jueves, 22 de mayo de 2014

Biografía (38): noble y campesino, y una nueva oferta americana (1920)

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La década de los años 20 se inauguraba para Finlandia en paz, aunque no sin tensiones, externas e internas. Los países en torno al Báltico, recientemente independizados (Estonia, Lituania, Letonia, Polonia y la propia Finlandia) celebraron una conferencia para acercar posturas ante la amenaza soviética. Así se alejaba el país nórdico de Suecia y de la herencia escandinava. Además las islas Åland habían manifestado en referéndum su deseo de unión a Estocolmo, pero tal hecho nunca se produjo. Dentro del país coleaban los reproches de la guerra, y el presidente Ståhlberg, mejor legislador que gobernante, vacilaba a posturas más derechistas. El debate identitario entre finoparlantes y suecofineses arreció fuertemente en estos años, con posturas muy polarizadas entre la estrella que se extinguía lentamente de la minoría svecoman y la progresivamente dominante mayoría de los hablantes de lengua finesa.

En medio de todo aquello, nuestro músico mantuvo una prudente distancia, lo que le hizo de facto ser respetado por todos los sectores de la población, aun cuando ya no escribía música patriota como en décadas anteriores. Se había convertido en una especie de embajador informal de la cultura finlandesa en el extranjero, aunque no llegara a tener lazos directos con el gobierno (no así personales, porque su hija Katarina era amiga íntima de la hija del presidente). Pero en medio de las polémicas siempre había quien quería arrimar a nuestro músico a su lado, o todo lo contrario, destrozar el mito. Las situaciones producidas rozaban incluso el esperpento: hubo propuestas para erigir monumentos a los antepasados fineses de Sibelius, que se paralizaron cuando se pensó lo mismo respecto a los suecofineses...

En aquellos días afianzó su amistad con Sigurd Wettenhovi-Aspa, una extraña figura que se movía entre la pintura, la filología, la alquimia y la política, y que contaba entre sus ideas más sorprendentes su teoría de que los orígenes del mundo antiguo descansaban tanto en Egipto como en Finlandia... Trató de posicionar públicamente al genio nórdico a favor de la nacionalidad de las Åland, como también promoverlo a un título nobiliario. En él previó una intimidad como la alcanzada con Carpelan, pero su confianza no llegaría a ser profunda.

Sigurd Wettenhovi-Aspa (1870-1946)

Una de las obsesiones que atravesó toda la vida de Jean Sibelius fue la suposición de tener ascendentes en la nobleza, algo que era muy común entre la población sueco-finesa (fueron he hecho las élites caballerescas las que empezaron la colonización). Él mismo pareció tener cierto orgullo aristocrático en su personalidad, casi en el sentido nietzscheano del término. Pero más allá de la especulación el poder presumir de hecho de un árbol ilustre le habría podido hacer sentirse mucho más seguro de sí mismo.  

Aquellas ambiciones sufrieron un gran mazazo cuando el genealogista Eeli Granit-Iloniemi publicó en enero de 1920 en el Helsingin Sanomat un retrato de nuestro músico junto con el de uno de sus parientes lejanos, un carpintero apellidado Ojanen: "por si no fuera suficiente que yo sea tildado como un campesino en el extranjero, él hace lo posible por desacreditarme en la sociedad a la que pertenezco por educación y formación". Desde luego, el asunto parece que le caló muy hondo, hasta provocarle un verdadero dilema existencial. El 9 de febrero Sibelius anota en su diario: "cuando empezaron a acosarme sobre mis orígenes hace unos pocos años, sabría cómo podría terminar... Todo está perdido. Me paraliza totalmente - no puedo trabajar. Y mis deudas se amontonan. Ninguna mejora. Envejezco, y una nueva generación viene con nuevos ideales, capturando el interés de la gente. ¿El atardecer de mi vida me encontrará holgazán y resignado, esperando silenciosamente la muerte?... ¡Qué brutal es el destino! Parece como si mi madre hubiera conocido mi venidero destino. Eso podría explicar su expresión infinitamente melancólica cuando me miraba. ¡Querida madre mía! ¿Por qué me diste una vida que no puedo vivir?". 

