lunes, 29 de junio de 2015

La hija de Pohjola opus 49, fantasía sinfónica (1905-06): (y IV). Discografía

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La discografía de la obra pone en relieve cómo los grandes directos sibelianos han dado siempre buenas versiones de esta obra, colocándose en primer término los directos nativos y algunas de los intérpretes históricos. Sorprenden algunas ausencias (como la de Karajan, quien sospechamos que habría dado una buena interpretación). Parece que al ser una obra tan plenamente finesa sólo la escuela anglosajona, de tradición centenaria, se ha atrevido con esta obra maestra del maestro de Ainola.
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Orquesta Sinfónica de Lahti
Osmo Vänskä
BIS (2000)


La grabación de Vänskä es a todas luces antológica. Tremendamente fiel a la partitura, pero sobre todo al espíritu sibeliano, dejando hablar a la composición en su plenitud, sin estilismos ni personalismos, y además con una fuerza arrolladora. Sólo el ahondar aún más en su pasión y en su romanticismo haría perfecta esta versión, que lo es... casi.
El canto del cello solo tienen connotaciones ancestrales, muy bien remarcados por las profundas sonoridades de los acordes que lo acompañan, profundidad que continúa telúrica en la expansión posterior, de toques graves. El diálogo resulta misterioso, cautivador, y la cuerda se abre paso con fuerza de la gravedad, transformada magistralmente en aire cuando comienza el ostinato. Los oboes cantan elegantes y con cierta nostalgia el tema, ganando en maravillosa intensidad cuando crecen orquestación y dinámica, todo bajo un pulso lleno de emoción y empatía. Las cuerdas nos llevan mágicamente a las fanfarrias heroicas, que resultan llenas de color y fantasía. El tema de la doncella resulta aún más colorido, liviano como el aire, y lleno de encantamientos, sobre un arpa especialmente refinada y delicada. El comienzo del desarrollo ahonda más en este mundo de fantasía, con un toque muy melancólico, que se vuelve hipnóticamente dramático cuando llegan los motivos cromáticos. Los solos de madera resultan especialmente nostálgicos, contrastando con los feéricos sones de los trémolos de cuerda del pasaje siguiente. En el frenesí del clímax el director finlandés hace un trabajo magnífico, poniendo de relieve todos los planos de la orquestación, organizados bajo el ritmo frenético y nervioso auténticamente sibeliano. El enlace de reexposición y el comienzo de esta resulta perfecto en casi todos los parámetros posibles, con una emoción que se antoja casi locura boreal. La vuelta de las fanfarrias es trepidante, realmente propia del mundo de los mitos, mientras que los prolongados motivos de la cuerda dibujan al héroe caído y su tristeza infinita, dando su adiós de manera tan amable como callada, como un suspiro de resignación. Magnífica e imprescindible, hasta el momento la grabación de La hija de Pohjola por antonomasia.

Interpretación: 9 • Estilo: 9 • Sonido: 7



Orquesta Sinfónica de Boston
Serge Koussevitzky   
VICTOR RCA (1936) - reed. NAXOS (2004)

El director de origen ruso, uno de los primeros campeones sibelianos de fuera de Finlandia, es sin duda uno de los grandes directores de todos los tiempos, aun con ciertas libertades en general, sus lecturas resultan plenas de un poder pocas veces superado. Además en este caso esas libertades serán muy pocas, realizando una lectura fiel al espíritu de la obra, y con un entusiasmo que en seguida se contagia al oyente.
El recitado inicial suena robusto, muy poderoso y legendario, dando paso a un excelente intercambio antes que el tema se forme con vibrantes oboes, que se mantienen sobre unas tupidas sonoridades de fondo, creando un aura de muy especial magia. El crescendo hasta las floridas fanfarrias prosigue con esa sensación de poder. El tema femenino suena lírico y delicado, sobre un fondo de nuevo vibrante y emocionante. El comienzo del desarrollo parece un anticlímax, una paralización de toda la emoción anterior, desde luego calculada para contrastar a su vez con el arrebatador recuerdo de los temas posteriores, saturado de ritmos trepidantes y telúricas interpretaciones. La reexposición es sin duda magistral, con unos violines agitados que parecen dignos de todos los dioses del cielo mitológico. Los contrastes dramáticos prosiguen en esta sección, desde las olímpicas fanfarrias hasta el appasionato de toda la cuerda en su postrer tema. Väinämöinen se despide con una cuerda etérea, tan hermosa como llena de una melancolía infinita. Una de las mejores lecturas, ¡siendo una de las primeras!

Interpretación: 9 • Estilo: 7,5 • Sonido: 3,5 (mono)



Orquesta Sinfónica de Bounemouth
Paavo Berglund
EMI (1976)


Aunque Berglund interpretó en muchas ocasiones esta obra por desgracia apenas nos legó esta grabación, dando cuenta de la partitura como expresión máxima de la orquesta sibeliana. Una lección de estilo y de la mejor interpretación, aunque esté teñida de la habitual sobriedad y hasta pesimismo del director.
La obra arranca con un clima legendario, oscuro y primordial. Con el intercambio de maderas, el director finlandés deja oír plenamente los diferentes planos orquestales, pero dando especial relieve a los bajos, lo que le da una especial firmeza. Con facilidad el tema arranca, especialmente emocionado y trepidante, con una orquesta plena. Las fanfarrias suenan esplendorosas, mientras que el segundo tema se torna muy lírico y tremendamente brillante. El comienzo del desarrollo no supone ningún freno, e imperceptiblemente Berglund consigue mantener la tensión, que se transmite al resto de la sección de manera creciente, a pesar de los desolados solos de las maderas que no interrumpen el discurso. El clímax se torna muy exaltado, de fuerza casi ruda. Los violines se ponen frenéticos para dejar hablar al tema, que adquiere tintes heroicos, convertidos en épicos al llegar de nuevo las fanfarrias. Por eso resulta natural que el final del poema sinfónico, a través de un pasaje de notas prolongadas especialmente anhelantes, resulte en una verdadera claudicación, un dolor ante lo inevitable de tintes muy poco optimistas. Un soberbio registro, muy recomendable.

Interpretación: 8,5  • Estilo: 8 • Sonido: 7



Orquesta Sinfónica de Londres
Robert Kajanus
HMV (1932) - varias reediciones, incl. NAXOS Historical (2012)


A finales de junio de 1932, en el mítico estudio de Abbey Road, el gran paladín de la música sibeliana graba por primera vez esta obra. La lectura de Kajanus es por supuesto una lección de estilo y, aunque con sus deficiencias técnicas (hay que anotar que especialmente por parte de la orquesta, lo cual resulta sorprendente), y su sonido primitivo, la interpretación resulta poderosa, intensa y mágica.
El comienzo del canto es misterioso, con un toque mítico y ancestral, redondeado por la profundidad de la prolongación. El tempo rápido se impone - quizá demasiado súbitamente - ya en el diálogo de los vientos, ganándose emoción mientras se forman las auras los ritmos nerviosos, que sostendrán a un frenético y hermoso tema principal, pleno y olímpico, que deriva en verdadero éxtasis en las fanfarrias, bravas y contundentes. Como contraste el tema femenino resulta muy delicado y sobrenatural, bajo un rubato muy estilizado y que le da gran vitalidad a la sección. El final de la exposición llega como en flecos de materia mágica, mientras que el desarrollo impone de nuevo los ritmos nerviosos y los grandes contrastes. Un dinamismo nada impostado, que enloquece en herido frenesí cuando se aproxima el clímax, donde el director finés impone como es de esperar su lenguaje plenamente sibeliano. La reexposición da medida de todo el heroísmo kalevaliano, aunque parece que la orquesta tiene alguna dificultad por el torrente de notas. Las fanfarrias vuelven a mostrar al hechicero en su esplendor, por lo que su caída se antoja especialmente triste, y suena a verdadera despedida. Los últimos compases, muy rapsódicos, dan buena medida de por qué Kajanus da lecciones en el ramillete de grabaciones que nos dejó, que no por pioneras deja de estar entre las grandes. Koussevitzky es su gran rival entre las históricas, pero la primera grabación es la primera grabación, y como documento debería estar en toda discoteca sibeliana.

