar nuevas sonoridades para su música. En este último periodo de "experimentación", además de gigantes como Tapiola opus 112 o la música para "La tempestad", el músico retorna a la composición de cuadernos (ahora más compactados e interrelacionados) de música para piano, como también para violín y piano. Existe de nuevo cierto afán comercial al emprender tales partituras, pero lo cierto es que lejos del salonismo de las obras de la guerra, estas colecciones son misteriosas y modernistas reinterpretaciones del mundo íntimo del dúo instrumental, más cercanas por ejemplo a los Préludes de Debussy que a sus propias obras de juventud, con toques impresionistas, poéticos e incluso programáticos.

Piezas tardías
- Danses champêtres opus 106 [nos 1-2: princ. julio 1924; nos. 3-5: mediados enero 1925]
- Cuatro piezas opus 115 [abril 1929]:
    I. Auf der Heide, II. Ballade, III. Humoresque, IV. Die Glocken (Capricietto)
- Tres piezas opus 116 [abril 1929]:
    I. Scène de danse, II. Danse caractéristique, III. Rondeau romantique


La última de ellas, con el título nada casual de Rondó romántico constituye la evocación final a su propia juventud, con una sonoridad nostálgica pero sin renunciar a su nueva conquistada modernidad, un rotundo y sentido cierre a todo su catálogo en género.


Además de las obras originales, existen unos pocos arreglos para los mismos instrumentos, los debidos al Concierto de violín (de ambas versiones, la original y la final, aunque la primera no se conserva completa). Hay noticias aunque no concluyentes de un arreglo del Nocturno de la música escénica para "Rey Christian II", en todo caso perdido. Además, la Scène d’amour (1925) recicla con gran éxito algunos fragmentos de la fallida pantomima "Scaramouche" opus 71 (1913), dando como resultado una extensa y sentida partitura.
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Al igual que poco a poco renunció su 
(corta) carrera como violinista en las salas de concierto, abandonó también progresivamente el instrumento en sus últimos años, esta vez sí por sus limitaciones corporales: el temblor en las manos que ya lo acompañaba, y que se agravó en la década de los 30, lo alejó definitivamente del arco. Según explicaba a uno de los numerosos visitantes en aquella década en su retiro en Ainola, en un comentario lleno de amargo sentido del humor: “ya no toco, pero mis dedos no lo saben. Todavía están tocando. Un trémolo, ¿sabes?, todo el rato.


Sibelius en Ainola, en la época de la Segunda Guerra Mundial

Jussi Jalas nos relata cómo todavía en sus ultimísimos años el violín, su instrumento soñado, seguía presente en el fondo de su alma, y cómo sus capacidades musicales habían trascendido aun en su senectud, las fronteras físicas: “cuando estaba sentado en el sillón de la biblioteca de Ainola, su mano izquierda a menudo digitaba sobre el imaginario cuello de un violín, usando el antebrazo como mástil [...].  Su mano cambia a las posiciones, sus dedos se colocaban como para realizar dobles cuerdas, e intentaba colocar las digitaciones para las melodías, que en su mente realmente sonaban como si estuviera tocando un violín”.

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Discografía

Al estar presente fundamentalmente en pequeñas piezas, la discografía de la música para violín y piano puede encontrarse en numerosas antologías dedicadas o bien a diversos autores, o bien en monográficos sibelianos, pero compartiendo espacio con otras formaciones. Discos exclusivamente centrados en este subgénero encontramos unos pocos, algunos ciertamente excepcionales. De la mayoría ya hablamos a la hora de abordar la globalidad de la música de cámara, y nos remitimos a dicho post para más detalles. Haremos aquí un simple repaso de estos discos dedicados en exclusiva a la música para violín y piano de Jean Sibelius.