Durante años los periódicos especularán con el asunto de los orígenes, para disgusto de nuestro autor. Lo cierto es que contaba entre sus antepasados con ancestros fineses, suecofineses, suecos e incluso alemanes. Tratar de trasladar la genética a términos estéticos y artísticos es desde el punto de vista actual absurdo. Y aunque para Sibelius en gran medida lo era, para la sociedad de la época, que dejará aflorar ideas supremacistas en los años siguientes, no lo era tanto...

El coro Suomen Laulu y su director Heikki Klemetti eran grandes difusores de las partituras del maestro, tanto fuera como dentro de Finlandia, pero Sibelius se presentaba reacio en general a componer nuevas obras para ellos, aunque recientemente había aceptado una propuesta. Y nos da cuenta del porqué de sus reticencias: "y está la promesa que he hecho a Klemetti [...] Esto no significa que él sea uno de mis «admiradores». Me incomoda que sólo quiera usar mi nombre como adorno. Si sirvo para ese propósito o no es mejor no decirlo". 

Como en tantas ocasiones en nuestro compositor, la promesa no fue cancelada, sino dilatada en el tiempo y el director coral empezó a exasperarse por el continuo retraso de nuestro músico a la hora de ponerse a trabajar, alegando no haber encontrado un texto adecuado. Finalmente la mujer de Klemetti, Armi, lo presionó hasta convencerlo y alrededor de las navidades de 1919 había comenzado una nueva cantata. 

En efecto dio vueltas al texto, y tras desechar un poema de Kivi, eligió un poema de Eino Leino, "Maan virsi" ("Canción de la tierra"), versos patrióticos pero volcados en la contemplación serena de la naturaleza, lo que sintonizaba con el quasi-panteísmo sibeliano. La composición de Sibelius, que llevará el número de opus 95, fue acabada el 28 de enero, y es un notable trabajo, pero se percibe el desinterés del músico por su redacción. Klemetti la estrenaría el Domingo de Pascua siguiente, con su coro y la Orquesta Filarmónica, y gran éxito entre el público, no tanto en la crítica, que observó sus debilidades. Incluso el famoso "Bis" estuvo confundido al creer por su título que no se trataba sino de una versión finesa de "Jordens sång" opus 93 del año anterior

El músico y el poeta de "Maan virsi" se encontraron curiosamente un par de semanas después de terminada la composición con ocasión de una tertulia organizada por la Sociedad Kalevala, creada el año anterior. Además de ellos, estuvieron presentes Kajanus, y los pintores Eero Järnefelt y Pekka Halonen, junto a una buena cantidad del recientemente prohibido alcohol. Se hicieron planes sobre la celebración del Día del Kalevala, el siguiente 28 de febrero, y nuestro compositor aceptó dirigir su cantata "El origen del fuego" opus 32. Pero en la mañana siguiente Sibelius y Leino se encontraron discutiendo sobre la nobleza y la etnicidad sueco-finesa. El músico enfatizó el argumento de que él y el poeta no eran sino aristócratas. Leino le contrarió diciendo que él mismo se sentía como una figura del Renacimiento, pero que Sibelius era más bien "una figura rococó y descendiente del censo campesino de Häme [región del suroeste de Finlandia a la que efectivamente pertenece la población natal de Sibelius]". Y siguieron discutiendo sin solución. Finalmente el Día del Kalevala no dirigió su obra, alegando que sufría reuma, algo que oportunamente no era falso.

Retrato del poeta Eino Leino (1878-1926). Óleo de Akseli Gallén-Kallela (1917)

En esos días nuestro músico ciertamente había estado nervioso, con temblores en las manos, que como habitualmente calmaba bebiendo vino, "¡y a qué precios!". Trabajaba en la versión orquestal del Valse lyrique opus 96a escrito el año anterior, que le costó un esfuerzo mucho mayor del que previó como una simple labor rutinaria. Mientras, volvía a establecer relaciones contractuales con Breitkopf & Härtel (con graves conflictos por la caída del marco alemán), mientras su música se interpretaba con frecuencia en Alemania. En Copenhague Carl Nielsen dirigía con devoción Una saga opus 9, mientras que Stenhammar le insistía en solicitar una visita y el estreno sueco de la Quinta - que finalmente interpretaría Armas Järnefelt en Estocolmo a finales de año -.