Interpretación: 8 • Estilo: 9,5 • Sonido: 3 (mono)


Orquesta Sinfónica de Helsinki
Leif Segerstam
ONDINE (2004)

 
La segunda grabación de Segerstam parte de unos principios semejantes a la efectuó una década antes (ver más adelante), con la misma lentitud, aunque el sonido y la propia orquesta mejoran aún más el resultado, sólo pecando en ocasiones de cierta palidez y ritmos mecánicos.
El recitado inicial canta muy hermoso y lleno de pasión, con sonoridades misteriosas y legendarias, y la venerabilidad que le da además su paso lento. El tempo se acelera y se cubre de colores bruñidos con el intercambio de maderas, a lo que sigue con cierta sobriedad las auras de la cuerda. El tema suena especialmente refinado y cuidado con los dos excelentes oboes de la orquesta finesa, completándose finalmente un magnífico cuadro repleto de fantasía y mística ancestral. Las fanfarrias, poderosas, casi wagnerianas, conducen a un segundo tema quizá algo tímido y estático. El comienzo del desarrollo trabaja muy especialmente los contrastes sonoros, subrayando los silencios y las dinámicas, y aportando un toque melancólico y de cierta desolación incluso. Cuando la tensión se apodera de la música, el director finlandés da lo mejor de nuevo, con una verdadera explosión de energía y aventura, magnífica en el comienzo de la reexposición (aunque algo más de flexibilidad rítmica le hubiera venido mejor). Las fanfarrias de esta sección resultan más contenidas, pero dan paso a una expansión de la cuerda llena de una belleza anhelante muy poderosa, prolongada en una coda magnífica. Recomendable.

Interpretación: 8 • Estilo: 8  • Sonido: 8,5



Orquesta Sinfónica de Islandia
Petri Sakari   
NAXOS (2000)


La unión de la orquesta islandesa y el director finlandés no podía sino traer el sabor de las antiguas sagas. Toda la serie de sus grabaciones es inversamente proporcional a su modestia contractual, y además en esta en particular logran una versión maravillosa, llena de colorido y sabor de historia nórdica, con una musicalidad intensa y que atrapa al instante.
El comienzo vibrante, de viejas entonaciones chamánicas, da paso a un ascendente colorido de leyenda, con unas figuras áuricas que parecen cada una de ella un adjetivo más de la descripción. El tema llega con cierto grado de lirismo y de fascinación tenue, aunque en él está impresa la grandeza, cristalizando de nuevo en su ascenso hasta explotar en las fanfarrias, más sibelianas que nunca, contundentes y heroicas. El tema femenino se muestra lleno de delicadeza y clima feérico, con una sonoridad muy especial al distinguir con nitidez los instrumentos de la melodía. Entre los colores del arco iris se pierden, dejando al arpa, y a los timbales y su pedal, como protagonistas. El pizzicato llena el comienzo del desarrollo con sus ritmos nerviosos de nuevo muy sibelianos, sin dar oportunidad a perder el hilo de la narración. Los solos de los vientos, llenos de una infinita añoranza, con sus disonancias especialmente emponzoñadas, reflejan a la perfección la tristeza del viejo bardo. Cuando esta tristeza se convierte en desesperado grito, la orquesta alcanza la cima - aunque no sin cierta dificultad -, consiguiendo un clímax fantástico, que deriva a la perfección en la reexposición del tema, donde los metales cumplen su misión de elevar la música al nivel de los viejos cuentos. La vuelta de las fanfarrias tiene un toque arrogante, bravío, y condice el drama a su pico máximo. El drama se pliega en el lamento de las cuerdas, con un espíritu de dominación del destino casi nietzscheano. De nuevo casi sin darnos cuentas (Sakari ha dominado a la perfección todos los cambios de dinámica), la cuerda abandona al héroe con languidez y un hermosísimo lirismo. Un registro que se merece estar entre los mejores.

Interpretación: 8 • Estilo: 8,5 • Sonido: 6,5 



Orquesta Filarmónica de Londres
Jukka-Pekka Saraste
LPO (2011) - directo


Dentro del propio sello que la mítica orquesta londinense tiene para sus conciertos encontramos (junto con una Quinta sinfonía) esta grabación del gran director finlandés. Una lectura muy apasionada, como poseída de un auténtico espíritu de aventura que trasciende la partitura en sí, dando sensación de una auténtica improvisación orquestal (aunque a cambio se sacrifique un poco el refinamiento técnico, pero sabemos los músicos británicos dominan perfectamente su oficio...)
El viaje comienza con una rapsódica entonación del excelente solista, creando un clima de tiempos legendarios. Saraste continúa muy atento a los timbres, como las sordinas de las trompas, o los intercambios del tema en las maderas que acaban por dar forma al tema. Un vigoroso crescendo nos conduce hasta las heroicas fanfarrias, que prometen grandes hazañas. El segundo tema no describe tanto la belleza de la hija del Norte como el sentimiento del héroe hacia ella, con un ritmo especialmente animado y agitado, que además ayuda a dar continuidad al devenir musical hasta el desarrollo. El hilo jamás se pierde, con cuidadas sonoridades del arpa y los timbales actuando siempre como argamasa de unión y base. En el espectacular clímax, nervioso, lleno de gran poder dramático, podemos escuchar los mejores momentos de la grabación. Las fanfarrias de la reexposición, esplendorosas, son el poder del canto de Väinö, con una animación que no decrece hasta el unísono de violines y violas. El final del poema sinfónico suena profundamente afectado de esa mezcla de heroísmo y frustración, llevándonos a un progresivo decrescendo en el que se siente el poder del bardo, con su lenta partida a la lejanía, y su ascensión, espiritualizada y elevada.
Una muy buena versión, con un nervio no del todo refinado, pero llena de fuerza y de espíritu kalevaliano.

Interpretación: 8 • Estilo: 7,5 • Sonido: 7




Orquesta Sinfónica de la NBC

Arturo Toscanini
BMG-RCA (1940, 1992)


Al mítico director de origen italiano se le reconoce ser un campeón y pionero de la causa de Sibelius en su país natal, muy poco proclive, por lo que en el más favorable territorio norteamericano pudo dirigir con absoluta maestría y tranquilidad la música del finlandés. Toscanini es un hito de la historia de la discografía en general, y su paso por el repertorio sibeliano marca con buena nota "aquella" otra manera de dirigir, con maestría técnica indudable, al mismo tiempo que con una enorme personalidad, no del todo ajena al mundo del compositor.
Un apasionado solo del cello da paso a una frenética carrera hacia el territorio de la leyenda, con las maderas sobresaliendo del conjunto orquestal, dándole colorido al discurso, que sabe mantener un ritmo nervioso. Las fanfarrias resultan algo débiles, a cambio de dar paso al encantador tema de la doncella, etéreo pero luminoso. El desarrollo se mueve en un clima sensacional de expectación, con notables contrastes, y todo el dramatismo posible, culminando al excitante paroxismo del clímax del final de la sección, de los más notables de esta discografía. El comienzo de la reexposición prosigue con el mismo fantástico brío, mantenido durante todo el resto de la pieza, hasta que una sentida afectación lo invade todo, a través de una transición ejemplar de estados de ánimo. Aunque con algunas irregularidades y el sonido de la época (con el continuo crepitar del disco original), esta versión mantiene un raro hacer hipnótico, y puede llegar hasta lo más hondo.

Interpretación: 8 • Estilo: 7 • Sonido: 3,5 (mono, directo)






Orquesta Filarmónica de Nueva York
Leonard Bernstein
SONY (1964)


El director americano nos ofrece una lectura muy pasional, agitada y rápida, poderosa y de indudable maestría. Bernstein hace suya la obra, le impone su sello como artista para convertirlo en un retrato heroico, de sones olímpicos y majestuosos.
El cello debuta meditabundo y con gran profundidad, de la misma manera prosigue su ascensión, aunque al llegar el intercambio de maderas se produce un rápido accelerando que nos transporta a un mundo, el heroico, más lejano. Con gran prestancia surge el tema principal, con timbres muy nítidamente definidos, logrando un efecto multicolorido. Las fanfarrias tienen un toque mahleriano, mientras que el tema secundario parece seductivamente moderno, casi minimalista. Con gran efectividad y ritmo incontenible se desemboca en el desarrollo, que se sacia de contrastes dramáticos y distintas imágenes, siempre muy vívidas (el arpa tiene una gran presencia, y es de agradecer su excelente técnica). La aceleración global incide también en el clímax del desarrollo, que se encuentra entre los más tensos e impactantes de la discografía, con unos hirientes violines que hacen surtir a chorros la sangre de Väinämöinen antes que mostrar su desolación. Con un perfecto devenir sinfónico llega la reexposición, que se llena de potentes sonoridades, vastas y heroicas, repletas de una vibrante emoción (no teman el impacto en sus altavoces). Las fanfarrias vuelven ser absolutas, un verdadera demostración del poder de los dioses nórdicos. Cuando las notas de la cuerdas se alargan, todo adquiere un tinte altamente trágico, de una inmensa tristeza al tiempo que deja el sabor de la aventura vivida. Las dinámicas son magníficamente conducidas por el genial Bernstein, hasta llegar a la melancolía infinita de la despedida del héroe, que se va dejándonos su el sabor de sus hazañas. Muy buena versión, no del todo fiel al espíritu de la partitura, pero una interpretación muy buena en cualquier caso. Recientemente ha aparecido un magnífico pack con la integral del director con sus grabaciones sibelianas para Sony, un cofre magnífico para celebrar el 15 aniversario.