El citado volumen VI de la Sibelius Edition recoge toda la música del autor para el dúo de instrumento, y es rotundamente la gran referencia. En enlace referido pueden encontrar un comentario más extenso sobre el estuche. Recordaremos no obstante que recogía en su mayor parte grabaciones anteriores, en primer los dos discos dedicados a la música de juventud (y algún extra para violín solo), protagonizados por Jaakko Kuusisto y Folke Gräsbeck, que se pueden adquirir todavía por separado: 



La mayor parte de las obras de madurez publicadas (incluyendo las dos versiones del opus 2) fueron grabadas por Nils-Erik Sparf y Bengt Forsberg, en los años 90:



Estos registros fueron volcados casi por completo a la Sibelius Edition, pero algunos (como las Danses champêtres opus 106) fueron sustituidos en el estuche por nuevas grabaciones por parte de la estupenda Madoka Sato acompañada de nuevo por Folke Gräsbeck, quienes también protagonizan los arreglos (y diversos fragmentos) del Concierto para violín.




En los años 80, Ondine ya lanzó su versión completa (o casi) de las obras publicadas, con el dúo de Yoshiko Arai y Eero Heinonen. No podemos comentarlos de primera mano, pero dejamos testimonio de su existencia. El primer disco contiene los dípticos opus 2 y opus 77, los cuadernos opus 78 y 79, y la Sonatina opus 80, mientras que el segundo prosigue con el opus 81, la Novelette, y toda la música tardía (opus 106, 115 y 116).

Recitales más personalizados tenemos también varios en discos dedicados al violín acompañado de Sibelius. 



El más recomendable sin duda es esta maravillosa soirée en Ainola, con el propio Steinway del compositor (regalo por su 50 cumpleaños), que incluso con el recurso nostálgico de utilizar micrófonos de los años 50 para la toma del sonido: sí, ¡y el resultado es más que bueno! Todo ello, junto con la propia sonoridad de la casa de Sibelius, crea un aura mágica que rodea a estas piezas. Pekka Kuusisto (hermano del violinista ya mencionado, Jaako, talento por raudales en la familia) y la pianista Heini Kärkkäinen interpretan con gran amor aquí las colecciones opus 78 y 81, las Danses opus 106, y los cuadernos opus 115 y 116, todas completas. Si tan solo hubieran añadido al programa la Sonatina hubiera sido el disco perfecto, pero aun con este pequeño "fallo" su hechizo le convierte en un imprescindible.



Unas grabaciones más añejas (de 1976 a 1980) y más variadas están reunidas en este CD de Finlandia Records. La Sonatina está tocada por Yoshiko Arai y Izumi Tateno, mientas que el resto del disco, tocado por Yuval Yaron y Rena Sharon, recoge una selección de piezas de los opus 78, 79, 81, 115 y 118 (las cuatro piezas opus 78 y las opus 115 completas, el cuaderno opus 81 a falta de una). Las interpretaciones son buenas, muy idiomáticas, y satisfactorias si no hubiera alternativas,  que las hay, por lo que este ejemplar interesará casi más a coleccionistas.



La violinista Kaija Saarikettu y Teppo Koivisto  grabaron para otro sello finlandés, Alba, las piezas opus 2 (en sus dos versiones), la Scène d'amour opus 71, los cuadernos opus 78 y 79, y una agradable versión de la Sonatina opus 80. Obviamente un primer volumen de una edición completa, pero este disco permaneció en solitario. Las interpretaciones son buenas, aunque de nuevo las alternativas son mucho mejores.



Un disco reciente, que de nuevo solo podemos mencionar sin haber podido disfrutar todavía de él, está protagonizado por el violín portugués Carlos Damas y la pianista Anna Tomasik (sello Etcetera, 2016). Incluye una buen recital: las piezas completas opus 78 y 81, la Sonatina opus 80, y la Danses champêtres. Sin duda una próxima compra.
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Como comentábamos, este post sirve de preámbulo para comentar la Sonatina en Mi Mayor opus 80, a su vez preámbulo de una próxima serie sobre la Sexta sinfonía, que llegará después de la serie sobre el delicioso milagro para violín y piano.

Algunas anécdotas sobre el Sibelius violinista de este post están tomadas directamente del estupendo artículo paralelo de la página www.sibelius.fi.

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