Una carta llegó entonces a Ainola con una suculenta oferta de trabajo, llegada desde Estados Unidos, donde ya era considerado como uno de los grandes compositores vivos. La firmaba Alf Klingenberg, pianista de origen noruego que había formado parte de su círculo de amigos en su época de estudios en Berlín. Klingenberg había emigrado a América, donde  sería unos de los fundadores de la escuela musical de Rochester que a partir de 1921 se convertiría en la prestigiosísima Eastman School of Music, de la que sería su primer director. La oferta contemplaba a Sibelius como su profesor de composición, a cambio de un estupendo sueldo y muchas prebendas como la de poder viajar libremente como director invitado en orquestas americanas. Años atrás una oferta similar fue rechazada sin demasiada deliberación, pero en esta ocasión nuestro autor se mostró mucho más dubitativo: "decidido a mantener su propuesta en reserva, no se sabe lo que el futuro traerá. Si fuera rico, mis nuevos y orgullosos sueños en el modo de componer podrían llegar a realizarse. Siempre este espantoso problema con el dinero. Y sin perspectiva de alivio a la vista", anotará en su diario el 29 de febrero. 

Pocos días después almorzará con el general Mannerheim, que no encontraba su sitio en la nueva república, y recibirá a Alexandr Siloti, el prestigioso pianista y director de orquesta ruso, huido junto a su familia de Petrogrado, llegando en Helsinki antes de recalar finalmente en los EE.UU. Precisamente con Siloti habló de la oferta de Klingenberg, y afianzaron su amistad (años antes el músico ruso había estrenado su Cabalgata nocturna y amanecer opus 55). El finlandés asistió a algunos de los muchos conciertos con los que Siloti agradeció a Helsinki su acogida. Siloti se despidió con una carta en la que soñaba con interpretar de nuevo sus composiciones en San Petersburgo.

El pianista, director de orquesta y compositor Aleksandr Siloti (1963-1945). Fotografía de 1920 

Mientras nuestro compositor daba vueltas a su proyecto Kuutar, sus primeras cinco sinfonías, el Concierto (con nada menos que Willy Burmeister como solista) y varios de sus poemas sinfónicos fueron dirigidos por Kajanus en la capital finlandesa. Poco después estrenaría en París la Tercera dentro de un programa netamente nacional (incluyendo Melartin, Madetoja, Kuula y Palmgren), dirigiendo la Orquesta Filarmónica, con relativa buena acogida. Y a comienzos de verano la música de Sibelius estará bien representada en seis conciertos dentro de la Feria Comercial de Helsinki,  que contó con una buena muestra cultural, y en la que el propio músico dirigirá cuatro de ellos, compartiendo batuta en ocasiones con Kajanus. "Quizás he sido un poco duro con Kajus", reflejaba en su diario, reconociendo la intensa dedicación a la obra de un amigo en el que decididamente creía.

Sibelius dirigiendo en la Feria Industrial de Helsinki de 1920

Y de nuevo desde EE.UU. le llega una nueva propuesta: el escritor de origen ruso Ivan Narodny, especializado y bien relacionado con el mundo de la ópera y de la danza, y que tenía una excelente opinión de nuestro compositor, le propuso la composición de dos partituras de ballet, "Vineta" y "La chica de la cuarta dimensión". Pero después del affaire con "Scaramouche" nuestro autor no quería que tener que ver con extensas obras para el teatro, y además no quería verse distraído de una Sexta Sinfonía que cobraba poco a poco forma en su mente. La negativa sin embargo se hizo de manera orgullosa, en forma de solicitud a Narodny de la cifra de 20.000 dólares, una cantidad en principio inasumible. La misma táctica la empleó con otra demanda de otra obra de Poul Knudsen, el libretista de "Scaramouche", encontrándose con la suma estratosférica de 36.000 coronas danesas. Sibelius desde luego no quiso toparse con un ballet.