Interpretación: 8 • Estilo: 6 • Sonido: 6,5



Orquesta Sinfónica de Boston

Colin Davis
DECCA (1979) varias ediciones, incluyendo PHILIPS


El maestro británico nos deleita con una buena versión, plena de sabiduría, buen hacer orquestal y de conocimiento del compositor, en algunos momentos excelente.
Comienza con un solo de cello sinuoso y misterioso, misterio que se amplía en los suaves toques de los solistas, hasta que el movimiento se apodera de la orquesta. Aunque quizá la garra tarde en cuajar, lo hace de manera excelente con el juego de oboes. Las fanfarrias quieren volverse demasiado serias y solemnes, y se desaprovechan, cosa que no sucede con el tema secundario, sencillo, con cierto toque folclórico incluso. El comienzo del desarrollo se muestra especialmente refinado, y repleto del sentimiento de la otoñal melancolía. El heroísmo trepidante vuelve a continuación con el electrizante pasaje del tema principal. Las fanfarrias vuelven a resultar algo lentas y atenazadas, aunque con una gran fuerza. Todo el final de la exposición sigue esas características, vertiendo en ella la gran añoranza que se adivinaba en el desarrollo. La coda, de nuevo muy misteriosa, finaliza esta versión bastante redonda, aunque algo carente de espíritu y heroísmo. Recomendada.

Interpretación: 7,5 • Estilo: 7 • Sonido: 7





Orquesta Sinfónica de Gotemburgo 

Neeme Järvi
BIS (1985)

Primer registro del director estonio, que no sólo es muy superior al segundo - como habitualmente - sino que constituye una de las mejores contribuciones sibelianas de Järvi, con una interpretación mágica, llena de oscuridad atávica y poder legendario.
El canto inicial resulta muy noble y comunicativo, como queriendo hablar, que se prolonga con una sensación misteriosa y fantasiosa con el posterior diálogo. El tono hasta ahora tiene matices oscuros y tristes, hasta que los oboes exponen con claridad el fantástico tema principal, con gran expresión, bajo un manto briosamente acompañado por una palpitante sección de cuerda, casi queriendo atrapar la aventura del héroe. Aunque la transición parecía perder algo de fuerza, las fanfarrias suenan poderosas, dominadoras, mientras que el tema femenino suena delicado, casi onírico, prolongando ese clima con delicadeza al comienzo del desarrollo. El pasaje del pizzicato introduce tensión rítmica, bien manejada aunque algo diluida posteriormente. El desarrollo quizá encuentra algunas dificultades en los equilibrios orquestales, dejando algunas sonoridades demasiado vastas, contra los sensacionales solos de la madera. La tensión se vuelve a recuperar con el transcurrir del desarrollo, en el que brillan algunas prestaciones por parte de la orquesta sueca. El retorno del tema principal se produce brioso, agitado, con un tono muy heroico, majestuoso incluso cuando llegan los metales. El final aporta la nota de melancolía justa, que descarga toda la emoción anterior, ante la despedida de un héroe fracasado... pero al que le quedan nuevas metas que conquistar. Buen registro.

Interpretación: 7,5 • Estilo: 7 • Sonido: 6,5



Orquesta Sinfónica de Londres

Anthony Collins
DECCA (1954)


Un grabación que suena un tanto añeja, aunque con buena interpretación y algunos momentos vibrantes, al que el tono general sea tranquilo y mágico.
El recitado inicial resulta misterioso y arcano, con un clima de leyenda serena y lejana que se incrementa con el intercambio de maderas inicial, que poco a poco nos va introduciendo en un evocador y sofisticado "érase una vez", siempre tranquilo a pesar de la agitación. Las fanfarrias son adecuadas, pero se quedan cortas. La sección secundaria se muestra delicada, femenina, con contornos delimitados y simétricos. La serenidad y hasta cierta lejanía prosiguen en desarrollo, lo que aumenta la sensación melancólica. La agitación comienza con gran fuerza en el clímax del desarrollo, con el potente tema de los bajos. Por desgracia la calidad de la grabación hace perdernos las prestancias instrumentales, que intuimos magníficas. La reexposición se sacia con una auras plenas, que la toma de sonido pone muy por encima, dejando el sonido del metal un poco apagado a pesar de su triunfo. La reexposición de las fanfarrias con tutta la forza y un timbal muy destacado sobresalen especialmente, dando paso a la arrebatadora frase  romántica de la cuerda. La coda vuelve a la serenidad que dominaba el comienzo de la grabación, destacable en muchos sentidos.

Interpretación: 7 • Estilo: 6,5 • Sonido: 4 (mono)




 

Orquesta Sinfónica de la Radio Finlandesa
Hannu Lintu
ONDINE (2014)


Lintu se une al grupo de los directores sibelianos con este recientísimo disco. Muestra ser un excelente conocedor del sonido sibeliano y buen director, aunque tenga algunas tosquedades e indefiniciones en esta partitura. No obstante, une al estilo una especial energía, lo que hace de este registro una buena lectura, plástica y dramática, con buenos momentos, aunque le falte la chispa para soñar la excelencia.
El canto inicial tiene un colorido sobrio, con un tono de recitativo clásico. El tema germinado va progresando a través de solos de colores muy individualizados, que progresivamente dan acogida a una acumulación de colorido y tensión. El tema, lírico pero frenético, se entona con un acompañamiento muy bien entretejido, que tiene cierto aspecto camerístico por sus timbres transparentes. El segundo tema resulta muy hermoso y mágico, con cierta monotonía hipnótica que le otorga de nuevo una sobriedad muy llamativa. Por eso el impresionista comienzo del desarrollo llama la atención. El buen sonido permite distinguir perfectamente cómo Sibelius une las distintas tramas sonoras sin dejar huecos. La vuelta del tema de la doncella se tiñe de una nostalgia muy especial, de nuevo con timbres muy refinados. El clímax del desarrollo está bien llevado, mejor incluso que la exposición, con el necesario dramatismo y una excelente articulación instrumental (ver por ejemplo las apoyaturas salvajes de los violines). No sorprenderá por tanto que el comienzo de la reexposición resulte especialmente brillante. De nuevo, en el nuevo clímax que resulta, en el gran unísono de las cuerdas el director finlandés hace brillar a la orquesta, con el tumulto de sonoridades cumpliendo bien su papel. El final tiene un clima místico, casi parsifaliano. Versión en una a tener en cuenta.

Interpretación: 7 • Estilo: 8 • Sonido: 9 (SACD)



Orquesta Sinfónica Nacional Danesa

Leif Segerstam
CHANDOS (1991)


Primera de las dos grabaciones de la obra por el maestro finlandés, en su etapa dirigiendo la orquesta de Dinamarca. Segerstam tiene predilección por los tempi lentos, y queda claro en el recitado inicial, además muy luminoso y repleto de color. Aunque la grabación no ayuda mucho, contemplamos a continuación un buen diálogo entre las secciones orquestales, y un ritmo que se va imponiendo inadvertidamente, todo bajo un extraña nostalgia y ambiente de ensoñación. Las fanfarrias resultan amplias, con más pesadez que fuerza, con lo que el tema femenino resulta algo debilitado y frío. En el desarrollo hay una mayor animación, con ritmos nerviosos y un director muy atento a las sonoridades del arpa y otros solistas. El drama del clímax resulta quizá también algo debilitado, en exceso amable. Aunque ha desaprovechado la progresión, con la reexposición todo resulta más vibrante, hasta heroico, incluyendo las fanfarrias, más solemnes y poderosas. Quizá el tono melancólico de Segerstam resulte más efectivo en la despedida de Väinämöinen, atenazada con una tristeza muy especial. Buena versión, sin nada especialmente sobresaliente, pero buena.