El genio nórdico se tomó unas cortas vacaciones a finales de julio visitando la "campesina" Häme, donde se encontró con su amigo Walter von Konow, y con su hija Ruth en una villa que tenían unas tías-abuelas suyas por parte de familia materna del músico. Mientras, se escribía con Rosa Newmarch para planear un viaje a Inglaterra al siguiente año, en el que estrenaría su Quinta Sinfonía. En septiembre finalmente los planes se confirmaron, con tres conciertos en Londres para el siguiente febrero bajo Henry Wood, aunque sus dudas sobre si producir nuevas obras le consumirán...

Ante la disyuntiva de nuestro autor y el gran interés que poseía él mismo, Alf Klingenberg acudió a mediados de aquel mes a Ainola, con el contrato para un año por 20.000 dólares bajo el brazo. La oferta era realmente generosa, tanto que llegó a negociar condiciones, adelantos, y aún tardaría unos meses en dar una respuesta definitiva a América.

En otoño compuso un nuevo cuaderno de piezas para piano, las Seis bagatelas opus 97, piezas breves pero bastante más elaboradas musicalmente que las composiciones de años anteriores, con una tendencia progresiva a la concentración formal y expresiva. También preparó la partitura de Autrefois opus 96b (que compuso a finales de 1919) para su publicación. "Me dicen que puede ser un nuevo Valse triste. Pero no comparto ese punto de vista...": por si se repitiera el hecho del popular "hit" (que apenas le reportó beneficios), cuidó que la pieza pudiera contar con otros textos en su parte central, o que las sopranos fueran sustituidas por clarinetes (no por vocalises, como por error pareció indicar la edición, que omitió el texto), y preparó varios arreglos. 

El 24 de octubre Finlandia vivió un acontecimiento de primer orden con el estreno del "Kullervo" de Armas Launis en la Ópera Nacional. Launis compartía mucho con nuestro autor: nació como él en Hämeenlinna, estudió en Helsinki (de hecho el propio Sibelius llegó a darle clases), pero al contrario que nuestro autor mostró interés sobre todo en la música popular, siendo un reputado recolector y teórico de la melodía étnica. Sibelius no acudió al estreno, aunque sí  Aino y Katarina, que le hablaron del éxito de la obra. Pensando en su propia partitura sobre el tema escribiría "extraño que yo no haya probado mi mano en ese tema. Mi estrella está decreciendo". En esos momentos su "Kullervo" opus 7 estaba olvidado y comiendo polvo, aunque con los años el trabajo de Sibelius se ha convertido por derecho en un título legendario, mientras que el "Kullervo" de Launis, y su propio compositor no han gozado de fama, aun en la propia Finlandia. 

El articulista, etnomusicólogo y  compositor  Armas Launis (1884-1959)

Sus planes sinfónicos no avanzan prácticamente nada, y aún titubeaba sobre la naturaleza de la obra que sería su Sexta: "dudas acerca de la sinfonía o «Runas sinfónicas»" (25 de noviembre). ¿Era éste último una obra nueva o una versión alternativa de la sinfonía?

Para el 55 cumpleaños del músico, el tenor Wäinö Sola - que se estaba convirtiendo en un nuevo campeón de la causa sibeliana - le entregó un cheque con 63.000 marcos (unos 24.600 euros actuales), recaudados por donaciones de empresarios finlandeses. Y más buenas noticias: Hansen publicaba su Quinta sinfonía, lo que mencionaron periódicos de Berlín.

En cualquier caso las peticiones de nuevos trabajos no dejaron de llegarle, y en ese final de año escribiría "Små flickorna" ("Pequeñas chicas") JS.174, una canción salonística a ritmo de vals para la revista navideña "Lucifer", y un coro para un viejo compañero de escuela, Allan Schullman. El arquitecto, que dirigía como amateur un conjunto vocal, dio a nuestro compositor un texto escrito por un miembro del coro, para el cual el propio director ya había puesto música. La partitura de Sibelius, "Viipurin Laulu-Veikkonen kunniamarssi" ("Marcha de honor de los Hermanos Cantores de Viipuri") JS.219 sorprendió al coro por ser bastante diferente de la convencional marcha de Schullman, e incluía una auto-cita en sus últimos compases de su pieza patriótica "Isänmaalle" de 1899, uno de sus títulos vocales más recordados.

El año acababa con el compositor atenazado por sus problemas de nervios, y tensiones con Aino no muy lejanas a explotar, problemas con el alcohol... pero al tiempo con sueños puestos en las próximas visitas en el extranjero y en escribir nuevas obras maestras.
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Capítulo siguiente (39): conciertos en Inglaterra y Noruega, y la oferta rechazada (1921)



miércoles, 7 de mayo de 2014

Sibelius: el problema con el alcohol y el tabaco

Uno de los aspectos que más han llamado la atención a quienes se han acercado a la personalidad y a la biografía de Jean Sibelius refiere a sus malos hábitos en torno al consumo, a veces inmoderado, de alcohol y de tabaco. Sobre ambas costumbres se hace innegable el afirmar una cercanía a la adición, al menos en determinados momentos en su vida, y una influencia en su propia creatividad. Si la limitaron, si la incentivaron o si dotaron a su música de un "color" o de una naturaleza distintiva es desde luego objeto de discusión. Pero en cualquier caso sería injusto tachar a nuestro músico de alcohólico o de dependiente del cigarro, caricatura que le acompañó ya entre sus contemporáneos y que ha sido aprovechada por muchos de los enemigos de su música en décadas más recientes.

Caricatura de finales de los años 20, referida a cada una de las siete sinfonías de Jean Sibelius. Característicamente las vigorosas Tercera y Quinta, además de mostrar al músico con su cigarro, también lo muestra ebrio

El icono de un Sibelius fumador de puros (muy raramente cigarrettes) es antológica, hasta el punto en que ha llegado a existir - desconocemos si existe todavía - una marca de cigarros con su nombre (y firma) en la propia Finlandia. 


Muchas fotografías del autor lo muestran acompañado con un cigarro puro, algo que no se corresponde a un "pose" buscado, sino a un aspecto que podía contemplar con frecuencia cualquiera de sus contemporáneos, al menos si lo encontraban en su casa de Ainola o relajado en algún restaurante de la capital. 

En multitud de entrevistas  los periodistas apuntan efectivamente a charlas transcurridas bañadas en humo, y muchas de las referencias de sus coetáneos confirman esa misma impresión. No deja de ser curioso (y probablemente no sea un hecho casual) el que el genio nórdico conservara en sus recuerdos como casi única imagen de su padre Christian Sibelius, desaparecido cuando él tenía apenas tres años, rodeado también del humo de sus cigarros.

Cuando en los años 30 su fama alcanzó las más altas cotas, sobre todo en el mundo angloparlante, muchos aficionados empezaron a mandarle como regalo de reconocimiento magníficos puros de todo el mundo (en este enlace podemos ver una lista de sus marcas favoritas, encontrando entre ellas la que llevaba su nombre). Durante la Segunda Guerra Mundial el mismo Winston Churchill se aseguró de que le llegaran habanos, su tipo preferido, con su dedicatoria (hecho a destacar ya que Finlandia combatió contra la URSS, aliado de Reino Unido), costumbre que se perpetuó incluso hasta su 90 cumpleaños.

"Tienes que tener una relación personal con un cigarro. Es molesto con un mal fumador y no quiere arder. Si hablas mucho mientras fumas, el cigarro te castiga y para de arder, y tienes que encenderlo de nuevo. Debe ser tratado con respeto y elegancia" - sentenciará con yerno Jussi Jalas en 1943.
El consumo de tabaco y de alcohol parece que se inició en su juventud, durante sus años de estudio en la capital, muy unidos en principio al aspecto más lúdico de su estancia: noches de diversión e imaginativas tertulias con sus amigos.  Sin embargo después de aquello ambos hábitos toman un tamiz distinto. Mientras que el tabaco se convierte en un compañero constante, unido a la cotidianeidad, a momentos de relax o trabajo rutinario, el alcohol adquirirá mayor carga en lo emotivo, una necesidad relativa a determinadas carencias de personalidad o incluso afectivas. Todo ello relacionado además con el hecho de que su abuso del alcohol es fluctuante por épocas y situaciones internas (aunque como veremos más adelante también por circunstancias ajenas).