Interpretación: 7  • Estilo: 7 • Sonido: 6,5




Orquesta Filarmónica de la BBC
Malcolm Sargent   
EMI (1958) 


El maestro inglés impone una visión fantasiosa, muy libre, y muy centrada en los aspectos dramáticos de la pieza, proponiendo una serie de cuadros de gran colorido y poder evocador.
El recitado inicial se muestra muy cantabile, con un toque muy popular, de gran sencillez. Con toda la naturalidad se produce el intercambio temático, que lleva a un crescendo donde la intensidad se va acumulando, bajo un ritmo agitado y nervioso muy bien llevado, aunque quizá la paleta esté en exceso fusionada. Las fanfarrias suenan rapsódicas, muy libres, con un toque muy legendario. El tema secundario se dibuja con una gran elegancia y un lirismo fantasioso, delicado y femenino, con grandes prestaciones curiosamente más del trasfondo (cuerda y arpa). Con gran poder teatral la tensión irrumpe de nuevo al comienzo del desarrollo, que al llegar a sus silencios se llena de gestos elocuentes, nunca artificiales. El clímax recoge toda la agitación posible, casi anunciando el mundo "colapsado" de la Cuarta sinfonía. Con una verdadera etiqueta a mitad de camino entre lo explosivo y lo comedido llega la reexposición, que se repleta de buenos detalles aunque las cornetas/trompetas parecen vacilar en demasía. Lo cual pone remedio toda la sección con las fanfarrias, ahora más ajustadas a la partitura. El final sirve perfectamente para vehicular todo el logrado dramatismo de la interpretación, con un suave toque melancólico. Buena versión, quizá suena un poco añeja, pero no ha perdido toda la fuerza.

Interpretación: 7 • Estilo: 6,5 • Sonido: 6



Orquesta de la Suiza Romance

Horst Stein
DECCA (1971)


Buena versión, enérgica, aunque no especialmente sibeliana, dando buena cuenta de por qué esta obra ha conseguido su lugar en el repertorio.
El cántico inicial es lento, ceremonioso, que va conduciendo con cierta melancolía a la formación de los temas. El trazo del director germánico es desde luego centroeuropeo, y tiende a hacer un bloque más que separar los timbres. Consigue sin embargo darle gran empuje, plasmado con fuerza casi wagneriana en las fanfarrias. La sensación es de cierta pesadez, aunque en realidad el minutaje revela que es una ejecución rápida. El tema lírico se muestra más refinado y delicado, pero sin extender su lirismo. Más brillante resultan las dudas del inicio del desarrollo, donde Stein resuelve los grandes la confrontación dramática con cierto toque teatral. Todo nos conduce con gran fuerza hacia la reexposición, clímax de la grabación, dando relieve a la fibra de toda la orquesta, con grandilocuentes acentos heroicos y unas agitadas auras de la cuerda bien resueltas, llevadas al paroxismo en las fanfarrias de nuevo, con sones walhallianos. El final retoma la ceremonia del principio, con una despedida de Väinämöinen muy nostálgica y poderosa. Recomendable para todos aquellos que quieran ver en Sibelius, y en esta obra en particular, un Richard Strauss nórdico.

Interpretación: 7 • Estilo: 6 • Sonido: 6,5




Orquesta de Philadelphia
Eugene Ormandy
RCA / BMG (1976)


Otoñal grabación de un septuagenario Ormandy, que infunde a este registro toda su fantasía y el sonido virtuosístico de la orquesta norteamericana.
La introducción comienza con una frescura que hace viva realmente a la mitología nórdica. El tema avanza con densidad pero con buena velocidad, hasta llegar a unas coloridas fanfarrias. El grupo secundario tiene de nuevo un brillo especial, con un clima de auténtico cuento de hadas. El desarrollo resulta muy agitado y animado, dando cuenta de una mayor hondura de la hasta ahora escuchada. La agitación penetra en la reexposición, con un frenético trabajo de las cuerdas. La coda no resulta especialmente triste, más bien queda impregnada de todo el clima de fantasía que destila la grabación, quizá algo ligera pero siempre agradable y muy musical.

Interpretación: 6,5 • Estilo: 6 • Sonido: 6,5



Orquesta Filarmónica de Tampere

Tuomas Ollila
ONDINE (1995)


Un registro de cierto valor, muy idiomático pero al que le falta pericia musical y quizá un mayor compromiso y sentimiento.
El joven director finlandés crea una atmósfera muy adecuada en el comienzo del poema sinfónico, con un brillante contraste de los diferentes instrumentos. El aura da soporte con limpieza a los temas principales, también con brillantes juegos tímbricos y la suficiente fuerza, aunque no la necesaria grandeza, como se demuestra en las fanfarrias. El tema secundario  muestra gran elegancia, pero poca pasión, como sucede con el comienzo del desarrollo. La orquesta tiene gran técnica, aunque la dirección no llega a imponer el suficiente refinamiento que demanda la partitura. El clímax del desarrollo se muestra mucho más positivo, aunque hay cierto exceso de corrección y a la batuta un tanto fija. Quizá por ello - a pesar de las perfectas auras - el arranque de la reexposición no cumpla con su cometido. En general toda esta sección suena mucho más desinflada, como si los músicos hubieran perdido el entusiasmo, como el propio Väinö por la Hija del Pohjola. Por ello los últimos compases son hermosos, pero un tanto ajenos. Un registro con buenas cualidades, 100% sibeliana, pero sin mucho más que aportar más allá del idioma.

Interpretación: 6,5 • Estilo: 8 • Sonido: 7,5




Orquesta Nacional Escocesa
Alexander Gibson
CHANDOS (1977)


La versión "escocesa" de la obra resulta desigual, con buenos momentos, una gran fuerza pero a la vez de sonoridades un tanto rudas, lo que unido a la mala toma de sonido, lo que perjudica precisamente a cualquier Sibelius.
El canto inicial suena lejano, con un toque místico y ancestral. La germinación del tema está repleto de una buena sensación rítmica y singulares sonoridades, aunque se muestra ya ciertas brusquedades en los cambios. El tema resulta animado de un alma especial, pero cierto broche grueso que le impide brillar. No obstante la tensión dramática se logra, y las fanfarrias suenan espléndidas, acompañadas por una eléctrica cuerda. El tema secundario de nuevo suena algo lejano (la toma, como decimos, no ayuda nada), con su buen toque mágico, que prosigue hasta el comienzo del desarrollo, con bellos sones del arpa. El pizzicato redunda en la correcta disposición rítmica. A partir de ahí vuelve a amenazar cierta confusión, o mejor dicho, falta de unidad, aunque la tensión resultante desemboque en un clímax con carácter fantástico, casi mussorgskyano. El regreso del tema principal tiene gran fuerza, lastrado sin embargo por esa saturación sonora. Las fanfarrias vuelven a dar brillo a la música, pero el final nos volverá a decepcionar un tanto. Irregular, pero puede tener su valor.

Interpretación: 6,5 • Estilo: 6 • Sonido: 6

Orquesta Filarmónica de Londres
Adrian Boult
1956 - ed. SOMM (2009)

Boult pertenece a la serie de directores que en los años 30 grabó las primeras obras en disco para la Sociedad Sibelius británica. Desafortunadamente muchas de sus grabaciones no han tenido la necesaria difusión. Su estilo es cien por cien el de los grandes músicos sibelianos de su país, aunque sus registros tienen un espíritu mucho más dramático y del gran sinfonismo que el de sus colegas, con tintes algo wagnerianos. La orquesta es magnífica, lástima sin embargo de la toma de sonido, bastante pobre incluso en una fecha tan remota. Además justamente La Hija de Pohjola no es uno de sus mejores registros.
La entonación inicial se hace con fascinante sobriedad y espíritu trascendental, que se confirma durante la germinación de los motivos principales. La melodía principal es trazada con seguridad, pero toda la fuerza se concentra en la fanfarria y en su contraste con el tema femenino. Boult guarda sabiamente lo mejor de su versión para el desarrollo, enormemente elástico, creador de grandes contrastes dramáticos y atmósferas diversas, que desemboca en un torrente de heroísmo al volver los temas principales. El unísono de las cuerdas vuelve a dar gran emoción a la música, que se torna desolación casi tristanesca en los compases finales. Un registro especialmente interesante para los amantes del viejo sinfonismo.