Sibelius pudo comprobar en numerosas ocasiones que era víctima de un alto grado de miedo escénico cuando empezó a tocar el violín y también a dirigir durante sus años del conservatorio de Helsinki. Y muy pronto también que el alcohol le permitía calmar sus nervios a la hora de actuar, olvidarse del público y centrarse en la música de manera más intuitiva y natural. Cuando interpretaba en total sobriedad era frecuente que las manos le temblaran: con el alcohol el temblor raramente aparecía.

Será frecuente encontrar a nuestro músico visitando los restaurantes de aquellas ciudades en las que dirigía - tanto en Finlandia como en el extranjero - para ingerir una buena cantidad de bebida antes de un concierto, en ocasiones hasta botellas enteras. La anécdota más extrema y conocida al respecto se dio en un concierto en Gotemburgo, en abril de 1923, cuando paró la orquesta hasta dos ocasiones en los primeros compases que tocaban... ¡pensando que estaba en un ensayo! 

El alcohol le daba seguridad en el podio, pero también le daba seguridad en general ante todo tipo de situaciones sociales. Actividad pública y bebida siempre estuvieron unidos. El Sibelius de restaurantes, salones, recepciones, etc. debía estar acompañado de alguna copa, porque en caso contrario su extrema timidez e introversión le hacían aislarse de los demás. A decir verdad muchas de las largas veladas con sus amigos, en las que surgían grandes temas, grandes ideas estéticas, y hasta grandes temas musicales estuvieron regadas con abundante alcohol, como nos recuerda el cuadro de Gallén-Kallela "El simposio", que recoge las etílicas noches de esa época.

Versión final de "El simposio" (1894). 
De derecha a izquierda: Jean Sibelius, Robert Kajanus, Oskar Merikanto, y el propio pintor, Akseli Gallén-Kallela.

Aquellas noches en Helsinki empezaron a ser progresivamente más problemáticas. El músico fue consciente de ello, sobre todo ante el hecho de que constituían una continua fuente de conflictos con su mujer, Aino. Alejarse al alcohol y de los problemas que acarreaba fue una de las principales razones para construir un hogar en la pequeña localidad de Järvenpää, Ainola. Allí podría trabajar sin distracciones, lejos de las sesiones brumosas de la capital.

Pero lo cierto es que el consumo de alcohol no desapareció, aunque quizá sí disminuyó algo. No sólo porque aún aprovecha los viajes a Helsinki para ahondar en los malos hábitos, al igual que en los cada vez más frecuentes viajes al extranjero, sino porque en la propia Ainola había adquirido la costumbre de beber en soledad, ocultándoselo casi siempre a su compañera. ¿Cuáles eran los motivos? Desde luego ya no podía ser el pánico escénico o el socializar. Se había convertido desde luego en un hábito adquirido. Pero además encontraba en el alcohol refugio a su terrible pesimismo, a penas profundas muchas veces injustificadas fuera de sus procesos interiores.

Y también por ser consciente de que el alcohol era un estimulante a su creatividad. No así el trabajo en sí, que de hecho dificultaba, sino a la fase más puramente imaginativa e inspirativa de su composición. Muchos esbozos de temas y bocetos de composiciones parecen haber nacido de su imaginación intoxicada por el alcohol, en medio de improvisaciones y ocurrencias bajo unas cuantas copas. Obras como el Concierto para violín parecen en efecto haber nacido de esta manera.

A esas alturas el músico entendía que aquella situación podía degenerar en algo insostenible, al igual que sus médicos, que profetizaron que lo acabaría pagando. Y así fue. En 1908 se le detecta un tumor en la garganta. Probablemente de carácter benigno, pero debía ser extraído, con el consiguiente peligro para su vida. Si la enfermedad se debía al tabaco o al alcohol, o a una combinación de ambos, es casi imposible decirlo, pero desde luego tanto los médicos como el propio compositor afirmaban que ambos elementos eran los claros culpables. 

El tumor es operado con éxito, no sin dificultades. Tras ello los médicos le prohíben volver a sus vicios, lo cual asume con absoluta disciplina. Por supuesto tuvo que ver el miedo a una muerte próxima, a que el cáncer volviera y acabara con su vida (miedo que jamás lo abandonó a pesar de sobrevivir casi cinco décadas más). 