Interpretación: 6,5 • Estilo: 6 • Sonido: 4 (mono) 


 
Orquesta Sinfónica de Gotemburgo 
Neeme Järvi
DEUTSCHE GRAMMOPHON (1994)

La segunda grabación del maestro estonio, para el sello amarillo, se aproxima a la tónica general de estos nuevos registros: preciosismo instrumental, excelente sonido, pero bastante menor compromiso para con el sentido musical de la obra. El tempo de la obra en general está bastante aceleado, haciendo parecer al recitado inicial bastante precipitado y transicional. Los ritmos dactílicos se precipitan animosos, pero la llegada del tema del metal vacila entre lo desinflado y la debilidad de sus timbres empastados. El tema lírico en cambio está más logrado por su buena interacción de auras y diálogos instrumentales. La tensión del desarrollo se trata con la misma urgencia que la introducción, como si no interesara tanto. El final de la obra sabe a huida, pero no transmite ningún sentimiento en particular. A pesar de ciertos momentos y que la ejecución en sí no es mala, la grabación no puede competir con otras, y se va más bien al montón de las menores. Lástima.

Interpretación: 6 • Estilo: 6 • Sonido: 8



Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Bounemouth
Sakari Oramo   
WARNER CLASSICS  (2001)


El joven director finlandés nos propone una de las más rápidas de la discografía, bastante correcta aunque quizá le falta le maestría necesaria para hacer algo importante de ella.
El recitado ya tiene cierta urgencia en despegar en lo que se anuncia como un trepidante vuelo por mundos de fantasía. El intercambio inicial parece algo pálido, pero en seguida la energía y el ánimo nervioso se apoderan de la pieza, con buenos diálogos instrumentales, aunque cierta confusa sensación. Las fanfarrias tienen toques de grandeza, matizados por el tema secundario, con un toque muy popular y ligero. El comienzo del desarrollo trascurre en tensa espera, al tiempo que los toques delicados del viento y el arpa añaden una sensación muy melancólica. La aceleración vuelve a sobresalir en el clímax, logrando un buen efecto para la reexposición, aunque resulte un tanto masiva. La coda es más refinada, y hasta cierto punto optimista, como en general toda la interpretación. No impresiona, pero tampoco tiene muchos puntos en contra. Si tienen la integral les agradará, pero más allá no es una grabación de referencia.

Interpretación: 6 • Estilo: 7 • Sonido: 7






 
Orquesta Sinfónica de Londres
Colin Davis
RCA RED SEAL (2000)

 Segunda grabación del maestro británico, dentro de su serie de directos con la Sinfónica de Londres para el sello rojo. Mucho más débil que la anterior, se ve lastrada por un tempo muy lento y una sonoridad masiva.
Una muy lenta introducción se inicia con un recitado que ya anuncia el carácter solemne y sosegado de esta versión, con unas pedales especialmente subrayadas. Así, el intercambio entre corno inglés y clarinete inicial suena místico, pero cuando el tempo se acelera se produce una mayor emocionalidad. Los timbres están por desgracia bastante solapados, dando la impresión de interpretación añeja (¡mucho más que su propia grabación un cuarto de siglo antes!). La fanfarria pesa en demasía. El tema femenino resulta más refinado y elegante, aunque no llega a enamorar. El desarrollo es algo flojo al principio, perjudicado por la falta tensión previa, pero luego tiene momentos más logrados, sobre todo en los solos centrales de las maderas, lamentosas y llena de una languideciente melancolía. El clímax no se beneficia nada de la mezcla de timbres que adolece esta versión de Davis. El comienzo de la reexposición, donde trabaja muy correctamente las auras, resulta de lo más notable del registro, aunque quizá el metal se muestra no lo necesariamente hábil. Las fanfarrias resultan otra vez pesadas, pero algo más brillantes que en la exposición. La elongación de la cuerda ya tiene poco que aportar: Väinö es muy mayor para andar de conquistas nupciales. Y con parsimonia se despide. Quizá el propio Davis también. A pesar de todo, el director es un gran sibeliano, y la grabación "tiene su aquel". No obstante, hay mucho más donde elegir.

Interpretación: 6 • Estilo: 6 • Sonido: 7




Orquesta Filarmónica de Moscú
 Vassily Sinaisky
(1991) pub. BRILLIANT (2010)


Poco a destacar en esta grabación. Sólo por el precio podemos hacerla más caso.
El recitativo inicial de los celli se convierte en un canto muy melódico y rapsódico, quizá excesivo, dando paso a la creciente y tensa formación de los temas, amenizados con unas trompas en sordina que causan extrañeza antes que otra cosa. El tema llega precipitado y un poco impreciso, y deriva en una fanfarria algo exagerada. El tema secundario se muestra mucho más elegante y preciso, y sabe mantener el dinamismo de la música, así como su dramatismo, que aún palpita en el comienzo del desarrollo. Esta sección es otra vez muy melancólica, lo que ofrece un excelente contraste con el enloquecido comienzo de la reexposición, de vibrantes y hasta dionisiacos ritmos, con una gran explosión en las fanfarrias. La coda, con su aire nostálgico y de sumisión voluntaria, resulta más notable. Sin ser una grabación especialmente destacada, tiene su "aquel".

Interpretación: 6 • Estilo: 6,5 • Sonido: 6




Orquesta Hallé
John Barbirolli
EMI (1966)


Una grabación fría al tiempo que pretenciosa, lenta y sin emociones, de la que nos confirma que Barbirolli es un director muy inflado en la valoración como intérprete sibeliano. O al menos esa es nuestra opinión, progresivamente más decida al respecto.
El comienzo es muy sobrio y solemne, con un violoncello casi ritualístico. La música prosigue con gran densidad y creciente ánimo hacia el tema, que no obstante prosigue con la misma sobriedad y cierta contención, hasta llegar a la proclamación de los metales, sonora pero algo fría. El tema secundario opta por la elegancia y cierto lirismo, pero todo permanece en la misma parsimonia anterior. El desarrollo resulta algo mejor, pero quizá demasiado ordenado y cerebral, aunque las prestaciones individuales de la orquesta permiten apreciar buenos momentos. La reexposición resulta algo mejor, pero la frialdad y un lastre excesivo siguen siendo la tónica general. Tan sólo el tema de las cuerdas puede cumplir algo su cometido. La coda resulta artificiosa, casi como un ensayo más que como una grabación. Algo decepcionante, aunque la decepción no será muy duradera. Hay muchísimo más donde consolarnos.

Interpretación: 5,5 • Estilo: 6 • Sonido: 6,5

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Con esta lista de grabaciones de La hija de Pohjola opus 49 damos por conluida la serie dedica a esta obra maestra.



martes, 16 de junio de 2015

Biografía (50): los últimos años (1945-1956)

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Tras el fin de la guerra con la URSS, Finlandia vuelve poco a poco a normalidad, aunque muchas cosas cambiarán... Jean Sibelius sin embargo permanece en su aislamiento de Järvenpää, convirtiéndose en un mito viviente de la composición, que ya no compone, pero que seguirá trabajando hasta el último aliento, y casi todos los años hasta el de su muerte seguirá escribiendo en hoja pautada en la soledad de su despacho.

En octubre de 1945 encontramos al músico enfrascado en una nueva revisión, adaptando su himno religioso "Den höga himlen" de 1927 en una nueva redacción para cuatro voces masculinas y órgano, con texto ahora en finés: "Suur' olet, Herra" ("Eres poderoso, Señor") JS.58b. El arreglo fue escrito probablemente para el conjunto Servi Musica, un cuarteto de clérigos, que planeaba un viaje a Suecia para recoger fondos.

En ese mismo mes curiosamente se traza otro lazo con 1927: de nuevo las cámaras acuden a Ainola para tomar unas imágenes que sirvan de soporte a un documental sobre el músico. Durante dos días un equipo de la compañía Finlandia-Kuva interrumpe la intimidad del hogar de los Sibelius (para ver las imágenes del documental y algunos datos más sobre el mismo, pueden seguir el enlace del año referido). 
Jean Sibelius con su esposa Aino y sus hijas Katarina y Ruth, fotografía de 1945

El 1 de diciembre rescata una canción de 1909, inédita, "Hymn to Thaïs" JS.97, que tiene la peculiaridad de poseer un texto en inglés. En ese día se fecha la dedicatoria a la soprano Aulikki Rautawaara, y un primer esbozo de revisión, aunque habrá hasta tres copias completas entre esas fechas y 1948, de mano de la cantante y de su yerno Jussi Jalas. Esta revisión se atendrá sobre todo a la parte vocal, mejorando la entonación un tanto imperfecta del inglés.