Durante unos siete años no volvió a probar ni un cigarro ni una gota de alcohol, a pesar de que tuvo oportunidades y tentaciones (sobre todo en viajes al extranjero, donde era continuamente agasajado). Su ánimo cambió hacia un sentimiento aún más introspectivo y cerrado, pesimista a más no poder. Estaba claro que esos estimulantes influían en su carácter. Pero al tiempo la determinación lograda por abandonar por completo esos hábitos muestran claramente que Jean Sibelius no llegó al extremo de ser un adicto al tabaco o un alcohólico, sino más bien poseía hábitos que en demasiadas ocasiones se hacían excesivos.

En primavera de 1915 muestra en su diario las primeras referencias a sus viejas prácticas, primero de forma ocasional, pero progresivamente el retorno al tabaco y al alcohol se producirá con la misma intensidad que antes. Y de nuevo vuelven también los mismos conflictos, aunque ahora las peleas con Aino y sus angustias internas crecen, en gran parte por el sentimiento de culpabilidad que ahora le causaba.

Sin embargo estos años, años de Guerra Mundial primero y de Guerra Civil después, las oportunidades de conseguir abastecer sus hábitos habían disminuido mucho. Especialmente por el hecho de que Sibelius no fue un fumador y un bebedor que se agarrara a cualquier artículo a su disposición, sino que fue un gran sibarita de marcas selectas, siempre buscando las mejores productos (lo que siempre incrementó sus problemas económicos). La obtención de buenos puros y licores era siempre reseñado de manera especial en su diario o en sus cartas, y en los relatos de sus viajes siempre hace referencias a la calidad del tabaco y del alcohol que le ofrecían sus amigos y anfitriones.

Fuera de casa nuestro músico era especialmente aficionado al champán y en general a todo tipo de espumosos. En casa o en veladas con amigos gustaba principalmente de whiskey, de brandy y de vino, no despreciando otros licores como el Benedictine (podemos ver una lista de marcas preferidas en las décadas de los años 20, 30 y 40 en este enlace).



Receta personal (1943) de un ponche que elaboraba el propio músico 
(1 l. de agua + azúcar + mermelada + brandy o aguardiente. Añade 2 botellas de vino cuando todo esté completamente frío. Añade unas pocas gotas de aceite de bergamota en un terrón de azúcar, que debe ser diluido en agua. N. B. Todas las aguas minerales hacen negro al ponche)

Tras la Guerra Civil, cunde entre la población la idea de que los desmanes del conflicto han sido debidos en parte al alcohol, y en cualquier caso, ante las tensiones todavía a flor de piel había que evitar cualquier invitación a comportamientos antisociales.  Leyes en contra del alcohol habían sido promulgadas en los años anteriores en Rusia (reafirmada en la URSS), Islandia y Noruega, promoviendo la prohibición total, y la vecina Suecia un veto parcial. De hecho en teoría en Finlandia la prohibición de Moscú les alcanzaba, pero nunca fue así en la práctica, aunque sentaba por supuesto un precedente legal. Además, dentro del clima conservador que se dio en la postguerra, en el que la voz de muchos personajes considerados como referentes morales era más escuchada que nunca (tras décadas ya de movilización), la llegada de la ley en Finlandia estaba servida.

"Si la prohibición se convirtiera en una realidad [...] Jean no nos deleitaría más con sus divinos tonos". 
Caricatura de Oscar Furuhjelm

Como podemos ver en la imagen de arriba, la propia figura de Sibelius, su afición a la bebida y la relación con sus partituras fue utilizada durante el debate en contra de la ley. En especial el Partido Sueco - que vio siempre a nuestro músico como uno de los suyos - se manifestó belicosamente en contra, argumentando que los suecofineses eran más capaces que los finoparlantes para la autodisciplina, por lo que no necesitaba ninguna ley para ello. Sus enemigos en cambio aprovecharon tal defensa para ponerles una etiqueta de alcohólicos, orgullosos además de serlo...