En su 80 aniversario no hubo más celebraciones públicas, pero multitud de regalos y felicitaciones llegaron al hogar del músico. A pesar de eso, su secretario, Santeri Levi, recordaría aquel momento con estupor. Se le encontró reposando en la cama: "no me siento bien en absoluto", le dijo Sibelius. "He estado tosiendo sangre, pero eso queda entre nosotros. No es necesario que mi mujer lo sepa, la preocuparía mucho". Pero su mujer se enteró, porque su estado de salud no mejoró. Para colmo, la habitual depresión estacional le afectó muy profundamente "las semanas más oscuras del año, de mi cumpleaños hasta Navidad, cuando el sol está en su punto más bajo, es siempre un tiempo difícil para mí. Inmediatamente en Navidad las cosas mejoran y la vida se disfruta una vez más".

Levi consiguió sin embargo que su estado no trascendiera a la prensa, y no tardó en restablecerse. Lo cierto es que el genio nórdico gozó en general de buena salud en sus últimos años, a pesar de los problemas pasados: "todos los doctores que quería prohibirme fumar y beber están muertos [sic!]. Pero yo voy a vivir. No todo hombre de mi edad puede comer y beber sin vacilar como yo".

En 1946 añadió dos números a su Música masónica opus 113, dos coros masculinos al unísono con órgano que a la sazón fueron su última composición original - hasta donde sabemos -. Estas dos pequeñas partituras muestran que su capacidad creativa permanecía ahí donde la había dejado, y no desentonan ni por carácter ni por calidad de la magnífica obra.

Ese trabajo siguió ocupándole en pequeñas revisiones en 1948, aprovechando la instalación de un nuevo órgano en la Logia de Helsinki. También de ese año data un arreglo para coro mixto del Himno de Finlandia opus 26, con el texto de Koskenniemi (la versión más habitual) y en dos versiones (Fa Mayor y Lab Mayor). También en esas fechas realiza una orquestación del melodrama "Ett ensamt skidspår" ["Una solitaria pista de esquí"] JS.77b, original de 1925. Puede que esta versión fuese inspirada por la muerte el año anterior del poeta, Bertel Gripenberg. La instrumentación, para cuerda y arpa, delicadísima, enormemente sutil y hermosa, se estrenará el 19 de diciembre en la Sala de la Universidad, con Ella Eronen como recitador y Martti Similä dirigiendo.

El 6 de diciembre, con motivo del cumpleaños del compositor, la Radio Finlandesa había emitido una entrevista grabada al autor, único testimonio que poseemos de su voz.  En la entrevista se mostró algo reticente y poco comunicativo, algo que desde luego no es excepcional en Jean Sibelius. Sin embargo, en el corte ofreció numerosas sugerencias que el sibeliano sabrá interpretar adecuadamente (nos remitimos al post dedicado específicamente a esa entrevista, donde pueden escucharla íntegramente).

En agosto de 1949 un ilustre visitante se acerca a Ainola a inmortalizar una vez más al genio nórdico: el fotógrafo canadiense, de origen armenio, Yousuf Karsh, autor de algunas de los negativos más icónicos del siglo XX (Einstein, Churchill, Kennedy, Castro, Grace Kelly, Bogart, la reina Isabel II, Casius Klein, la madre Teresa de Calcuta, Mandela, Picasso, Casals, y otras muchas figuras del siglo pasaron ante su objetivo). Las fotografías que tomó de nuestro músico, atmosféricas y llenas de fuerza, se encuentran entre los mejores retratos del compositor jamás realizados.


Una de las fotografías de la serie tomada por Yousuf Karsh (1908-2002)

El propio fotógrafo recordaba así la sesión: "llegué al hogar de Sibelius, “Ainola”, llamado así por su mujer Aino, cargado con regalos de sus admiradores – un manuscrito firmado de compositor Ralph Vaughan-Williams, una afable carta de Olin Downes, el célebre crítico musical del New York Times, una caja de sus puros favoritos y una botella de coñac añejo del Alto Comisionado Canadiense en Londres. Compartimos esto último con unas pocas galletas finlandesas y café. Su hija sirvió de intérprete del serio patriarca de ochenta y cuatro, aunque había tal coincidencia de pensamientos que las palabras apenas se hicieron necesarias. La estructura de su rostro me recordó a la del granito esculpido, aun con infinita afabilidad y humanidad. [...] Estaba visiblemente conmovido cuando le dije que los trabajadores finlandeses de los madereros del norte de Canadá doblaron su producción en tiempo de guerra cuando sonaba Finlandia para ellos" (cita tomada del blog Iconic Photos).

En enero 1950 es tiempo de ocuparse de una nueva edición de la Música masónica, preparando una edición para una logia de Nueva York, con algunos pequeños detalles revisados, incluyendo el piano como instrumento acompañante y por supuesto el texto en inglés.

Algún tiempo después también haría una nueva revisión con texto también en inglés (y en francés), de su Marcha Scout opus 91b, que se había convertido en el himno oficial de la sección femenina de la asociación a nivel mundial. La versión por supuesto era para voces de soprano y contralto, con acompañamiento pianístico.

En junio de 1951 se celebró la primera Semana Sibelius de Helsinki, un festival de conciertos de primer orden que con el tiempo se convertirá en el Festival de Helsinki, pero que en origen estaba centrado en la música del maestro. Durante aquella primera época el festival atrajo a figuras internacionales de la talla del tenor Jussi Björling, los violinistas David Oistrakh e Isaac Stern, o los directores Thomas Beecham, Eugen Ormandy y Leopold Stokowski.

La fama del genio finlandés en los años de postguerra aún prolongó su repercusión de los años 30, y siguió siendo uno de los compositores vivos favoritos, sobre todo en las salas de conciertos americanas e inglesas. Beecham, Stokowski, Koussevitzky, Ormandy, Collins y Karajan grababan su obras, junto con grandes intérpretes nórdicos como Thomas Jensen y Sixten Ehrling. Ya existían multitud de versiones en vinilo de sus sinfonías, del Concierto para violín y de los principales poemas sinfónicos.

Jean Sibelius recibiendo a Leopold Stokowski, que dirigió en la Semana Sibelius de 1953

En 1954 realizó un nuevo arreglo de su Canción de Navidad opus 1 nº4, en este caso manteniendo el texto original en sueco, para coro infantil a tres y órgano ad libitum. Sin embargo el mismo hecho de escribir sobre el pentagrama le costaba ya un gran esfuerzo físico.

La Semana Sibelius de 1955 fue una de las más memorables. Contó con la presencia de Ormandy, que acudió con su Orquesta de Filadelfia al completo, Elisabeth Schwarzkopf, Yehudi Menuhin, y el productor de La Voz de su Amo (HMV, después EMI), Walter Legge, uno de los pioneros de la discografía del maestro (miembro fundador de la Sociedad Sibelius británica, encargada de las primeras grabaciones sinfónicas). Los miembros de la orquesta americana se acercaron a la puerta de Ainola, y el compositor se lo agradeció: "todos vosotros sois artistas excepcionales". 

Esa fue una de las últimas veces en que la intimidad de Ainola se rompería. Su 90 aniversario en ese mismo año fue celebrado por el contrario en absoluta privacidad. Aunque, como señalábamos, el maestro mantuvo su buena salud, los últimos tiempos le mostraron apagándose poco a poco. "Su brío y vivacidad tan típicas suyas le había abandonado. Sólo su unión con la naturaleza era como antes había sido" recordaría Levi. 

En la soledad del lago Tuusula, en medio del bosque finlandés, rodeado de esa naturaleza que tanto amaba y de la música que componía y recomponía en su cabeza, Jean Sibelius esperaba con tranquilidad abandonar el mundo. 

"Aquí, en Ainola, el silencio habla".
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jueves, 4 de junio de 2015

La hija de Pohjola opus 49, fantasía sinfónica (1905-06): (III). Análisis

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La hija de Pohjola opus 49 es quizá una de las obras más directas y de sencilla emocionalidad del autor, no planteando demasiadas dificultades (al menos si lo comparamos con otros análisis vistos aquí) para el especialista.

Jean Sibelius denomina a la obra "fantasía sinfónica" pero sorprendentemente, máxime al tratarse de una obra programática, presenta una clara forma sonata, más nítidamente construida incluso que muchos primeros movimientos de sus sinfonías. En parte este anhelo formal viene dado del periodo en el cual la escribe (que coincide con el de la Tercera sinfonía). Se puede trazar también un paralelo con los poemas sinfónicos de Richard Strauss: la audición de Una vida de héroe ha sido un estímulo para su propia creatividad, y al igual que el maestro alemán articulaba su Don Juan como forma sonata, su Till Eulenspiegel como rondó o su Don Quijote como variaciones, también Sibelius se apoyará, igualmente con licencias, en las viejas formas (años más tarde Las oceánidas opus 73 beberán del rondó, y Tapiola opus 112 de la forma variación).

Quizá también haya una razón interna: el traspaso de Luonnotar a la partitura final pudo servirle como oportunidad para canalizar aquella exuberante inspiración en un diseño mucho mejor estructurado sin que se produjeran "traiciones" a la propia música. Un perfeccionista como Sibelius pudo encontrar en este proceso la capacidad para ofrecer un equilibrio y un acabado como nunca antes. El autor siempre estuvo muy satisfecho de su música, y el éxito también a lo largo de la historia la muestra como acertada.

La forma de primer movimiento de sonata se ajusta muy bien al programa (aunque cabe sospechar si no la relación no fue la inversa), con una introducción que presenta el ambiente de leyenda, una exposición que muestra a Väinämöinen y a la Doncella del Norte con sendos temas normativos ("masculino" y "femenino", como dice la tradición), un desarrollo que plantea el conflicto entre ambos - las pruebas y la herida que recibe el viejo bardo ante las demandas de la muchacha celeste -, una reexposición que supone la culminación del heroísmo de Väinö y la claudicación ante la doncella, y una coda que simboliza la amarga partida del héroe.

Pese a seguir forma clásica y un propósito literario, la música no deja de ser puramente sibeliana. La sustancia musical de los temas principales, y con ello de toda la partitura, nace de un motivo germinal que se presenta en los compases iniciales, motivo que va fluyendo y ampliándose en la introducción, dando como lugar a unos de los ejemplos más claros - y efectivos - de la manera "orgánica" de creación del finlandés. 

Los temas principales así mismo están emparentados entre sí, aunque dramática, atmosférica y armónicamente se enfrentarán al máximo: el primero estará en Si bemol Mayor (con toques de ambigüedad hacia su relativo, sol menor), mientras que el tema femenino estará a distancia del tritono, en Mi Mayor. El tritono y toda su fuerza modulatoria tendrán una importante presencia en el desarrollo, pero lejos del papel desintegrador que tendrá en obras posteriores, como la Cuarta sinfonía. A pesar de esas tensiones (incluso con presencia de la escala de tonos enteros durante el desarrollo), el lenguaje armónico de este poema sinfónico es muy tonal y estable  - la reexposición vuelve y se deja dominar por el Sib Mayor del primer tema, tonalidad principal de la pieza, con la que concluye además - hermosamente tonal, aunque coloreado con frecuencia con delicadas escalas modales, que le aportan la atmósfera ancestral justa, sin exotismo que provoquen extrañeza.

Otro de los elementos fundamentales de esta música es el ritmo, es especial los esquemas dactílicos (larga - breve - breve) que se encontrarán en los temas principales, y globalmente en toda la obra. Este esquema rítmico es muy frecuente en Sibelius, y en último término procede de la prosodia del propio idioma finés, pero aquí se convierte en una corriente continua, con cierto carácter motórico, que aporta unidad al tiempo que le da al devenir melódico su especial intensidad, casi frenética en ocasiones.

La orquestación como ya hemos comentado es una de las más coloridas entre las obras del autor, e incluyen instrumentos inusuales como el clarinete bajo, dos cornetas (que alternan con las trompetas), un cuarteto de trompas, y el arpa, que dará mucho del timbre característico de la pieza. En general hay una menor dominación de lo habitual en nuestro músico de la cuerda, aunque aún estos instrumentos afrentan grandes retos, como los numerosos divisi, manteniendo además su papel como entramado de costuras que une todo (no hay prácticamente compases de silencio real en toda la pieza).
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El poema sinfónico debuta con un acorde pedal inicial (fagotes y trompas, más cellos divididos en cuatro partes), sobre el cual se alza un recitativo escrito para el solista del violoncello:

(cliquea sobre los ejemplos para agrandar las imágenes) 

Parece invitarnos a una historia mitológica y venerable, un antiguo canto surgido de tiempos pretéritos... Sus notas repetidas y su pequeño ámbito claramente evocan la palabra, y quizá incluso un canto eclesiástico (por ello se ha visto en él un posible origen en el proyecto "Marjatta"), pero más posiblemente apele al canto rúnico con el que se entonaban las epopeyas tradicionales, aunque no emule específicamente el diseño de esos runos.

Tenemos como apuntábamos el motivo germinal, consistente en dos elementos: por una parte distancias de grado (a pesar de la entonación inicial y final de quinta), y por otra ese pequeño ascenso seguido por un descenso simétrico, una forma de arco que se encontrará dibujado en los temas principales de la obra.

Las pedales que acompañan el tema serán una constante también, y de hecho su ausencia dará lugar a atmósferas muy significativas en el marco global. La inicial estará en sol menor, pasando a continuación al acorde de Fa Mayor, que le dará una coloración hermosamente modal. Ambos acordes se sucederán (con el pedal de sol uniéndolos) a lo largo de esta introducción.

El tema se prolonga, y pasa desarrollándose más en las maderas graves:


Fagot y clarinete bajo hacen con él juegos colorísticos (cubrimiento en la orquestación), y empiezan a dar mayor elasticidad y ámbito a la célula inicial, a pesar de su aparente rapsodismo están ya insinuando el primer tema, incluyendo sus giros modales (aquí dándole un toque lidio a la escala cuando la pedal pasa brevemente a si bemol).

La sonoridad sube un escalón al crecer el volumen instrumental, y al pasar el desarrollo de la melodía a un diálogo entre el corno inglés y el clarinete (notas reales):

Estos motivos, contienen diseños en "S", tan nítidamente sibelianos, y que también se integrarán en el tema, que aquí se está poco a poco formando. Contiene además otro de sus fragmentos, una escala ascendente hasta el séptimo grado menor, muy importante en toda la partitura.

El acompañamiento al diálogo se fundamente en notas pedales de la tónica (incluyendo sonoridades fantasiosas, con notas graves del arpa y trompas asordinadas), que en el caso de los cellos (divisi), estarán formados por una secuencia de corcheas sincopadas, otra persistencia a lo largo de la pieza (aquí en sol, tono de toda la introducción).

Al final, esa escala hacia el séptimo grado es tomada también por la cuerda, logrando una deriva del tema que acaba formando una "aura":

El aura queda por el momento aislada, adquiriendo vida propia e independiente, vacilando entre el Sib Mayor y su relativo. Finalmente adquiere una forma definitiva, que servirá para arropar al tema principal:


El tema principal, se presenta en los oboes (primero en uno solo, luego se suman ambos). Aquí está la primera parte:


La melodía presenta de forma maravillosa y diáfana todo lo que antes se había anunciado: el dibujo en forma de arco, los motivos en "S", los ritmos dactílicos... Las auras arroparán durante unos cuantos compases ese acompañamiento ambiguo entre Sib Mayor y sol menor, lo que le da cierto carácter de nostalgia al ímpetu y fuerza del tema.

La dinámica y la orquestación crecen, primero sumándose toda la cuerda (y en divisi) al acompañamiento, y después más maderas al tema, que como un torrente eterno parece poder prolongarse cuanto se quiera. Entonces alcanza una mayor altura (flautas, oboes, clarinetes en notas reales):


Esta segunda parte del tema ya ha confirmado plenamente su dibujo, en especial sus diseños en "S", acentuando con fuerza sus ritmos, dándole aún más si cabe un aspecto motórico y verdaderamente orgánico. La orquestación, hermosísima, es mucho más completa.