El 1 de junio de 1919 se aprueba en Finlandia la llamada "Kieltolaki", Ley de Prohibición. Todo alcohol, excepto para uso industrial, médico o científico era prohibido. Pero gran parte de los finlandeses, a pesar de ser un pueblo sumamente acostumbrado a respetar las leyes (aunque quizá en esta época de adquiridas libertades no tanto), y de que las penas legales eran duras, se las arregló para conseguir alcohol. El contrabando y las destilerías caseras fueron harto frecuentes. Por no hablar de otras estratagemas más refinadas, a las que acudió precisamente nuestro protagonista: recibirlo como medicamento por prescripción facultativa. En efecto, por receta de sus doctores, Sibelius pudo conseguir licores medicinales, brandis medicinales, vinos medicinales y otros productos similares que se dispensaban en farmacias...

La tendencia al exceso a la bebida vuelve a notarse hacia principio de los años 20, de nuevo provocando graves riñas con Aino y un sentimiento de culpa aún mayor. El compositor  se siente además desolado en lo personal por el hecho de que muchos de sus contemporáneos van desapareciendo y se queda solo: "el alcohol es el único amigo que nunca me decepciona". Esta frase, escrita en 1924, lo expresa todo.

Es en torno a ese año cuando el consumo de bebidas parece alcanzar un nuevo máximo, y el problema llega hasta tal punto que Aino se niega a acompañarlo a un viaje a Gotemburgo para el estreno de la Séptima Sinfonía, y evitar así el bochorno de contemplar los excesos de su marido en estas visitas.

Con propósito de enmienda, nuestro músico va relajando la bebida con los años, llegando en un par de ocasiones incluso proponerse abandonarla totalmente, aunque sin mucho éxito. Pero simplemente con los años, la vejez, la fama internacional, la mejora económica y el estado de paz interior que en general acompañó a la época conocida como "el silencio de Ainola", los malos hábitos van disminuyendo progresivamente, siendo cada vez más una actividad sibarita que una dependencia real.

En sus últimos años de vida incluso parece ver su propia longevidad como una victoria frente a los efectos negativos de sus vicios: "todos los doctores que me ordenaron no fumar ni beber está hace mucho muertos. Pero yo continúo viviendo" diría al fotógrafo Santeri Levas.
Cabe finalmente preguntarnos: ¿el consumo de tabaco, y sobre todo de alcohol, afecta no ya a su creatividad o a su trabajo, sino a su estilo musical, a la propia naturaleza de su música? No es desde luego una desdeñable pregunta, máxime cuando en los últimos años han aparecido varios estudios que relacionan determinadas enfermedades de grandes compositores con las características de su música.

Justamente podríamos especular al respecto al hacernos la pregunta contraria: ¿la ausencia de esos estimulantes tiene efectos en su estilo? Y de hecho podemos responder contando con hechos nada hipotéticos ya que, como sabemos, entre 1908 y 1915 nuestro músico dejó de beber y de fumar, lo que en efecto se trasladó en un cambio de estilo, al que hemos llamado "periodo oscuro". Pero también hemos apuntado a que quizá no exista una relación causa-efecto en esto, sino indirectamente: el cese del consumo provoca un cambio de ánimo en el músico, y este cambio en el ánimo se traduce en el cambio de estilo.

Estamos no obstante tentados a afirmar, yendo más a detalles musicales a que quizá sí que haya una relación más directa. Precisamente en torno al uso de "auras" en sus texturas, muy presente en épocas de más exuberante imaginación (que también es un periodo de gran consumo de bebidas), ausentes casi en su periodo "oscuro". El aura a veces puede traducirse como una metáfora de lo inconsciente, de lo natural, del misterio de presencias invisibles, de lo intuitivo... algo que a nuestro músico le proporcionaba artificialmente el alcohol...

La cuestión desde luego está abierta. No obstante esperamos con este post haber causado la reflexión y el debate entre los amantes de la música de Jean Sibelius. Y por supuesto no olvidar que aunque Jean Sibelius y su música estén unidos a estos malos hábitos, esos hábitos no dejan de ser nocivos. Recomendar a nuestros lectores que el único vicio sibeliano del que deberían abusar sea justo su música.