También se han definido ya el tono, asentado por una pedal de sib en las consabidas corcheas en ostinato, y sin la presencia del sol que aportaba ese matiz otoñal. El tema aún se prolonga más, pero luego parece romperse en pequeños elementos, con inflexiones dóricas/lidias (mi becuadro) (notas reales):


Estas inflexiones continuarán hasta el final de este periodo, que va en crescendo, lo que sumado al efecto acumulativo de las pedales y a una paleta más numerosa (incluyendo vistosamente los metales), logran un aumento de la tensión muy significativo, que deriva en un momento álgido, dispuesto para dar paso a esplendor de las fanfarrias (notas reales):


Oímos en este momento toda la orquesta, con un cuadro masivo y majestuoso, que incluye el redoble del timbal y cambios de dinámica dentro de una misma nota en los instrumentos de metal (un "marca de fábrica" del compositor). El tono es heroico, sin banalidad de ninguna clase (algunos detalles sibelianos hacen que este pasaje no tenga nada tópico, a pesar de lo que podría preverse).

Una modulación súbita,  a través de un simple bajo cromático, nos lleva a la tonalidad del tritono (Mi Mayor) y al segundo tema, que ofrece un mundo muy diferente (corno inglés en notas reales):

 

Estamos desde luego en una atmósfera singular. La melodía en realidad no lo parece tanto: consiste en un juego entre dos motivos, de los cuales el primero, que se reparten oboes y corno inglés, tomado aisladamente aparece como nacido de manera directa en la célula inicial (Ej. 1), con los ritmos y diseños en "S" del tema principal; mientras que el segundo, en las flautas, es también una variación del tema, aunque con un dibujo y un ámbito mucho más amplio y propio.

En realidad el contraste no viene sino de la mano de las finas texturas; de la orquestación con sus arpegios de arpa y sus acordes con apoyaturas de los violines divididos a cuatro (a los que se suman después celli también a cuatro y en pizzicato); y sobre todo de la armonía: acordes en séptima, primero de séptimo grado, que ayuda a definir el tono  (un acorde favorito de Sibelius, re# - fa# - la - do#, sobre la), y después sobre la tónica (mi- sol# - si - re#).

Este conjuntos de diversos elementos crea un clima algo impresionista - según Tawaststjerna -, mostrándonos claramente el lirismo miológico de la hija de la Tierra del Norte, tejiendo sobre su mágico arco iris. El hechizante cuadro se prolonga con ese cuasi hipnótico ritmo y los diálogos instrumentales bajo un manto de irrealidad, variando a cada aparición, como coquetamente, el tono.

El clima idílico y fantasioso acoge con toda naturalidad una rapsódica cadencia del clarinete, que crea aumenta la seductora sensualidad del pasaje. Entonces, sobre  la última aparición del motivo de las flautas, y creando el enlace final de la exposición con el desarrollo, encontramos este pequeño motivo cromático:


Parece una consecuencia del final del motivo mismo de las flautas, como un espejo doliente del mismo, en el que está presente el intervalo de tritono. También parece seguir la forma en arco de la célula germinal. Siguiendo el programa podríamos ver en él el rechazo y la angustia del héroe, pero cobra sobre todo una importancia netamente musical: se convertirá en el elemento disgregador de la armonía, del orden y de todo el clima fantasioso y onírico que habíamos tenido no sólo en el tema de la doncella, sino en toda la exposición. Con él comienza de hecho el desarrollo, cumpliendo más que bien su función prototípica de crear tensiones y llevar la música hacia mundos lejanos e inestables.

Y lo consigue. Parece que la música se disuelve en girones de motivos de la cuerda, en trémolos, a los que se unen glissandi del arpa, silencios, y evocaciones a figuras del tema principal (o la célula germinal, que viene a ser lo mismo). La textura, que ya había sido delgada durante el tema de la doncella, ahora se vuelve íntima y camerística.

Otro pequeño motivo en pizzicato, derivado del motivo cromático, parece querer retomar el diseño del segundo tema (violines):


También contiene el mismo tritono, cuyo papel no es el de la Cuarta sinfonía, pero sí muy destacado en este desarrollo. Ese elemento, todavía en pizzicato evoluciona - recordando también al final de la fanfarria - hasta convertirse en un simple ostinato, para sostener un recuerdo definitivo del material de las fanfarrias, muy debilitadas sin embargo al sonar en corno inglés, clarinete bajo y finalmente trompas en mezzopiano. Cuando la cuerda toma la continuación de esa caudal melódico, de la orquesta parece apoderarse una repentina furia: la herida de Väinämöinen.

Flautas, oboes y clarinetes estallan con figuras con notas de gracia, sacadas del acompañamiento del tema de la doncella, pero ahora adoptando una variante histriónica, casi irritante. Sobre ese fondo surge un nuevo motivo en los bajos, que se mezcla con la célula cromática:


El motivo parece, con su séptima menor, una variante del pasaje ascendente hacia el mismo grado del tema principal, pero aquí cortado, abreviado, y con un carácter brusco. ¿La burla de la hija de Pohjola por los trabajos de amor perdidos del héroe? 

Tras recoger la furia el motivo cromático (del Ej. 11), se retoma el tema de la doncella, ahora en Sol Mayor y una orquestación algo más ampliada, con las mismas figuras regulares del arpa y del pizzicato de la cuerda. Evoluciona por distintos tonos de manera semejante a la de la exposición, sólo que ahora los trinos y cadencias de las maderas se multiplican, y un bello contramotivo mixolidio - una inversión de la célula inicial - lo completa. La orquestación vuelve a ser más camerística, sólo tamizada finalmente por el redoble del timbal.

Pero vuelve el motivo del pizzicato, dando paso definitivamente al frenesí con tempo Allegro y al crescendo, bajo rápidas, trémulas y modulantes figuras de la cuerda, que alternan con fragmentos de la célula germinal.

La instrumentación crece, con trazos más poderosos. Poco a poco todo ese frenesí se vuelve delirio, con un pandemónium de elementos que derivan en el caos, subrayados por el uso de la escala de tonos enteros. 

Lejos de disminuir, la secuencia caótica se repite y se amplía a toda la orquesta, que evoca distintos motivos ya conocidos, destacando de nuevo la aparición del tema de los bajos (Ej. 13), con el mismo tapiz de las figuras de "burla" de la hija del norte.

La tensión no deja de crecer hasta que la escala de tonos enteros aparece más nítidamente:
 

Tras ese clímax, llega una cierta estabilidad armónica, soporte adecuado para presentar una especie de falsa reexposición, con el tema principal en los primeros violines, pero recorriendo diferentes modos menores (primero mi, luego re), hasta que finalmente vuelve el Si bemol Mayor, y comienza la reexposición propiamente dicha, presa aún del extático final del desarrollo, 

Toda la orquesta acompaña entonces el tema con figuras muy fantasiosas, melodía principal que se ve coloreada por los diversos instrumentos de la madera (y los celli), además de algunos de metal, creando un efecto memorable.

El magnífico crescendo de toda la orquesta ahora se deja acompañar de la pedal en negras del bajo (como siempre sincopadas). El periodo concluye con un espectacular divisi de las cuerdas (seis partes de violines, dos de violas), mientras recuerdos de las cadencias de las maderas (en un clarinete solo) y toques de arpa parecen mencionar el arco iris de la doncella (aunque también adelantan la forma de su tema que se adoptará más tarde, ver Ej. 15).

La cuerda en 12 partes sirve de manto, con figuras rítmicas y contundentes, a la vuelta de las fanfarrias, que dibujan en este momento una forma demoledora y masiva, prolongándose más en su fortissimo.
 
Toda esa gloria se trasforma de repente en lamento, cuando la melodía es acogida por la cuerda aguda en un unísono demoledor, que se dilata en notas largas. Este pasaje en parte se emparenta con la progresión de la fanfarria, pero finalmente cita el tema secundario en triple forte

La orquesta suena completa en este punto culmen de la obra, pero resurge entonces el motivo cromático del desarrollo en metales y en la cuerda, ahora con un sentido mucho más benigno (aunque conserve su tritono). En apenas siete compases Sibelius logra una transición ejemplar, adelgazando la orquesta, disminuyendo la dinámica y ralentizando el tempo, logrando de manera sutil un efecto dramático espectacular.

Todo lo que resta es ese motivo, que se intercambia y se solapa entre las distintas secciones de la cuerda asordinada, en ascenso hacia la zona más aguda del pentagrama:


Con este clima mezclado de melancolía y benigna belleza, y con la máxima suavidad del triple piano de una simple voz en octavas, se cierra la fantasía sinfónica, y la aventura del héroe queda ya sólo en el recuerdo.
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